El mercadeo entre las formaciones confirma que la política española y su sistema de partidos es ciertamente repugnante
Uno de los grandes males que tiene el panorama político español es el de la supuesta representación, para con la ciudadanía, que se les otorga a los partidos institucionales; sencillamente porque están a siglos luz de serlo.
Lo hemos podido comprobar en infinidad de ocasiones. Estos últimos días lo estamos comprobando nuevamente. El mercadeo o cambalache entre las formaciones es tan notable que sin duda resulta repugnante.
Como todo el mundo sabe, se está pendiente de elegir un nuevo presidente para RTVE. Andrés Gil quedó descartado porque sus promotores (fundamentalmente Podemos) no consiguieron los votos suficientes. Ahora se baraja la posibilidad de que el nombrado sea Tomás Fernando Flores, director hasta el momento de Radio3 que, por cierto, llegó a censurar algunos programas de la parrilla durante su mandato en la emisora cultural, como “Carne Cruda”, por ejemplo.
Pero no es exactamente de la calidad profesional y humana que pueda tener este individuo de lo que queremos hablar en esta nota.
Resulta que Fernando Flores tiene bastantes posibilidades de que sea nombrado para el cargo. Y es que a los votos del PSOE y de Podemos parece que el PNV va ha sumar los suyos. También se ha sabido que Nueva Canarias ha conseguido el descuento del 75% para los vuelos de residentes con la Península, tal y como exigía al Gobierno para votar a favor de Fernando Flores.
Por su parte, ERC, vía Tardà, asegura que ha obtenido por parte del Ejecutivo del PSOE lo que le pedía para votar afirmativamente: un “diálogo [con el Govern] abierto, franco, democrático, sin condiciones”.
Este diálogo se debería haber dado sin condición alguna hace ya mucho tiempo. Pero a lo que íbamos, obsérvese el vergonzoso cambalache existente entre los partidos. Se trata de elegir a la persona que presida RTVE y, sin embargo, a las formaciones políticas les da igual que la persona presentada sea buena, mala o mediocre para el cargo, que es lo que deberían valorar en este caso concreto.
No conceden sus votos en base a la valoración que tienen del candidato (esto parece importarles un carajo), sino a la obtención o no de sus demandas, que, aunque legítimas, nada tienen que ver con procurar elegir un buen presidente para el ente público.
Así de alucinante y repugnante es la política en este engendro que llamamos España.
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