Hijoputas, gilipollas y cobardes
Hoy lo que mola es sacar pecho frente al adversario y, a ser posible, machacarlo... Son -somos- legión quienes abjuran de esta forma crispada de hacer política, pero no sé si hacen -hacemos- lo suficiente para evitarlo. Al menos ahora podremos votar
He empezado a leer un libro que desmonta a guantazos el mito de la movida madrileña, pero sobre todo la aspiración de quienes estuvieron allí por conservar un cierto estatus, por ser relevantes. Se titula 'Cola de ratón' y su autora, Ada del Moral, no se corta al presentarnos una suerte de muertos vivientes que a menudo, con sus excesos, rozan el esperpento, casi a la manera de Valle-Inclán. Pero como en todo retrato que describa el maximalismo aparecen también fogonazos de realidad.
Me quedo con la reflexión de uno de los personajes, un actor que se metió de todo en el cuerpo y que reconoce: “las drogas fueron para todos, el buen sexo para cuatro”. Y añade: “la movida fue muy divertida, pero muy dura. La sufrimos. Lo pagamos. Íbamos a más entierros que a fiestas”. Pero lo grande es cuando le preguntan –y así arranca el libro- que defina España en pocas palabras. Ahí va su respuesta: “Bienvenidos al país que patentó la modalidad de poner gilipollas en lugares clave. Bienvenidos al imperio de los hijoputas que se hacen las víctimas para seguir jodiendo. Bienvenidos a la tierra donde los mejores se apartan para 'no corromperse' y no reconocen que son unos jodidos cobardes”.
ENTRETODOS
No soy amante de las generalizaciones ni tampoco milito en el catastrofismo, pero hace tiempo que no leía una descripción tan certera de nuestro momento político y social. Creo que contiene los ingredientes básicos de este guiso que amenaza con cortarnos la digestión; y la esperanza. Incompetencia, corrupción, mala baba, victimismo, sectarismo, cobardía... ¡está todo! Ahora que afrontamos una múltiple convocatoria electoral, no estaría mal reflexionar sobre eso y ver qué podemos hacer al respecto. La mentira, por ejemplo, ya aparece como moneda de uso común. El colmo de la desfachatez lo exhibió el consejero de Economía del nuevo y flamante Gobierno andaluz, cuando le cuestionaron que algunas de las promesas solemnizadas durante la campaña –creación de empleo, bajadas de impuestos- no se iban a cumplir. “Como tiremos de hemeroteca y pongamos lo que han dicho todos los líderes no queda ni uno sano –dijo-. Eso es un lenguaje, una forma de expresarse durante una campaña electoral”.
El diálogo, otro ejemplo, imprescindible para solucionar problemas o conflictos, aparece anatemizado como uniforme de blandos y acomplejados. Hoy lo que mola es sacar pecho frente al adversario y, a ser posible, machacarlo. Y sí, la cobardía también está. Son –somos- legión quienes abjuran de esta forma crispada de hacer política y de relacionarse, pero no sé si hacen –hacemos- lo suficiente para evitarlo. Al menos ahora podremos votar. Pero al día siguiente seguirá quedando mucha tarea. Me pregunto si habrá coraje para arremangarse.
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