En respuesta al magistrado Antonio Salas
Violencia de género no son solo los asesinatos machistas, sino todas las facetas sociales y laborales que denigran a la mujer con respecto al hombre
El pasado día 3 de enero, nos sorprendieron unas declaraciones de todo un magistrado de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo, un tal Antonio Salas, quien entrevistado para el programa "Más Vale Tarde" de La Sexta, vertió unas opiniones sobre la violencia de género bastante polémicas. El señor Salas, aunque no negó en ningún momento que existiera el machismo (lo contrario hubiera sido demasiado escandaloso), aseguró, entre otras joyas, que "no se puede generalizar y echar las culpas a la educación machista", y que "hay una verdad oficial sobre la violencia de género que parece que nadie puede cuestionar". En diversos twits previos había asegurado que la violencia de género "es una manifestación más de la maldad" (¿les suena algo parecido para el tema de las guerras?), y que la violencia de género no existiría "si la mujer tuviese más fuerza o igual fuerza que el varón", asegurando que era "pura lógica". Aseguró que en parejas homosexuales también hay insultos, maltratos y violencia, y se preguntó: "¿Ahí hay machismo también?". La verdad es que es absolutamente insultante que en pleno siglo XXI, y con un panorama de violencia machista tan terrible como el que estamos padeciendo (44 mujeres asesinadas en 2016), aún existan personas "ilustradas" que sean capaces de verter estas opiniones.
Son declaraciones que no hacen sino confirmar la tremenda necesidad de formación en este asunto que requieren tanto los miembros de nuestro Poder Judicial (abogados, jueces y fiscales) como los miembros de nuestros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado (Policía en sus diversos ámbitos y Guardia Civil). Porque además la violencia de género no se manifiesta, como se ha reconocido oficialmente en recientes fechas, sólo en los terribles asesinatos machistas, sino en todas las demás facetas sociales y laborales que denigran a la mujer con respecto al hombre: brecha salarial, división sexual del trabajo, feminización de la pobreza, violaciones, prostitución, acoso sexual laboral, y un largo etcétera de manifestaciones donde el dominio del hombre sobre la mujer se ejerce sin piedad. Pero para el señor Salas, por lo visto, lo que cuenta es que el hombre "es más fuerte físicamente" que la mujer. Un planteamiento absurdo, infantil y reduccionista que se puede rebatir desde múltiples puntos de vista. Porque para matar a una mujer a golpes (igual que para matar a un hombre) quizá haya que ser más fuerte que ella, pero para pegarle un tiro con una escopeta no es necesario tener más fuerza física. Tampoco para echarle ácido a la cara, ni para atropellarla con un coche, ni para pagarle menos sueldo que a un hombre por el mismo trabajo, ni para explotarla laboralmente (como ocurre sobre todo en ciertos colectivos como las empleadas de hogar o las camareras de piso de los hoteles), ni para someterla a explotación sexual, etc. Para todos esos ataques a la mujer no hay que ser más fuerte físicamente que ella.
Este señor, simplemente, es un ignorante ilustrado, o si se quiere, un burro con toga. Desgraciadamente, no es el único, existen muchos imbéciles con carrera, que se ponen a opinar de cualquier tema, sin tener ni repajolera idea, aplicando según ellos "la lógica" y el "sentido común", demostrando su supina ignorancia, quedando en el más absoluto de los ridículos. Así que vamos a intentar explicarle al señor Salas, muy brevemente (una explicación profunda se saldría de los límites de este artículo, aunque puedo recomendarle a este señor gran cantidad de bibliografía de grandes expertos y expertas en el tema), las verdaderas motivaciones de la violencia de género. Porque la violencia de género (como las guerras y el terrorismo) no tienen nada que ver con la maldad, como asegura el señor Salas. Porque quien tiene la fuerza no es el hombre (entendido como un hombre cualquiera), sino el propio sistema. ¿Le suena de algo una cosa que se llama patriarcado, señor Salas? En realidad aquí sufrimos una modalidad que denominamos heteropatriarcado, consistente en una variante del mismo que legitima únicamente determinado tipo de relación entre hombres y mujeres (la heterosexualidad) y determinado modelo clásico de familia. El heteropatriarcado es el sistema de dominación cultural (incluye usos, costumbres, tradiciones, normas familiares, hábitos sociales, prejuicios, simbología, e incluso leyes) que guía los roles de hombres y mujeres, y es el responsable de nuestra educación desde pequeños en las injustas diferencias de sexo que se aplican cuando somos adultos.
Este sistema establece la dominación del varón sobre la mujer en la mayoría de las facetas sociales, tanto individual como colectivamente, aprovechándose del sexo femenino y explotándolo salvajemente, sobre todo en su fuerza productiva y reproductiva. Y como explicamos en el primer artículo de nuestra breve serie dedicada al tema, la dominación cultural del heteropatriarcado es tan antigua y arraigada, que hoy día sería difícil deslindar la parte biológica de la parte cultural en nuestro comportamiento, desde que somos bebés hasta la edad madura. El heteropatriarcado educa desde la infancia para que hombres y mujeres asumamos unos roles de género determinados, para que nuestros comportamientos se ajusten a su modelo. El feminismo se rebela ante esta normativa heteropatriarcal, intentando que la sociedad vaya migrando hacia la asunción de unos roles de verdadera y completa igualdad entre sexos. Pero tomando las palabras de Matilde Tenorio en su ensayo "Reflexiones feministas": "El rol de transición entre los valores modernos y los tradicionales genera en muchos hombres temor, frustración y un riesgo de perder el control y la autoridad, y si bien muchos de ellos lo afrontarán cognitivamente comprendiendo que son copartícipes de la desigualdad e intentando modificar sus creencias, valores y actitudes, otros, por el contrario, responderán resistiéndose a la pérdida de sus derechos e intentando restablecer el equilibrio mediante el control físico y mental de sus parejas utilizando diferentes estrategias". Y es exactamente aquí donde se encuadra la violencia de género.
Se consagra de esta forma toda una "hegemonía de la masculinidad" (como explicamos en el segundo artículo de nuestra serie) que se proyecta cada vez a más ámbitos sociales, y que invade también el ámbito íntimo y privado, proyectándose en la dominación económica, laboral, social y legal del hombre sobre la mujer. Y como decíamos, el terrorismo machista (que no tiene nada que ver, al contrario de lo que asegura el señor Salas, con otros tipos de violencia doméstica, como la que puedan sufrir padres con respecto a hijos, u otros modelos de pareja distintas a la heterosexual) se enmarca exactamente bajo estos moldes. A bajo nivel, un conjunto de comportamientos (los llamamos "micromachismos") imperan en nuestra vida cotidiana, y son fiel reflejo del sentimiento de dominación que el hombre ejerce sobre la mujer. Culturalmente (bajo ese manto del heteropatriarcado) sigue muy viva la idea de que los hombres disponen de ciertos derechos sobre las mujeres con las que se relacionan sexual y afectivamente, y esto redunda en cierta tolerancia social cuando el maltratador o asesino en cuestión no puede soportar el hecho de que "su" mujer (él entiende que ella es algo de su propiedad) le haga saber que ya no le pertenece. Ello va unido a cierta tolerancia institucional y política, incluso de los medios de comunicación, que vierten mensajes subliminales y estereotipados como los que alegan que "la mató porque la quería", "la mató por celos", "la mató porque ella hizo algo que no debía", "porque le faltó al respeto", o simplemente, "la mató porque estaba loco". El señor Salas agrega a todo este catálogo "la mató porque era más fuerte que ella".
Pero no. Lo cierto es que la mató porque él creía (ellos creen, el sistema les ha hecho creer) que estaba legitimado para matarla, que tenía derecho a matarla. La mató porque ella, con su comportamiento, había desafiado al sistema, había dañado el sentido de la masculinidad del hombre, se había enfrentado a su rol femenino. Ellos matan porque creen que sus mujeres les pertenecen (y esto es una idea política que el sistema consagra, y que no tiene nada que ver con la fuerza bruta), y que por tanto, tienen derecho a exigirles determinados sentimientos, actitudes y comportamientos. Ellos matan para restablecer el orden, para responder a las pautas del modelo de conducta que normaliza la sociedad. La lectura de la violencia de género debe ser, por tanto, una lectura política, interpretada como la reacción del rol masculino ante el intento del rol femenino de subvertir las reglas del modelo. Y son cómplices de este modelo (como el señor Salas) todos los que se empeñan en explicar que los asesinos son violentos, malos, psicópatas, en lugar de entender que dichos individuos son personas normales, bien adaptadas, con comportamientos racionales, con una vida social totalmente normal, sin antecedentes penales, que quieren a sus padres y a sus amigos, pero que simplemente, no son capaces de enfrentarse a la idea de que su mujer se separe de él. La ideología heteropatriarcal y machista (y no la mayor fuerza física del varón, señor Salas) es la única responsable de dichos crímenes. Y esta no es la "verdad oficial incuestionable", señor Salas, es, simplemente, la verdad.
Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog. es
Son declaraciones que no hacen sino confirmar la tremenda necesidad de formación en este asunto que requieren tanto los miembros de nuestro Poder Judicial (abogados, jueces y fiscales) como los miembros de nuestros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado (Policía en sus diversos ámbitos y Guardia Civil). Porque además la violencia de género no se manifiesta, como se ha reconocido oficialmente en recientes fechas, sólo en los terribles asesinatos machistas, sino en todas las demás facetas sociales y laborales que denigran a la mujer con respecto al hombre: brecha salarial, división sexual del trabajo, feminización de la pobreza, violaciones, prostitución, acoso sexual laboral, y un largo etcétera de manifestaciones donde el dominio del hombre sobre la mujer se ejerce sin piedad. Pero para el señor Salas, por lo visto, lo que cuenta es que el hombre "es más fuerte físicamente" que la mujer. Un planteamiento absurdo, infantil y reduccionista que se puede rebatir desde múltiples puntos de vista. Porque para matar a una mujer a golpes (igual que para matar a un hombre) quizá haya que ser más fuerte que ella, pero para pegarle un tiro con una escopeta no es necesario tener más fuerza física. Tampoco para echarle ácido a la cara, ni para atropellarla con un coche, ni para pagarle menos sueldo que a un hombre por el mismo trabajo, ni para explotarla laboralmente (como ocurre sobre todo en ciertos colectivos como las empleadas de hogar o las camareras de piso de los hoteles), ni para someterla a explotación sexual, etc. Para todos esos ataques a la mujer no hay que ser más fuerte físicamente que ella.
Este señor, simplemente, es un ignorante ilustrado, o si se quiere, un burro con toga. Desgraciadamente, no es el único, existen muchos imbéciles con carrera, que se ponen a opinar de cualquier tema, sin tener ni repajolera idea, aplicando según ellos "la lógica" y el "sentido común", demostrando su supina ignorancia, quedando en el más absoluto de los ridículos. Así que vamos a intentar explicarle al señor Salas, muy brevemente (una explicación profunda se saldría de los límites de este artículo, aunque puedo recomendarle a este señor gran cantidad de bibliografía de grandes expertos y expertas en el tema), las verdaderas motivaciones de la violencia de género. Porque la violencia de género (como las guerras y el terrorismo) no tienen nada que ver con la maldad, como asegura el señor Salas. Porque quien tiene la fuerza no es el hombre (entendido como un hombre cualquiera), sino el propio sistema. ¿Le suena de algo una cosa que se llama patriarcado, señor Salas? En realidad aquí sufrimos una modalidad que denominamos heteropatriarcado, consistente en una variante del mismo que legitima únicamente determinado tipo de relación entre hombres y mujeres (la heterosexualidad) y determinado modelo clásico de familia. El heteropatriarcado es el sistema de dominación cultural (incluye usos, costumbres, tradiciones, normas familiares, hábitos sociales, prejuicios, simbología, e incluso leyes) que guía los roles de hombres y mujeres, y es el responsable de nuestra educación desde pequeños en las injustas diferencias de sexo que se aplican cuando somos adultos.
Este sistema establece la dominación del varón sobre la mujer en la mayoría de las facetas sociales, tanto individual como colectivamente, aprovechándose del sexo femenino y explotándolo salvajemente, sobre todo en su fuerza productiva y reproductiva. Y como explicamos en el primer artículo de nuestra breve serie dedicada al tema, la dominación cultural del heteropatriarcado es tan antigua y arraigada, que hoy día sería difícil deslindar la parte biológica de la parte cultural en nuestro comportamiento, desde que somos bebés hasta la edad madura. El heteropatriarcado educa desde la infancia para que hombres y mujeres asumamos unos roles de género determinados, para que nuestros comportamientos se ajusten a su modelo. El feminismo se rebela ante esta normativa heteropatriarcal, intentando que la sociedad vaya migrando hacia la asunción de unos roles de verdadera y completa igualdad entre sexos. Pero tomando las palabras de Matilde Tenorio en su ensayo "Reflexiones feministas": "El rol de transición entre los valores modernos y los tradicionales genera en muchos hombres temor, frustración y un riesgo de perder el control y la autoridad, y si bien muchos de ellos lo afrontarán cognitivamente comprendiendo que son copartícipes de la desigualdad e intentando modificar sus creencias, valores y actitudes, otros, por el contrario, responderán resistiéndose a la pérdida de sus derechos e intentando restablecer el equilibrio mediante el control físico y mental de sus parejas utilizando diferentes estrategias". Y es exactamente aquí donde se encuadra la violencia de género.
Se consagra de esta forma toda una "hegemonía de la masculinidad" (como explicamos en el segundo artículo de nuestra serie) que se proyecta cada vez a más ámbitos sociales, y que invade también el ámbito íntimo y privado, proyectándose en la dominación económica, laboral, social y legal del hombre sobre la mujer. Y como decíamos, el terrorismo machista (que no tiene nada que ver, al contrario de lo que asegura el señor Salas, con otros tipos de violencia doméstica, como la que puedan sufrir padres con respecto a hijos, u otros modelos de pareja distintas a la heterosexual) se enmarca exactamente bajo estos moldes. A bajo nivel, un conjunto de comportamientos (los llamamos "micromachismos") imperan en nuestra vida cotidiana, y son fiel reflejo del sentimiento de dominación que el hombre ejerce sobre la mujer. Culturalmente (bajo ese manto del heteropatriarcado) sigue muy viva la idea de que los hombres disponen de ciertos derechos sobre las mujeres con las que se relacionan sexual y afectivamente, y esto redunda en cierta tolerancia social cuando el maltratador o asesino en cuestión no puede soportar el hecho de que "su" mujer (él entiende que ella es algo de su propiedad) le haga saber que ya no le pertenece. Ello va unido a cierta tolerancia institucional y política, incluso de los medios de comunicación, que vierten mensajes subliminales y estereotipados como los que alegan que "la mató porque la quería", "la mató por celos", "la mató porque ella hizo algo que no debía", "porque le faltó al respeto", o simplemente, "la mató porque estaba loco". El señor Salas agrega a todo este catálogo "la mató porque era más fuerte que ella".
Pero no. Lo cierto es que la mató porque él creía (ellos creen, el sistema les ha hecho creer) que estaba legitimado para matarla, que tenía derecho a matarla. La mató porque ella, con su comportamiento, había desafiado al sistema, había dañado el sentido de la masculinidad del hombre, se había enfrentado a su rol femenino. Ellos matan porque creen que sus mujeres les pertenecen (y esto es una idea política que el sistema consagra, y que no tiene nada que ver con la fuerza bruta), y que por tanto, tienen derecho a exigirles determinados sentimientos, actitudes y comportamientos. Ellos matan para restablecer el orden, para responder a las pautas del modelo de conducta que normaliza la sociedad. La lectura de la violencia de género debe ser, por tanto, una lectura política, interpretada como la reacción del rol masculino ante el intento del rol femenino de subvertir las reglas del modelo. Y son cómplices de este modelo (como el señor Salas) todos los que se empeñan en explicar que los asesinos son violentos, malos, psicópatas, en lugar de entender que dichos individuos son personas normales, bien adaptadas, con comportamientos racionales, con una vida social totalmente normal, sin antecedentes penales, que quieren a sus padres y a sus amigos, pero que simplemente, no son capaces de enfrentarse a la idea de que su mujer se separe de él. La ideología heteropatriarcal y machista (y no la mayor fuerza física del varón, señor Salas) es la única responsable de dichos crímenes. Y esta no es la "verdad oficial incuestionable", señor Salas, es, simplemente, la verdad.
Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.
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