Publicado 21 junio 2018
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El
patrón de estas acciones pretende mostrar “jóvenes que se manifiestan
pacíficamente” y responsabilizar al Gobierno de Nicaragua cada acto
cometido por ellos.
Yo no sé si Mark
Zuckerberg estaba pensando en la magnitud que tendría la creación de
Facebook cuando fue lanzado desde su dormitorio de la Universidad de
Harvard el 4 de febrero de 2004, pero lo cierto es que, lo que comenzó
siendo una propuesta dentro de un campus para conocerse en línea y ganar
popularidad, se ha expandido a tal magnitud que en la actualidad es un
poder capaz de movilizar a toda una población entorno a una matriz de
opinión, que en la mayoría de los casos no está ni comprobada, ni
justificada, pero maneja de manera excelente elementos claves de la
psicología nacional de un pueblo y por tanto se convierte en una
poderosa arma para alcanzar la hegemonía de la que tanto nos alertaba
hace muchos años Antonio Gramsci.
Hace muchos años
las redes sociales dejaron de ser simples espacios para conectarse con
un amigo, un familiar, o un colega, y en su lugar convertirse en
plataformas electorales, canales para manipular a votantes, incidir en
tus gustos y compras, deseos y sentimientos, generar tus peores amenazas
como el bullying adolescente con resultados catastróficos. Constituyen
vías que emplean los asesinos en serie, el crimen organizado, los
carteles de la droga para manejar sus negocios sucios. Pero sobre todo,
las redes sociales son hoy el canal preferido de la derecha para montar
toda una campaña mediática amparada en la “legitimidad” y “veracidad”
que tiene cualquier video o foto subida a la red por un sujeto. Frente a
esta aparente libertad de expresión maximizada, donde el simple
poblador con un teléfono se siente “dueño de la realidad que lo
circunda” ni los medios de comunicación tradicionales pueden competir.
En la actualidad
las redes sociales y dentro de estas, Facebook, son plataformas
organizadas y manejadas por grupos reducidos de personas capaces de
hacer despertar a toda una población, sobre todo cuando se controlan, o
se tiene acceso, a las empresas de telecomunicaciones que manejan la
tecnología celular en un país y por tanto, tienen al alcance de un clic
la oportunidad de inundar en pocos segundos, a toda una base de datos
telefónica con mensajes, videos, fotos, infografías y cuantas variantes
sean posibles para manipular o inducir un sentimiento popular con el
calificativo de “genuino”, “espontáneo” y “auto convocado”.
Si todo esto se
empleara para erradicar el hambre, la pobreza, o para promover una
redistribución igualitaria y equitativa de las riquezas, todo habría
sido una maravilla del intelecto humano. Pero en la práctica las redes
sociales son una herramienta del poderío nacional para desestabilizar
ahí donde el gobierno no es compatible con la “democracia
representativa”, o los “intereses del imperio”.
Nicaragua hace casi
2 meses es un escenario donde todo este mecanismo diabólico se ha
extendido con un saldo en víctimas doloroso y con una violencia
particular que parece importada porque no caracteriza a la nobleza de
este pueblo.
La intensa crisis
política que atraviesa el país tiene un primer y gran calificativo que
es la guerra psicológica montada y manipulada desde las redes sociales
como si fuera un terremoto de magnitud 9.8 en la escala de Richter que
arrasa con todo a su paso. Esta manipulación llega acompañada de una ola
de violencia promovida por jóvenes que siempre aparecen encapuchados y
enmascarados, vestidos de negro y fuertemente armados. Las imágenes se
han convertido en una especie de ciclo que arrastra, sin lógica de
ningún tipo, a la noble población nicaragüense que no puede evitar
conmoverse una y otra vez ante los hechos vandálicos que la derecha
ejecuta y luego aparece culpando al gobierno a través de las redes
sociales.
En Nicaragua el
73.4 % de la población maneja internet desde la telefonía móvil, de
estos, casi el 90% de los usuarios se conecta para acceder a las redes,
en particular a Facebook y whatssapp. Siguiendo estas estadísticas se
comprende que no es casual que, al calor de casi dos meses, los perfiles
que han liderado la manipulación mediática, en particular la cuenta
SOSNicaragua haya generado más de 200 millones de mensajes, la inmensa
mayoría de estos, manipulados con una similitud espantosa a las
guarimbas venezolanas.
El patrón es común,
maximizar el número de fallecidos, enlistarlos a todos como su fueran
“jóvenes que se manifiestan pacíficamente”, responsabilizar al gobierno
de cada acto y demonizar a Daniel Ortega como responsable absoluto de
todo cuanto acontece. El final es previsible, exigir una sola cosa “que
se vayan los Ortega-Murillo”.
Ante esta realidad
manipulada es imperioso, es necesario, es urgente que todos los
humanistas del mundo y las personas sensatas nos detengamos delante de
este escenario dantesco para preguntarnos quien está realmente detrás de
toda esta madeja complejísima donde los atacados (simpatizantes
sandinistas en su mayoría), resultan ser los opresores.
Desde ayer todos
los medios internacionales y locales se hacen eco del reinicio del
diálogo nacional en Managua y los primeros acuerdos alcanzados en la
mesa de negociación después de una ola de violencia que parece
apoderarse del país, a pesar de todos los intentos que hace el gobierno
para impedirlo y restablecer la paz.
Ayer la mesa
negociadora tardó más de 10 horas en un debate en el que parecía no se
alcanzaría consenso porque la Alianza Cívica que integra a los grupos
opositores, nuevamente intransigente en su postura golpista, ha sido
incapaz de reconocer las consecuencias que ha provocado en Nicaragua el
actuar insensato de un grupo de jóvenes que se dejaron asesorar, como
ellos mismos refieren, por el ala más reaccionaria de la derecha
nicaragüense.
Al calor de 10
horas de debate, donde sinceramente la Conferencia Episcopal no tiene
ninguna voluntad mediadora, sino facilitadora de la agenda propuesta por
la oposición, se trató una y otra vez el tema de los derechos humanos
en franco desconocimiento y también manipulación de lo que significa y
encierra este concepto sagrado.
La derecha insiste
en supeditar los derechos humanos al trabajo de organizaciones
internacionales que lleguen al país en el siguiente vuelo de American
Airlines, sin comprender que la situación interna solo se compondrá en
la medida en que sean lo suficientemente responsables y valientes para
dar un paso al frente y desarmar a todos los grupos que han venido
formando en el país en las últimas semanas, disque para protegerse de
los ataques sandinistas. Con el respeto de toda la intelectualidad
reunida en la Alianza Cívica, podrán llegar a Nicaragua cuantas
comisiones sean creadas, que si la derecha no detiene los reales que
pagan diariamente a los grupos delincuenciales, llenos de tatuajes por
cierto muy similares a los mara de la región, esta ola de violencia no
se detendrá en el país, ni hoy, ni mañana, ni nunca.
La insistencia de
la derecha para exigir que estos organismos lleguen a Managua, recojan
denuncias y se regresen a EEUU para procesarlas y así aplicar
“justicia”, solo me hace pensar que en realidad el tema es un pretexto
que han venido manipulando para poder contentar con migajas al pueblo
que dicen representar, y lograr su único y principal propósito que es
pasar a debatir la agenda democrática que les allanaría el camino para
llegar al poder. La derecha no se preocupa tanto por los muertos que
dicen representar, la derecha lo único que está haciendo es manipular en
nombre de estos muertos, sagrados todos, un propósito golpista, dejando
en manos de terceros una supuesta justicia, que no sabremos qué
resultados dará a ciencia cierta, ni cuánta estabilidad nos aportará en
las próximas semanas.
Diez horas de
intenso trabajo ayer, en las cuales le otorgó todo el crédito al equipo
del gobierno por su perseverancia, su paciencia y su respaldo a los
derechos del pueblo nicaragüense. Diez horas para lograr acordar y
anunciar, entre otras cosas, una Comisión de Verificación y Seguridad
que le daría al pueblo la paz que tanto se demanda desde el mismo
comienzo de la crisis política. Diez horas para llegar a un acuerdo que
la derecha, de manera unilateral, echó por tierra diez minutos después
en conferencia de prensa donde el joven Lesther Alemán declaró que no se
levantarán los tranques porque son una expresión del pueblo “auto
convocado” y Juan Sebastián Chamorro amenazó con la convocatoria de
nuevos paros nacionales si el gobierno no acepta dialogar sobre los
cambios democráticos del país.
¿A qué estamos
jugando, a qué está apostando la derecha en Nicaragua, a erradicar a
todos los sandinistas mientras avanza el diálogo y los que se dicen
representantes del pueblo se mantienen arropados, bien dormidos y
comidos en el INCAE, sin conocer lo que significa el dolor de un
familiar fallecido? ¿De verdad piensa la derecha en Nicaragua que bastan
diez horas para derrocar a un gobierno legalmente constituido,
legítimamente oficializado, representante de un estado de derecho entre
los más avanzados de la región, a pesar de ser Nicaragua el segundo país
más pobre de América Latina?
En todo esto hay
una lógica que pocos han denunciado y es que mientras más se agotan los
recursos al alcance de la derecha para llegar al poder y concretar el
golpe, más se incrementa la violencia en el país. Como es posible que el
gobierno de Nicaragua, en estos momentos respaldado por la OEA, EEUU,
sectores diversos en el país que van más allá de las bases sandinistas
que representan el 38% de los votantes, dispuesto no una, sino dos veces
a permitir que la CIDH acompañe el proceso de investigación y
aplicación de justicia, sea el promotor, el comisor, el responsable de
los actos de violencia contra sus propios simpatizantes sandinistas.
Esto solo me conduce a una respuesta lógica y es que la derecha se
siente acorralada, perdida, desgastada y solo tiende a reaccionar como
único sabe comportarse, de manera errática y violenta.
¿Dónde están las
pruebas de la derecha para responsabilizar al gobierno? ¿Un video subido
a YouTube donde aparecen jóvenes vestidos de uniforme policial junto a
grupos enmascarados disparando contra la población? ¿Pero dónde vive la
derecha nicaragüense, consideran que aquí la población no piensa porque
no es instruida como muchos de ellos en universidades norteamericanas?
Una y otra vez se han reportado robo de uniformes policiales, intentos
de compra de estos uniformes a las maquilas en zona franca, lo cual ha
sido denunciado por los sindicatos que aquí existen. Es muy fácil
vestirse de policía cuando robaste esta insignia y manipular a la
población en el esquema de guerra psicológica que hoy persiste con
fuerza en Nicaragua.
Nadie se cuestiona
que lo primero que hizo la derecha fue atacar con toda su fuerza al
órgano policial y “voltearle el calcetín”, mostrarlo como principal
responsable y manipular el tema una y otra vez en las redes sociales,
como lo están haciendo ahora. Es doloroso decirlo, pero la población
está tan manipulada que aunque no se vea a un policía ni en 500 leguas a
la distancia la primera reacción espontánea frente a las cámaras de 100
% Noticias, es culpar a la Juventud Sandinista o a la policía nacional.
Es un ciclo diabólico, mientras más acuerdos se toman y el gobierno
muestra más su voluntad de dialogar, más la derecha se molesta, habla de
dilación y recrudece la violencia.
Solo una precisión
para los que subieron el video de los policías junto con los
enmascarados, con el propósito de ayudarlos a ser más coherentes con sus
mentiras: la policía nicaragüense cuando sale no lo hace de esa manera,
al menos los videos que ustedes mismos mostraron desde el 18 de abril
para sustentar la “represión policial contra los estudiantes que no eran
delincuentes” reflejan a la policía anti motín usando otro tipo de
armas, escudos de protección, cascos, un uniforme diferente. Pero claro,
cualquier explicación lógica llevaría varios párrafos y sería difícil
que compita contra la consigna que está de moda “son las turbas y los
policías”.
Así son las
incoherencias de la oposición desesperada. La misma derecha que desde el
pasado 18 de abril, cuando no habían pasado ni 48 horas de las primeras
protestas disque para derogar las reformas al INSS, demandaron al
gobierno dar la orden a la policía de retirarse a sus cuarteles.
Insistieron tanto en el tema que hasta, Lesther Alemán increpó
directamente al presidente Ortega exigiéndole dar esta orden,
curiosamente en un país donde “no hay libertad de expresión, ni respeto a
otro tipo de libertades”. Ahora la derecha responsabiliza al gobierno
de no tener control en Nicaragua sobre grupos delincuenciales que han
ingresado al país y están operando, algunos por su cuenta para controlar
territorio al estilo del flagelo que afecta a todos los países
centroamericanos, y otros financiados por la propia derecha para culpar
al gobierno sandinista. Son argumentos que parecen de novela, pero es
así como se comporta hoy la derecha en Nicaragua.
Lo que no menciona
la derecha es que ayer incendiaron la casa del comisionado de la policía
en Masaya como señal de castigo a la resistencia ofrecida por este y
los oficiales bajo su mando dentro de la sede policial, precisamente de
Masaya, que hace más de 20 días está expuesta a un constante ataque
mediático y psicológico por grupos opositores, similar al de la década
del 70, cuando se estaba luchando contra la dictadura de Somoza, un
tanto para tratar de homologar a la policía nacional de hoy con aquellos
esbirros, y también porque es el único método que dominan los ex
comandantes guerrilleros que hace más de 20 años integran la extrema
derecha en Nicaragua y son ante todo pro imperialistas.
Lo que tampoco dice
la derecha es que ayer en Nagarote un directivo de la Comisión
Permanente por los Derechos Humanos (CPDH), supuestamente imparcial, que
solo vela por la justicia y el buen procesamiento de los delitos y la
violencia, se personó en la estación de la policía para demandar que
depusieran sus armas, abandonaran el cuartel en nombre de los supuestos
asesinados por el gobierno y a cambio se les perdonaría la vida.
Una de las tantas
manipulaciones mediáticas, de las más inescrupulosas en mi opinión, son
las versiones que ofrece hoy el canal 100 % Noticias sobre el incendio
ocurrido en el barrio Carlos Marx donde perdieron la vida nicaragüenses
inocentes. Un grupo de armados financiados por la derecha que iban
huyendo de la policía que operaba en el barrio Villa Liba para detener a
los delincuentes, llegaron a la casa de los colchones en la localidad
Carlos Marx y exigieron que los dejaran entrar para dispararle a la
policía desde la azotea en mejor posición de tiro, al negarles el
ingreso decidieron pegarle fuego al negocio, al cual por cierto venían
asediando en los últimos días grupos delincuenciales que operan en el
sector de la UPOLI. El canal 100% Noticias no habla de esta versión,
solo refiere que supuestos francotiradores de la policía nicaragüense
querían subirse al techo de la casa, cambiando toda la lógica de la
historia que circula en las redes.
Cada fin de semana
la derecha incrementa la matriz de violencia en la ciudad. Hoy grupos
armados de la derecha asesinaron y le prendieron fuego al militante del
Frente Sandinista Francisco Arauz Pineda. Los ataques contra sedes
policiales, instituciones públicas, simpatizantes sandinistas, se
incrementaron, todo en nombre de la democracia. Insisto, todo esto pasa
en un país donde supuestamente no hay libertad de expresión pero
cualquier periodista tiene la oportunidad de increpar personalmente al
Canciller de la República Denis Moncada y manipular la información, la
policía reprime y la derecha, incluida por burgueses y sector privado,
en un repentino ataque de reivindicación nacionalista “defiende y
representa al pueblo” mientras que los sandinistas son una plaga que se
debe exterminar.
Según la derecha
Nicaragua es aquel extraño lugar al que llegó Alicia en el país de las
maravillas. Pero los nicaragüenses que estamos siguiendo el diálogo
nacional hemos tenido la oportunidad de observar como el equipo del
gobierno ha luchado desde el primer momento para que se tenga en cuenta
nuestro derecho a vivir en paz y se refleje en un acuerdo, que hasta los
propios obispos han obstaculizado pero dejamos en manos de dios
juzgarlos. Todos hemos visto como la derecha, que dice no tener
intereses políticos electorales pero quería integrar una junta de
gobierno, insiste en hablar de reformas electorales y cambios
institucionales cuando la violencia se apodera del país.
Todo esto, sin
dudas saldrá a relucir en un proceso electoral más tarde o más temprano.
Cuando pierda por cuarta vez consecutiva la derecha, entonces
regresarán a la matriz de fraude electoral, falta de transparencia y
corrupción; aun cuando la OEA, la ONU, la UE, el Centro Carter, y todos
los que han convocado, estén observando su derrota. Frente a esta
insensatez que se ha desatado en el país solo tenemos una cosa clara, el
gobierno de reconciliación devolverá la paz a esta tierra de lagos y
volcanes desde el infinito amor que lo caracteriza.
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