A un paso del Foro Social Mundial 2015 en Túnez. El derecho a soñar… en otro mundo posible. Sergio Ferrari.Rebelión
Solo el “derecho colectivo a soñar” puede ser tan o más importante que los derechos humanos en su concepción más amplia –económicos, sociales, culturales y de la persona-. El derecho a soñar es sinónimo de búsqueda de alternativas, en lo micro, en lo macro, en una construcción social cotidiana o en la elaboración de conceptos y teorías que promueven el bien común. Una apuesta a comprender de otra manera el planeta, la solidaridad internacional y las múltiples y variadas relaciones entre los seres humanos.
Tierra, democracia social, ética colectiva
Un municipio donde cada trabajador gana lo mismo, en torno a 1.200
euros –por 35 horas mensuales de trabajo-, en una España que sigue
sumida en su fuerte crisis estructural y en una Andalucía donde las
cifras de desempleo superaban en 2014 el 30 % de la población
económicamente activa.
Marinaleda, con apenas 25 kilómetros
cuadrados y menos de 3000 habitantes, su economía fundamentalmente
agrícola y un gobierno de izquierda desde hace 35 años, ha logrado
consolidar un modelo “alternativo-micro” de sociedad. Con 15 euros por
mes cada familia puede contar con una vivienda. Los precios de los
servicios son reducidos; la guardería con comedor no cuesta más de 12
euros mensuales por niño.
Un Estado social resultado de otra
forma de hacer y entender la participación y la política. Y en el cual
el partido que gobierna y el fuerte sindicato agrícola refuerzan
mutuamente sus sinergias usando los instrumentos institucionales del
Ayuntamiento para implementar avances sustantivos tras una concepción de
democracia social efectiva.
Si la lucha por la tierra –con
ocupaciones, huelgas, protestas de diversos tipos - fue la palanca que
propulsó los avances sociales, el combate lleva décadas y exigió
paciencia y creatividad, en una región de gran concentración rural donde
el 2 % de los propietarios poseen más del 50 % del terreno. Pero la
agricultura no resultaba suficiente y se implementó entonces una
propuesta de industria local a través del Grupo Cooperativo Humar que
permite desarrollar el sector secundario –fábrica de conservas-, la
mejor arma contra el desempleo, que en Marinaleda es inexistente.
La “utopía hacia la paz”, tal como lo indica el escudo-logo de
Marinaleda, se fue concretando en una construcción participativa amplia
que acepta hoy con toda certeza que “el poder no es neutro”. Experiencia
solventada en una estricta rigurosidad ética que se expresa, por
ejemplo, en la decisión de los gobernantes del Ayuntamiento de no tener
salarios ni bonificaciones especiales. Y que hoy, en 2015, sigue
moldeando un proyecto alternativo basado en la solidaridad humana.
Los “sin tierra” piensan en la sociedad entera
A casi 10 mil kilómetros de ese laboratorio andaluz, el Movimiento de
los Trabajadores rurales Sin Tierra (MST) de Brasil, que realizó en
febrero del 2014 su 6to congreso con la participación de miles de
delegados, ejercita cotidianamente su “derecho colectivo a las
alternativas”.
Considerado uno de los actores sociales más
importantes del continente latinoamericano, promotor destacado de la red
internacional Vía Campesina, ha integrado en torno a la lucha por la
tierra y la reforma agraria toda una nueva concepción de poder.
Cada nueva ocupación de extensiones improductivas se acompaña, como
primer acto simbólico, de la construcción de una escuelita para los
hijos de los ocupantes. Cada movilización rural busca reforzarse con una
amplia alianza ciudadana. Los cargos dirigentes son rotativos; se da un
ir y volver permanente de la dirección (coordinación) a las bases y
viceversa; no existe ni presidente ni secretario general y la conducción
es colectiva y descentralizada.
En los últimos años, las luchas
comunes y consensuadas se han convertido casi en una obsesión política
para el MST. Abriendo su acción a otros actores del mundo rural, del
urbano, de la academia, de la sociedad civil en general, para lograr una
articulación más integral de sus objetivos y combates en sinergia.
Uno de los objetivos actuales más trascendentes para el MST es la
soberanía alimentaria. Lo que implica confrontar al modelo de producción
del agro-negocio –con su prioridad exportadora- y denunciar
activamente, por ejemplo, el uso abusivo de tóxicos. Cada brasilero
consume hoy en sus alimentos unos 5 litros de veneno por año y la
confrontación contra ese esquema debe ser obra del conjunto de la
sociedad brasilera, que debe incluir, también, según el MST, el debate
por un cambio de paradigma en el campo.
El MST ha logrado ya que
más de 400 mil familias obtengan parcelas. Centenas de cooperativas y
asociaciones en los asentamientos aseguran la producción de alimentos.
Completada por el desarrollo – al igual que en la experiencia andaluza
de Marinaleda- de la agro-industria. Los “Sin Tierra” contestan el
modelo que considera a la tierra como una simple mercancía, que pregona
el mono-cultivo, que visualiza en la agro-exportación su principal
objetivo y que desprecia totalmente la naturaleza, el medio, el suelo y
el ser humano mismo. Y fortalecen el paradigma de la producción familiar
agro-ecológica que se sustenta en la cooperación agrícola con el
necesario ingrediente de la agro-industria. El MST es ya, por ejemplo,
en Río Gran del Sur, uno de los principales productores del arroz bio
debidamente certificado. Miles de toneladas de sus productos agrícolas
enriquecen –con debidos acuerdos oficiales- la dieta básica de los
escolares en todo el Brasil.
Las ciudades del futuro
De la campaña a los centros urbanos, solo un paso a recorrer. Del arroz
biológico certificado en Río Grande del Sur al presupuesto
participativo como herramienta de democracia directa, apenas facetas de
un mismo y novedoso ejercicio del “derecho a soñar”.
Porto
Alegre, la capital de ese Estado sureño de Brasil, se lanzó a la
invención de esta herramienta. Corría el año 1989 y el Partido de los
Trabajadores (PT) acababa de ganar las elecciones en ese municipio.
Momento oportuno para someter las prioridades financieras y
presupuestarias a un ejercicio gradual y paulatino de análisis
colectivo, a través de asambleas de ciudadanos que designan delegados, y
que van desde los barrios y comarcas hasta la ciudad entera.
Sería la experiencia novedosa del presupuesto participativo el imán que
atrajo la convocatoria en dicha ciudad al 1er Foro Social Mundial en
2001, que luego de 14 años de existencia y nueve cónclaves centralizados
realizados en tres continentes diferentes, se ha convertido en el
espacio de reflexión e intercambio más amplio con el que cuenta
actualmente la sociedad civil planetaria organizada. Y que ahora vuelve a
auto-convocarse para la última semana de marzo 2015 en la capital de
Túnez.
A poco más de 25 años de esa primera experiencia
brasilera de presupuesto participativo, más de 1’500 ciudades del mundo
entero de las más diversas dimensiones -Brasilia, Buenos Aires, Bolonia,
Sevilla, Málaga, Portland, Ontario, Yokohama etc. - lo ejercitan
actualmente en sus más diversas variantes y modalidades.
La
ciudad del mañana está en construcción, enfatizan urbanistas
comprometidos socialmente, quienes en estos últimos años enriquecen
conceptos y propuestas. Los millones de amenazados de expulsiones
urbanas constituyen el rostro humano del trágico decorado social. Y
Brasil es un caso emblemático visible internacionalmente por los costos
sociales que implicó la construcción de los estadios para albergar el
Mundial de Fútbol 2014 y los Juegos Olímpicos del 2016. “Todo individuo
debe apropiarse del conjunto de la ciudad”, enfatizan. Y esto significa
disputar los espacios públicos, luchar por el agua potable, la
construcción de escuelas y dispensarios, cloacas y transporte colectivo.
Y en este marco, las alternativas proliferan en el mundo en paralelo a
la agudización de las tensiones urbanas como resultado de la
concentración excesiva. Por ejemplo las más de 250 Community Land Trust,
estructuras colectivas de propiedad terrena nacidas en Estados Unidos a
partir de los años 80. Y que ahora se extienden a China e India. O bien
las cooperativas de propiedad en otras tantas ciudades del planeta con
la intención de favorecer una democratización del acceso a la propiedad
urbana con sentido social. Así mismo las propuestas de agricultura
urbana o periurbana en expansión; los huertos colectivos; y tantas otras
iniciativas socio-culturales barriales que intentan modificar los
paradigmas de pertenencia y apropiación ciudadana. Y que se suman a
otras tantas formas de cuestionamiento a los valores hegemónicos del
sistema dominante.
Las Zonas a Defender (ZAD), espacios de resistencia
Ejemplo emblemático de la movilización resistente en Europa. Son
experiencias de resistencia ciudadana que por decenas atraviesan el
territorio francés y se extienden en otros países y regiones - Bélgica,
el País Vasco, etc.- reactualizando una metodología de lucha basada en
la ocupación territorial. Su objetivo principal: oponerse a los GPII
(Grandes Proyectos Inútiles e Impuestos), pretensiosas obras de
“desarrollo” que no tienen en cuenta ni del medio ambiente ni la
consulta de las poblaciones aledañas.
Zonas de construcción
diferidas (según los promotores inmobiliarios), Zonas a Defender (ZAD),
según los resistentes, son espacios para vivir, -es decir superficies
ocupadas con otro paradigma de vida-, resultantes de luchas, en
particular, contra grandes proyectos de infraestructura.
Sean
éstos el “pospuesto” aeropuerto de Notre-Dame-des Landes, en la Loire
atlántica; o la fallida represa concebida para la irrigación en el Tarn
–cuyas protestas costaron la vida en octubre del 2014 del militante Remi
Fraisse- ; o en la región del Rhône contra el Gran Estadio de
“l’Olympique lyonnais”.
Luchas tenaces, muchas veces heroicas y
de largo alcance – de meses, años, e incluso lustros- que cuestionan
radicalmente valores de crecimiento, producción, consumo y propiedad,
para proyectar una nueva forma de ciudadanía y responsabilidad
colectiva. Otro “mundo posible”, ya, aquí, ahora.
Existe otro pensamiento posible…
En los últimos años, de la mano especialmente de la explosión de la
participación indígena en nuevos procesos políticos latinoamericanos –
Bolivia, Ecuador etc.- fue consustanciándose la concepción del “Buen
Vivir” como una alternativa al desarrollo convencional. Concepto
fuertemente presente en gran parte de los pueblos indígenas del
continente pero que gana en visibilidad política en las nuevas
constituciones de esos dos Estados andinos.
La nueva relación
con la “Madre Tierra”; la ruptura con la lógica antropocéntrica tan
propia al capitalismo y al socialismo real; el cuestionamiento a
conceptos hasta ahora invulnerables como el de desarrollo y crecimiento;
ha ido abriendo un marco que realimenta también en el Norte reflexiones
interesantes.
Por ejemplo las teorías/concepciones como las del
“descrecimiento”, que han ganado espacio intelectual en Francia, Suiza y
otros países europeos.
Sin subestimar la revitalización de la
reflexión sobre el “eco socialismo”, que si bien no es nueva, adquiere
cierta actualidad en el debate actual europeo a la luz, especialmente,
de la crisis del pensamiento social demócrata.
Incluyendo el
nacimiento de nuevas “teorías” como las del “bien común” o “bien
público”, en tanto proyecto económico abierto a las empresas que busca
implantar una economía sostenible y alternativa a los mercados
financieros.
Incorporando también las constantes reflexiones
sobre la comunicación alternativa como necesidad y condición ideológica
para acercar mundos, promover la conjunción de experiencias, revitalizar
el debate sobre conceptos y paradigmas.
Prácticas locales,
experiencias globales, teorías reanimadas, nuevas formas de
pensamiento…Una búsqueda concreta, un zigzag propositivo, un ejercicio
activo del “ciudadano global” para no negociar su derecho a soñar. Y
revitalizarlo colectivamente entre el 24 y el 28 de marzo en el próximo
Foro Social Mundial de la capital tunecina.
Sergio Ferrari en colaboración con la Agenda Latinoamericana 2015 y E-CHANGER/COMUNDO
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