Venezuela, nosotros y la ingenuidad
Camilo Alzate / Iniciativa Debate /19/02/2015
En Colombia o España sobran los
demócratas siempre que la coyuntura sea venezolana. Libertad de
expresión, Derechos Humanos, presos políticos, represión, catástrofe
económica, colapso, desabastecimiento, autoritarismo, en fin, son los
sueños húmedos de la gran prensa bogotana jamás imparcial en nada,
desfilando desde 1999. Hasta El País de España acabó copiando
el formato. Más que noticias, constituyen anhelos explícitos de ver
naufragar a Venezuela en odio y sangre. Freud
lo denominaba “proyección”: las noticias muchas veces no fueron lo que
realmente sucedía, sino lo que los dueños de esos periódicos y
noticieros querían que sucediera. El culmen aberrante fue una fotografía falsa de Chávez moribundo. No era Hugo Chávez, no, era como los de El País querían ver a Hugo Chávez en su portada.
¿Alguien recuerda esa secuencia famosa
del pistolero golpista cerca a Miraflores, presentado falsamente como un
chavista que disparaba sobre una manifestación? Ya es un clásico en la
historia de la manipulación mediática.
El asistencialismo venezolano y la
cacareada dependencia rentista del petróleo pueden ser -no soy experto-
un desastre, pero tendría que pensarse primero bajo cuál óptica. Todos
los días mueren niños de hambre en La Guajira, la noticia sin embargo
son las colas en los mercados de Caracas. ¿La exitosa economía
colombiana que mata niños de hambre junto a la mina de carbón más grande
del mundo, no es una catástrofe? ¿Por qué una cola en un supermercado
sí lo es?
Miles de presos políticos y de guerra se
pudren en cárceles a este lado de la frontera. Comúnmente mueren por
inasistencia sanitaria, en flagrante violación de normas
internacionales. La noticia diaria, sin embargo, será un sólo preso
político del país vecino, al que le quitan horas de sol. Fervientes
demócratas colombianos, solidarios con la oposición caraqueña, guardan
silencio si el Ejército Nacional disuelve a tiros de fusil marchas de
campesinos por aquí, por allá. Hombre, los campesinos, esas chusmas
cocaleras de ruana y sombrero, aliados naturales y biológicos del
narcoterrorismo, y no sigo.
Con Venezuela es imposible ser imparcial
si se está bien informado. Todos los intentos golpistas y
desestabilizadores cabalgan sobre problemas profundos y evidentes del
modelo chavista, pero todos son conspiraciones Made in Bogotá,
bajo la venia de cierta embajada de la calle 26. Resulta pues, por lo
menos curioso, que los opinadores de renombre en Colombia y España
cuestionan las filiaciones ideológicas que respaldan a Maduro, como si
ellos, que apoyan a la oposición, no tuvieran una agenda ideológica
definida, financiada además en Miami.
A veces soy ingenuo, aunque cuesta soportar que lo crean a uno tan estúpido.
Y seguro que hay represión, y seguro que
hay presos políticos, y seguro que como cualquier gobierno que busca
mantener el control, persigue a sus opositores. Y seguro que esto, como
todo lo relacionado con el poder, es detestable, chocante y
cuestionable. No seré yo el que defienda gases lacrimógenos y
antidisturbios.
Quiero plantear algunas preguntas:
¿La línea editorial de los periódicos
colombianos y españoles tiene la potestad de invalidar un gobierno
democráticamente electo con abstención mínima y transparencia envidiable
(que conste, lo dice Jimmy Carter)?
¿Se justifica la oposición
violenta tras sucesivas derrotas en las urnas? ¿Tomamos nota para el
anhelado “post-conflicto” colombiano?
Los abusos de poder en Colombia jamás
justificarán, ni quitarán importancia a los abusos de poder en
Venezuela, en eso estoy completamente de acuerdo con los opinadores de
moda. Por eso la última pregunta ¿Para cuando una denuncia contundente,
comprometida e imparcial de la barbarie que sucede diariamente a éste
lado de la frontera, lo que allá es catástrofe y acá es gobernabilidad?
Con Venezuela no se trata de ingenuidad: es hipocresía. Criminal hipocresía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario