Ucrania y el descarado intervencionismo yanqui
Ángel Guerra Cabrera
En noviembre de 2013 comenzaron en Kiev, capital de
Ucrania, furiosas protestas contra la decisión del presidente Víctor
Yanukovich de posponer la firma del Acuerdo de Asociación y Libre
Comercio con la Unión
Europa. A los latino-caribeños se nos hace difícil
entenderlas pues sabemos bien que para países dependientes como los nuestros el
“libre” comercio conlleva el
desmantelamiento de la economía y la soberanía nacionales y un creciente
aumento del desempleo, la pobreza, la desigualdad y la espiral de
corrupción y violencia.
Volviendo a Ucrania,
independientemente de que la pertenencia a la Unión Europea(UE) no
es ninguna panacea, como lo pueden acreditar España, Grecia, Italia, Irlanda y
Portugal, debe puntualizarse que el acuerdo que Yanukovich se negó a firmar no
concede al país eslavo ni siquiera el ingreso a la organización.
Simplemente estipula
que, como una colonia, Ucrania abra su mercado a una invasión de productos de la UE sin reciprocidad alguna.
Ello conllevaría no solo el arrasamiento de la industria y la agricultura que
hoy tienen un mercado seguro y en condiciones ventajosas en Rusia sino la
pérdida de la independencia nacional. Pero, además, en un acto de arrogancia e
injerencia intolerable la UE
exigió a Yanukovich la puesta en libertad de la ex primera ministra Yulia
Timoshenko como requisito de la asociación. Condenada a prisión por abuso
de poder, Timoshenko forma parte de la oligarquía que se enriqueció con la
privatización de las empresas públicas.
Por ello pese a la
guerra sicológica contra Moscú y a favor de la “democracia occidental” y el
libre mercado desarrollada en Ucrania por las fuerzas más reaccionarias desde
el desbarajuste gorvachoviano(1985-1981), acrecentada con la llamada revolución
naranja impulsada por Estados Unidos(2004), existe un considerable sector
que se opone a la asociación con la Unión Europea y favorece la Unión Aduanera con
Rusia(38 por ciento) según una encuesta del Instituto Internacional de
Sociología de Kiev. No obstante, la misma encuesta revela que 37.8 sostiene la
posición contraria.
Estos datos demuestran
la polarización existente en la población en torno a este tema, que tal vez
podría aún ser procesado satisfactoriamente por las instituciones ucranianas si
cesara la grosera intervención extranjera.
Por las protestas de la plaza de la Independencia han
desfilado la jefa de la diplomacia europea Catherine Ashton, los cancilleres
alemán y canadiense Guido Westerwelle y John Baird y una gavilla de políticos
de Polonia, Lituania, Georgia y Estados Unidos, entre ellos el infaltable John
McCain. Renglón aparte merece la subsecretaria de Estado estadunidense Victoria
Nuland, quien además de llevar 15 millones de dólares a la oposición ha estado
manejando directamente la estrategia subversiva conducente a la formación
de un nuevo gobierno como lo prueba su plática telefónica con el embajador de
su país Geoffrey Pyatten, en la que, de paso mandó muy lejos y de forma muy
grosera a sus aliados de la UE(http://www.voltairenet.org/article182074.html).
Hay que añadir la labor subversiva, entrenamiento de
paramilitares incluido, que vienen desarrollando fundaciones estadunidenses
como la NED y el
Instituto Albert Einstein, cuyo director Gene Sharp ha declarado olímpicamente:
“Hacemos abiertamente lo que hace 20 años hacía la CIA encubiertamente” (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=178219 ).
Las protestas, en las
que ejercen gran influencia los fascistas del partido Svoboda, no tienen nada
de espontáneas, por más que las condiciones de vida de Ucrania, como en casi
todos los países de Europa del este, hayan decaído mucho respecto a la etapa
soviética. Se enmarcan en el esquema de las revoluciones de colores desarrollado
por Estados Unidos, también aplicado contra los gobiernos antineoliberales de
Nuestra América. Sus objetivos son apoderarse del territorio y los recursos de
los países que no se le someten, como ha hecho en la ex Yugoslavia, Irak, Libia
y Siria, y acorralar a Moscú y Pekín en su guerra no declarada contra estos.
Lo mismo que de otra
forma viene haciendo con estados latinoamericanos a quienes llama sus aliados
pero que como ocurre con los integrantes de la Alianza del Pacífico,
mediante los tratados de libre comercio y su correlato militarista han
acelerado el saqueo de sus recursos naturales, el arrasamiento de su
industria y agricultura, su degradación medioambiental y la enajenación de su
identidad.
Twitter: @aguerraguerra: Artículos
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