El franquismo: la perdición de España
El franquismo, una variante del fascismo de los años 30, no fue vencido en la Guerra de España, primera fase de la agresión nazi-fascista a los pueblos de Europa. La dictadura -derivada del golpe militar de 1936 y la consiguiente Guerra Civil inducida por el golpe- fue apoyada por los ejércitos de la Alemania nazi y de la Italia fascista.Años después, el dictador genocida Francisco Franco fue apoyado por el gobierno de los Estados Unidos a cambio de implantar sus bases militares en nuestra patria. La dictadura se prolongó durante cuarenta años.
La fallida ruptura democrática que dio lugar a la Transición, afianzó en las estructuras del Régimen del 78 el fascismo que imperaba en los aparatos del Estado, con especial virulencia en sus fuerzas armadas.
El ejército no solo no fue depurado de militares franquistas sino que se incluyeron sus exigencias en la Constitución. Además, mediante su ley preconstitucional de “punto final” -llamada “Ley de Amnistía”- quedaron impunes sus crímenes y se aisló y persiguió a los militares que se oponían a la dictadura.
Un comandante y ocho capitanes demócratas fueron procesados en consejo de guerra, expulsados y condenados a numerosos años de prisión. Después excarcelados al comienzo de la Transición, pero no amnistiados en aquellos momentos decisivos. Todos los que fuimos miembros de la Unión Militar Democrática UMD fuimos sistemáticamente reprimidos y condenados a un ostracismo interior, al quedar expulsados y no amnistiados nuestros compañeros de lucha, con el comandante Luis Otero al frente.
El capitán de aviación José Ignacio Domínguez, portavoz de la UMD en el exilio, fue también procesado y condenado en consejo de guerra a su regreso a España, a finales de 1977, en plena “modélica Transición”. Tampoco fue amnistiado en aquellos años, cuando era evidente la necesidad de ello para asentar la democracia en unas fuerzas armadas que procedían del nazi-fascismo.
Todos los que nos unimos activamente a la lucha contra el franquismo en aquellos tiempos difíciles éramos conscientes de que arriesgábamos, de un modo u otro, nuestras vidas y medios de subsistencia familiar; etapa que se prolongó peligrosamente hasta la llegada del PSOE al gobierno en 1983. Nuestra acción pacifica, acompañando a los pueblos de nuestra patria que clamaban por su libertad, fue duramente reprimida.
Con la llegada al gobierno de Felipe González se inició el blanqueo de los militares fascistas, que fueron ascendidos y promocionados a destinos de la máxima confianza, incluidos algunos responsables del autogolpe del 23 de febrero de 1981. La única condición que se les exigió para esa descarada promoción fue que estos no hiciesen declaraciones públicas contrarias al gobierno. El colaboracionismo estaba servido; era ya un hecho irreversible.
Nuestro país quedaba, pues, sometido a un sistema monárquico-parlamentario que poco tenía que ver con las democracias de nuestro entorno, en concreto con la de la República Portuguesa, que había conseguido liberarse del cáncer del fascismo mediante la llamada Revolución de los Claveles, en un luminoso 25 de abril de 1974.
Hoy, los civiles o militares que osan denunciar la corrupción sistémica que el franquismo ha institucionalizado en la vida pública y privada de la nación, son tratados con la misma saña con que lo fueron nuestros viejos camaradas. Es el caso del joven teniente Luis Gonzalo Segura, autor de Un paso al frente y Código Rojo, o de la valerosa funcionaria Ana Garrido Ramos, cuya denuncia e informes han sido decisivos para la investigación de la trama Gürtel.
Aquellas cadenas, impuestas por la Constitución monárquica a los pueblos del Estado español, se han ido corroyendo con el lento despertar ciudadano. Hoy en día la idea franquista de España “Una Grande Libre”, bajo la infame bandera bicolor y los espantosos sones de la marcha real -los mismos que en la genocida dictadura franquista- es sencillamente insoportable.
De ahí que el Parlament de Catalunya y su Govern haya decidido democráticamente consultar a su pueblo en referendum, pues es evidente que no desean seguir vinculados al franquismo y sus herederos, incluida la monarquía. Sin embargo, los cruzados nacional-católicos siguen dominando peligrosamente, de una forma u otra, casi 80 años después, las estructuras políticas del Estado español.
Algo habrá que hacer el día después.
Manuel Ruiz Robles, capitán de navío (R) de la Armada, portavoz del colectivo de militares demócratas Anemoi, miembro de la Junta Directiva de la Asociación Civil Milicia y Democracia ACMYR.
La fallida ruptura democrática que dio lugar a la Transición, afianzó en las estructuras del Régimen del 78 el fascismo que imperaba en los aparatos del Estado, con especial virulencia en sus fuerzas armadas.
El ejército no solo no fue depurado de militares franquistas sino que se incluyeron sus exigencias en la Constitución. Además, mediante su ley preconstitucional de “punto final” -llamada “Ley de Amnistía”- quedaron impunes sus crímenes y se aisló y persiguió a los militares que se oponían a la dictadura.
Un comandante y ocho capitanes demócratas fueron procesados en consejo de guerra, expulsados y condenados a numerosos años de prisión. Después excarcelados al comienzo de la Transición, pero no amnistiados en aquellos momentos decisivos. Todos los que fuimos miembros de la Unión Militar Democrática UMD fuimos sistemáticamente reprimidos y condenados a un ostracismo interior, al quedar expulsados y no amnistiados nuestros compañeros de lucha, con el comandante Luis Otero al frente.
El capitán de aviación José Ignacio Domínguez, portavoz de la UMD en el exilio, fue también procesado y condenado en consejo de guerra a su regreso a España, a finales de 1977, en plena “modélica Transición”. Tampoco fue amnistiado en aquellos años, cuando era evidente la necesidad de ello para asentar la democracia en unas fuerzas armadas que procedían del nazi-fascismo.
Todos los que nos unimos activamente a la lucha contra el franquismo en aquellos tiempos difíciles éramos conscientes de que arriesgábamos, de un modo u otro, nuestras vidas y medios de subsistencia familiar; etapa que se prolongó peligrosamente hasta la llegada del PSOE al gobierno en 1983. Nuestra acción pacifica, acompañando a los pueblos de nuestra patria que clamaban por su libertad, fue duramente reprimida.
Con la llegada al gobierno de Felipe González se inició el blanqueo de los militares fascistas, que fueron ascendidos y promocionados a destinos de la máxima confianza, incluidos algunos responsables del autogolpe del 23 de febrero de 1981. La única condición que se les exigió para esa descarada promoción fue que estos no hiciesen declaraciones públicas contrarias al gobierno. El colaboracionismo estaba servido; era ya un hecho irreversible.
Nuestro país quedaba, pues, sometido a un sistema monárquico-parlamentario que poco tenía que ver con las democracias de nuestro entorno, en concreto con la de la República Portuguesa, que había conseguido liberarse del cáncer del fascismo mediante la llamada Revolución de los Claveles, en un luminoso 25 de abril de 1974.
Hoy, los civiles o militares que osan denunciar la corrupción sistémica que el franquismo ha institucionalizado en la vida pública y privada de la nación, son tratados con la misma saña con que lo fueron nuestros viejos camaradas. Es el caso del joven teniente Luis Gonzalo Segura, autor de Un paso al frente y Código Rojo, o de la valerosa funcionaria Ana Garrido Ramos, cuya denuncia e informes han sido decisivos para la investigación de la trama Gürtel.
Aquellas cadenas, impuestas por la Constitución monárquica a los pueblos del Estado español, se han ido corroyendo con el lento despertar ciudadano. Hoy en día la idea franquista de España “Una Grande Libre”, bajo la infame bandera bicolor y los espantosos sones de la marcha real -los mismos que en la genocida dictadura franquista- es sencillamente insoportable.
De ahí que el Parlament de Catalunya y su Govern haya decidido democráticamente consultar a su pueblo en referendum, pues es evidente que no desean seguir vinculados al franquismo y sus herederos, incluida la monarquía. Sin embargo, los cruzados nacional-católicos siguen dominando peligrosamente, de una forma u otra, casi 80 años después, las estructuras políticas del Estado español.
Algo habrá que hacer el día después.
Manuel Ruiz Robles, capitán de navío (R) de la Armada, portavoz del colectivo de militares demócratas Anemoi, miembro de la Junta Directiva de la Asociación Civil Milicia y Democracia ACMYR.
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