Accidente de tren en Santiago
Una tragedia mediatizada
Paula Ortega y David G. Marcos
20.41 horas del 24 de julio. Un tren descarrila a las afueras de
Santiago de Compostela. El primero de los grandes medios de comunicación
en dar la noticia
es el diario El País, a través de su redacción territorial en
Galicia, utilizando su cuenta en la red social Twitter. Es el inicio de
un relato que todavía
está por definir, en el que los elementos que se irán incorporando
al primer titular conformarán la realidad que hará de escaparate a la
opinión pública.
Por desgracia, el gran número de episodios que se han ido sumando a
la narración del accidente ferroviario demuestran las barreras
comunicativas con las
que nos encontramos en la actualidad, así como una extendida
frivolidad sensacionalista materializada en la distribución de
informaciones sesgadas y
tendenciosas que atentan contra el legítimo derecho a la
información.
En el tratamiento de la noticia se podrían plantear dos fases
informativas aproximadas. Una de ellas abarcaría la cobertura de
emergencia y partiría del
mismo instante desde el que se tiene constancia del acontecimiento,
hasta que se han superado las imperativas labores de asistencia
(colaboración de
profesionales voluntarios, donaciones de sangre, teléfonos de ayuda e
información, etc.). En la segunda, se inicia todo un proceso de
recopilación
informativa en torno a los dispositivos que orbitan alrededor del
accidente; donde nos encontramos ahora.
A lo largo del primer periodo informativo -en el que se va
extendiendo la noticia- son los medios digitales quienes predominan en
la actualización de las
informaciones referentes al suceso. Es aquí donde Twitter cobra una
especial importancia debido a dos de sus principales particularidades:
la
instantaneidad y la viralidad comunicativa. El carácter exponencial
de su propagación resulta un instrumento fundamental para la expansión
de las noticias
lanzadas por los grandes medios de comunicación. Así, el primer
contacto con el accidente de Santiago fue a través de sus perfiles en
Twitter, como ya se
ha señalado. A partir de aquí, la red social suele convertirse en
una suerte de inteligencia colectiva donde conviven y se retroalimentan
los criterios
subyacentes a los mass media con la generación y
recopilación de material por parte de los usuarios de la red. Sin
embargo, en este caso el
desequilibrio en esta simbiosis ha sido notable. Numerosos medios de
comunicación, como el telediario nocturno, reproducían la información
de las redes sin
contrastar las fuentes y apenas adaptar el contenido. Es el caso de
un comentario en la plataforma menéame [1], que se
convertía en una
primera fuente -sin contrastar- en torno a los sistemas de frenado
EMRTS y ASFA de Alvia (servicio ferroviario al que pertenecía el tren
accidentado).
Pasados los informativos, las grandes cadenas de televisión
continuaron con su programación habitual, incluida la televisión pública
-más concretamente el
canal 24 horas de RTVE- donde pudimos disfrutar de un debate sobre
la implicación de Griñán en la trama de los EREs andaluces. Pasada una
hora y media de
la catástrofe, por fin centraron su programación en actualizar las
informaciones del accidente. Una actualización deficiente y plagada de
fallos. En
primera instancia, las imágenes mostradas por el canal 24h haciendo
referencia al suceso de Galicia correspondían, realmente, al accidente
ferroviario que
tuvo lugar en la localidad de Chinchilla el pasado año 2003 [2]. A
este primer falseo informativo habría que sumarle desafortunadas
erratas, como la de
solicitar donantes de sangre 0 positivo -en lugar de negativo- [3],
facilitar números telefónicos de asistencia erróneos y contradictorios
con los que la
presentadora enunciaba, etc.
Más de dos horas después del accidente, a las 23:24, RTVE conseguía
conectar con su redactor en Galicia. Continuando con la precaria
cobertura, al mismo
tiempo que se reproducían las imágenes que les iban llegando desde
la zona cero, se contemplaba cómo existían intervalos temporales de
hasta uno y dos
minutos entre cada información, debido a la carencia de más datos
para ir actualizando las referencias. Así, los presentadores se
excusaban en problemas
técnicos y declaraban tener complicaciones informáticas a la hora de
conectar con su corresponsal, por inviabilidad con Internet. Mientras
tanto, la
televisión gallega CRTVG, conectaba online y sin problemas con el lugar del accidente.
Sería la Sexta, a partir de la media noche, la que iniciaría una
programación especial, que solo se vería acompañada por un adelanto
informativo de unos
pocos minutos en Antena 3 y un breve informe en la 1 de TVE. Sin
embargo, es el funcionamiento de la televisión pública lo que
necesariamente debemos fijar
en el punto de mira. En efecto, al mismo tiempo que las personas
trabajadoras de la sanidad, bomberos, psicólogos, etc. llevaban a cabo
un ejercicio
impecable de solidaridad y servicio público –que a pesar de los
recortes jamás daría el sector privado- la comunicación que debía
satisfacer a la
ciudadanía sufría una precarización y deficiencia extremas.
Pasando a lo que hace unas líneas se ha presentado como segundo
espacio de comunicación, podemos definirlo como aquel que viene
determinado por aquellas
informaciones que desarrollan la noticia en los diferentes géneros:
reportajes (en profundidad), entrevistas a técnicos, familiares y
colaboradores,
crónicas en directo, etc.
Esta fase se ha caracterizado por una mejor cobertura técnica, unas
informaciones más precisas -no erróneas- y un buen tratamiento de la
información en
profundidad (numerosas cadenas y periódicos digitales han habilitado
espacios dedicados a la catástrofe). Los mensajes que han ido llegando
desde los
diferentes medios se repetían, adaptaban y transformaban, intentando
transmitir hasta el último detalle a las audiencias. Es aquí donde se
ha producido la
degeneración de información-conocimiento a información-espectáculo.
La frivolidad y el sensacionalismo han impregnado ciertas crónicas y
noticias de medios
como La Voz de Galicia, La Cope, La Ser o los informativos de RTVE,
entre otros [4]. Porque un off acompañado de balbuceos o lágrimas de las
afectadas es mucho más completo, ¿verdad?
Algún periodista, convertido en mercenario informativo, relata con
emoción cómo “mirando por las rendijas”, según una enviada especial en
Hora 14 de la
SER, podía describir con precisión “la posición, orden y embalaje”
de los cuerpos hallados en la masacre. Se suma a esta tendencia, la
redactora nacional
de ABC, Cruz Morcillo, quien encendía la mecha del juicio paralelo
al maquinista del ferrocarril, publicando unas capturas de su perfil de
Facebook [5] en
las que se hacía referencia a la velocidad que alcanzaba el tren que
solía conducir. No parece tan descabellado que un maquinista que puede
-y debe- ir en
muchos tramos a 200km/h lo ponga en su Facebook. No es noticia, ni
significa jactarse de nada. En accidentes de esta naturaleza,
se tiende a
buscar culpables -cabezas de turco- en lugar de causas y
responsables políticos. Se llega a acusar al conductor de sindicalista y
se insinúa el error
humano antes siquiera de haber abierto la caja negra con los datos y
la cronología del accidente, terminado la investigación, etc. Todo ello
acompañado de
la tendencia alarmista lanzada inicialmente por ciertos medios que
señalaba cómo las causas del descarrilamiento pudieran deberse a un
posible atentado
[6], después incluso de que el Ministerio de Interior lo hubiera
descartado categóricamente.
Vivimos en medio de un panorama de opulencia mediática
donde poco es lo que queda de ser contaminado por el influjo de los
medios. La tragedia de
Santiago, que merece un absoluto respeto tanto hacia las víctimas
como hacia todas las personas implicadas, no ha escapado de un proceso
que se podría
definir con precaución como ‘manipulación mediática’; en el que por
medio de la elección discriminatoria de las fuentes, el ocultamiento y
sesgo de parte
de la información o la explotación de, entre otras cosas, el
Facebook del conductor, se fabrica un tipo de información mediatizada,
comercial e incompleta
que crea una determinada visión de la realidad. Es importante
denunciar y desnaturalizar este fenómeno, pues la información que se
convierte en mercancía,
hace flaco favor a la sociedad y al periodismo.
Paula Ortega es estudiante de Periodismo y Ciencias Políticas.David G. Marcos es estudiante de Ingeniería de Telecomunicación.
NOTAS
[1] https://pbs.twimg.com/media/BP-XBY1CUAAJVzg.png
[2] https://pbs.twimg.com/media/BP98FaeCQAMpEQt.jpg:large
[3] https://twitter.com/rtve/status/360151500233785345
[4] http://goo.gl/37zTMX
[5] http://www.abc.es/espana/20130725/abci-gozada-hacer-saltar-radar-201307251319.html
[6] https://pbs.twimg.com/media/BP-cMq7CEAEQ97e.png
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