miércoles, 14 de septiembre de 2016

Por una herejía fecunda. Por Carlos Luque Zayas Bazán


Por una herejía fecunda. Por Carlos Luque Zayas Bazán


“El socialismo no solo puede, sino que debe ser democrático, aunque no en el sentido que el sistema capitalista otorga al término. Debe y puede ser más participativo, más inclusivo, más solidario, más representativo. Debe y puede defender la individualidad, no el individualismo, porque el socialismo es el único camino capaz de transformar a las masas en colectivos de individuos.”
Enrique Ubieta. En: “Ser revolucionario en Cuba, hoy
He leído con mucho interés el texto titulado “Diálogo cubano“, publicado en el blog La Joven Cuba y reproducido en La pupila indsomne, firmado por Osmany Sánchez Roque.
Destacan en este artículo las ideas y los principios frontalmente expuestos, y también algo sólo habitual en la juventud cuando la rebeldía hereje no se incinera inútilmente en el fuego fatuo del narcisismo, y es hacer la tarea mayor que es volcarse en el servicio generoso y efectivo. Y eso, que en épocas tensas tiene igual o más importancia, exige aunar la pasión de  la crítica con la lealtad lúcida. Una mirada crítica no más atenta al relieve personal que a la causa en que cree y defiende.
Llama a la crítica sin cortapisas ni anteojeras, pero no cae en la trampa de la hipercrítica, porque no hace laboreo gustoso y enfático en el subsuelo sombrío de los errores y las dificultades, sin dejar de mencionarlas y llamar al examen, al diálogo, a la participación y al debate necesarios.
Hay que reconocer aquí la madurez alcanzada en el ejercicio del criterio, en que importa más la causa colectiva que la vanidad personal. Frecuentemente la hipercrítica deriva en ego herido cuando las propias ideas no son aceptadas. El servicio desinteresado a una causa justa siempre está dispuesto a la rectificación de sus concepciones, porque comprende que el valor de la causa es superior al que pretenda sea su mérito personal. Por eso, además de las ideas, creo muy útil el espíritu de la letra de este artículo. Creo que es necesario apuntarlo, porque algunos talentos valiosos de pueden perder en su etapa de formación cuando alimentan el mérito individual con la importancia superior de un proyecto, y no al revés. Es una de las exigencias que están en la base de aquella afirmación: la patria es ara y no pedestal.
El autor se percata  de los reproches eventuales que se le puedan oponer por no rendir tributo a la moda de dar relieve acusado en las dificultades, esa prolija minería en búsqueda de los ángulos más sombríos, la ambivalencia que nada entre dos aguas, y que tan buenos ecos tiene ahora en ciertas latitudes, cuando advierte que otros dirán que “lo debí decir de otro modo”…Precisamente su modo es ejemplo de que se puede ser crítico directo, franco e incluso implacable, como debe ser, pero no sé por qué se siente que la orilla desde dónde combate no regala resquicios para ser expropiada por falsos alabarderos o dudosos acompañantes.
Un rasero para medir la eficacia de la crítica revolucionaria hoy en Cuba, de la que este texto es un magnífico ejemplo, es notar qué medios externos a Cuba, o aquellos internos que hacen labor de zapa, la celebran. Tiene que haber algo esencialmente significativo en ello, tanto cuando la desconocen, como cuando la aplauden, como cuando la utilizan para sus propósitos. Creo que esa es la crítica y el periodismo que se necesita, sin ambivalencias, sin concesiones ni a una ni a otras corrientes que ya se evidencian. La herejía es necesaria, imprescindible, de ella surgió la Revolución y por ella crecerá, pero sólo cuando no se confunde con el egocentrismo de la vanidad. Los mayores herejes de la historia de Cuba son muestra y prueba de ello en toda la extensión.
Sin que le fuera posible un mayor desarrollo ahora de las ideas, el artículo se manifiesta certeramente contra el concepto de la falsa libertad de prensa y el pluripartidismo, propuestas que no casualmente las exigen a Cuba y es el caballo de batalla de los consejeros pluralistas, centristas y conciliadores que se fatigan por presentar a Cuba como un país sin democracia. Y con ello subraya sin vacilación un principio esencial que va a marcar sin dudas la lucha ideológica de la juventud militante y lúcida.
Negar el acceso  a la propiedad privada al control de la prensa es parte del sistema de pensamiento anticapitalista y antimperialista, principios que deben estar en el núcleo duro que define los límites traspasados lo cuales no habrá ya izquierda revolucionaria. Afirmar la necesidad de una voluntad política renovadora para que la prensa “cumpla mejor su papel” lo corona, cuando se complementa en la afirmación de que el tema a discutir en todo diálogo debe ser cómo seguir por la ruta de la construcción del socialismo.
El pensamiento nuevo afincado en lo valioso de la tradición, debe encontrar la forma mejor de unir a Cuba a la economía mundial; desatar al máximo posible las fuerzas productivas internas; estimular al  individuo para que la sociedad no se fragmente en mil intereses individualistas contrapuestos aupados por el cerco actual de la cultura hegemónica capitalista; crear la teoría y la práctica necesarias de un tipo de democracia que a la vez deudora de lo mejor de su tradición, contenga y desarrolle creativamente los elementos inéditos que ha venido construyendo la democracia cubana, no a la usanza capitalista, y saber defenderla; encontrar el modo cada vez más activo de hacer participar a las amplias capas de la juventud en la conducción del país. Refundar la unidad en las condiciones nuevas. Enriquecer la teoría contraria al pluripartidismo y la legítima identidad de la solución democrática cubana y la existencia de un partido.
Derrotar al imperialismo en la lucha ideológica es una de las tareas fundamentales del pensamiento renovador. Que la crítica tan necesaria a las insuficiencias que se puedan deslindar de los desmanes del bloqueo, de lo hecho hasta este minuto, es decir, la crítica dirigida hacia lo interno del país, no olvide que se debe combinar sabiamente con la convicción anticapitalista y a vez con la consideración inevitable de la totalidad compleja de la geopolítica mundial.  
Un pensamiento que se pretenda renovador y olvide esa interrelación fallará en dejar fuera una de las partes de esa ecuación fundamental. Lo que se puede lograr hacia el interior del país siempre estará fuertemente correlacionado con la gravitación de las realidades mundiales de la que no podemos desasirnos ni aislarnos.
Para que no entre a zancadas el gigante de las botas de siete leguas por los errores nuevos que se puedan cometer, o los errores viejos que puedan sobrevivir. Que no se olvide cuánto pesa y pesará siempre esa variable en todo lo que no ha podido hacer la más hereje revolución sobreviviente. Que no se olvide, no para justificar errores internos, sino para que no olvide considerar en las propuestas cuánto gravita todavía. En eso radica lo más difícil,  quizás más decisivamente que los frenos que puedan ponerle el conformismo.  No será suficiente sólo ser rebelde o inconforme, que son sus bases. Además se necesita mucho conocimiento y clarividencia política responsable para no dañar lo hecho, para no dejar de prever, porque no prever en política, es un crimen. Este artículo de Osmany Sánchez Roque aporta y señala esa dirección. En estos debates van empinándose también la voz y la acción de la vanguardia de su mejor juventud, la que Cuba necesita.

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