OEA: invasión militar o nada
En su declarado afán por derrocar al gobierno venezolano,
Estados Unidos ha probado todo: guerra económica, propaganda negra,
descalificaciones, llamados expresos al golpe de Estado, fomento y
financiamiento de la subversión interna e intentos de aislamiento
internacional.
Y como parte de este propósito de aislamiento
internacional Washington está organizando la expulsión de Venezuela de
la Organización de Estados Americanos (OEA), como hizo con Cuba hace 56
años.
El solo recordatorio de este hecho debería bastar para
comprender que la buscada expulsión de Caracas con fines de
derrocamiento del gobierno de Maduro correrá la misma suerte que la
expulsión de Cuba: mucho ruido mediático pero pocas nueces.
De modo que, suponiendo que Washington consiga finalmente
los votos necesarios para concretar la expulsión de Venezuela, EU
estaría como al principio, como hace 19 años: en una guerra de baja
intensidad que no logra el propósito buscado tan perruna como
infructuosamente.
Frente a esta situación, a Washington sólo le queda la
carta de la invasión militar directa, acción contemplada desde el
ascenso del chavismo al poder en 1998.
Sólo que, a pesar de las engañosas apariencias mediáticas y
de la satanización internacional de Maduro, hoy en día el chavismo se
encuentra en mejores condiciones que nunca para sortear esa
eventualidad.
Para empezar debe apuntarse la bien conocida reticencia de
Donald Trump para embarcarse en una aventura militar. Ahí están los
casos de Irán y Corea del Norte.
Y debe anotarse igualmente que Washington necesitaría la
complicidad y participación directa con tropas sobre el terreno de otros
gobiernos de la región. Pero una cosa es, como en el caso de México,
votar por la expulsión de Venezuela de la OEA, y otra muy distinta
mandar a morir a soldados y marinos mexicanos en una guerra injusta y
ajena al interés nacional.
Y lo que se dice para el gobierno mexicano puede decirse
para el de Brasil, Argentina y Colombia: desprestigiados, puestos contra
la pared, en medio de severas crisis en lo político, lo social, lo
moral y lo económico no parece sencillo que decidan participar con
tropas en una empresa destinada al fracaso.
¿Se animarían Peña Nieto, Videgaray y Cienfuegos a mandar
soldados a matar venezolanos? ¿Con qué respaldo popular? Está claro que
se trata de un gobierno sumiso a EU, pero participar en una guerra de
agresión contra un pueblo hermano parecen palabras mayores.
Incluso el mismo Videgaray ha dicho pública y sonoramente,
como curándose en salud, que la solución al “problema” venezolano debe
darse por la vía pacífica.
Por todo esto y mucho más para Washington es mejor opción
continuar con sus presiones, guerra sucia y guerra económica contra el
gobierno de Maduro. Y la maniobra yanqui en la OEA es prueba al canto.
Adicionalmente no existe en Venezuela una oposición
organizada. Y ya están repuntando los precios del petróleo por encima de
los 80 dólares por barril, lo que significa un alivio para la economía
venezolana. Y tampoco se vislumbran en el horizonte indicios de
sublevación militar y golpe de Estado.
Una cosa es lo que dice el aparato mediático
internacional, y otra la realidad venezolana. El análisis frío de ésta
permite suponer que Maduro sorteará nuevamente las amenazas que se
ciernen sobre su patria.
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