Gramsci agarrando de las orejas a Iglesias y Garzón
Sobre confluencias y verdad revolucionaria
eldiario.es
Gramsci agarrando on cada una de sus manos una oreja de Pablo Iglesias y otra de Alberto Garzón. Esta imagen me vino a la cabeza mientras explicaba a mis alumnos el dicho gramsciano: "Decir la verdad es revolucionario".
Antonio Gramsci agarrando, suavemente, con cada una de sus manos una oreja de Pablo Iglesias y otra de Alberto Garzón. Gramsci, el comunista, el intelectual que defendía que toda persona es intelectual, la cabeza que no quisieron dejar pensar en libertad y tantos años pasó en la cárcel en la Italia de Mussolini… Esta es la imagen que me vino a la cabeza en clase, con un grupo de estudiantes de primero de Humanidades, mientras les explicaba el dicho gramsciano: “Decir la verdad es revolucionario”. Eran los días de las negociaciones entre Podemos e Izquierda Unida que acabaron con gente hablando de las mochilas de IU que no debían entrar en Podemos. Nosotros estábamos en una asignatura que lleva por título Temas Fundamentales de la Filosofía, en un bloque dedicado a la libertad en el que aparecen utilitaristas, liberales, comunistas, feministas, defensores de los derechos de los animales…
Con Gramsci habíamos hablado de su concepto de hegemonía, eso nos llevó a plantear las alternativas propuestas para poder superar ese dominio cultural que sustenta lo establecido. No se trata de sustituir una hegemonía que domine por otra que lo haga en otra dirección. Buscamos una nueva hegemonía que nos permita pensar con la propia cabeza y decidir. Por eso decir la verdad es revolucionario, y sobre todo decírsela a las personas que no están en las mejores circunstancias. Gramsci está pensando en la clase obrera. No se la puede engañar, dominar. Precisamente lo que se busca es la liberación de la opresión sufrida. Hay que decir la verdad incluso cuando disguste o pueda dañar en un primer momento. Decir la verdad significa tratar como personas adultas a quien otras opciones tratan como incapaces al decirles intencionadamente inexactitudes o mentiras.
Y explicando eso, me vino la imagen de un simpático Gramsci entrando en el aula trayendo cogidos por la oreja, uno en cada mano, a Alberto Garzón y Pablo Iglesias. No creo que el pobre Gramsci lo hiciera (ni que Garzón e Iglesias lo merezcan). Y no quiero hacerle decir lo que hoy no puede compartir con nosotros. Dicho esto, en todo este proceso de supuesta negociación para una confluencia en la que las organizaciones que ambos representan estarían integradas ha habido muy poca transparencia. Es fácil de entender la necesidad de evitar filtraciones e informaciones interesadas que puedan debilitar las conversaciones, pero cuando se llega al final (eso nos dijeron) convendría ser muy claro para no engañar, especialmente a los propios que demasiada dominación ya sufren. Nada quedó demasiado claro y lo que quedó claro, la oferta personal a Garzón y la mochila, era difícil de asumir con los criterios que supuestamente se están defendiendo en la búsqueda de otra manera de hacer política.
El paso de la movilización a lo electoral está dejando en muy poco tiempo una cantidad ingente de elementos para el análisis y perplejidades múltiples y diversas. Una que me gustaría plantear abiertamente es la que se refiere a la poca capacidad de aprender de lo hecho. Las elecciones municipales supusieron un éxito sin precedentes para los colectivos que desde la movilización emergida rotundamente a partir del 15-M se han propuesto hacer política también desde las instituciones. Se habla ya de los “ayuntamientos del cambio”. Hoy se gobierna en A Coruña, Barcelona, Badalona, Iruña, Madrid, Santiago, Zaragoza… No todos los casos responden al mismo patrón. Pero se ha analizado muy poco como se logró el éxito de poder conseguir una mayoría social suficiente para llegar a esos gobiernos y aprovechar ese aprendizaje en las siguientes convocatorias electorales que se han producido. Y de cara a la de diciembre, a las Cortes Generales, parece que se va por el mismo camino.
¿Por qué no aprendimos de lo ocurrido en las municipales? ¿Por qué no aprendemos de las autonómicas? ¿Por qué con Catalunya Sí que es pot (CSQEP) no se logró una confluencia más allá del pacto entre organizaciones? ¿Por qué no estuvieron como impulsores de CSQEP Barcelona en Comú u otras de las candidaturas que con el mismo tipo de proyecto se habían presentado a las municipales? ¿Dónde quedó la reivindicación de otra política y de la reapropiación de la política que dominó las municipales? ¿Por qué no se hizo una campaña con un claro componente movimentista si había ido bien en las municipales y el candidato y mucha gente del equipo tiene ese carácter y esa trayectoria? Nadie dice que fueran unas elecciones sencillas para un proyecto que buscaba superar la naturaleza plebiscitaria de las mismas en un momento en el que el juego sucio llevaba al frentismo. Estas preguntas no hay que plantearlas para molestar a nadie, no son un reproche. Puede que ni sean acertadas. Mucha y muy buena gente trabajó en CSQEP para obtener un resultado muy diferente al que se dio. Ahora lo que está en cuestión es la continuidad en la construcción de proyectos políticos ciudadanos y, de manera puntual, las elecciones del 20 de diciembre.
Al día siguiente de que se informara del final de las negociaciones entre Podemos e Izquierda Unida se publicaba el barómetro del mes de septiembre y las encuestas postelectorales de las elecciones autonómicas y municipales 2015 del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Ada Colau y Manuela Carmena aparecían como dos de las representantes políticas mejor valoradas en sus ciudades, con unas notas que las sitúan muy por encima de otros representantes y gobernantes a nivel estatal. Podemos no desaprovechó la ocasión para recordar que Colau y Carmena son Podemos, Izquierda Unida hubiera podido hacer lo mismo… ¿De quién son la Colau y la Carmena del CIS? Son de sus proyectos, de la gente que los creó y los impulso, y donde se sumaron para construir Podemos, Izquierda Unida y otros partidos. El pasado viernes el plenario de Barcelona en Comú aprobó trabajar una candidatura para presentarse a las elecciones a las Cortes Generales y lo hizo desde criterios que entienden que son parte de su identidad y a la vez claves para ofrecer respuestas a las demandas ciudadanas, de las que su mismo proyecto surge.
Quedan poco menos de dos meses hasta las elecciones ¿Qué efectos tendrá este posicionamiento? Es difícil de saber, para ganar una alcaldía se necesitó más de un año. Ahora falta tiempo pero se tiene experiencia, convendría aprovecharla. Y no dejar de tener presente a Gramsci, decir la verdad es revolucionario. El joven Gramsci que escribió: “La verdad debe ser respetada siempre, con independencia de las consecuencias que puedan seguirse de ella; y las convicciones propias, si son fe viva, deben encontrar en sí mismas, en la propia lógica, la justificación de los actos que se considera necesario llevar a cabo. Sobre la mentira, sobre la falsificación facilona sólo se construyen castillos de viento que otras mentiras y otras falsificaciones pueden hacer desvanecerse”
La unión de otra manera de hacer política con otra manera de entender la ética ha sido clave en todo el periodo de movilización, lo ha sido en la generación de entusiasmo, en mover a la participación en los proyectos políticos en construcción, en el de acceso a los gobiernos, lo está siendo en el ejercicio de los mismos y no debería dejar de serlo en lo que está por venir.
Fuente: http://www.eldiario.es/catalunya/opinions/Gramsci-Iglesias-Garzon-confluencias-revolucionaria_6_444165607.html
Antonio Gramsci agarrando, suavemente, con cada una de sus manos una oreja de Pablo Iglesias y otra de Alberto Garzón. Gramsci, el comunista, el intelectual que defendía que toda persona es intelectual, la cabeza que no quisieron dejar pensar en libertad y tantos años pasó en la cárcel en la Italia de Mussolini… Esta es la imagen que me vino a la cabeza en clase, con un grupo de estudiantes de primero de Humanidades, mientras les explicaba el dicho gramsciano: “Decir la verdad es revolucionario”. Eran los días de las negociaciones entre Podemos e Izquierda Unida que acabaron con gente hablando de las mochilas de IU que no debían entrar en Podemos. Nosotros estábamos en una asignatura que lleva por título Temas Fundamentales de la Filosofía, en un bloque dedicado a la libertad en el que aparecen utilitaristas, liberales, comunistas, feministas, defensores de los derechos de los animales…
Con Gramsci habíamos hablado de su concepto de hegemonía, eso nos llevó a plantear las alternativas propuestas para poder superar ese dominio cultural que sustenta lo establecido. No se trata de sustituir una hegemonía que domine por otra que lo haga en otra dirección. Buscamos una nueva hegemonía que nos permita pensar con la propia cabeza y decidir. Por eso decir la verdad es revolucionario, y sobre todo decírsela a las personas que no están en las mejores circunstancias. Gramsci está pensando en la clase obrera. No se la puede engañar, dominar. Precisamente lo que se busca es la liberación de la opresión sufrida. Hay que decir la verdad incluso cuando disguste o pueda dañar en un primer momento. Decir la verdad significa tratar como personas adultas a quien otras opciones tratan como incapaces al decirles intencionadamente inexactitudes o mentiras.
Y explicando eso, me vino la imagen de un simpático Gramsci entrando en el aula trayendo cogidos por la oreja, uno en cada mano, a Alberto Garzón y Pablo Iglesias. No creo que el pobre Gramsci lo hiciera (ni que Garzón e Iglesias lo merezcan). Y no quiero hacerle decir lo que hoy no puede compartir con nosotros. Dicho esto, en todo este proceso de supuesta negociación para una confluencia en la que las organizaciones que ambos representan estarían integradas ha habido muy poca transparencia. Es fácil de entender la necesidad de evitar filtraciones e informaciones interesadas que puedan debilitar las conversaciones, pero cuando se llega al final (eso nos dijeron) convendría ser muy claro para no engañar, especialmente a los propios que demasiada dominación ya sufren. Nada quedó demasiado claro y lo que quedó claro, la oferta personal a Garzón y la mochila, era difícil de asumir con los criterios que supuestamente se están defendiendo en la búsqueda de otra manera de hacer política.
El paso de la movilización a lo electoral está dejando en muy poco tiempo una cantidad ingente de elementos para el análisis y perplejidades múltiples y diversas. Una que me gustaría plantear abiertamente es la que se refiere a la poca capacidad de aprender de lo hecho. Las elecciones municipales supusieron un éxito sin precedentes para los colectivos que desde la movilización emergida rotundamente a partir del 15-M se han propuesto hacer política también desde las instituciones. Se habla ya de los “ayuntamientos del cambio”. Hoy se gobierna en A Coruña, Barcelona, Badalona, Iruña, Madrid, Santiago, Zaragoza… No todos los casos responden al mismo patrón. Pero se ha analizado muy poco como se logró el éxito de poder conseguir una mayoría social suficiente para llegar a esos gobiernos y aprovechar ese aprendizaje en las siguientes convocatorias electorales que se han producido. Y de cara a la de diciembre, a las Cortes Generales, parece que se va por el mismo camino.
¿Por qué no aprendimos de lo ocurrido en las municipales? ¿Por qué no aprendemos de las autonómicas? ¿Por qué con Catalunya Sí que es pot (CSQEP) no se logró una confluencia más allá del pacto entre organizaciones? ¿Por qué no estuvieron como impulsores de CSQEP Barcelona en Comú u otras de las candidaturas que con el mismo tipo de proyecto se habían presentado a las municipales? ¿Dónde quedó la reivindicación de otra política y de la reapropiación de la política que dominó las municipales? ¿Por qué no se hizo una campaña con un claro componente movimentista si había ido bien en las municipales y el candidato y mucha gente del equipo tiene ese carácter y esa trayectoria? Nadie dice que fueran unas elecciones sencillas para un proyecto que buscaba superar la naturaleza plebiscitaria de las mismas en un momento en el que el juego sucio llevaba al frentismo. Estas preguntas no hay que plantearlas para molestar a nadie, no son un reproche. Puede que ni sean acertadas. Mucha y muy buena gente trabajó en CSQEP para obtener un resultado muy diferente al que se dio. Ahora lo que está en cuestión es la continuidad en la construcción de proyectos políticos ciudadanos y, de manera puntual, las elecciones del 20 de diciembre.
Al día siguiente de que se informara del final de las negociaciones entre Podemos e Izquierda Unida se publicaba el barómetro del mes de septiembre y las encuestas postelectorales de las elecciones autonómicas y municipales 2015 del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Ada Colau y Manuela Carmena aparecían como dos de las representantes políticas mejor valoradas en sus ciudades, con unas notas que las sitúan muy por encima de otros representantes y gobernantes a nivel estatal. Podemos no desaprovechó la ocasión para recordar que Colau y Carmena son Podemos, Izquierda Unida hubiera podido hacer lo mismo… ¿De quién son la Colau y la Carmena del CIS? Son de sus proyectos, de la gente que los creó y los impulso, y donde se sumaron para construir Podemos, Izquierda Unida y otros partidos. El pasado viernes el plenario de Barcelona en Comú aprobó trabajar una candidatura para presentarse a las elecciones a las Cortes Generales y lo hizo desde criterios que entienden que son parte de su identidad y a la vez claves para ofrecer respuestas a las demandas ciudadanas, de las que su mismo proyecto surge.
Quedan poco menos de dos meses hasta las elecciones ¿Qué efectos tendrá este posicionamiento? Es difícil de saber, para ganar una alcaldía se necesitó más de un año. Ahora falta tiempo pero se tiene experiencia, convendría aprovecharla. Y no dejar de tener presente a Gramsci, decir la verdad es revolucionario. El joven Gramsci que escribió: “La verdad debe ser respetada siempre, con independencia de las consecuencias que puedan seguirse de ella; y las convicciones propias, si son fe viva, deben encontrar en sí mismas, en la propia lógica, la justificación de los actos que se considera necesario llevar a cabo. Sobre la mentira, sobre la falsificación facilona sólo se construyen castillos de viento que otras mentiras y otras falsificaciones pueden hacer desvanecerse”
La unión de otra manera de hacer política con otra manera de entender la ética ha sido clave en todo el periodo de movilización, lo ha sido en la generación de entusiasmo, en mover a la participación en los proyectos políticos en construcción, en el de acceso a los gobiernos, lo está siendo en el ejercicio de los mismos y no debería dejar de serlo en lo que está por venir.
Fuente: http://www.eldiario.es/catalunya/opinions/Gramsci-Iglesias-Garzon-confluencias-revolucionaria_6_444165607.html
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