El espíritu del legendario guerrillero Ernesto Che Guevara está presente hoy en el pueblo sirio, más que nunca, que levanta su imagen guerrera como estandarte, en el aniversario 48 de su caída en combate en tierras bolivianas.
La imagen del Che Guevara puede verse aquí en muchos lugares, desde un cuadro colgado en la sala de una casa, hasta en el cuello de los combatientes sirios, que lo llevan como amuleto, a la hora de enfrentar al terrorismo que alimenta y paga el imperialismo.
Para los sirios, el Che, como lo bautizaron cariñosamente los cubanos, es un ícono de la resistencia y de la lucha, acrecentado aún más en estos tiempos de agresión, en que las trincheras se han convertido en sinónimo de supervivencia.
Todavía se recuerda la presencia del comandante guerrillero -argentino de nacimiento y cubano por convicción- en estas tierras del Levante, a donde llegó hace 56 años como embajador de la Revolución cubana, en un recorrido que lo llevó por varios países del mundo árabe.
En junio de 1959, visitó Siria, un encuentro histórico que le permitió conocer, de primera mano, la realidad de esta parte del mundo, que en ese momento ya anunciaba sus deseos de independencia política y soberana, frente a la voracidad del poder hegemónico neocolonialista.
En Siria, el Che sostuvo encuentros con Shukri al-Quwatli, entonces presidente de este país levantino, quien lo acogió como mensajero de una naciente revolución liberadora, portador de un mensaje de paz, hermandad y solidaridad, que perdura hasta nuestros días.
En Damasco, el comandante Ernesto Guevara visitó lugares simbólicos y de interés histórico como la gran mezquita de los Omeyas, una de las más antiguas y grandes del mundo, considerada como el cuarto lugar más sagrado del Islam.
También visitó la tumba donde descansan los restos del gran Saladino (Al-Nāsir Salāh ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb) y conoció de primera mano, las heroicas leyendas que narran los milenarios esfuerzos por sacudirse de encima a los usurpadores foráneos.
De ese viaje histórico del Che a las tierras árabes, quedó fundada una hermandad indestructible con la isla caribeña, y constituyó piedra angular hacia el fortalecimiento de la amistad y las relaciones entre América Latina y esta parte del mundo.
A su paso por el Medio Oriente, intercambió con grandes personalidades, portadores de los pensamientos más avanzados de su época. Conoció a los líderes nacionalistas Gamal Abdel Nasser, de Egipto, y a Jawaharlal Nehru, de la India, país en donde rindió postrer tributo a Mahatma Gandhi.
En un artículo publicado en la revista Verde Olivo, el 5 de octubre de 1959, el Che reconocía un grado superior de desarrollo entre el pueblo sirio, “con una cultura general muy superior y con una clase media desarrollada, con tendencia al comercio”.
Más de medio siglo después, su espíritu sigue vivo en las calles y en la gente de este país, que ahora lo recuerda y se aferra a su legado, haciendo de la resistencia y el combate, las mejores armas para salvar la Patria.
Prensa Latina
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