Huelga general el 12 y 13 de octubre contra el presidente
La brutal masacre del 10 de octubre en Ankara ha conmocionado a la población turca, kurda y mundial. Al menos dos bombas explotaban en medio de una manifestación de la izquierda turca y kurda, que exigía el fin del militarismo y la represión del presidente Erdogan. Según los datos ofrecidos por el HDP (Partido Democrático de los Pueblos, el principal de la izquierda), son 128 los fallecidos y unos 400 los heridos, con lo que el número de asesinados podría aumentar sensiblemente.
La manifestación había sido convocada por los sindicatos independientes, KESK (del sector público) y DISK, y diferentes colectivos profesionales progresistas, y apoyada por el HDP, con el lema Por la paz, el trabajo y la democracia. Una oleada de rabia recorre Turquía y el Kurdistán, hoy día 12 y mañana 13 hay huelga general convocada por esas mismas organizaciones y cientos de miles de turcos y kurdos señalan con el dedo al máximo responsable de esta matanza: Erdogan.
Este masivo atentado es la culminación de una política de terrorismo de Estado que ha ensangrentado el país y toda la zona. Selahatin Demirtas, dirigente del HDP, declaró que ‘nos enfrentamos a un Estado asesino que se ha convertido en mafia’, y el presidente de DISK, que ‘vamos a seguir luchando hasta que este Gobierno fascista y los asesinos rindan cuentas’.
Erdogan y lo que en Turquía llaman el Estado profundo (el núcleo del aparato de Estado), especialmente tras el estallido del movimiento en torno al parque Gezi, está sometiendo a la izquierda turca y kurda a un acoso constante, a través de represión policial, criminalización por parte de sus medios de comunicación, censura en los medios y redes sociales, y atentados. Las diferentes bandas autodenominadas islámicas, incluyendo las vinculadas más directamente al Estado Islámico, lo único que hacen es aportar elementos lúmpenes al aparato estatal para el trabajo sucio.
Hasta ahora la masacre más grave había sido la de Suruç, en Kurdistán, en julio, con 30 muertos. Una matanza utilizada por el Gobierno y Erdogan para una escalada tanto en la represión de la izquierda como en el bombardeo de posiciones del PKK, la guerrilla kurda. En los últimos tres meses han sido asesinados más de cien activistas a manos de la policía, sólo en la semana de la matanza de Ankara murieron cinco jóvenes. Dos mil militantes de la izquierda han sido detenidos. En esta ocasión los intentos oficiales de implicar al Estado Islámico (como si no tuviera que ver con ellos), ¡e incluso al PKK y a organizaciones de la izquierda turca!, en la masacre, no hacen más que enervar la rabia de las masas. Los manifestantes pudieron observar perfectamente la ausencia de efectivos policiales en el lugar, cuando cualquier manifestación o reunión (especialmente de la izquierda) es férreamente vigilado, y el sitio donde se celebra controlado desde veinticuatro horas antes.
Es el momento de la lucha. El movimiento, que ha ido en ascenso en los últimos años, está en un punto clave. Existe la suficiente fuerza para echar a Erdogan y a su Gobierno, utilizando la huelga general como un primer paso hacia movilizaciones más extensas, con un programa que vincule las reivindicaciones obreras y sociales con la expulsión de sus cargos de los responsables de tanta matanza, destrucción y barbarie, con la limpieza del aparato del Estado, con el derecho de autodeterminación de Kurdistán, y con la nacionalización y el control obrero de los recursos fundamentales. Un programa socialista.
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