(Ante el acuerdo entre Syriza y la Troika) Ni soberanía, ni siquiera migajas sociales, son posibles en la Unión Europea
COMUNICADO DE RED ROJA
Vivimos
tiempos de urgencia (y de retraso) a la hora de enfrentar la gravísima y
persistente emergencia social que sufren pueblos como el nuestro
–prácticamente en la misma tragedia que el griego- donde la profunda
crisis estructural capitalista se solapa con el imperial objetivo de
Alemania y su “núcleo duro” de someter criminalmente a la periferia de
la UE. Vivimos tiempos de guerra social donde no cabe electoralismo
paralizante (tampoco de esperas de “primeros 100 días de gobierno recién
electo”) para sacar enseñanzas que, en realidad, urgen por más que
estas puedan dar la impresión de ser precipitadas. Son los
acontecimientos los que no paran de amenazarnos con precipitarnos al
vacío. Por eso, con un gran sentido de la responsabilidad de los tiempos
convulsos y confusos que vivimos, Red Roja avanza ya estas reflexiones
acerca del acuerdo entre Syriza y la Troika sin perjuicio de que más
adelante se precisen y amplíen, y muy consciente de que sus
repercusiones afectan mucho más acá del escenario griego.
En
realidad, lo único sorprendente de las negociaciones entre el gobierno
de Syriza y la Troika ha sido lo rápidamente que ha quedado claro quién
manda en Grecia. El documento que recoge las propuestas griegas fue
aceptado en un tiempo récord por Bruselas con el objetivo de cancelar el
riesgo de desestabilización política y económica –y sobre todo de
contagio- que pudiera acarrear las dudas sobre su permanencia en el
Euro. A pesar de este contexto de presión política, que dejaba entrever
fragilidades de la parte de la UE, y pese a las necesidades acuciantes
de Grecia, el BCE no desembolsará ni un euro hasta el mes de mayo y eso, si el Gobierno cumple todos los compromisos.
La realidad, pura y dura, es que el acuerdo, ni da marcha atrás en ninguna de las medidas ya impuestas por los anteriores memorandos, ni permite que las necesidades sociales de los sectores de población más desesperados alteren un ápice el cumplimiento de los objetivos de déficit. La Troika no acepta ni condonación parcial de la Deuda, ni periodos de carencia, ni mucho menos posponer el pago hasta que se genere crecimiento económico. Sólo hace una vaga promesa de alivio de los intereses de la Deuda y de alargamiento de los plazos de devolución, siempre que haya superávit fiscales; es decir, si los ingresos públicos son mayores que los gastos.
El problema de amplios sectores obreros y populares fue haberse creído las apelaciones verbales a la soberanía del pueblo griego y a la democracia agitados desde Syriza como armas válidas ante el diktat de la UE. La realidad, a pesar de tanto aspaviento teatral ante la prensa, es que la dignidad del pueblo griego, aquella contra la que el Presidente de la Comisión Europea admite haber atentado, sigue siendo vejada y atropellada y su soberanía, intervenida. ¿Pero qué podía esperarse de unas instituciones europeas que estos mismos días de negociaciones con el gobierno griego presionan al gobierno “amigo español” para que continúen con las reformas, es decir, con los recortes? ¿Cómo creerse que estén dispuestos incluso a concesiones cosméticas allí si no paran de presionar por ejemplo aquí, que se está en año electoral?
Inmediatamente después de ganar las elecciones Syriza renunciaba a una propuesta estrictamente política “sin coste fiscal”: convocar una conferencia internacional para tratar sobre la reestructuración de la Deuda de los países del sur de Europa. Esta medida, que permitía abrir un escenario internacional para que los diferentes países pudieran tratar conjuntamente problemas que tienen los mismos orígenes y que relaman soluciones coordinadas, está lejos de la imprescindible salida del euro y de la UE, pero podía suponer un buen comienzo, solo fuera por lo que, en el corto plazo, significase de parón del austericidio.
El abandono de la misma representa el desistimiento de la perspectiva de alcanzar el principal instrumento de fuerza que pudieran tener los países sojuzgados por la UE: su actuación articulada hacia espacios socio-económicos integrados, como bien señalaba, en un ejercicio de honestidad, el recién elegido diputado por Syriza, Costas Lapavitsas en el texto “Grecia: cinco preguntas que necesitan respuesta”, escrito después de firmado el acuerdo1.
Lo esencial del acuerdo con la Troika (los cambios en el lenguaje para llamar “tres instituciones” a la misma cosa producen vergüenza ajena) afecta a dos ejes claves del programa electoral de Syriza: la reversión de las privatizaciones y el programa social; aspectos que, en realidad, lejos de constituir ningún planteamiento revolucionario, pretendían restaurar un mínimo de la dignidad nacional vendida y enfrentar las emergencias sociales más graves.
La enajenación masiva del patrimonio artístico y del territorio griego realizada por los gobiernos anteriores y exigida por los memorandos es uno de los símbolos más dolorosos del atropello de la soberanía y de la dominación despiadada ejercida por la UE. Antes de iniciarse la negociaciones con la Troika, el 10 de febrero, el nuevo Gobierno ya anunció que – contraviniendo sus promesas - continuaba con la privatización del emblemático puerto de El Pireo, en Atenas. Ahora Syriza se compromete a no revertir a manos públicas ninguna de las privatizaciones realizadas y a no paralizar ninguna de las que aún no están consumadas.
La postergación sine die o el abandono de promesas electorales en materia social evidencian la magnitud de las cadenas que la Troika impone a Grecia y que el gobierno de Syriza ha aceptado:
- Posponer sin fecha la elevación del salario mínimo a 571 euros, que, en cualquier caso tendría que ser negociada previamente con la UE “para no dañar la competitividad”.
- Modificar las leyes laborales para aumentar la contratación temporal.
- No condonar las deudas de los sectores más pobres con la seguridad social, el fisco o los bancos.
- Eliminar excepciones y descuentos en el pago del IVA2; es decir, aumentarlo.
- Supeditar el programa social de emergencia de 1.800 millones de euros a que el mismo no aumente el techo de déficit comprometido.
-
Anular
su propuesta de aumentar en 60 euros adicionales las pensiones de
aquellas personas que esta por debajo del umbral de la pobreza.
En
resumen, de la forma más cínica imaginable en un país que tiene
millones de personas viviendo situaciones desesperadas, resulta que sólo
pueden adoptarse medidas sociales si las mismas no tienen repercusiones
en el aumento del gasto y en la observancia férrea de los límites de
déficit.
Los
hipotéticos aumentos de ingresos fiscales de las grandes fortunas que
Syriza preconizaba también se desvanecen a velocidad de vértigo. Antes
de haber emprendido reforma fiscal alguna, a la que se alude de forma
imprecisa en el acuerdo, el Ministro de Finanzas (que tanta polvareda
mediática levantó y que tan rápidamente se ha sometido) ya está
señalando que será muy difícil hacer que tributen los fabulosos ingresos
de los armadores griegos3 y
la todo poderosa iglesia ortodoxa, que pese a ser la mayor propietaria
del país, solo por detrás del Estado, no paga absolutamente nada.
Todo esto no nos coge de improviso. En el editorial “Sus elecciones y la nuestra”, publicado en el último número de nuestra revista se decía: “No
hay elección que nos valga para acabar con la política antirrecortes
que no pase por insertarse en el objetivo estratégico de zafarse de la
esclavitud de la UE comenzando por su Deuda odiosa”. Como
Red Roja ha venido demostrando, los objetivos impuestos por la UE a los
Estados de la Zona Euro por el Tratado de Estabilidad (y las leyes que
lo desarrollan) de rebajar el déficit y la deuda, en un escenario de
caída general de ingresos de la Administraciones Públicas por el
descenso de la actividad económica, es la negación palmaria de cualquier
soberanía política y, en definitiva, el fin de los servicios públicos.
Nos es
indispensable analizar con rigor y sentido crítico la realidad de un
país como Grecia que comparte nuestra suerte de periferia europea
esquilmada por la oligarquía financiera, sobre todo alemana. Y más
cuando tantas
esperanzas se están depositando en una posible victoria de Podemos en
las próximas elecciones. En el marco de una crisis general del
capitalismo sin que las clases dominantes prevean otra salida que no sea
incrementar brutalmente la depredación y la explotación de la clase
obrera y sectores populares, que ya viven situaciones de miseria muy
graves, es vital no errar en el diagnóstico y, sobre todo, en el
tratamiento.
Limitarse a depositar todas las energías en la apuesta electoral y
encima hacerlo en la aventura de una fuerza política que no plantea con
claridad la necesidad imperiosa de acabar con el pago de la Deuda y
salir del Euro y de la UE puede ser muy peligroso. Porque como de
hecho ya se está materializando en el caso griego, si la ambigüedad
preside el discurso político antes de las elecciones, lo más probable no
es que estemos ante un tacticismo que sorprenderá al poder real tras
ganar el gobierno, sino que esa ambigüedad ahora sea la antesala
del desmoronamiento de cualquier resistencia ante las presiones de ese
poder real después de la “victoria electoral”. Más aún habrá que esperar
que eso sea lo que ocurra, si precisamente no se cuenta con un pueblo
con clara conciencia de las decisiones de ruptura política que hay
que adoptar y preparado con la suficiente organización y fuerza para
disputar los intereses de unos capitales a los que no será la papeleta con la que se emiten los votos lo que más respeto (temor) les infunda.
Por lo demás, los
espejismos en épocas de bonanza – como fue el discurso del “Estado del
Bienestar” a costa de la periferia del sistema – conducen a confusiones
graves. En momentos como los actuales deben ser evitados a toda costa
porque sus efectos serían irreparables.
El
riesgo de que, tras la decepción popular ante la impotencia de Syriza,
surjan derivas y alternativas de corte fascista es más que probable,
tanto en Grecia como en el Estado español. Frente a ello, la actitud
necesaria no es la de justificar contra viento y marea la claudicación
(cuando, como ahora, empieza a ser imposible negarla), mientras los
problemas vitales del pueblo siguen sin resolverse. Muy al contrario,
esa será la mejor manera de sembrar decepciones de masas que faciliten
la estrategia fascista y de división en el seno del pueblo.
En esa dirección se ha pronunciado el Partido Comunista de Grecia (KKE)4,
tras proponer un programa para atender a las necesidades más acuciantes
de las clases populares que, inevitablemente, rompe con los objetivos
de austeridad de la Troika: “La clase obrera y el pueblo pueden lograr
todo ello mediante la organización, la lucha y la unidad. Debe ser el
combate por un camino de desarrollo diferente que sirva a las
necesidades populares inmediatas y que debe conllevar la retirada de la
Unión Europea, la cancelación unilateral de la Deuda, la socialización
de los monopolios y el poder del pueblo”.
Efectivamente, hay
que romper con la UE y el euro. Y lo único que debiera discutirse es
cómo acumular fuerza para ello; no negar ese objetivo primordial porque
parezca difícil lograrlo. Lo imposible es garantizar un mínimo de salud
para el pueblo permaneciendo en esas sogas imperiales. Lo sabía
Venezuela (de la que ahora muchos, más pendientes de sus cálculos
electoralistas que de cosas como el antiimperialismo, reniegan) cuando
decidió romper con el ALCA y crear el ALBA para conquistar el mínimo de
soberanía necesario para iniciar cualquier proceso de cambio.
Concluimos
con las firmes palabras del eurodiputado Manolis Glezos – héroe
emblemático de la lucha antifascista durante la II Guerra Mundial
-pronunciadas apenas se conocieron las condiciones del acuerdo del nuevo
Gobierno con la Troika. Dichas palabras muestran el camino con la
fuerza y la clarividencia de la memoria frente a quienes parecen
creer que partimos de cero o que la historia de las promesas y
decepciones electorales ha comenzado este año. "Pido
perdón al pueblo griego porque yo también participé en esta ilusión.
Ahora, antes que sea demasiado tarde, debemos reaccionar", dijo,
dirigiéndose a "los militantes y simpatizantes de Syriza. "A todo nivel
organizativo debemos movilizarnos para decidir si aceptamos lo que está
ocurriendo".
Como ahora expresa Manolis Glezos, en Red Roja tenemos muy claro cuáles son sus elecciones y cuál ha de ser la nuestra.
Notas
2El
tipo general de IVA fue aumentado en 2010 desde el 19 al 23% con graves
repercusiones para el consumo de la población más pobre. Los ingresos
por este concepto, en lugar de incrementarse como se pretendía, se
redujeron debido a la caída de la actividad económica.
3La
flota griega es la más grande del mundo y se calcula que tuvo unos
beneficios de 140.000 millones de euros entre 2000 y 2010, libres de
impuestos. Sus propietarios (Onasis, Niarkos) son los dueños de equipos
de fútbol y medios de comunicación.
1 de marzo de 2015
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