El primero de este mes, Somalia ratificó la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), lo que dejó a Estados Unidos como el único Estado miembro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que no ha adoptado este tratado de derechos humanos de aceptación universal.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, refleja el sentir de los activistas de derechos humanos de todo el mundo cuando alienta a Estados Unidos para que se sume a la comunidad mundial y ratifique este noble tratado.
El resto del mundo, y muchos estadounidenses, no entienden por qué Estados Unidos eligió ser el tercero en discordia al no adoptar el más humanitario de todos los tratados de derechos humanos, que busca proteger los derechos y el bienestar de los niños y niñas más vulnerables.
Es aún más sorprendente si se considera que muchos estudiosos y expertos estadounidenses distinguidos participaron activamente en la redacción de la CDN, y que el gobierno de Estados Unidos lideró la negociación. Pero la mayoría de la población estadounidense no conoce este gran tratado de derechos humanos que su país ayudó a crear, y que se niega a ratificar.
Esa renuencia a ratificar la CDN parece ser parte de un fenómeno más amplio de “excepcionalismo estadounidense”. Este sostiene que el resto del mundo está obligado por los tratados y convenciones de derechos humanos, pero Estados Unidos no tiene por qué sumarse ya que tiene una gran Constitución y leyes progresistas que muchas veces son superiores a los propios tratados internacionales.
En consecuencia, Estados Unidos siempre es reacio y lento para ratificar los convenios internacionales, incluso aquellos en los que participó activamente en su redacción, como elEstatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer y la propia CDN.
Muchos legisladores estadounidenses – en particular del opositor Partido Republicano – sienten que esos tratados son necesarios y útiles para otros países, pero no para Estados Unidos, porque temen que puedan rebajar las normas contenidas en la Constitución nacional o generar obligaciones internacionales no deseadas para su país.
Tal es el sentido de superioridad de algunos legisladores estadounidenses influyentes que ignoran o descartan toda prueba de lo contrario.
Por ejemplo, la Asociación de Abogados de Estados Unidos realizó un análisis comparativo de la CDN, la Constitución de Estados Unidos y sus leyes federales pertinentes, y determinó que son compatibles entre sí o que las normas de la convención son más fieles a los derechos humanos del mundo moderno.
La experiencia de los demás países industrializados que ratificaron la CDN también indica que es sumamente relevante y beneficiosa para todos los países, sean ricos y avanzados o pobres y en desarrollo.
La CDN reconoce el derecho de todo niño y niña al máximo desarrollo físico, mental y social, a la protección contra el abuso, la discriminación, la explotación y la violencia, a la expresión de sus opiniones y a la participación en las decisiones que afectan a su futuro.
También reafirma el papel primordial de los padres y la familia en la crianza de sus hijos, y emula disposiciones clave sobre los derechos y el bienestar infantiles de la Constitución y las leyes de Estados Unidos.
Algunos opositores de la CDN en Estados Unidos argumentan que impondría todo tipo de obligaciones internacionales terribles que serían perjudiciales para su país, sus niños y sus familias, como la posible interferencia de la ONU que pondría en peligro la soberanía nacional y minaría la Constitución, o que debilitaría a la familia estadounidense y el papel de los padres en la educación de sus hijos.
Otros destacan que generaría una cultura de la permisividad, incluido el aborto a petición y el acceso sin restricciones a la pornografía, y que habilitaría a los niños a demandar a sus padres judicialmente y a desobedecer su orientación.
Estas inquietudes no son exclusivas de Estados Unidos. Muchos en otros países expresaron temores similares. Pero en 25 años de experiencia en más de 100 países, ricos y pobres, con gobiernos progresistas o conservadores, esas preocupaciones resultaron infundadas, exageradas e hipotéticas.
Estados Unidos es una nación de extraordinaria riqueza, que beneficia a la mayoría de los niños y niñas del país. Viven en casas cómodas y vecindarios seguros y tienen un nivel de vida digno, salud, educación y bienestar social. Pero aún queda espacio para la mejoría y para la humildad.
Estudios realizados por la respetada organización no gubernamental Children’s Defense Fund, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia y otros revelan que, a pesar de la riqueza de Estados Unidos, un número asombroso de niños y niñas siguen careciendo de los elementos básicos de la vida.
En importantes indicadores sociales, los niños estadounidenses están rezagados con respecto a los países más industrializados. En esa liga, Estados Unidos ocupa los últimos lugares con respecto a la pobreza infantil relativa, la brecha entre ricos y pobres, partos de madres adolescentes, bajo peso al nacer, mortalidad infantil, niños víctimas de la violencia armada y el número de menores de edad en la cárcel.
Muchas personas fuera de Estados Unidos no comprenden cómo el país más rico del planeta permite que uno de cada seis niños viva en la pobreza (relativa), cómo sus leyes permiten que las armas de fuego maten a un niño cada tres horas, o cómo tantos niños y familias pueden vivir sin un seguro de salud básico.
La ratificación de la CDN no cambiará por sí sola la situación de la infancia en Estados Unidos. Pero ayudaría a establecer un marco nacional crítico que formule metas claras para que los gobiernos estadales y federal, organizaciones privadas y personas individuales puedan utilizar para concebir políticas y programas que atiendan mejor las necesidades de los niños y sus familias.
En el plano internacional, la ratificación de la CDN ayudaría a mejorar la posición de Estados Unidos como líder mundial en materia de derechos humanos.
Como parte de la CDN, Washington quedaría habilitado para participar en el Comité de los Derechos del Niño, el organismo internacional que supervisa la aplicación de la convención, y trabajar para fortalecer aún más el progreso de la infancia en todos los países.
Cuando era candidato en 2008, el actual presidente Barack Obama reconoció la vergüenza que implica para Estados Unidos encontrarse en compañía de Somalia, donde no existe el imperio de la ley, como países que no ratificaron la CDN.
Obama se comprometió a analizar la CDN y otros tratados para que Estados Unidos reanudara su liderazgo mundial en materia de derechos humanos.
Ahora que Somalia ratificó la CDN, Estados Unidos sigue siendo un líder solitario, sin seguidores o compañeros de viaje en su negativa a aceptar el tratado de derechos humanos más ratificado del mundo.
Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente las de IPS – Inter Press Service, ni pueden atribuírsele.
Kul Chandra Gautam, ex secretario general Adjunto de la ONU y subdirector ejecutivo de Unicef.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2015/10/el-caso-excepcional-de-eeuu-y-los-derechos-de-la-infancia/Traducido por Álvaro Queiruga
El resto del mundo, y muchos estadounidenses, no entienden por qué Estados Unidos eligió ser el tercero en discordia al no adoptar el más humanitario de todos los tratados de derechos humanos, que busca proteger los derechos y el bienestar de los niños y niñas más vulnerables.
Es aún más sorprendente si se considera que muchos estudiosos y expertos estadounidenses distinguidos participaron activamente en la redacción de la CDN, y que el gobierno de Estados Unidos lideró la negociación. Pero la mayoría de la población estadounidense no conoce este gran tratado de derechos humanos que su país ayudó a crear, y que se niega a ratificar.
Esa renuencia a ratificar la CDN parece ser parte de un fenómeno más amplio de “excepcionalismo estadounidense”. Este sostiene que el resto del mundo está obligado por los tratados y convenciones de derechos humanos, pero Estados Unidos no tiene por qué sumarse ya que tiene una gran Constitución y leyes progresistas que muchas veces son superiores a los propios tratados internacionales.
En consecuencia, Estados Unidos siempre es reacio y lento para ratificar los convenios internacionales, incluso aquellos en los que participó activamente en su redacción, como elEstatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer y la propia CDN.
Muchos legisladores estadounidenses – en particular del opositor Partido Republicano – sienten que esos tratados son necesarios y útiles para otros países, pero no para Estados Unidos, porque temen que puedan rebajar las normas contenidas en la Constitución nacional o generar obligaciones internacionales no deseadas para su país.
Tal es el sentido de superioridad de algunos legisladores estadounidenses influyentes que ignoran o descartan toda prueba de lo contrario.
Por ejemplo, la Asociación de Abogados de Estados Unidos realizó un análisis comparativo de la CDN, la Constitución de Estados Unidos y sus leyes federales pertinentes, y determinó que son compatibles entre sí o que las normas de la convención son más fieles a los derechos humanos del mundo moderno.
La experiencia de los demás países industrializados que ratificaron la CDN también indica que es sumamente relevante y beneficiosa para todos los países, sean ricos y avanzados o pobres y en desarrollo.
La CDN reconoce el derecho de todo niño y niña al máximo desarrollo físico, mental y social, a la protección contra el abuso, la discriminación, la explotación y la violencia, a la expresión de sus opiniones y a la participación en las decisiones que afectan a su futuro.
También reafirma el papel primordial de los padres y la familia en la crianza de sus hijos, y emula disposiciones clave sobre los derechos y el bienestar infantiles de la Constitución y las leyes de Estados Unidos.
Algunos opositores de la CDN en Estados Unidos argumentan que impondría todo tipo de obligaciones internacionales terribles que serían perjudiciales para su país, sus niños y sus familias, como la posible interferencia de la ONU que pondría en peligro la soberanía nacional y minaría la Constitución, o que debilitaría a la familia estadounidense y el papel de los padres en la educación de sus hijos.
Otros destacan que generaría una cultura de la permisividad, incluido el aborto a petición y el acceso sin restricciones a la pornografía, y que habilitaría a los niños a demandar a sus padres judicialmente y a desobedecer su orientación.
Estas inquietudes no son exclusivas de Estados Unidos. Muchos en otros países expresaron temores similares. Pero en 25 años de experiencia en más de 100 países, ricos y pobres, con gobiernos progresistas o conservadores, esas preocupaciones resultaron infundadas, exageradas e hipotéticas.
Estados Unidos es una nación de extraordinaria riqueza, que beneficia a la mayoría de los niños y niñas del país. Viven en casas cómodas y vecindarios seguros y tienen un nivel de vida digno, salud, educación y bienestar social. Pero aún queda espacio para la mejoría y para la humildad.
Estudios realizados por la respetada organización no gubernamental Children’s Defense Fund, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia y otros revelan que, a pesar de la riqueza de Estados Unidos, un número asombroso de niños y niñas siguen careciendo de los elementos básicos de la vida.
En importantes indicadores sociales, los niños estadounidenses están rezagados con respecto a los países más industrializados. En esa liga, Estados Unidos ocupa los últimos lugares con respecto a la pobreza infantil relativa, la brecha entre ricos y pobres, partos de madres adolescentes, bajo peso al nacer, mortalidad infantil, niños víctimas de la violencia armada y el número de menores de edad en la cárcel.
Muchas personas fuera de Estados Unidos no comprenden cómo el país más rico del planeta permite que uno de cada seis niños viva en la pobreza (relativa), cómo sus leyes permiten que las armas de fuego maten a un niño cada tres horas, o cómo tantos niños y familias pueden vivir sin un seguro de salud básico.
La ratificación de la CDN no cambiará por sí sola la situación de la infancia en Estados Unidos. Pero ayudaría a establecer un marco nacional crítico que formule metas claras para que los gobiernos estadales y federal, organizaciones privadas y personas individuales puedan utilizar para concebir políticas y programas que atiendan mejor las necesidades de los niños y sus familias.
En el plano internacional, la ratificación de la CDN ayudaría a mejorar la posición de Estados Unidos como líder mundial en materia de derechos humanos.
Como parte de la CDN, Washington quedaría habilitado para participar en el Comité de los Derechos del Niño, el organismo internacional que supervisa la aplicación de la convención, y trabajar para fortalecer aún más el progreso de la infancia en todos los países.
Cuando era candidato en 2008, el actual presidente Barack Obama reconoció la vergüenza que implica para Estados Unidos encontrarse en compañía de Somalia, donde no existe el imperio de la ley, como países que no ratificaron la CDN.
Obama se comprometió a analizar la CDN y otros tratados para que Estados Unidos reanudara su liderazgo mundial en materia de derechos humanos.
Ahora que Somalia ratificó la CDN, Estados Unidos sigue siendo un líder solitario, sin seguidores o compañeros de viaje en su negativa a aceptar el tratado de derechos humanos más ratificado del mundo.
Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente las de IPS – Inter Press Service, ni pueden atribuírsele.
Kul Chandra Gautam, ex secretario general Adjunto de la ONU y subdirector ejecutivo de Unicef.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2015/10/el-caso-excepcional-de-eeuu-y-los-derechos-de-la-infancia/Traducido por Álvaro Queiruga
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