El legado del presidente Allende. Por Ángel Guerra Cabrera
Este
 11 de septiembre se cumplieron 43 años del golpe de Estado fascista 
alentado y financiado por Estados unidos contra el presidente de Chile, 
Salvador Allende.
También
 se cumplieron 15 años de los atentados terroristas contra las Torres 
Gemelas de Nueva York, en los que murieron cerca de 3000 personas, 
objeto otra vez de una banal alharaca mediática que evitó abordar sus 
causas verdaderas.
El
 legado de Allende, es, por cierto, antagónico al virtual estado de 
excepción impuesto al mundo por Estados Unidos desde los atentados, que,
 además, no han sido aclarados.
¿Cómo
 es posible, que en un país que se autoproclama campeón de la democracia
 y del estado de derecho, no se haya realizado una investigación en 
regla sobre el crimen del 11/s? ¿A qué se debe que, como manda la ley, 
aquel no se haya ventilado en un tribunal, que permita determinar la 
autoría intelectual, sus causas profundas y las circunstancias extrañas 
que lo rodean?
Osama
 bin Laden, presunto autor intelectual del crimen, supuestamente 
ejecutado en Paquistán por fuerzas especiales estadounidenses, nunca ha 
sido declarado culpable por un juez, lo que subraya el carácter ilegal y
 arbitrario de esa ejecución, al estilo de la Operación Cóndor, encima realizada en violación de la soberanía del país asiático.
Ni
 los talibanes tuvieron que ver con los atentados y, mucho menos Sadam 
Hussein, quien tampoco poseía armas de destrucción masiva. Sin embargo, 
con esos pretextos y mintiendo obsesivamente, Washington y sus aliados 
invadieron Afganistán e Irak, al costo de cientos de miles de vidas, 
arrasado esos países y otros más, como Libia y Siria, degradado 
gravemente el patrimonio material y espiritual de culturas fundacionales
 de la humanidad y exacerbado al extremo las causas que originan el odio
 de los pueblos a su opresión y agresividad.
Su
 política económica crea una desigualdad obscena a escala planetaria y 
cuesta sacrificios humanos sin precedente, incluso en Estados Unidos. 
Los referentes que difunden sus fábricas mediáticas estimulan la 
mediocridad y los más bajos instintos.
Por
 eso, nunca había existido una necesidad tan perentoria como hoy de 
recordar y valorar en toda su dimensión el fecundo legado político y 
ético de hombres como Allende. Abrazado a sólidos principios morales e 
ideológicos y, como pocos gobernantes respetuoso de la ley, su 
ejemplo moral era ya notable cuando llegó a la presidencia después de 
una vida dedicada a la defensa de las mejores causas. Contrariamente a 
lo usual, actuó como jefe de Estado con absoluta lealtad al mandato que 
el pueblo le había entregado; el primer estadista en el mundo que avanzó
 resueltamente hacia la conquista del socialismo por vía política, 
experiencia que en dos años arrojó logros admirables. Congruente hasta 
el final, murió defendiendo ese mandato con las armas en la mano y se 
inscribió para siempre entre los grandes de nuestra América.
Hoy,
 cuando los golpes de Estado están de regreso al sur del río Bravo, 
conviene pasar revista a las lecciones dejadas por aquel trágico 
acontecimiento y los años de amagos estadounidenses que lo precedieron 
en un Chile donde la diputa entre el imperialismo y la izquierda se hizo
 particularmente aguda. Primero, para impedir el acceso a la presidencia
 del candidato de las fuerzas populares y, una vez que fue imposible 
lograrlo, para aplicar una agenda desestabilizadora muy semejante a la 
que desde 2014 se enfila contra Venezuela bolivariana, cuyo antecedente 
es el golpe fracasado de 2001. Son asombrosas las analogías entre el 
golpe parlamentario-judicial-mediático contra la presidente Dilma 
Rousseff y hechos previos en la historia brasileña.
Lo
 que resulta evidente es que las fuerzas revolucionarias y populares de 
nuestra región soportamos en este momento ataques despiadados por parte 
del imperialismo y las oligarquías, decididos a liquidar las 
experiencias liberadoras existentes, como hemos visto en Honduras, 
Paraguay, Brasil y Argentina, y es notorio en las políticas 
desestabilizadoras de distinto tinte contra Venezuela y los otros 
procesos de cambio latino-caribeños, sin excluir a Cuba, donde se 
mantienen el bloqueo y los objetivos subversivos de Washington.
Por encima de circunstancias particulares, de formas de lucha y de marco histórico, Allende y el Che
 muestran el único camino hacia la victoria, el que no admite 
vacilaciones ni concesiones de principio ante el imperialismo. El que 
abrirá en Chile y en muchas otras partes las grandes alamedas.
Twitter: @aguerraguerra
 
