Queremos “profanar” el monumento a los caídos de Navarra para mostrar abiertamente su peligrosa vigencia, porque la lógica del fascismo es cada vez menos silenciosa y, de otras formas, más visible. Por ello proponemos la creación de un centro antibelicista que convierta en civil un espacio militarizado, un lugar donde confrontar historias silenciadas de lucha, resistencia a las guerras y al fascismo, a cualquier forma de imposición y violencia. Convivimos desde hace demasiado tiempo en Pamplona con uno de los restos arquitectónicos más importantes —en tamaño y significación— de la dictadura franquista. Su existencia, dolorosa para gran parte de la sociedad navarra, se ha querido obviar durante estas últimas décadas con la excusa de “no remover” y la firme voluntad de imponer un olvido que, a día de hoy, ha conseguido que sean muchos los que ya no saben quién puso ahí, en mitad de la ciudad, ese lugar conocido como “Los Caídos”.
Ante el debate social generado en torno a su futuro, un grupo de personas comprometidas con la memoria desde diferentes ámbitos —sociales, culturales y políticos—, queremos hacer públicas nuestras reflexiones para avanzar en un proceso de debate lo más amplio e inclusivo posible. Nos une la apuesta por una visión crítica del pasado, necesaria para comprender nuestro presente y proyectar un futuro mejor. Confiamos en el valor de la discordia —civil, noviolenta—, para afrontar de manera radical y creativa el conflicto que supone convivir con este monumento, porque sabemos que eliminándolo no desaparece el problema. Tampoco ocultando y enmudeciéndolo, como tuvieron que hacer, muy a su pesar, los políticos de siempre, mientras intentaban convencernos de que era inocuo, de que nuestra memoria se equivocaba y la guerra del 36 sólo había sido una desagradable “pelea entre hermanos” ya superada.
Ha llegado el momento de hacerlo hablar, de desvelar y denunciar su auténtico significado como mausoleo fascista. Erigido para homenajear al bando sublevado y sus sanguinarios héroes, es para nosotras la prueba material de la barbarie, de la megalomanía del dictador y sus herederos, de su implacable violencia y la cruel represión ejercida contra la población civil. Por eso no queremos resignificarlo, ni reutilizarlo simbólicamente, ni hacer en él un museo de la ciudad, un centro de arte o un civivox. No, no es lugar para eso.
Como testigo de un oscuro periodo de nuestro pasado reciente, su presencia explica mejor que cualquier libro de texto el legado ideológico del poder político y religioso que lo mandó construir: el fascismo nacionalcatólico y el apoyo del requeté. Su arquitectura, lemas y pinturas ilustran a la perfección la guía espiritual de la “cruzada nacional”, que se sirvió de todo un pueblo como carne de cañón para la guerra, su idea y justificación. Por eso no queremos derribarlo, porque sabemos que perdemos una herramienta única para mostrar nuestra oposición a todos los valores que representa.
Queremos “profanar” el monumento, corromper su dispositivo estético para mostrar abiertamente su peligrosa vigencia, porque la lógica del fascismo no ha muerto en la cripta de Mola y Sanjurjo: salió hace mucho tiempo de sus muros, y es cada vez menos silenciosa y, de otras formas, más visible. Queremos construir otras memorias y recuperar espacios —físicos y simbólicos— para todas, activar estrategias de pensamiento crítico que, mirando al pasado, nos permitan analizar y responder a las necesidades de nuestro tiempo presente: por qué se generan las guerras, cómo participa el capital y el patriarcado en su organización, cómo se construye la figura del enemigo, se sojuzga a una población o por qué se siguen recortando nuestros derechos humanos y sociales.
Por ello proponemos la creación de un centro antibelicista que convierta en civil un espacio militarizado, un lugar donde confrontar historias silenciadas de lucha, resistencia a las guerras y al fascismo, a cualquier forma de imposición y violencia.
Asumir esta transformación colectivamente nos obligará a poner en el centro del debate el modelo de ciudad que queremos, arquitectónica y socialmente hablando. (Re)convertir esta máquina de guerra en icono antibelicista no solo servirá para romper el maleficio con el que parece querer dominar Pamplona, sino también para desarrollar una cultura de paz que aleje definitivamente de nuestras vidas la realidad, la cultura y la tentación de la guerra.
Ante la gran carencia de espacios memorialistas sobre la guerra civil en el Estado español, y la posibilidad de hacerlo en un lugar heredado del franquismo, nos planteamos un proyecto ambicioso en sus fines y medios, a la altura de la oportunidad social que tenemos en nuestras manos. Un centro que pueda ser un contra-referente arquitectónico —conservando el interior del edificio original pero abierto en el exterior a otro tipo de intervenciones—, y al mismo tiempo, sostenible social y económicamente. Un proyecto de perfil pedagógico sobre la memoria del 36, abierto a otras memorias alternativas antibelicistas y antitotalitarias, también feministas, donde ubicar un centro de investigación, documentación, exposición y reunión que contribuya al cuidado memorialista de la ciudadanía y especialmente de las nuevas generaciones.
Mientras avanzamos en un amplio proceso participativo, que debe trascender el ámbito de lo “técnico” y los expertos para contar con el asesoramiento del movimiento memorialista, planteamos una serie de condiciones previas que faciliten su desarrollo: una moratoria de usos, aparte de visitas pedagógicas; eliminación de la iluminación nocturna del edificio y su fuente; colocación de paneles exteriores explicativos de la historia del monumento y su significado como monumento fascista. Todas estas medidas no tendrían utilidad si cuanto antes no se desacraliza la cripta y se devuelve al Ayuntamiento y, por supuesto, si no hay una eliminación total del grado de conservación del edificio para tener libertad en las actuaciones arquitectónicas.
Para terminar, nos gustaría invitar al movimiento memorialista a trabajar conjuntamente y buscar acuerdos, al Ayuntamiento a promover y respetar un proceso realmente democrático e inclusivo, y al conjunto de la ciudadanía a sumarse al debate y toma de decisiones sobre el futuro definitivo de Los Caídos y la memoria de la ciudad.
Ante el debate social generado en torno a su futuro, un grupo de personas comprometidas con la memoria desde diferentes ámbitos —sociales, culturales y políticos—, queremos hacer públicas nuestras reflexiones para avanzar en un proceso de debate lo más amplio e inclusivo posible. Nos une la apuesta por una visión crítica del pasado, necesaria para comprender nuestro presente y proyectar un futuro mejor. Confiamos en el valor de la discordia —civil, noviolenta—, para afrontar de manera radical y creativa el conflicto que supone convivir con este monumento, porque sabemos que eliminándolo no desaparece el problema. Tampoco ocultando y enmudeciéndolo, como tuvieron que hacer, muy a su pesar, los políticos de siempre, mientras intentaban convencernos de que era inocuo, de que nuestra memoria se equivocaba y la guerra del 36 sólo había sido una desagradable “pelea entre hermanos” ya superada.
Ha llegado el momento de hacerlo hablar, de desvelar y denunciar su auténtico significado como mausoleo fascista. Erigido para homenajear al bando sublevado y sus sanguinarios héroes, es para nosotras la prueba material de la barbarie, de la megalomanía del dictador y sus herederos, de su implacable violencia y la cruel represión ejercida contra la población civil. Por eso no queremos resignificarlo, ni reutilizarlo simbólicamente, ni hacer en él un museo de la ciudad, un centro de arte o un civivox. No, no es lugar para eso.
Como testigo de un oscuro periodo de nuestro pasado reciente, su presencia explica mejor que cualquier libro de texto el legado ideológico del poder político y religioso que lo mandó construir: el fascismo nacionalcatólico y el apoyo del requeté. Su arquitectura, lemas y pinturas ilustran a la perfección la guía espiritual de la “cruzada nacional”, que se sirvió de todo un pueblo como carne de cañón para la guerra, su idea y justificación. Por eso no queremos derribarlo, porque sabemos que perdemos una herramienta única para mostrar nuestra oposición a todos los valores que representa.
Queremos “profanar” el monumento, corromper su dispositivo estético para mostrar abiertamente su peligrosa vigencia, porque la lógica del fascismo no ha muerto en la cripta de Mola y Sanjurjo: salió hace mucho tiempo de sus muros, y es cada vez menos silenciosa y, de otras formas, más visible. Queremos construir otras memorias y recuperar espacios —físicos y simbólicos— para todas, activar estrategias de pensamiento crítico que, mirando al pasado, nos permitan analizar y responder a las necesidades de nuestro tiempo presente: por qué se generan las guerras, cómo participa el capital y el patriarcado en su organización, cómo se construye la figura del enemigo, se sojuzga a una población o por qué se siguen recortando nuestros derechos humanos y sociales.
Por ello proponemos la creación de un centro antibelicista que convierta en civil un espacio militarizado, un lugar donde confrontar historias silenciadas de lucha, resistencia a las guerras y al fascismo, a cualquier forma de imposición y violencia.
Asumir esta transformación colectivamente nos obligará a poner en el centro del debate el modelo de ciudad que queremos, arquitectónica y socialmente hablando. (Re)convertir esta máquina de guerra en icono antibelicista no solo servirá para romper el maleficio con el que parece querer dominar Pamplona, sino también para desarrollar una cultura de paz que aleje definitivamente de nuestras vidas la realidad, la cultura y la tentación de la guerra.
Ante la gran carencia de espacios memorialistas sobre la guerra civil en el Estado español, y la posibilidad de hacerlo en un lugar heredado del franquismo, nos planteamos un proyecto ambicioso en sus fines y medios, a la altura de la oportunidad social que tenemos en nuestras manos. Un centro que pueda ser un contra-referente arquitectónico —conservando el interior del edificio original pero abierto en el exterior a otro tipo de intervenciones—, y al mismo tiempo, sostenible social y económicamente. Un proyecto de perfil pedagógico sobre la memoria del 36, abierto a otras memorias alternativas antibelicistas y antitotalitarias, también feministas, donde ubicar un centro de investigación, documentación, exposición y reunión que contribuya al cuidado memorialista de la ciudadanía y especialmente de las nuevas generaciones.
Mientras avanzamos en un amplio proceso participativo, que debe trascender el ámbito de lo “técnico” y los expertos para contar con el asesoramiento del movimiento memorialista, planteamos una serie de condiciones previas que faciliten su desarrollo: una moratoria de usos, aparte de visitas pedagógicas; eliminación de la iluminación nocturna del edificio y su fuente; colocación de paneles exteriores explicativos de la historia del monumento y su significado como monumento fascista. Todas estas medidas no tendrían utilidad si cuanto antes no se desacraliza la cripta y se devuelve al Ayuntamiento y, por supuesto, si no hay una eliminación total del grado de conservación del edificio para tener libertad en las actuaciones arquitectónicas.
Para terminar, nos gustaría invitar al movimiento memorialista a trabajar conjuntamente y buscar acuerdos, al Ayuntamiento a promover y respetar un proceso realmente democrático e inclusivo, y al conjunto de la ciudadanía a sumarse al debate y toma de decisiones sobre el futuro definitivo de Los Caídos y la memoria de la ciudad.
Firmantes: Taxio Ardanaz, Ana Barrena, Iñaki Arzoz, Edurne Beaumont, Lander Aurrekoetxea, Alexandra Baurès, Fernando Mendiola, Nerea Fillat, Imanol Miramón
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