OPERACION 40 (Parte II) Por Fabián Escalante Fontpor Iroel Sánchez |
Tras la publicación de la primera parte de este trabajo, un lector, nos hizo llegar la información que señalaba a José Joaquín Sanjenis Perdomo, el jefe de la Operación 40, como el portero del edificio Dakota de Nueva York, en el momento (1980) en que fue asesinado John Lennon. Según otras fuentes consultadas, Sanjenis o José Perdomo, como se hacía llamar entonces, era en efecto el portero de la mencionada edificación y quien disparó al inmortal del rock, ocasionando su muerte.
Como se recordará en mi anterior trabajo concluía con la pregunta: Entonces, ¿la operación 40 se extinguió en la fecha que formalmente señaló la CIA o en una metamorfosis infinita, aún vive y actúa?.
Motivado por la inquietud del lector y la pregunta antes referida, reexaminé archivos, accedí a nuevas fuentes y tras consultar personas que en su momento conocieron informaciones relativas a este operativo, obtuve los siguientes resultados.
La operación 40 -cuyo criptónimo era AM/OT- fue creada en los comienzos de 1960 a propuesta del jefe de la CIA Alan Dulles y la supervisión de Richard Nixon, entonces vicepresidente de Estados Unidos. A sugerencia de George Bush padre, para sustentar el operativo se designó a Félix Rodríguez Mendigutía como recaudador de fondos, entre las empresas norteamericanas que habían sido afectadas por la Revolución cubana.
Más tarde, como ya se mencionó, fue la policía secreta de la CIA en la comunidad cubana exilada, destacamento encargado de la limpieza de “comunistas” en los territorios que ocuparan los brigadistas y luego grupo de operaciones especiales que se encargaban desde la organización de “protestas públicas” en consulados y embajadas con relaciones con Cuba, hasta el asesinato de personas calificadas por la CIA como peligrosas.
Desactivada formalmente en 1974 al calor del escándalo de “watergate” y las investigaciones del comité del senador Frank Church, que conoció sobre los complots de la CIA para asesinar líderes políticos extranjeros, experimentó una metamorfosis que dio origen a dos grupos, uno en la DEA al mando del coronel Lucien Conein que tenía como finalidad “operaciones especiales” y el otro liderado por Orlando Bosh y sus asociados responsabilizados con las campañas terroristas que por entonces se planeaba incrementar, no solo contra Cuba, sino a escala continental y que adicionalmente les posibilitó a estos matarifes eliminar a varios de sus competidores dentro Estados Unidos.
El grupo destinado a la DEA se organizó en una unidad operativa denominada Deacon I al mando del susodicho Conein, mercenario y veterano agente de la OSS y la CIA, quien había dirigido en 1963 el asesinato de los hermanos Ngo Diem, entonces gobernantes en Vietnam del Sur, y a partir de 1975, se dedicó asesinar a jefes de los carteles latinoamericanos que dirigían el contrabando de drogas hacia Estados Unidos, infiltrando a sus hombres, que luego actuando de mediadores cobraban comisiones para hacer fluir la droga, de manera que ésta llegara puntualmente a Estados Unidos. Después, en 1982 fue parte del grupo organizado por el Teniente coronel Oliver North, asesor de seguridad nacional, para dirigir la guerra contra la Nicaragua Sandinista y entonces, dada su vasta experiencia en el contrabando de drogas, junto a Félix Rodríguez Mendigutía, Luis Posada Carriles y Rafael “Chichi” Quintero, organizó la red de narcotráfico más grande hasta entonces y que luego fue conocida por el escándalo del “Irán-Contra”. En 1989 este “eximio patriota" murió plácidamente en su cama a los 79 años.
El grupo de Bosh, en los inicios de los setenta, encabezando a los exilados más recalcitrantes, con la anuencia de las autoridades norteamericanas y la CIA recrudecieron las acciones terroristas contra personal e instituciones cubanas radicadas en terceros países. Entre ellos, Poder Cubano, Movimiento Insurreccional de Recuperación Revolucionaria, Movimiento Nacionalista Cubano, Acción Cubana, Frente de Liberación Nacional, Omega 7 y RECE, fueron las más notables y agresivas.
En 1976 en República Dominicana se fundó, a instancias de la CIA, el Comando de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), que agrupó a las mencionadas organizaciones y líderes, encabezados por Orlando Bosch, Felipe Rivero, Alvin Ross, José Dionisio Suárez, Luis Posada Carriles, los hermanos Guillermo e Ignacio Novo Sampol y otros.
El hecho significó la integración, por primera vez en esta historia de agresiones, de una red de terrorismo internacional que se proponía llevar la guerra contra Cuba a cualquier rincón del universo. Ellos mismos la denominaron “la guerra por los caminos del mundo”.
El secuestro de pescadores en aguas jurisdiccionales cubanas se hizo una práctica habitual. Durante el primer semestre de 1971, los guardacostas norteamericanos secuestraron en diferentes ocasiones a pesqueros cubanos con decenas de tripulantes y los condujeron a Miami para inducir su deserción, sabotear su trabajo y aterrorizar a sus familiares. A finales de ese mismo año, comandos terroristas bombardearon el puerto oriental cubano de Boca de Samá, donde resultaron muertas dos personas y cuatro heridas, entre ellas una niña.
Pequeñas lanchas, barcos de ferrocemento o embarcaciones de mayor calado fueron atacados por lanchas piratas que se aproximaron a nuestras costas durante todo el decenio.
El 4 de abril de 1972 explotó una bomba en el consulado cubano en Montreal, Canadá, hiriendo de muerte a uno de sus diplomáticos; el año siguiente se caracterizó por el envío de cartas explosivas a las embajadas de Cuba en España, Perú y Argentina, entre otras. Se colocaron bombas o se lanzaron artefactos explosivos contra las sedes diplomáticas cubanas en México, Canadá, Jamaica, España y Francia.
En 1974, tras colocar dos bombas en Caracas, Venezuela, Bosch y varios de sus secuaces visitaron a dictador chileno Augusto Pinochet en Chile y les ofrecieron su concurso para el asesinato de los líderes políticos disidentes a los golpistas, a cambio de un reconocimiento internacional. Para ello coordinaron con el Gral. Manuel Contreras, jefe de la DINA[1] y coordinador de la Operación Cóndor, que por entonces comenzaba -guiado de la mano de la CIA- a dar sus primeros pasos para aunar los servicios policíacos de las dictaduras suramericanas en su lucha contrarrevolucionaria.
En los propios Estados Unidos, se realizaron numerosas acciones terroristas. Entre 1973 y 1976 el FBI investigó 103 atentados dinamiteros y seis asesinatos cometidos por estos grupos en los Estados Unidos. Consideró que constituían “la red terrorista más peligrosa de cuantas operaban en esa nación”.[2] La ola de atentados y crímenes se generalizó en este decenio. Ni la prensa ni el gobierno de los Estados Unidos pudieron ignorar el descontrol que permitía moverse a esos grupos. Guerras intestinas, delaciones, antagonismos de grupos extremistas contra los conciliadores, amenazas de muerte a figuras del exilio y a periodistas, alianzas que se enfrentaban, antiguos ajustes de cuenta entre gánsteres y batistianos, escapaban a los dispositivos policiales y políticos.
El 12 de abril de 1974, a las 9:25 de la noche, cuatro disparos acabaron con la vida de José Elías de la Torriente Ajuria, acusado de incumplir sus promesas de “liberar a Cuba” y de embolsarse los dineros recogidos para ello; unas semanas después colocaron una bomba en el auto de Ricardo Morales Navarrete, alias El Mono, considerado el autor del atentado al ex capitán del Ejército Rebelde devenido contrarrevolucionario miamense, Juan Constanzo Palau. Por esas fechas apareció muerto Ernesto Rodríguez Díaz, cabecilla del Movimiento Demócrata Cristiano. El 21 de febrero de 1975 fue asesinado Luciano Nieves, propugnador de una corriente de coexistencia, y el 31 de octubre voló por los aires el auto del gángster, ex senador batistiano y torturador, Rolando Masferrer Rojas.
En abril de 1976 Emilio Milián, un comentarista político radial, perdió ambas piernas en un atentado. El día 13 fue asesinado Ramón Donestévez, partidario de cambiar la hostilidad con Cuba, quien ya había sufrido otros atentados. El 23, Rafael Betancourt, activista por la reanudación de las relaciones, detectó una falsa bomba bajo el asiento de su auto. El 14 de mayo fue ultimado frente a su casa Héctor Soto; un francotirador liquidó al emigrado Andrés Purriños, vinculado a Alpha 66, y el 29 apareció asesinado en los pantanos de los Everglades Jesús González Cartas, El Extraño, gángster, asesino y extorsionador.
Juan José Peruyero, un veterano dirigente de la Brigada 2506 dedicado al tráfico y la venta de drogas, fue ultimado a tiros. En ese propio año el CORU planificaba liquidar a Miguel Ángel Peraza, quien había testimoniado contra la organización en un juicio celebrado en Miami. En 1975 se hizo frecuente el empleo de artefactos explosivos; aparecieron colocados en el aeropuerto internacional de Miami, en dos oficinas de correos del condado Dade, en la oficina de Seguridad Social, en un edificio del gobierno federal, y en un banco.
A pesar del interés del gobierno de los Estados Unidos para lograr que estas organizaciones actuaran fuera de su territorio, no alcanzaron a escapar a esa vorágine de terrorismo y asesinatos. En realidad, las organizaciones contrarrevolucionarias en el exterior nunca quisieron limitar su accionar en territorio norteamericano; además tenían cuentas pendientes que ajustar entre ellos mismos.
En 1976 colocaron una bomba en la Academia de Música y otra en el Palladium Theatre, ambos en Nueva York; en abril, otra bomba explotó en la Universidad de Miami, donde hablaría la activista afronorteamericana Angela Davis. Organizaciones terroristas como el Frente de Liberación Cubano, Comandos 0 y Poder Cubano se responsabilizaron con estos hechos.
La ola de asesinatos y atentados aterró a los turistas y a los residentes de Miami. Se hizo necesario que el equipo del FBI se reforzara con agentes de las oficinas centrales en Washington; pero los crímenes no se detuvieron. En julio de 1977, un extenso plan de actividades terroristas a desarrollarse en Miami fue descubierto por las autoridades cubanas e informado a sus homólogos estadounidenses mediante nuestros diplomáticos ante la ONU. Ni a uno solo de los terroristas mencionados en el informe se le molestó. Siguieron actuando con toda impunidad. Más tarde fue asesinado, en Queens Boulevard y calle 53, en el barrio de Queens, Nueva York, el diplomático cubano Félix García; le hicieron cuatro disparos desde una motocicleta al lado de su auto. En 1979 asesinaron a Carlos Muñiz Varela, joven dirigente de la Brigada Antonio Maceo que propiciaba los viajes a Cuba y el acercamiento de la comunidad cubana con la Isla. Estos crímenes han quedado impunes.
Aquella ofensiva no era sólo contra Cuba. Estaba inscrita en la estrategia terrorista desplegada por los Estados Unidos en América Latina.
Así pudieron cometerse con impunidad los asesinatos del general chileno Carlos Prats y su esposa, en Argentina; el intento de asesinato, en Roma, Italia, de Bernardo Leighton, líder demócrata-cristiano y su esposa; y el asesinato en Washington en 1976 del ex canciller Orlando Letelier y su secretaria Ronny Moffit, con la participación directa de contrarrevolucionarios cubanos.[3]
Esta “guerra por los caminos del mundo” realmente no conoció fronteras ni coberturas diplomáticas. Las embajadas cubanas fueron un objetivo preferido de los ataques terroristas.
El 23 de julio 1976 intentaron secuestrar al Cónsul cubano en Mérida y asesinaron a su acompañante, el técnico de la pesca Artañán Díaz; secuestraron y desaparecieron —en contubernio con las autoridades argentinas— a dos diplomáticos cubanos en ese país; ametrallaron la sede diplomática en Colombia; llevaron a cabo un atentado con explosivos en la embajada guyanesa en Trinidad y Tobago. Estas acciones terroristas contra nuestros funcionarios y sedes diplomáticas tuvieron como uno de sus momentos culminantes la destrucción total, en abril de 1976, a causa de una potente bomba, de los locales de la embajada cubana en Portugal. Murieron dos diplomáticos: Adriana Corcho y Efrén Monteagudo´..
La Misión Cubana ante la ONU ha sido quizás la representación diplomática más afectada por las acciones de los terroristas de origen cubano radicados en los Estados Unidos: en siete ocasiones la atacaron con artefactos explosivos. El 6 de junio de 1976 una potente bomba estalló en la puerta del edificio, escapando milagrosamente con vida el personal. Amenazas de agresión, planes de secuestro contra funcionarios cubanos ante la ONU, un plan en 1977 para asesinar al propio Embajador y a dos secretarios que fue neutralizado, y una bomba que no llegó a explotar bajo el automóvil de aquel, son algunas de las principales acciones contra esa sede.
En julio de 1976 elementos contrarrevolucionarios colocaron una bomba en el equipaje de un avión de pasajeros de la aerolínea Cubana de Aviación en Jamaica, que hizo explosión en tierra; colocaron artefactos explosivos en una oficina de la British West Indian Airlines que tenía negocios con Cuba y en el auto del gerente de Cubana de Aviación en Barbados; pusieron una bomba en Air Panamá, en Colombia, y en el vehículo del funcionario colombiano encargado de las relaciones con Cuba; ubicaron otra en el aeropuerto de Panamá y una más en las oficinas de Cubana de Aviación, y la atroz voladura en pleno vuelo de un avión comercial cubano el 6 de octubre de 1976, que costara la vida a 73 personas inocentes. Solo unos meses después, en 1977, fue denunciado un plan terrorista que pretendía atacar aviones de Cubana de Aviación e Iberia, en los aeropuertos de Madrid, Caracas y Republica Dominicana.
En resumen, en ese aterrador decenio se ejecutaron un total de 377 acciones terroristas de todo tipo: asesinatos de diplomáticos y otros funcionarios, bombas en embajadas y otras instalaciones cubanas, secuestro de pescadores, ataques piratas, incursiones armadas contra objetivos costeros, asesinatos de líderes del exilio que propiciaban un acercamiento con su patria.
Por otra parte, un recuento de los asesinatos selectivos y conocidos realizados contra líderes políticos por la operación 40 o sus ramificaciones muestran los siguientes: intentos de envenenamientos durante los años 60 y 61 contra Fidel Castro en Nueva York y la Habana respectivamente; el asesinato en 1963 del presidente norteamericano John F. Kennedy; atentado con bazuca en 1964 en la sede de la ONU en Nueva York contra el comandante Ernesto Guevara y su posterior asesinato a finales de 1967 en Bolivia; asesinato en 1968 del candidato presidencial Robert. F. Kennedy; cinco intentos homicidas contra Fidel, durante su viaje a Chile en 1971; el asesinato al siguiente año del general chileno Carlos Pratts y su esposa, en Argentina; el atentado en 1975 al chileno Bernardo Leighton en Roma, asesinato en 1976 del ex canciller chileno Orlando Letelier en Washington; el derribo en 1976 de un avión cubano en pleno vuelo, que provocó la muerte de 73 personas; el asesinato de John Lennon en Nueva York durante 1980 y quien sabe cuántos crímenes más todavía desconocidos.
La guerra que Estados Unidos desató contra Nicaragua durante la década de los ochentas hizo modificar la estrategia terrorista de la CIA y los servicios de inteligencia norteamericanos, que hasta entonces se fundamentaba en las “operaciones autónomas” es decir, ejecutarlas fuera de su territorio, que le posibilitara “negar plausiblemente” los dramáticos y terribles resultados.
Las guerras de finales de siglo contra Yugoslavia e Irak y más tarde, a comienzos del Siglo XXI contra Libia, Irak, Afganistán, Siria, Palestina, los territorios del Kurdistán, les posibilitó comprender que no era necesario ocultarse tras las espaldas de otros, que había que organizar sus propios ejércitos paramilitares y privados que hicieran el trabajo sucio, incluso, asesinar -de manera aséptica- desde un avioncito sin piloto; pero además y lo más importante, difundirlo públicamente al mundo, exaltar en los medios masivos a sus “asesinos” disfrazados de libertadores, esa era y ha sido la nueva estrategia. Las cárceles privadas, los centros de tortura clandestinos, en fin, todo lo execrable del Imperio, puesto en colores para el gran cine y la televisión con sus interminables series.
La Operación 40 fue el balón de ensayo, el instrumento que sirvió para que Estados Unidos y las demás potencias imperiales, elevaran el terrorismo de estado a una nueva dimensión, en la cual todo aquel que disienta puede ser asesinado y desacreditado, en su mal llamado “Mundo Libre” y “democrático”.
[1] DINA, Dirección de Inteligencia Nacional
[2] Citado por José Luis Méndez Méndez: Los años del terror, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006.
[3] Los hermanos Ignacio y Guillermo Novo Sampol fueron condenados por estos crímenes a cadena perpetua y liberados más tarde por las propias autoridades norteamericanas.
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