domingo, 22 de julio de 2018

No tergiversen, qué va, mejor manipulen. Por Carlos Luque Zayas Bazán

No tergiversen, qué va, mejor manipulen. Por Carlos Luque Zayas Bazán

por La pupila insomne
La pisicina tiene cada vez menos agua. En los charcos de su fondo intentan nadar dos o tres que se lanzaron a ella en otros tiempos, cuando el agua le llegaba abundante desde el Norte. Viendo que el Presidente, sus declaraciones y su intensa actividad junto al pueblo, más la Reforma constitucional en marcha con amplísima participación popular y lidereada por Raúl deja sin futuro aquel proyecto de Cuba imposible con el que no hace mucho coquetearon, hasta alguno prueba a llenar la pileta con lágrimas. Otro, ¿más inteligente? como en el cuento del emperador desnudo intenta tirarle un cabo a quien llora y quiere convencernos de que no, de que tal vacío es una tergivesación. 
No es tan frecuente tener la oportunidad de paladear una obra paradigmática de las artes manipulatorias. De un ejemplo a la vez tan revelador de sus espurios recursos, como tan mal disimulado. Es el caso de la supuestamente necesaria exhortación a no tergiversar al Presidente.
Su autor no escribe “para desaprobar lo que defiende La Pupila”.  No, de ningún modo.  Aunque a la vez afirme  que ese blog lo conduce una persona cuyas “pasiones ideológicas” han comprometido a un Presidente.
Una ruidosa contradicción, presente en varios puntos del breve libelo. Quizás por eso tiene que repetir dos veces, como para que el lector nunca dude de lo que afirma, que el blog La Pupila Insomne es revolucionario. Concertado o no, es la repetición de un recurso.
Desde un tiempo atrás se viene observando ese curioso recurso comunicativo en las plataformas donde se pronuncian, escriben o comentan casi todos los que se sintieron “tocados”, preocupados, temerosos u ofendidos por el discurso del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba en el último cónclave de los periodistas. No existe mejor expediente de ajustarse a un calzón que acogerse a su vestidura.
El recurso consiste en distinguir y separar cuidadosamente al Presidente, como objeto de posibles influencias ajenas a sus convicciones. Es un viejo recurso muy empleado por las agencias de la
guerra de pensamiento, y que repiten ahora, ya sea por aprendizaje o tarea de unos, o ya sea por mímesis de algunos otros amplificadores incautos.
Al parecer los tiempos han cambiado tanto que ahora los “nuevos revolucionarios” aprenden en exclusivas Academias norteamericanas. Esas instituciones en que se endeudan de por vida sus propios nacionales y de las que tantos otros sólo ven sus fachadas en las publicaciones.
Pero los alumnos aventajados de los países a los que hay que ayudar a ser democráticos y, para ello, pagar generosamente la formación de sus jóvenes líderes, ya acuden a ellas con el espíritu proclive y propicio para un rápido aprendizaje de modos, concepciones y vocabulario. Hablan del nuevo presidente y analizan la política cubana, como lo haría un periodista gringo de uno de sus congresistas: dicen que es, o puede ser, objeto del lobby político, de influencias espurias, de entornos dañinos.
Obsérvese una vez más el recurso: el Presidente es una cosa. Alguien más, OTROS, una oscura oficina, un blog, un apasionado revolucionario, algo distinto. Así ahora La Pupila, aunque revolucionaria, sólo ha cometido un error irresponsable, impulsado por “la pasión revolucionaria” de la que estaría ajeno el propio Presidente. Algo propio de la óptica que choca una y otra vez con el mismo valladar. No pueden concebir, porque les resulta tan ajeno como los últimos rincones del Universo conocido, que el Partido Comunista tiene forjada su unidad precisamente en la diversidad que le niegan. La unidad que tanto les duele y lamentan explica que las convicciones del Presidente emanen de una colegiatura granítica contra la que se estrellarán una y otra vez. No tendrán suerte con esas elucubraciones tan caras más allá del Malecón y tan bien recibidas en algunas plataformas.
El buen arte manipulatorio obedece a  reglas, a su estética y a su falta de ética. Si el apotegma  shakesperiano levantó súbitos malentendidos entre aquellos que desde hace rato venían dibujando una trayectoria de la que obviamente se podía esperar hasta esa desatinada referencia a un criminal de guerra para  ilustrar una interpretación, el buen arte manipulatorio no tiene por qué recordarlo: seguramente para inficionar al lector con la idea de que aquellas reacciones se debían no a la frase del Presidente, sino al artículo de un bloguero.

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