Los 43, la salida mediática. Salvador González Briceño
Urgente, así lo
quiere el gobierno de Peña Nieto. Ni verdad “histórica” ni “científica”.
Las versiones oficiales no soportan ni lo uno ni lo otro. Se nota la
prisa por abandonar el caso de los 43 desaparecidos, estudiantes de
Ayotzinapa, al pasado. Que nadie lo recuerde. “Colorín colorado”.
Pero el gobierno de Peña Nieto no tiene en cuenta la historia. Olvida
que tamañas ofensas no pasan de largo y se quedan. Como el 2 de octubre
en Tlatelolco para la memoria. Fue el recurso de Díaz Ordaz. Y le falló.
Porque la ofensa, la indignación, y la exigencia de justicia persisten
con el tiempo.
Craso error de los gobiernos. Del mismo modo el
de México no quiere ir al fondo. Entrega resultados sin soporte. La
“verdad” de Murillo Karam se queda, como en el teleprompter. Y no soporta las preguntas. Por eso es la “verdad oficial”.
Del reclamo de los padres de los estudiantes desaparecidos, nada. Que
hagan ruido. “Ni los veo ni los oigo”, asentaría Carlos Salinas. Igual
Peña Nieto. Como Karam, que no quiere saber nada de las osadías de los
peritos forenses argentinos. O los descalifica.
Quieren tapar
el sol con un dedo. Todos somos ingenuos. La jurisprudencia dice que las
pruebas periciales están por encima de las testimoniales, incluso
confesionales. Y las evidencias de PGR están basadas en estas últimas.
Se apresuró a desconocer a las primeras, las de los argentinos. Es el
soporte “científico”. El riesgo, dicen los peritos; “la investigación no
puede darse por concluida”.
A que sí, dice el gobierno. A que
no, los peritos. No estuvieron presentes durante el hallazgo de la bolsa
con los restos, cuando llegaron al lugar. La PGR dice que no se
quisieron bajar.
Pero los restos enviados a Innsbruck
—coinciden tanto los argentinos como Amnistía Internacional— pueden no
corresponder a los estudiantes. Las conclusiones evidencian graves
deficiencias, prontas, emitidas sin la conclusión del forense; los
testimoniales son autoinculpatorios; los perfiles genéticos enviados a
Austria eran erróneos; el basurero de Cocula no tuvo custodia entre el 7
y 28 de noviembre. Además, el gobierno ya cortó a los padres, no
escucha a los sobrevivientes de la tragedia, como tampoco indaga “la
tortura, la ejecución extrajudicial y la desaparición forzada”, revelan
los padres.
Pero Karam se justifica con que los especialistas
extranjeros solo dominan “antropología, criminalística y genética”, por
lo que “sus alcances en conocimientos de otros dictámenes no son válidos
como expertos”. Que el equipo argentino no estuvo presente cuando se
reportó la bolsa con fragmentos del río, aunque se les avisó la noche
anterior. Ellos prefirieron darle prioridad a Cocula. Descalifica, el
equipo “no es autoridad y su función se circunscribe únicamente al
análisis antropológico y genético”.
Es más, fuera de lo
señalado, sus opiniones “parecerían” más especulaciones que certezas.
Corolario de descalificaciones, el caso es que la verdad “histórica y
científica” es una coladera. Adolece de la urgencia por cerrar el caso,
más que de ir al fondo, como lo reclama la sociedad.
La mentira
sea dicha. La verdad que espere. Mientras, nadie le cree a la ciencia
“oficial”. Tiene razones electoreras. Verdad mediática. Qué más da.
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