La desvergüenza
Ahí lo tienen ustedes,
lavándose las manos de toda responsabilidad en el cenagoso asunto de Rita
Barberá, la chocarrera exalcaldesa de Valencia presunta delincuente a la que él
lanzaba ditirambos en tiempos gozosos de impunidad y mayorías absolutas.
Tiempos en que el dinero corría por las calles de Valencia, dinero de
comisiones, de mordidas, de sobornos y que también servía, al parecer, para
financiar ilegalmente al PP y conseguir aquellas mayorías absolutas.
Tiempos en que, sin ningún embozo, el sobresueldos proclamaba que Rita
"era la mejor", con identica convicción con que llamaba al
delincuente Fabra ciudadano ejemplar; al presunto delincuente Camps, su gran
amigo; al delincuente Matas, un ejemplo por seguir; al supuesto delincuente
Bárcenas, un hombre honrado. La vida de Rajoy es un ejercicio de amistades
peligrosas y de supuestas complicidades que cada vez son más patentes. No hay
un solo delincuente o presunto delincuente de esa asociación de malhechores que
parece ser el PP que no haya tenido el apoyo entusiasta de Rajoy. Todos los
delincuentes del PP -y son legión- han sido alabados en público como ejemplos a
seguir. De haber sucedido tal cosa, de seguir todos el ejemplo de este banda de
facinerosos, de España no quedarían ni las hierbas del campo.
Pero el caso de Barberá
es especial, único y muy ilustrativo. Según se desprende de la actuado
judicialmente hasta la fecha, la señora debió de convertir el Ayuntamiento de
Valencia en los bajos fondos de Mackie el navaja. Toda la
corporación municipal menos una persona (y ya es curioso: probablemente, no
quiso) está imputada en varios delitos como prevaricación, malversación,
blanqueo de capitales, etc. Al frente de esta industria de la mangancia estaba
Rita Barberá, franquista de AP en sus primeros momentos, ejemplar hija de
jerarca franquista de la prensa. La España más reaccionaria, negra, casposa,
represiva con sonrisas, claveles en el pelo, ginebra Beefeater y bolsos de
Vuitton. Un espectáculo del más sórdido caciquismo del siglo XIX en tiempos de
progreso tecnológico.
Consíderese la excusa
esgrimida por el Sobresueldos para permitir que Barberá siga aforada y obstaculizando
la acción de la justicia: ya no tengo
ninguna autoridad sobre Barberá. Como siempre con este
hombre, una mentira cargada de necedad hasta las cuadernas. Porque si ya no
tiene autoridad sobre Barberá es porque antes sí la tuvo y, precisamente usó
esa autoridad para poner a la exalcaldesa fuera del alcance de la justicia que
este pájaro tanto dice respetar: la hizo senadora para aforarla y, cuando se
disolvieron las cámaras, por si acaso, la nombró miembro de la Diputación
Permanente de la Cámara para que siguiera aforada, protegida mientras no había
Senado. O sea, cuando tuvo autoridad, en lugar de emplearla para forzar a su
subordinada a rendir cuentas por sus fechorías, la empleó en esconderla,
ocultarla, hacerla inmune a la acción de la justicia. ¿Por qué, aparte de
porque es lo que siempre hace: amparar corruptos? ¿Por qué? Es obvio, ¿no? Por
complicidad.
De este modo, el propio
Sobresueldos deja clara la mecánica de latrocinio que rige en su partido. Es
una especie de trayectoria que muchos, muchísimos dirigentes del PP han
seguido. Se afilian al PP para forrarse con negocios ilegales. Una vez que los
pillan, no devuelven jamás lo birlado y esperan que en el barullo subsiguiente
puedan obtener buenas condiciones penitenciarias para quedar en libertad en
poco tiempo a fin de disfrutar de lo apandado. Pura desvergüenza de
franquistas que se piensan inmunes y en buena medida lo son.
Ahora, con este
gobierno de hampones, averígüese qué conciencia socialista puede impulsar a
muchos dirigentes y exdirigentes del PSOE a pedir a Sánchez que permita un
gobierno de esta gente que, del primero al último, no tienen otro objetivo que
llenarse los bolsillos y machacar a la gente del común. Toda su obsesión
es evitar terceras elecciones, probablemente porque de ellas saldría Podemos
derrotado, igual que C's y en menor medida, el PP, mientras que el
PSOE aumentaría en votos y escaños y se consolidaría la figura de Pedro
Sánchez, a quien esta coalición de dinásticos semipeperos no puede ver ni en
pintura por haber recuperado la confianza y la ilusión de la militancia y sus
votantes.
Porque esa es la
cuestión. Todos estos socialistas apoltronados e interesados lo que quieren es
que gobierne Rajoy. Al fin y al cabo a ellos personalmente les iría bien.
Publicado por Ramón
Cotarelo en 12:45 a. m.
Etiquetas: Corrupción, Gobierno., PP.
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