Brasil en las calles,
No fue un “cacerolazo brasileiro” contra un gobierno progresista o de izquierda, como algunos que ven a Dilma aliada de Cristina se apresuran a clasificar. Tampoco una primavera árabe tropical, ni una protesta convencional por un aumento. Dejó a todos “aturdidos”, decían analistas en los medios.
Fue algo nuevo. Fue política. Fue grande. Con respeto de su singularidad digamos que más que cacerolazo destituyente hubo mucho de Que Se Vayan Todos contra un gobierno autista, alejado de la gente, un sistema de partidos allá en lo alto y que no presenta (¿más?) ninguna alternativa o causas para endosar desde abajo... Fueron movilizaciones con mucho abierto todavía, mucho por descubrir por la gente que ganó la calle después de mucho tiempo y que seguirá dándole sentido desde dentro.
El escenario donde ocurre: 15 mil millones gastados para organizar la copa del mundo en un país que continua teniendo decenas de millones de pobres, mala educación y salud, pésimo transporte y los bancos como mayores beneficiarios de todo el dinero que está entrando. No es un detalle el dato del Mundial… quizás los 30 mil millones de Belo Monte sean aún más escandalosos, pero la organización del mundial y olimpiadas trae al Brasil un clima de megalomanía y entusiasmo totalmente comercializado, chauvinista y imperial. Y en la calle de 11 ciudades, el 17 de junio, este delirio parecía estar siendo realmente cuestionado.
Un aumento de 20 centavos en el pasaje de colectivo y subte de San Pablo, y de otro tanto en el resto de las ciudades (decidido por cada gobierno) fue la chispa. “El pueblo despertó” cantaba la gente. “Venga a la calle contra el aumento” invitaban mientras circulaba sin rumbo pre-definido por la ciudad. En otra se le preguntaba a Dilma si Neymar valía más que la salud y la educación, no me acuerdo bien...
Fueron las movilizacion es más grandes desde 1992 (affaire Collor de Mello) y la falta de banderas, canciones conocidas por todos, camiones de sonido, vendedores de bebidas, puntos de concentración y caminos de desconcentración establecidos mostraban eso. Se cantaban canciones de la cancha, o inventadas en el momento. La concentración fue en una zona recientemente reurbanizada de la ciudad, redescubierta. Como no había recorrido establecido los automovilistas debieron esperar muchas horas en las esquinas de las avenidas tomadas, sentados al lado o dentro de sus autos. La movilización se dispersó por lo menos por tres caminos en San Pablo, ciudad donde participamos y desde donde escribo. Unos fueron para el palacio del gobernador del Estado (Provincia), que fue uno de los que decretó el aumento, otras dos columnas fueron para la Av. Paulista a donde la policía no había permitido entrar el jueves pasado, en la ya quinta movilización por el mismo tema en pocos días (desde el 6 de junio).
El grupo que organiza es el Movimiento Passe Livre, que en distintos estados organiza de forma horizontal y apartidaria la lucha por un boleto estudiantil, pero también por “tarifa cero” para todos y que viene poniendo nerviosos a gobernantes que no encuentran interlocutores, líderes o procedimientos previsibles.
Dilma venía de una mala semana, la habían silbado en la inauguración de la Copa de Confederaciones, ensayo para el mundial. La policía reprimió a manifestantes anti-copa y el ministro de deportes advirtió que no serían admitidas esas protestas. Ahora hubo grandes movilizaciones en ciudades con intendentes o gobernadores petistas, como São Paulo. Aquí, Fernando Haddad –ex profesor de ciencias políticas de la USP con tesis sobre Marx y Habermas, y ex ministro de educación– se mostró inflexible, con argumentos técnicos y justificando por ejemplo la represión policial de la marcha anterior. Mientras escribimos esto, sin embargo, parece venirse la anulación del aumento, o al menos la suspensión con discusión, a partir de la convocatoria de un Consejo de fuerzas Vivas de la Ciudad. Si no retrocede, como ya hicieron otros gobiernos (Porto Alegre) enfrentaría la calle nuevamente. Aunque la novedad tampoco permite prever si será in crescendo o no. Ya hay convocada una marcha para hoy a las 18, esta vez cerca de su sede de gobierno.
El día de las protestas, 17 de junio, el gobierno nacional sólo atinó a hablar de sus planes sociales. El ministro de Justicia había dispuesto la semana anterior tropas federales de la policía para frenar el “vandalismo”, como cuando enfrentan narcos en las favelas. En las redes sociales se expandió la interpretación de que eran movilizaciones golpistas de derecha (¿“cacerolazos”?), que recordaban las que antecedieron el golpe de 64, impulsadas por la derecha. Alimentando esa interpretación habló Arnaldo Jabor, un famoso periodista de horario central de la TVGlobo, que se apresuró a decir que no eran todos vándalos, como la prensa los reconoció la primer semana, y que la protesta debía ser apoyada. Pero en la calle se sentía otra cosa. La gente rápidamente inventó canciones contra Jabor, y las protestas contra el aumento del transporte más bien ocupaban un vacío dejado por el partido que supo representar las demandas sociales y progresistas. Hubo hasta banderas del PT en la marcha.
Aunque mucho de la protesta y de las personas que salen por primera vez a la calle tiene mucho de inclasificable, desordenado, de a ser inventado… la interpretación del golpismo no procede. Comenzando porque los intereses del proyecto de la dictadura no están siendo amenazados por el PT. El prefecto Haddad, con mucha proyección después de haber ganado en una ciudad donde en general gana la oposición, sigue a la presidenta en la derechización de un partido que gobierna aliada a los sectores más conservadores: los ruralistas, las iglesias, los antiguos rivales reciclados de la dictadura que ahora acompañan al PT con las mismas reacciones, respuestas, interpretaciones que llegan desde el gobierno. El proyecto del PT tiene que ver con aumentar el consumo, “compren autos” recomendaba Lula, mientras Dilma ocupa sus horas en administrar una empresa constructora llamada Brasil, realizando los lugares comunes del neoliberalismo mezclado con desarrollismo de los ‘60 y tecnocracia burocratizada.
Lejos de un “cacerolazo” de la clase media conservadora, entonces, fue más bien una ciudad recuperando su calle. La respuesta de la policía contra “vándalos”, cagándolos a palos y gasificando la semana pasada, llevó mucha gente a la calle, especialmente jóvenes y muchos históricos votantes del PT. El autismo de este partido contribuyó en un momento que parece contener fuerza que puede cambiar la política brasileira. No todavía de forma generalizada, en un país donde las largas transiciones con continuidad son más bien la regla. Pero ya sí para los que encontraron la calle y descubrieron un mundo nuevo.
Lo que convocó directamente, además de la violencia policial fue la indignación por un boleto de un dólar y medio que representa un tercio del salario de las familias trabajadoras. Un transporte público que es parte del gran problema del tránsito y costos de transporte para toda la ciudad. Pero junto a la consigna contra el aumento de 20 centavos, se escuchaba “no son sólo los 20 centavos”. “Los 20 centavos son nuestro parque de Turquía”, algunos explicaban. Se trata de participar, encontrar una voz propia en una ciudad recuperada.
Era un nuevo San Pablo fluyendo por las calles, ciudad que solía ser más conservadora que otras (Brasilia, donde ayer se ocupó el congreso; Río de Janeiro, donde se reprimió con balas de plomo) y que ahora inició estas nuevas movilizaciones. No hay indicios de qué pasará. Partidos de izquierda que intentan entrar y explicar u orientar, un gobierno que apuesta a que la ciudad vuelva a la inercia. Las políticas sociales como credencial de un gobierno que sólo se sostiene para el votante progresista movilizando el fantasma de la derecha, que hipotéticamente sería mucho peor, porque supuestamente cortaría el Bolsa Familia y privatizaría Petrobrás.
Pero la civilización de los autos paró por un día. La gente marchando por lugares de la ciudad que generalmente es tomada por el tránsito lento y edificios espejados fue de la protesta, el arte, el encuentro. Muchos calculan, especulan, pregunta en qué se va a transformar todo esto. Preguntas que dicotomizan y polarizan no entendiendo que lo importante es lo que ya pasó, lo que significaba la gente en la calle, y lo que seguirá significando, por caminos nuevos abiertos por las avenidas ocupadas y la fuerza descubierta para soñar.
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