Teoría de Catalunya
En los Cuadernos
de la cárcel, de Antonio Gramsci, en el 7º, nota 6, de la edición de
Einaudi se encuentra una célebre observación que ha hecho correr ríos de tinta
en la exégesis marxiana: "En Oriente, el Estado era todo. La sociedad
civil era primitiva y gelatinosa. En Occidente se daba un equilibrio entre el
Estado y la sociedad civil y, en el temblor del Estado se observaba de pronto
una estructura robusta de la sociedad civil. El Estado solo era una trinchera
avanzada tras de la cual había una robusta cadena de fortalezas y
cuarteles." Innecesario decir que, a lo largo de esos Cuadernos,
escritos en tan difíciles condiciones, se encuentran otras numerosas
anotaciones, citas, observaciones que matizan la anterior cuando no lo
contradicen. Una razón de más para que la resurrección de la dicotomía
Estado-sociedad civil, que procedía de los economistas clásicos y la
ilustración escocesa, abriera un horizonte de controversias en el campo del
marxismo empezando por Marx en su Crítica a la Filosofía del Derecho de
Hegel", que llega a hoy.
Nada raro. La
disyuntiva Estado-sociedad civil es el meollo de la teoría gramsciana de la
hegemonía, acertado giro con que el filósofo sardo consiguió aunar el espíritu
revolucionario del marxismo con la práctica reformista y hasta fabiana de las
sociedades capitalistas desarrolladas. Esta doctrina, que fue muy seguida en la
segunda mitad del XX acabó convertida en un huero lugar común a partir de 1989
con el hundimiento de los países comunistas. En nuestro tiempo aun la emplea
Podemos en un alarde de desconocimiento de sus raíces. Van a buscarlas en
algunos países subdesarrollados y cambian así la China o la India por lugares
como Bolivia y Venezuela, aunque el enunciado de Gramsci es un sutil quiebro a
la espinosa cuestión del modo de producción asiático (el "Oriente"
gramsciano), por cuanto, a estos efectos, tan "asiático" es el
imperio chino como el inca en América. A este disparate se llega precisamente,
al ignorar la importancia de la citada relación Estado-sociedad civil.
En realidad,
Gramsci quería actualizar la dicotomía. En los cuadernos hay frecuentes
referencias a Hegel y al hecho de que este hubiera contrapuesto su concepción
de la eticidad del Estado a la liberal del "Estado gendarme". Una
idea que el autor de los Cuadernos recogería en su postulado
de un "Estado integral" o "Estado alargado", con el que
daba cuenta del creciente intervencionismo estatal en los años 30 del siglo XX,
con los totalitarismos y el New Deal. Prolongaba así la
crítica marxista a Hegel. La fuerza de transformaación estaba en la sociedad
civil en occidente Y de aquí saliéron polémicas como la de Poulantzas y
Milliband sobre si la sociedad era capitalista o el capitalista era el Estado.
Marx acababa
fusionando ambos términos y lo mismo hizo Gramsci. Su "Estado
integral" es la suma de la sociedad política y la civil. La teoría pareció
encontrar su triunfo cuando en 1989, las sociedades civiles que se habían
desarrollado en los países comunistas en contra del Estado a través de
movilizaciones ilegales y clandestinas se rebelaban contra la dominación
totalitaria y destruían unos regímenes dictatoriales. Pero en su triunfo, la
teoría encontró su fracaso pues no parece que aquellas sociedades civiles,
capaces de derribar regímenes despóticos hayan podido luego poner en pie
sistemas democráticos aceptables.
A pesar del
interés de la teoría, no he hallado casos concretos en que se haya aplicado al
caso de Catalunya y, sin embargo, parece pensada para explicarlo. Sabido es por
la historia que Castilla, tras unificar y mantener por la fuerza en diversos
momentos la unidad de un país al que llamó España, convertida en gigantesca
cabeza de un desmedrado imperio, acabó configurando el ejemplo típico del modo
de producción asiático o "despotismo oriental" que está en la base de
la teoría gramsciana, esto es, una sociedad civil subdesarrollada, miserable,
inexistente y un Estado hipertrófico que consumía los escasos recursos
colectivos.
Ese mismo modelo
se trasladó a la periferia, a Catalunya, los països catalans, Euskadi y
Galicia: estado parásito que saqueaba los recursos sociales y económicos pero
con una variante. Aunque en Castilla el Estado “español” saqueaba, la población
esquilmada seguía viéndolo como algo suyo pues el Estado llamado “español” ha
sido casi siempre mayoritariamente monopolio de los castellanos. Todas las
familias castellanas querían que sus hijos vivieran de lo público, que fueran
funcionarios, militares o curas, todos ellos mantenidos por los contribuyentes.
Nada de dejar entrar a periféricos, sobre todo, vascos y catalanes. Un Estado
parásito anula toda posibilidad de florecimiento e innovación de una sociedad
civil abrumada por las gabelas, sin iniciativa y que, además, comparte el ideal
estatolátrico de sus retoños.
Frente a Castilla,
las zonas periféricas, especialmente Catalunya se vieron obligadas a
desarrollarse y crecer al margen del Estado. Es notorio que lo que no se dio en
España, una revolución industrial, comercial, burguesa, sí se dió en Euskadi y,
más profunda y ampliamente, en Cataluña. Fue aquí en donde, por pura fuerza de
supervivencia, se produjo una acumulación primitiva de capital y un desarrollo
de la burguesía ya desde fines del XVIII que acabó originando una robusta
sociedad civil no solo al margen del Estado sino, en muchas ocasiones en contra
de él. En Catalunya el Estado español no existía más que para parasitar y
esquilmar recursos. Pero sí nació, creció y acabó imponiéndose una robusta
sociedad civil, ágil, empreendedora, distribuida por todo el país y muy
coordinada.
Una sociedad civil
que, a diferencia de las de los antiguos países comunistas, no solo será capaz
de poner fin al Estado español esquilmador, sino también de construir luego una
república democrática, próspera, abierta. Y aquí reside el principal problema
de ese Estado español, dominado por una oligarquia castellana, nacional
católica, parásita y esquilmadora. Y bastante inepta. Un Estado que no ha
dudado nunca en recurrir a los medios más atroces para someter a los catalanes
y asimilarlos a los castellanos a base de tratar de exterminar su lengua y
cultura y prohibir sus instituciones. Y que jamás lo ha conseguido.
Y menos que lo
conseguirá ahora cuando ya está clara la situación: Catalunya lucha por su
independencia de este Estado español fallido y despótico que ya no puede responder
con el mismo grado de violencia y crueldad con que lo hizo en el pasado, dadas
las circunstancias europeas.
Un Estado que,
además, es incapaz de comprender lo que tiene enfrente, incapaz de ver que se
trata de una revolución apoyada por una sociedad muy desarrollada,
interclasista y transversal. Un Estado tan obtuso como los jueces franquistas
de que se sirve para contener su hundimiento y que cree que su adversario no es
todo un pueblo movilizado, sino un grupo de políticos a los que se puede reprimir,
amenazar, encarcelar en la vana esperanza de extirpar el movimiento social que
encabezan.
Por esta profunda
incapacidad para entender al otro perdió España su imperio. Y sigue haciéndolo
ahora. Sánchez no es mejor que la recua de gobernantes nacional-españoles
mesetarios que le han precedido. Por reaccionarios y carcundas que fueran.
La independencia
de Cataluña será una realidad más pronto que tarde debido a la robustez de la
sociedad civil catalana (la real, no la fake de la SCC) y el carácter gelatinoso
del Estado español. Porque España es un caso acabado de despotismo oriental,
aunque sea parte de Occidente.
Etiquetas: Cataluña., Independencia., República Catalana.
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