No hay errores: es una estrategia de guerra. Por Sara Rosenberg
Es
importante tener memoria y relacionar los hechos para comprender que
nada sucede de una manera casual o por error como insisten en hacernos
creer los medios de desinformación occidentales. No es fácil aceptar que
el crimen sea el corazón del sistema capitalista llamado democrático. Y
no verlo o no querer verlo sólo posterga su hundimiento. Confundir y
hacer olvidar cómo actúa el imperio -y cómo ha actuado siempre- forma
parte de la estrategia de debilitamiento de los pueblos, tanto de
aquellos que son agredidos de manera directa como de las poblaciones de
los países miembros de la OTAN que desconocen el alcance de las guerras
en que están involucrados.
Los pueblos con memoria son invencibles porque son dueños de su historia y por lo tanto de su futuro.
Cuando
pregunto a cualquier persona –en Europa- si sabe en qué guerra está
participando el gobierno de su país, a quien supuestamente han votado -o
no-, responden que son ciudadanos de países en paz, donde la guerra ya
pasó. Muy pocos saben que su trabajo y sus impuestos y sobre todo su
pasividad alimentan una maquinaria terrorista y criminal que no conoce
la legalidad ni los acuerdos de paz o de tregua. Una maquinaria de
guerra que se nutre con más guerra y que no acepta ni aceptará jamás una
paz que seguramente esos ciudadanos europeos suponen que existe cuando
votan para ser supuestamente representados en parlamentos que ocultan la
guerra constante, la barbarie imperial y colonial.
La
estrategia imperialista se asienta sobre la tergiversación y la falta de
curiosidad y / o conocimiento sobre la guerra actual que los gobiernos
asociados en la OTAN llevan adelante. Y el discurso del olvido –el
blanqueamiento- necesita presentar cada acto de guerra separado de sus
causas y separado de las razones de otras guerras que son parte de la
misma y larga guerra que el imperio lleva adelante desde el fin de la
segunda guerra mundial. La justificación para crear la OTAN en 1949 fue
la custodia de la paz. Pero la guerra ha sido su objetivo real. La
guerra contra la Unión soviética y contra cualquier posibilidad de
transformación del sistema capitalista.
La lista de
agresiones es inmensa y constante desde Hiroshima a la Siria de hoy,
donde se está librando un guerra sin cuartel contra el mismo enemigo de
siempre: Estados Unidos, -comandante en jefe de la OTAN- y sus aliados .
Fuerzas militares y financieras que hoy operan disfrazadas y a través
de ejércitos interpuestos, tal es el caso del Daesh, una hidra que
tiene muchas cabezas en diversos territorios. Es una estrategia de
camuflaje que le permite violar la legalidad y actuar como el cristal de
la barbarie sin limite que el capitalismo produce y propagandiza a
través de su inmenso aparato ideológico; es un enemigo mutante y que
cuenta con la amnesia y la destrucción programada de cualquier
resistencia ideológica dentro de los países involucrados en la guerra.
El Departamento de Defensa de Estados Unidos define las operaciones psicológicas (PsyOp) orquestadas por las unidades especiales y los servicios de inteligencia estadounidenses como «operaciones
planificadas para influir, mediante determinadas informaciones, sobre
las emociones y motivaciones y por consiguiente sobre el comportamiento
de la opinión pública, organizaciones y gobiernos extranjeros, para
inducirlos o fortalecer actitudes favorables a los objetivos previamente
estipulados».
Por eso
exactamente es urgente relacionar los hechos y no olvidar para poder
resistir esta avalancha informativa cuyo objetivo es nuestro desarme a
través del miedo. La guerra imperialista usa un traje nuevo cada día,
pero es el mismo traje ya podrido por la sangre acumulada; un traje
diseñado a medida –tal como la moda de temporada- para ocultar el mismo
cuerpo del delito que el pentágono y la banca llaman necesidad del
sistema. El capitalismo actual es financiero-militar, es capitalismo de
guerra y desposesión. Y el camuflaje de esta temporada es el de los
“errores”.
Irak fue
invadida y destrozada con la excusa de que Sadam Husein poseía armas de
destrucción masiva; un millón y medio de muertos, cientos de miles de
heridos y un país arrasado, son el resultado de la gran mentira por la
que un cínico Blair se disculpó y se atrevió a decir que “fue un error”.
Bush y Aznar, que completan el trío criminal de las Azores que declaró
la guerra, ni siquiera se han disculpado y lo que es peor aún, no han
sido juzgados por crímenes contra la humanidad.
No hay
errores, ni los hubo en Yugoslavia, Afganistán, Libia, Sudan, Palestina,
Mali, y ahora en la larga guerra contra Siria. No son casos aislados,
es una estrategia muy articulada para una guerra cuyo objetivo final es
China, y que necesita aniquilar a Rusia y a aquellos países aliados a
otro bloque económico que desde hace tiempo está poniendo en cuestión la
economía unipolar dirigida por Estados Unidos, cuya crisis estructural
solo puede solventarse con la extensión de la guerra.
Esta guerra
constante y abierta, me refiero a la guerra convencional, tiene también
otra cabeza de hidra y otro método. Es la guerra que el imperio
desarrolla sin pausa contra Cuba y contra los gobiernos progresistas de
América Latina. Usa otras armas y otros trajes pero forma parte de la
misma estrategia del capitalismo internacional que sólo puede sobrevivir
a través de la extensión de estos conflictos.
No hay
errores, hay una estrategia de guerra mundial continuada, solapada,
oscura y que se invisibiliza en los países que participan en ella como
potencias agresoras. Amparados en una democracia inexistente pero que
les sirve para perpetuar el crimen, los señores de la guerra son
maestros del discurso sobre la libertad mientras ejercen el más feroz
totalitarismo.
Las
fronteras de Europa están valladas, las fábricas de alambre y de
cuchillas crecen, los muros son cada vez más extensos y los campos de
concentración, las cárceles y los sistemas de seguridad, la explotación
esclavista y la trata de personas ya son parte del PIB. La tragedia es
que los ciudadanos de Europa y Estados Unidos han terminado por
confundir libertad con consumo. Vida con muerte. La estrategia del miedo
ha dado resultado. La desmemoria y la barbarie han echado raíces. Y
por eso nadie ha salido a la calle cuando esta semana Estados Unidos
bombardeó una vez más “por error” al pueblo sirio, después de haber
firmado este 9 de septiembre una tregua en Siria. Cinco días después, el
17, el gobierno de Washington bombardea al ejercito sirio, asesina a
83 militares y deja un tendal de heridos. Es una operación clásica de
pinza de la guerra convencional, ya que el ejercito sirio apoyado por
Rusia está combatiendo al Estado islámico, aliado y financiado por
Estados Unidos.
La
justificación de Estados Unidos es la misma que en otras muchas
ocasiones que no podemos olvidar: es un “error no intencional.” Pero
esto sólo prueba una vez más que el derecho internacional, las treguas o
los acuerdos de paz no existen si los firma el gobierno de Estados
Unidos.
El
representante permanente de Rusia ante la ONU, Vitaly Churquin señaló
que este bombardeo violó, además, dos compromisos asumidos por
Washington “el primero, acordado con nosotros en febrero del 2016 y
confirmado en los últimos días, fue cesar acciones militares, y el
segundo compromiso dado a Damasco a inicios de la operación aérea en el
cielo de Siria fue de que los estadounidenses no atacarían al Ejército
sirio”.
También la
visita de Obama a Cuba estuvo llena de promesas falsas y de propaganda
abierta contra el pueblo y el gobierno soberano de Cuba. Una vez más se
discutió el fin del bloqueo y el cierre del campo de torturas de
Guantánamo, entre otras cosas. Un sonriente y cínico Obama agitó las
banderas de la libertad y de la paz, pero ninguna de las promesas que
hizo se cumplieron, ni se cumplirán.
Con total
desvergüenza el representante de las corporaciones financiero-militares
habló de presos políticos y de derechos humanos y libertad que son
violados permanentemente en Estados Unidos, donde cárceles están llenas
de víctimas de la desigualdad social y donde cada día se asesina
impunemente a un negro o a un pobre, que son casi lo mismo. Un país
donde la violencia no conoce límite mientras el presidente hace luz de
gas al mundo en nombre de una democracia maltrecha que no puede dar
ninguna lección y menos una lección de decencia.
Para eso
tienen un aparato cultural capaz de trastocar los valores, alienar y
generar millones de espectadores pasivos del producto estrella: la
violencia. Lo han naturalizado de tal forma que las masas aplauden la
muerte por capítulos y esperan ansiosas su dosis de adrenalina virtual
cotidiana.
La guerra
es su negocio más boyante. Y para eso, ya naturalizada la violencia a
través del inmenso aparato ideológico, venden protección contra el
terrorismo y venden además seguridad. El negocio es redondo. La fusión
Monsanto-Bayer- Blackwater / Academie son un paradigma empresarial. Un
retrato de época.
Pero los
muros y los campos de concentración crecen proporcionalmente a la
extensión de las operaciones militares abiertas, encubiertas o por
“error”. El control dentro de los muros de la “sociedad democrática”
crece en una proporción parecida. El muro tiene dos caras y ambas son
útiles al imperialismo que gracias a un aparato ideológico y mediático
de gran precisión separa las dos caras del muro e impide la unidad de
los pueblos en contra de la guerra que es una guerra de clase, ni
religiosa ni étnica, ni sexual ni diversa, ni de especies ni de razas,
es guerra de desposesión como única alternativa de supervivencia del
sistema de explotación y control que la gran empresa bélica necesita.
El miedo y
el desconocimiento del carácter constante e internacional de esta guerra
que hunde sus raíces en la hegemonía estadounidense lograda después de
la segunda guerra mundial favorece al terrorismo dirigido y financiado
por el pentágono y el gobierno de Estados Unidos y sus aliados.
Por eso
ahora más que nunca es necesario construir un gran movimiento
internacional contra la guerra imperialista, en cada rincón del planeta
hemos de ser capaces de detener esta monstruosa maquinaria de muerte y
hemos de hacerlo sabiendo que de nuestra acción depende ya no sólo la
vida de los pueblos que hoy sufren la barbarie imperial de manera
directa, como es el caso del pueblo Sirio que resiste heroicamente, sino
que de esa gran unidad antiimperialista depende la vida entera de la
especie humana en este planeta.
Mientras los
señores de la guerra, los que han hecho de la guerra el negocio más
rentable sigan manejando nuestras vidas y pudriendo nuestra razón de
existir estaremos condenados a obedecer al totalitarismo que los medios
llaman cínicamente democracia y libertad.
Si los
ciudadanos satisfechos e hiper explotados de una Europa que se derrumba
no despiertan, el muro que están construyendo en las fronteras en nombre
de la seguridad caerá sobre ellos mismos y será tarde para recoger de
los escombros la urgente necesidad de unidad entre los explotados del
mundo. La avalancha negra y árabe a la que tanto temen y con la que
tanto trafica el poder es el resultado de esta guerra constante que se
sostiene con el silencio y el trabajo de los que están adentro de los
muros.
Construir un
movimiento internacional y antiimperialista contra la guerra –la misma
guerra contra la humanidad- es urgente, es ahora, porque si somos
capaces de detenerlos y horadar su cínico discurso, seremos capaces de
construir otro tipo de sociedad, más justa y más humana. El miedo sólo
engendra monstruos. O como escribió Goya al pie de un dibujo, apelando a
la necesidad de la razón, o el conocimiento, o la conciencia: “el sueño
de la razón engendra monstruos”. Y en Europa el monstruo –la sin
razón- camina con los pies de un renovado fascismo, aunque pretenda
disfrazarse de democracia parlamentaria.
21 de septiembre 2016.