martes, 27 de mayo de 2014

La revolución ya está en marcha.

La revolución ya está en marcha.Ciro Hernández

Semejante título puede parecer pretencioso a la vista de los acontecimientos y del contexto político en el que se desenvuelven. Quizás resulte algo exagerado, pero en realidad este título responde más una cierta previsión hecha hace un tiempo que a una incuestionable realidad. Hace ahora seis meses que apareció publicado en las páginas de Rebelión un artículo que titulábamos ¿Qué pasa con la Revolución? (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=177581) Exactamente se publicó el 12 del 2 del 2013. Esta nueva entrega es su continuación y sin conocer los antecedentes que contenía aquel artículo se hará difícil la comprensión cabal y completa de su sucesor. No obstante, para quien lo leyera en su momento, recordaremos algunas de las claves fundamentales que manejábamos en aquella premonición.
Nuestra preocupación entonces era la de demostrar la eficacia del clásico análisis de clase (valga la redundancia fonética) para explicar los acontecimientos políticos y sociales en curso en España. Llegado este momento, sin detenernos mucho en los detalles, si que consideramos necesario someter a contraste con la realidad las conclusiones que apuntábamos entonces, pero ahora a la vista de los resultados de las elecciones europeas.
Entonces pronosticábamos la quiebra del sistema bipartidista y afianzábamos nuestra convicción en la destrucción de la otrora nutrida clase media española como una consecuencia de la crisis y de las políticas de austeridad puestas en marcha para encararla. No obstante, puntualizábamos que este concepto de clase media acuñado por la tradición sociológica burguesa solo en parte servía para explicar los cambios estructurales en el sistema político español. Lo hacíamos en el convencimiento de que el concepto no era más que un subterfugio para borrar la conciencia de clase trabajadora entre amplias capas sociales de trabajadores. Y, precisamente, atribuíamos a la verdadera naturaleza de las clases sociales, entendidas según su función en el sistema de producción y no según su nivel de rentas, el previsible cambio en la estructura política española.
Retomando la explicación donde la dejamos, sin embargo tenemos que hacer algunas aclaraciones que consideramos oportunas. Nuestro análisis partió entonces de la última encuesta en intención de voto del CIS. En lo único que hemos errado a la vista del resultado de las elecciones europeas es al subestimar el poder de convocatoria y movilización del voto de los protagonistas del 15-M. En aquel entonces, Pablo Iglesias todavía no había constituido su alternativa política y por eso optamos por desconocer el alcance y la repercusión política de aquellas movilizaciones ciudadanas. Hoy no solo reconocemos su éxito sino que lo celebramos. Nuestras dudas no estaban en la auténtica naturaleza democrática y popular del movimiento, sino en su aparente fragilidad ideológica. Una fuerza política que por entonces no estaba constituida como tal, aunque se declaraba antisistema, al final no formulaba una crítica al capitalismo en profundidad. Por eso nos pareció una mera entelequia política incapaz de constituirse en una verdadera alternativa revolucionaria. Afortunadamente hoy vemos y reconocemos el tremendo error que cometimos. Y lo hacemos con una gran satisfacción al comprobar que la suma total de los apoyos populares que han obtenido tanto IU como Podemos son tan prometedores para los mejores ideales revolucionarios. En este punto no debemos descuidar el relativo éxito de Ezquerra Republicana, pero nuestro análisis estuvo y está hecho en clave española y puede que en esa clave Ezquerra prefiera excluirse como fuerza política de izquierdas aunque nosotros no lo hagamos.
Allí, en aquel artículo titulado ¿Qué pasa con la revolución?, nos atrevimos a cuestionar el resultado de los ‘nuevos partidos de centro’, UPD y Ciutadans, precisamente por el mismo argumento del empobrecimiento de la clase media. A la vista está nuestro acierto. Las esperadas subidas de estas nuevas fuerzas no han sido tan espectaculares como cabía esperar por los defensores del social-capitalismo. Prometedoramente esto deja al PSOE sin una referencia clara por su derecha hacia la que mirar y al PP sin potenciales aliados de gobierno. Pero lo más importante es que, como afirmamos resolutivamente en su día, todo el espectro político español se ha desplazado clarísimamente hacia la izquierda y el sistema bipartidista está en juego.
Mucho nos tememos que el PSOE movilizará todos los recursos institucionales de que dispone para intentar volcar la situación de aquí las elecciones generales. Justamente por los mismos antecedentes de desmemoria y volatilidad del cuerpo electoral español no dudaríamos de que pudiera lograr el objetivo en alguna medida. En aquel artículo de entonces nos referíamos a los patéticos intentos del PSOE por recuperar un ‘discurso de izquierdas radicalizado’. No obstante, todo parece indicar que las inercias electorales son mayores de lo que ya pensábamos. Efectivamente, tal y como deseábamos en su día, los trabajadores españoles han sabido votar a opciones obreras reconocibles más allá de sus meras siglas. Ojalá que todo siga como ahora o incluso que mejore con un mayor aumento de los apoyos populares a la izquierda de verdad.
Ahora bien, más que para recrearnos en el alto índice de acierto y de logro de nuestras expectativas políticas, ahora nos sentamos a escribir sinceramente preocupados por un hecho incuestionable: ha aparecido una nueva división entre la izquierda revolucionaria española, entre IU y Podemos. Aunque los resultados electorales sean tan alentadores como para que se produzca un verdadero cambio en el rumbo de la historia política de nuestro país, hemos de reconocer que semejante circunstancia solo será posible si Podemos e IU lograran alcanzar un acuerdo institucional que les permitiera constituirse en la auténtica alternativa al actual estado de cosas. Ese pacto debe ser el pilar sobre el que se sustente un gobierno por y para los trabajadores, el objetivo que Lenin se fijó en su momento como meta para el triunfo de la revolución sobre el capitalismo. Para eso es este artículo, para hacer un nuevo y desesperado llamamiento —uno más— a la unidad de la verdadera izquierda en España ¿Conseguirán Podemos e IU lograrlo o dejarán escapar una oportunidad histórica tan clara como la que se presenta ante nuestros ojos?

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