Grecia desde Argentina. Claudio Katz. Rebelión
En los últimos años han sido muy frecuentes las comparaciones de la crisis griega con el colapso argentino del 2001. Numerosos analistas destacaron las semejanzas en el nivel del endeudamiento, el deterioro económico o el desplome político [2].
Este contrapunto se ha diluido en la
nueva coyuntura creada por el triunfo de la coalición de izquierda
Syriza. Las diferencias actuales con el antecedente argentino son muy
significativas.
En la esfera productiva el derrumbe de la
economía helena supera ampliamente lo ocurrido en el Cono Sur. Desde el
2009 Grecia soporta una continuada depresión que desmoronó su PBI en un
26%. El desempleo promedio trepó al 27 % y supera el 50% en las franjas
juveniles. Las jubilaciones y pensiones fueron brutalmente reducidas y
la pobreza afecta al 40% de la población infantil [3].
El
desmoronamiento que Argentina padeció en la acotada coyuntura del
2001-02 se ha extendido en Grecia a lo largo de seis años. También la
deuda helena ha trepado por encima de su equivalente latinoamericano.
Saltó del 100% (2008) al 174% (2014) del PBI.
Pero la principal
diferencia entre ambos casos radica en la transferencia del pasivo
griego a los estados de la Unión Europea. Los bancos acreedores
-especialmente alemanes y franceses- utilizaron las dos
reestructuraciones de la deuda para desprenderse de esa carga.
En
la actualidad el 60% de la deuda griega está en manos de una agencia
estatal-financiera del Viejo Continente (FEFF), otro 10% es manejado por
el FMI y el 6% restante es administrado por el Banco Central Europeo.
La estatización se consumó a través de una operación fraudulenta. Los
títulos fueron cotizados a precios elevados e intercambiados con grandes
auxilios crediticios.
Mientras que Argentina negoció sus
canjes con múltiples acreedores privados (2005), Grecia tramita su deuda
con la jefatura de la Unión Europea. Este manejo asume un carácter
político muy distinto a la operación económica que concretó el país
sudamericano.
En la esfera institucional las diferencias son
también muy marcadas. En ambos casos la estructura tradicional de
partidos, legisladores y funcionarios fue deglutida por la crisis. El
bipartidismo heleno de socialdemócratas y conservadores (PASOK-Nueva
Democracia) quedó tan incinerado, como el justicialismo menemista y la
UCR de Argentina.
Este último desplome arrastró a todo el
régimen vigente. El presidente De la Rúa fue eyectado de la Casa
Gobierno y cinco mandatarios gobernaron durante pocas semanas. Una
ruptura de esa envergadura no se consumó hasta ahora en Grecia.
El desenlace posterior también ha sido diferente. El viejo esquema
político fue reconstruido en Argentina durante la última década por los
gobiernos kirchneristas. Otorgaron importantes concesiones sociales y
democráticas para distender la ira popular y recomponer los intereses de
los grupos dominantes.
Como en Grecia nadie pudo implementar esa
restauración, la continuidad de la crisis condujo al ascenso de Tsipras
a la presidencia. Syriza no proviene de estructuras tradicionales como
el kirchnerismo justicialista. Es una fuerza alineada en la izquierda
radical que asume ideales anticapitalistas.
En este marco de
antecedentes y contextos tan distintos: ¿Puede Grecia lograr el mismo
desahogo económico que consiguió Argentina durante la última década?
Escenarios trastocados
Si la capacidad de negociación de un país dependiera exclusivamente de
su peso económico, a Grecia le resultaría muy difícil repetir la
trayectoria de su contraparte. Argentina es el quinto productor mundial
de alimentos, ejerce una influencia gravitante en el mercado de soja y
maneja recursos naturales apetecidos por todas las potencias. En cambio
Grecia se desenvuelve como una pequeña economía, en los márgenes de la
Unión Europea. Se caracteriza por una alta especialización en el turismo
y el transporte marítimo.
La pérdida de soberanía monetaria que
genera su pertenencia a la eurozona acentúa esas diferencias. Argentina
siempre mantuvo la administración autónoma de su deteriorada moneda.
Quedó favorecida, además, por un default de la deuda que blindó su
economía ante a las turbulencias de las finanzas internacionales. Por
eso negoció el canje de su deuda con menor presión de los banqueros y el
FMI.
Por el contrario Grecia está ubicada en un área estratégica
de la tormenta global. A pesar de su reducida participación en el PBI
europeo se encuentra muy integrada a todos los circuitos del Viejo
Continente. No bordea a la economía mundial, sino que conforma una
periferia directa del centro.
Esta localización explica la enorme
expectativa internacional que acompaña a la renegociación de su deuda.
Esa centralidad contrasta con la relativa indiferencia que rodeó al
desenlace del canje argentino durante el 2003-06.
El
protagonismo de Grecia ha quedado reforzado por la estatización de sus
pasivos. Mientras que el intercambio de los bonos argentinos fue
tramitado en forma convencional por funcionarios y banqueros, las
tratativas de la deuda helena son monitoreadas por Merkel y Hollande.
Resulta difícil determinar si esa gravitación aumenta o reduce el
margen de negociación del país. Pero es indudable que el establishment
europeo ha quedado desconcertado por el triunfo de Syriza. A diferencia
del 2012 no logró ningún resultado con las campañas para atemorizar a
los electores.
Incluso la unanimidad penalizadora del gran
capital hacia Grecia se ha quebrantado. Mientras que la Troika mantiene
su dureza tradicional, varios exponentes de las altas finanzas propician
negociaciones más contemplativas. La intransigencia de los c
onservadores germanos contrasta con la contemporización que exhiben los
políticos franceses.
Existe un creciente temor burgués a la
aparición de muchos Syrizas en Europa. La preocupación inmediata se
localiza en la oleada de protestas que comienza a proyectarse en España
al plano político. “Podemos” sintoniza con la juventud indignada y las
300.000 personas que celebraron en Madrid el triunfo de la izquierda
griega, anticipan una tendencia que podría extenderse a Irlanda,
Portugal o Francia.
Los temores que genera este posible aluvión
superan el susto precedente al contagio económico. La preocupación por
el impacto de un default griego sobre los bancos se ha reducido y la
propia victoria electoral de Syriza no alteró el comportamiento habitual
de las Bolsas.
Esta distensión refleja cierto alivio general de
las finanzas continentales. El dogma deflacionario de Merkel enfrenta
un techo y con el Plan Draghi ha comenzado el aflojamiento monetario. En
el Viejo Continente se perfila una repetición de los mecanismos de alta
emisión (Quantitative Easing) que utilizó Estados Unidos para lidiar
con la crisis.
Por otra parte, Grecia ha quedado situada en el
medio de las nuevas tensiones geopolíticas que provoca el conflicto
ucraniano. En el nuevo mapa Syriza cuenta con la inédita posibilidad de
recostarse sobre Rusia, para contrarrestar las presiones de la Troika.
El
triunfo de la izquierda griega aporta, además, un contrapeso a la
oleada de islamofobia reaccionaria, que sucedió al atentado contra
Charly Hebdo. Syriza encara una esperanza progresista que puede
inaugurar un giro mayúsculo en el continente. Por eso resulta útil
extender las comparaciones a lo ocurrido en Sudamérica.
Contrapuntos regionales
Tsipras
inició su gestión con medidas de reparación a los desposeídos que
desconocen las imposiciones de la Troika (Memorándum). Restableció la
electricidad a 300.000 hogares carenciados, fijó un nuevo salario mínimo
y decretó la readmisión de 3.500 trabajadores despedidos. Disolvió,
además, el órgano creado para las privatizaciones y suspendió la venta
de los puertos de Tesalónica y El Pireo.
Con este debut Syriza
confirmó su disposición a implementar una política económica de ruptura,
muy distante de la continuidad inicial que mantuvo Kirchner. En
Argentina, esa preservación de programas y ministros de la gestión
previa (Duhalde- Lavagna) permitió coronar la depuración de capitales,
iniciada con la mega-devaluación del 2002.
La atadura a las
pautas deflacionarias del euro impidió a los gobiernos del PASOK y la ND
realizar este tipo de limpiezas, que los capitalistas utilizan para
recomponer la rentabilidad de sus negocios a costa del salario.
Syriza
siempre contrapuso alternativas progresistas a cualquiera de estos
ajustes regresivos. Pero la implementación actual de su programa exige
alterar las relaciones de fuerzas. La coalición llegó al gobierno al
cabo de una intensa lucha social, pero concretó su ascenso en una
coyuntura de reflujo. Necesita proyectar su victoria electoral a las
calles y a la balanza de poder.
También en este terreno la
situación difiere de lo ocurrido en Argentina. En ese país la rebelión
del 2001 introdujo un drástico cambio a favor del campo popular. El
kirchnerismo asumió el gobierno aceptando ese giro político-social
impuesto por la lucha de los piqueteros y la clase media.
Las
semejanzas de Grecia con lo vivido en Argentina son más significativas
en el terreno regional. Es evidente que la recuperación de conquistas
exige un contexto europeo más permeable a los intereses populares.
Recurriendo a la imaginación se podría concebir al triunfo de Syriza
como un acontecimiento equivalente a la victoria lograda por Chávez en
1999. Ese triunfo fue sucedido por sublevaciones populares exitosas
(Argentina, Ecuador, Bolivia) y victorias contra la derecha en varios
comicios sudamericanos.
Estos procesos determinaron la
singularidad de una región, que durante la última década registró
dinámicas contrapuestas a la ofensiva neoliberal. En el marco creado por
la valorización de las exportaciones primarias, ese escenario político
permitió frenar los atropellos de los capitalistas.
¿Se repetirá
esa secuencia en la periferia europea? ¿Lograrán revertir el apriete
deflacionario que impone el euro? ¿Construirán resistencias semejantes
al movimiento que en Sudamérica contuvo al ALCA?
La prioridad de
la derecha es abortar estas posibilidades contraponiendo a Grecia con el
resto de Europa. Los conservadores difaman al pueblo heleno,
presentando los vicios de la burocracia y los capitalistas (corrupción,
estafas, irresponsabilidad financiera), como un ADN de toda la sociedad.
Insultos muy parecidos suelen difundir los periódicos estadounidenses
contra varias naciones latinoamericanas.
Un conocido experto en
estas manipulaciones repite el libreto imperial, hostigando a los
griegos que “han optado por el harakiri” y la copia del “populismo
venezolano”. Con esa inversión de la realidad atribuye connotaciones
suicidas al primer intento de remontar el crimen social perpetrado por
la Troika [4].
Afortunadamente estas infamias pierden
peso frente a la creciente solidaridad con Grecia que se verifica a
ambos lados del Atlántico. La defensa de Syriza y del proceso
bolivariano confluye en una misma resistencia contra las agresiones
imperiales [5].
Los dilemas de la negociación
La
apuesta de máxima en la negociación griega con los acreedores es lograr
una quita del pasivo, semejante a la obtenida por Alemania Federal en
1953. Tsipras remarca este antecedente, para recordar la deuda económica
y moral que mantiene la potencia germana por los crímenes cometidos
durante la ocupación nazi. El tono explícitamente político de esta
exigencia corrobora las diferencias con la negociación argentina de la
década pasada.
Partiendo de una eliminación sustancial del
pasivo, la dirección de Syriza pone sobre el tablero un variado paquete
de quitas, refinanciaciones y pagos condicionados al crecimiento. Estas
alternativas incluyen mayores erogaciones solventadas con impuestos a
los capitalistas locales o cancelaciones más reducidas del pasivo, si no
se instrumenta una reforma fiscal progresiva.
Tspiras confía en
ganar esta pulseada. Estima que la amenaza de radicalización que
encarna Syriza doblará el codo de los acreedores. Resalta la paradójica
fortaleza que tienen los débiles, en las coyunturas que gran división de
los poderosos. Espera reforzar la influencia continental de David
frente a Goliath, en las prolongadas negociaciones que se avecinan.
Pero
la gestación de este escenario requiere sortear el ahogo que imponen
los vencimientos inmediatos de la deuda. Por eso el nuevo gobierno
reclama la concesión de un crédito puente de seis meses. En ese lapso se
reforzaría la campaña de desafío a la Troika que ya inició el ministro
Varoufakis.
Algunos analistas estiman que Grecia no podrá
conseguir la quita otorgada a Alemania en 1953. Señalan que el país es
un deudor enfrentado y no asociado con los acreedores. Recuerdan que los
gobiernos occidentales perdonaron la deuda germana durante la
posguerra, para reconstruir una economía clave en su batalla contra el
comunismo. Posteriormente el gobierno estadounidense incentivó alivios
semejantes a favor de gobiernos subordinados (Egipto) o títeres (Irak).
Es indudable que Grecia se ubica actualmente en las antípodas de esas
situaciones.
Sin embargo, todos estos antecedentes comparten la
preeminencia de prioridades políticas sobre consideraciones económicas,
en el manejo de una deuda. Por esa razón resulta imprevisible el
sendero que transitará el pasivo heleno.
En los últimos años las
renegociaciones fueron sinónimo de ajuste. La agenda que tenía prevista
la Troika para el país implicaba la refinanciación de los vencimientos
(21.000 millones de euros), a cambio de mayores despidos y
privatizaciones. En la nueva coyuntura, el mismo término de
renegociación alude a una disputa real por quién pagará los agujeros de
la deuda.
Pero es evidente que una estrategia para doblegar a la
Troika debe contemplar respuestas a una posible intransigencia de los
acreedores. ¿Qué hacer si exigen la continuidad del apriete?
Un
anticipo de esta eventual virulencia es el anunciado corte del
financiamiento a los bancos griegos por parte del BCE. Si se cierra esa
canilla de liquidez, las entidades helenas deberán sobrevivir
recurriendo a costosos fondos previstos para situaciones de emergencia.
Esta
traumática dependencia financiera impediría los seis meses de tregua
que propone Tsipras. Las tensiones bancarias podrían agravarse
adicionalmente, si se dispara la fuga de capital que sobrevoló al
triunfo electoral de la izquierda. En pocas semanas desaparecieron
montos equivalentes a todo lo ingresado durante el 2014.
En este
terreno la experiencia argentina es aleccionadora, puesto que el
traumático corralito del 2001-02 sucedió a una furibunda salida de
fondos. Este tipo de hemorragias debe ser contenido antes que se
destruyan las reservas y los recursos en divisas. Sólo un detallado
proyecto de nacionalización de los bancos y control de los movimientos
de capitales permitiría lidiar con esa crisis.
Se pueden
formular incontables especulaciones sobre la actitud final que asumirá
la Troika, pero resulta indispensable contar con un Plan B, para
continuar las negociaciones con reservas protegidas y un sistema
bancario en operaciones. Como se demostró en Chipre en el 2013 los
acreedores son chantajistas que juegan a varias puntas.
Las alternativas de la pulseada
Siryza
enfrentará dilemas semejantes si decide asumir las propuestas de la
consultora Lazard. Ese plan promueve eliminar un tercio del pasivo y
subdividir la carga restante en dos porciones. Una parte sería canjeada
por títulos ajustados al crecimiento que determinarían pagos a partir de
cierto porcentaje de expansión del PBI. Otro segmento quedaría
consolidado como una deuda de larguísimo plazo, sujeta a una tasa de
interés a concertar. Se supone que esta reestructuración dejaría el
pasivo en un techo del 120 % del PIB [6].
Pero ese
porcentual implicaría un nivel que obstruiría el desenvolvimiento de la
economía griega. El promedio predominante al concluir el canje argentino
rondaba en la mitad de ese porcentual. La experiencia del Cono Sur
también indica que los bonos atados al crecimiento son un arma de doble
filo. Pueden entrañar onerosos pagos financiados con mayor endeudamiento
interno. Las tasas de interés de todas las operaciones en juego
constituyen otro riesgo significativo.
Como cualquier
negociación incluirá adversidades de ese tipo resultaría importante
implementar una auditoría para clarificar el origen y la legitimidad del
pasivo. Esta revisión refutaría todos los argumentos neoliberales, al
demostrar que la deuda se desbordó por las estafas perpetradas por los
banqueros.
Resulta posible implementar la auditoría con cierta
facilidad, puesto el 80 % del pasivo está en manos de la troika y se
remonta a lo sumo al año 2010. Una rápida inspección ilustraría cómo la
escandalosa subvención a los bancos se consumó violando las normas del
BCE. La auditoría demostraría, además, la gravitación de los gastos
militares en el pasivo previo y las fortunas amasadas por los
contratistas extranjeros en esas operaciones [7].
En
Argentina nunca se realizó esa auditoría y las investigaciones parciales
durmieron en los Tribunales y el Congreso. Por esta razón los canjes se
consumaron aceptando la validez de títulos sin respaldo. Este fraude
salió nuevamente a flote durante la reciente crisis con los Fondos
Buitres. Los especuladores exigen millones por los papeles carentes de
legitimidad que adquirieron a cambio de moneditas.
Pero la
auditoria constituye tan sólo una pieza de un complejo paquete de
medidas en múltiples frentes. Demostrar la inconsistencia de la deuda
contribuye a elevar la conciencia de la población, pero no resuelve los
dilemas que enfrenta la resistencia al Memorándum [8].
Esta batalla exige la misma inteligencia que las respuestas elaboradas
frente a las amenazas de expulsar al país del euro. Syriza ha enfrentado
acertadamente esta presión, proclamando su intención de permanecer en
el circuito monetario, sin aceptar “ningún sacrificio por el euro”. Con
esa definición ha evitado la falsa contraposición entre salir o
permanecer en la eurozona, como si fuera una opción voluntaria de los
griegos. La responsabilidad del problema recae sobre los acreedores. Son
ellos quienes deben arriesgarse a echar al país de la moneda común.
Mantenerse
dentro del euro aceptando el ajuste es tan nocivo como reintroducir el
viejo dracma al cabo de una gran devaluación. Ambos caminos obstruirían
los alivios económico-sociales que promueve Syriza. La solución al
dilema monetario no puede anticiparse y surgirá de la propia batalla en
curso.
Quiénes suponen que Grecia podría repetir la
mega-devaluación argentina del 2001-02 para incentivar un ciclo de
crecimiento sostenido, olvidan los traumáticos efectos sociales de esa
medida. La recuperación de la economía sudamericana sólo fue
lateralmente incentivada por el fin de la convertibilidad. Ese repunte
obedeció principalmente a la peculiar inserción del país en los
valorizados mercados de materias primas.
Lecciones para la izquierda
Finalmente cabe considerar una analogía inversa: ¿Qué enseña Syriza a la izquierda argentina?
Constituye ante todo el modelo de construcción política que se frustró
en el 2001-03. Esa posibilidad quedó neutralizada por el surgimiento de
un liderazgo kirchnerista, que canalizó y desactivó la protesta popular.
Pero lo que no emergió hace una década vuelve a cobrar forma en la
actualidad. La necesidad de crear una gran fuerza de izquierda ya no
deriva de la catástrofe económica o el desplome del bipartidismo. Es el
corolario de una década de experiencias con los gobiernos de Néstor y
Cristina.
El descontento con las limitaciones de ese ciclo ha
potenciado el afianzamiento de varias alternativas derechistas (Macri,
Massa, Scioli, Binner, Cobos). Pero el mismo proceso induce al
surgimiento de opciones de izquierda. Lo ocurrido en Grecia aporta un
nuevo aliento para esta segunda alternativa.
Syriza empalma con
experiencias populares en Venezuela y Bolivia que son más cercanas a la
realidad argentina. Pero en los tres casos se verifica el mismo arribo
al gobierno de coaliciones de izquierda, que chocan con las clases
dominantes y el imperialismo.
Alcanzar la presidencia y obtener
mayorías parlamentarias constituye el primer paso de una batalla
anticapitalista, que avanzará construyendo el poder popular requerido
para conquistar el estado y la hegemonía de la sociedad [9].
Syriza demostró cómo progresar exhibiendo la ambición de gobernar. No
se limitó a denunciar el orden imperante o a resistir los atropellos del
capital. Su vocación de llegar a la presidencia fue percibida por la
población, luego del gran salto electoral logrado hace dos años. La
coalición se afianzó, gestionó municipios, incorporó pensadores y
elaboró un programa más definido.
Pero el debut gubernamental de
Syriza también ilustra las disyuntivas que genera el comienzo electoral
de una batalla por el poder. Este sendero exige definir prioridades y
aceptar compromisos. Un ejemplo de esta conducta es la postura asumida
frente a la OTAN. Cortar vínculos con ese organismo persiste como un
objetivo que no resulta aplicable en lo inmediato. Los primeros
esfuerzos están concentrados en la pulseada económica y no en el
desmantelamiento de las bases norteamericanas.
Otro ejemplo de
la misma actitud es el convenio concertado con la formación nacionalista
ANEL, ante el rechazo del Partido Comunista (KKE) a participar en el
gobierno. Esta decisión fue compensada con medidas de resguardo
(viceministros propios en áreas compartidas) e iniciativas democráticas
en terrenos conflictivos (concesión de la nacionalidad a los hijos de
inmigrantes). Pero lo acordado con ANEL limita las puniciones a los
privilegios de la iglesia y el ejército. Es importante tomar nota de
este tipo de concesiones, si se considera con alguna seriedad proyectos
de acceso electoral al gobierno.
Syriza ilustra cómo construir
un alineamiento en la izquierda superando la división y el sectarismo.
En Grecia confluyeron corrientes provenientes del socialismo, el
eurocomunismo y el trotskismo. Esta convergencia se radicalizó asumiendo
un nítido perfil anticapitalista, que dejó atrás la experiencia previa
del Sinaspismos. La vertiente interna más radical dentro de Syriza
(Plataforma de Izquierda) cuenta con figuras muy reconocidas y reúne al
30% de los afilados [10].
La coalición griega retrata
cursos posibles para la izquierda argentina. El frente maduró en la
lucha contra las corrientes que promovían el empalme con personajes de
la socialdemocracia (PASOK), semejantes a los apadrinados por la
centroizquierda anti-k (Binner).
Syriza batalló también contra
una corriente sectaria muy arraigada (KKE), que exhibe los mismos vicios
que numerosas vertientes de la izquierda argentina. Contrapone su
propia construcción a cualquier alianza con agrupamientos afines y se
niega a participar en la administración de Tsipras. Sus críticas al
nuevo gobierno se parecen a los cuestionamientos esgrimidos en nuestro
país contra Chávez-Maduro o Evo Morales.
Syriza aporta también
un buen ejemplo de convivencia entre diferentes culturas de la
izquierda. Ha integrado a la vieja generación que combatió a la
dictadura de los coroneles con las nuevas camadas que encarna Tsipras.
En
la coyuntura argentina actual el agrupamiento mejor posicionado para
intentar una construcción semejante a Syriza es el FIT. Se ha convertido
en la principal fuerza de la izquierda, canaliza el descontento
radicalizado y se encuentra bien ubicado para la próxima confrontación
electoral.
Pero la gran paradoja de esta situación es la
hostilidad de muchos componentes del FIT hacia Syriza. Este rechazo
presenta distintos grados de explicitación y se expresa en la mixtura de
cuestionamientos y felicitaciones que transmitieron al nuevo gobierno.
Esta reacción no es la primera, ni la única contradicción que afronta el
FIT. Lo importante es registrar si encontrará algún camino para zanjar
esa ambivalencia.
Notas
[1] Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz
[2]
Una revisión de estas opiniones en nuestros artículos sobre el tema:
Katz, Claudio, “Grecia 2010, Argentina 2001”, www.cadtm.org, 25-10-
2010. “Lecciones de Argentina para Grecia”, katz.lahaine.org, 24-7-2011.
[3] Lapavitsas, C., y Munevar, D. “Greece Needs a Deep Debt Write Off.” cadtm.org. octubre 2014. Navarro, Vicenç. “ El escándalo y latrocinio de la deuda griega”, www.universitatprogressista.org, 3-2-2015 .
[4] Vargas Llosa, Mario, “Grecia, el harakiri de un país”, elpais.com, 8-2-2015. [5]
Dos ejemplos de esta acción son el manifiesto de 300 economistas con
Grecia y la semana mundial de solidaridad con la revolución bolivariana.
Ver: “Nous sommes avec la Grèce”, Syriza-fr.org/ 2015 y [email protected] ,11-2-2015 .
[6] Husson, Michel “Grèce: le bras de fer est engagé”, al encontre .org, 8-2-2015.
[7] Toussaint, Éric . “Syriza: un grano de arena en el engranaje”, cadtm.org/ 4-2-2015.
[8] Un debate sobre este problema en: Louçã, Francisco; Toussaint, Eric, Álvarez, Ignacio; Katrougalos, Georgios. “La deuda: ¿Qué estrategias podemos desarrollar en Europa?”. cadtm.org/, 27-1-2015.
[9] Una relectura de Poulantzas resulta más oportuna que la consulta de Laclau para redefinir esta estrategia socialista. Ver: Kouvelakis, Stathis. “Entrevista”, revista Jacobin, www.jacobinmag.com/2015/01.
[10] Ntavanellos, Antonis, “Entrevista” A l´encontre, www.vientosur.info, 7-1-2015.
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