Esteban Morales
Sin dudas, lo ocurrido el 17 de diciembre, al declarar Obama la posibilidad de un cambio de política hacia Cuba, ha dejado descolocada a la disidencia contrarrevolucionaria interna. Otrora pieza funcional de la política agresiva de Estados Unidos contra Cuba.
Como ya hemos expresado, la contrarrevolución cubana no existe ni nunca existió. La política de Estados Unidos la asesino en la cuna. No la dejo nacer.
La contrarrevolución, como la disidencia política, pueden ser legítimas. Pueden oponerse a la revolución, defendiendo los intereses de un sector social que se le enfrenta. Es decir, defienden los intereses de una clase opositora que ha perdido el poder y desea recuperarlo. Lo hacen con un programa, un discurso político, líderes y masa. Lamentablemente, la disidencia contrarrevolucionaria llamada cubana, no dispone de nada de eso. La política norteamericana, al utilizar a los potenciales contrarrevolucionarios como asalariados, los deslegitimo desde el principio, convirtiéndolos en mercenarios al servicio de una potencia extranjera. Por eso no han logrado ni lograran nunca ser exitosos en su empeño por arrebatar el poder político de manos de las fuerzas revolucionarias en Cuba.
El descoloque de la disidencia contrarrevolucionaria aumenta, cuando constituyen hoy el sector que más se opone a la actual agenda del presidente Obama con Cuba.
Obama hace ingentes esfuerzos porque estos elementos comprendan que están equivocados, que hay que renunciar a las viejas formas de hacer política contra Cuba. Que se hace necesario perfilar las tácticas, manteniendo la misma estrategia. Que los cambios de política que se están proponiendo no niegan los objetivos estratégicos de Estados Unidos que siempre han existido con Cuba.
Pero la que ya es la vieja disidencia contrarrevolucionaria insiste. Vivieron mucho tiempo de la actividad contrarrevolucionaria y no quieren abandonarla, pues para ellos el lucrativo negocio contrarrevolucionario debe continuar. No se percatan de que el contexto político comienza a cambiar y que debieran adaptarse a ello. Pero por las actitudes que se le observan se aprecia muy claramente que no están dispuestos a modificar en nada lo que vienen haciendo hasta ahora.
Por eso considero que a la administración Obama no le va a quedar más remedio que prescindir de ellos. Buscando nuevos interlocutores que les permitan cumplir sus objetivos de subvertir internamente a Cuba, pero con tácticas diferentes. Pues los que han tratado de jugar ese papel hasta ahora ya están agotados. Carecen de todo prestigio, no tienen poder alguno de convocatoria, solo piensan en el dinero que reciben, por el cual tiene frecuentes altercados. No tiene funcionalidad ninguna dentro de una situación en la que Estados Unidos pretende alcanzar sus objetivos, sin afectar el camino hacia lo que podría ser considerado un proceso de “normalización” de las relaciones entre ambos países.
La no invitación de esa disidencia a los actos oficiales de la apertura de la embajada norteamericana, resulta ser una señal muy evidente de que la administración de Obama no quería afectar el ambiente existente. Lo cual es expresión también de un alejamiento.
A mi juicio, aunque Estados Unidos va a continuar dándoles apoyo a estas organizaciones y cabecillas, de diferentes formas, para lo cual tiene fondos aprobados que únicamente pueden ser utilizados para sustentar esta política, va a calibrar ese apoyo, de manera que no perjudique el actual proceso de “normalización” en curso. Pues la apuesta estratégica de la administración norteamericana, estimo va a dirigirse hacia la búsqueda de aliados y base social de apoyo en los sectores emergentes de la sociedad cubana: empresarios, profesionales, artistas, periodistas, cooperativistas, intelectuales, jóvenes, religiosos, (en lo que no se excluye tampoco a funcionarios del gobierno, el Partido, las organizaciones de masas, e incluso de las fuerzas armadas y la Seguridad); para la captación de líderes en esos sectores, con más credibilidad, capacidad social y política , e incluso con otras motivaciones que no sean solo el pago directo de un estipendio en dólares y la solución de una visa para emigrar, que han sido hasta hoy las dos motivaciones básicas para el reclutamiento de los ya gastados y desprestigiados “camajanes” de la disidencia mercenaria. La administración Obama va a aplicar también, a su manera, “el cambio de mentalidad” en su estrategia diplomática y operativa para relacionarse con la sociedad cubana.
De tal modo, que la disidencia contrarrevolucionaria tendrá que cambiar para poder ganarse un espacio dentro de la nueva política. O estas personas cambian, o se verán desplazados por aquellos, que comprendiendo la nueva estrategia norteamericana, se sumen oportunistamente al cumplimiento de sus propósitos.
Entonces bajo el nuevo contexto y métodos de la política hacia Cuba, esta última disidencia deberá adaptarse obligatoriamente a las nuevas tácticas de la política que la administración deberá seguir durante el largo y complejo camino a recorrer para la normalización de las relaciones.
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