viernes, 20 de febrero de 2015

Venezuela, nosotros y la ingenuidad


Venezuela, nosotros y la ingenuidad

 
Camilo Alzate / Iniciativa Debate /19/02/2015
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En Colombia o España sobran los demócratas siempre que la coyuntura sea venezolana. Libertad de expresión, Derechos Humanos, presos políticos, represión, catástrofe económica, colapso, desabastecimiento, autoritarismo, en fin, son los sueños húmedos de la gran prensa bogotana jamás imparcial en nada, desfilando desde 1999. Hasta El País de España acabó copiando el formato. Más que noticias, constituyen anhelos explícitos de ver naufragar a Venezuela en odio y sangre. Freud lo denominaba “proyección”: las noticias muchas veces no fueron lo que realmente sucedía, sino lo que los dueños de esos periódicos y noticieros querían que sucediera. El culmen aberrante fue una fotografía falsa de Chávez moribundo. No era Hugo Chávez, no, era como los de El País querían ver a Hugo Chávez en su portada.
¿Alguien recuerda esa secuencia famosa del pistolero golpista cerca a Miraflores, presentado falsamente como un chavista que disparaba sobre una manifestación? Ya es un clásico en la historia de la manipulación mediática.
El asistencialismo venezolano y la cacareada dependencia rentista del petróleo pueden ser -no soy experto- un desastre, pero tendría que pensarse primero bajo cuál óptica. Todos los días mueren niños de hambre en La Guajira, la noticia sin embargo son las colas en los mercados de Caracas. ¿La exitosa economía colombiana que mata niños de hambre junto a la mina de carbón más grande del mundo, no es una catástrofe? ¿Por qué una cola en un supermercado sí lo es?
Miles de presos políticos y de guerra se pudren en cárceles a este lado de la frontera. Comúnmente mueren por inasistencia sanitaria, en flagrante violación de normas internacionales. La noticia diaria, sin embargo, será un sólo preso político del país vecino, al que le quitan horas de sol. Fervientes demócratas colombianos, solidarios con la oposición caraqueña, guardan silencio si el Ejército Nacional disuelve a tiros de fusil marchas de campesinos por aquí, por allá. Hombre, los campesinos, esas chusmas cocaleras de ruana y sombrero, aliados naturales y biológicos del narcoterrorismo, y no sigo.
Con Venezuela es imposible ser imparcial si se está bien informado. Todos los intentos golpistas y desestabilizadores cabalgan sobre problemas profundos y evidentes del modelo chavista, pero todos son conspiraciones Made in Bogotá, bajo la venia de cierta embajada de la calle 26. Resulta pues, por lo menos curioso, que los opinadores de renombre en Colombia y España cuestionan las filiaciones ideológicas que respaldan a Maduro, como si ellos, que apoyan a la oposición, no tuvieran una agenda ideológica definida, financiada además en Miami.
A veces soy ingenuo, aunque cuesta soportar que lo crean a uno tan estúpido.
Y seguro que hay represión, y seguro que hay presos políticos, y seguro que como cualquier gobierno que busca mantener el control, persigue a sus opositores. Y seguro que esto, como todo lo relacionado con el poder, es detestable, chocante y cuestionable. No seré yo el que defienda gases lacrimógenos y antidisturbios.
Quiero plantear algunas preguntas:
¿La línea editorial de los periódicos colombianos y españoles tiene la potestad de invalidar un gobierno democráticamente electo con abstención mínima y transparencia envidiable (que conste, lo dice Jimmy Carter)?
¿Se justifica la oposición violenta tras sucesivas derrotas en las urnas? ¿Tomamos nota para el anhelado “post-conflicto” colombiano?
Los abusos de poder en Colombia jamás justificarán, ni quitarán importancia a los abusos de poder en Venezuela, en eso estoy completamente de acuerdo con los opinadores de moda. Por eso la última pregunta ¿Para cuando una denuncia contundente, comprometida e imparcial de la barbarie que sucede diariamente a éste lado de la frontera, lo que allá es catástrofe y acá es gobernabilidad?
Con Venezuela no se trata de ingenuidad: es hipocresía. Criminal hipocresía.

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