Portavoz del Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas (CADTM), Éric Toussaint recorre el mundo para apoyar los movimientos de izquierda que militan por la anulación de la deuda de sus países y otras políticas progresistas. Militante comprometido en la izquierda radical desde hace mucho tiempo, conoce bien la situación de Grecia, España y Portugal y combate firmemente las políticas europeas de austeridad que empobrecen a los pueblos.
¿Puede decirnos algunas palabras sobre su trayectoria política?
Desde los 16 años milito en la izquierda radical en Bélgica. Me uní a la IV Internacional a esa temprana edad y fui líder de luchas estudiantiles entre 1968 y 1973. Después fui profesor en Lieja entre 1975 y 1994 y ejercí responsabilidades sindicales en la CGSP-Enseñanza. También fui profesor en la escuela de militantes sindicalista de la FGBT (un sindicato interprofesional que cuenta con más de un millón de miembros). Desde los años 70 hasta ahora he participado en varios intentos de agrupamiento de movimientos políticos. En 1976 la Unión Progresista (en el marco de las elecciones comunales) era una alianza entre el Grupo Político de los Trabajadores Cristianos (GPTC), la Liga Revolucionaria de los Trabajadores (LTR, convertida después en el POS y más tarde en la LCR), donde fui uno de los animadores, así como una persona comprometida en medios culturales y sociales.
El segundo período, muy rico, fue el de la creación de Izquierdas Unidas, en el 93-94, que se presentó a las elecciones europeas con militantes del POS, del Partido comunista, de los sindicalistas y personalidades como Lise Thiry, Pierre Galand e isabelle Stengers. Después Otra Izquierda es Posible en 2006, más tarde el Frente de las Izquierdas en 2009-2010 y etcétera. En 2014 me propusieron que me presentase en las listas PTB-GO y presté mi apoyo sin ser candidato. La orientación del PTB sobre la deuda me parecía muy moderada. Hay que señalar también que desde que se fundó el CADTM en 1990 su actuación y desarrollo son mis prioridades.
¿Cómo nacieron los partidos de izquierda radical en Grecia, España y Portugal?
Hay un claro punto en común entre Syriza (Grecia) y el Bloco (Portugal).
Syriza, que significa Coalición de Izquierda Radical, nació una docena de años después de que los militantes se distanciasen del Partido Comunista de tradición stalinista, el KKE (por otra parte hay otro Partido Comunista de tendencia eurocomunista) tras su participación en el Gobierno en 1989 con Nueva Democracia, el principal partido de la derecha. Era un gobierno contra natura que produjo un traumatismo, en particular de una parte de la juventud que optó por dejar el PC. En el origen Syriza se formó, a partir de 2003, agrupando una docena de diversas organizaciones procedentes de tres orientaciones históricas: comunistas cercanos a Moscú, trotskistas y maoístas.
El Bloco fue formado por una parte del Partido Comunista (bastante estalinista) que abandonó este para constituir con una organización maoísta (UDP) el Frente de Izquierda (Bloco de Esquerda).
Existe claramente un punto común entre Grecia y Portugal.
En España es diferente (sin estar totalmente alejado) porque Podemos es una de las prolongaciones del movimiento de los indignados de 2011. Un sector de ese movimiento consideró que había que constituir una organización política. Hay un punto de encuentro entre personas procedentes de los indignados e intelectuales universitarios (como Pablo iglesias, Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón) que conquistaron su plaza en el mundo académico, tienen sentido de la comunicación, controlan la comunicación en las redes sociales, los programas de televisión y radio alternativos en internet, pasaron por el PC español o las juventudes comunistas y siguieron las experiencias de los años 2000 en Venezuela (sobre todo), en Bolivia y en Ecuador. El encuentro entre el movimiento de los indignados, los intelectuales y el movimiento trotskista (Izquierda Anticapitalista) produjo la creación de Podemos en enero de 2014. El resultado fue inmediato en las elecciones europeas de junio de 2014, más de 1,2 millones de votos y cinco eurodiputados de un golpe, es excepcional. El Bloco y Syriza empezaron de manera más modesta.
¿El hecho de que los tres países tengan un pasado reciente de dictadura ha influido en el surgimiento de esos partidos?
En Grecia y Portugal las generaciones que constituyeron Syriza y el Bloco vienen de la lucha contra la dictadura. En general eran jóvenes estudiantes de 18 o 20 años. Pero eso no quiere decir que sean ellos quienes dirigen esas organizaciones en la actualidad, los dirigentes más bien pertenecen a la generación siguiente: Tsipras no participó en el derrocamiento de la dictadura porque nació en julio de 1974, un año después de la caída de la junta militar. Pero los que formaron Syriza sí. Algunos participaron activamente en la lucha contra la dictadura, como Nadia Valavani, que fue muy activa en la resistencia estudiantil al régimen de los coroneles griegos que derrocaron a la dictadura griega en 1974. Esta mujer, que fue encarcelada (cinco meses en una célula de aislamiento) y torturada es un símbolo de la resistencia a la dictadura. Fue viceministra de Finanzas del gobierno de Alexis Tsipras entre enero y julio de 2015, después se opuso a la capitulación y dimitió (1). Está también Manolis Glezos (2), condenado a muerte por los nazis en la Segunda Guerra Mundial y perseguido también durante la dictadura de 1967-1974. Tanto Nadia Valavani como Manolis Glezos actualmente se encuentran en la Unidad Popular que abandonó Syriza en agosto de 2015.
En España la generación que dirige Podemos nació después del franquismo, aunque cierto número de militantes de más edad militaron contra la dictadura franquista y se opusieron a la restauración monárquica tras la muerte de Franco en 1975.
¿Esos partidos están preparados para hacer alianzas con otros partidos? Y si es así, ¿en qué condiciones?
Podemos, Syriza y el Bloco están en la misma onda sobre la idea de que pueden y quieren ser fuerzas de gobierno, incluso en coalición con otras.
Cuando Syriza ganó las elecciones del 25 de enero de 2015 buscó un acuerdo de gobierno con el Partido Comunista griego, pero este lo rechazó categóricamente. Entonces, para emprender la política contra la austeridad, Syriza no tuvo otra elección que dirigirse al partido independiente de la derecha nacionalista, los Griegos Independientes (ANEL), con la que tuvo que aliarse.
Podemos se alió con Izquierda Unida (vinculada al PC) para las últimas elecciones, con la marca «Unidos Podemos». Hay que señalar que Izquierda Unida ha perdido fuerza desde la aparición de Podemos (3).
En Portugal, en la campaña electoral de 2015, el Bloco se dirigió al PS diciéndole: «Hace falta una alianza que permita romper la continuidad de la derecha en el poder». Desafió positivamente al PS para que rompiera con las políticas de austeridad, el Bloco estaba dispuesto a construir una alianza de apoyo exterior para poner a la derecha fuera de juego y evitar así una gran alianza a la alemana (SPD-CDU/CSU) entre los socialistas y la derecha portuguesa. Y como el Bloco dobló sus votos en las elecciones de 2015 (19 diputados) estaba en posición de fuerza para negociar con el PS.
Pero la perspectiva a medio término del Bloco es un gobierno de izquierda radical para hacer algo más que limitar las políticas de austeridad.
Por lo tanto estos partidos aceptan las coaliciones de izquierda, pero a veces con excepciones cuando no hay alternativa, como en el caso de Syriza.
¿Qué los diferencia de los partidos de izquierda radical más antiguos que ganan terreno en países como Bélgica?
El PTB es una organización de origen maoísta-stalinista que experimentó una mutación positiva, pero su discurso continúa siendo «unámonos» y no «hagamos alianzas o fusiones con el PC, la LCR (Liga Comunista Revolucionaria) u otros pequeños partidos como el PSL». Invitan a los demás a unirse e integrarse en su partido y por lo tanto no están en la misma dinámica que los tres partidos de los que hablamos (España, Portugal y Grecia). Más que agrupar fuerzas el PTB quiere la absorción. La propuesta que hizo el FGTB de Charleroi en 2012, si hubiera prosperado, habría permitido constituir una gran fuerza de izquierda radical, incluido por supuesto el PTB y permitiendo un máximo de convergencia entre los distintos movimientos (4). Es lamentable que no llegase a buen puerto a pesar de la dinámica prometedora del principio.
Entre los partidos de la nueva izquierda europea y los partidos de la izquierda radical clásica (PC, PTB…) la diferencia se encuentra antes en la estrategia de alianzas y la relación con el poder que en los programas políticos respectivos. Entre el programa del PTB actual y el de Syriza de 2014 no hay grandes diferencias.
En lo que concierne al CADTM, que es una organización plural, independiente de cualquier partido político, la colaboración con el PTB es buena. Algunos diputados del PTB transmiten, vía preguntas parlamentarias, los asuntos que el CADTM desea plantear a los ministros. Es útil. Por supuesto también están en las movilizaciones. Pero habría que ir más lejos y que los consejeros comunales del PTB apoyasen (más) activamente las iniciativas de auditorías ciudadanas de las cuentas de las ciudades y las comunidades, por ejemplo. El CADTM está a favor de colaborar con el máximo de fuerzas políticas de izquierda, preferiblemente de izquierda radical.
Trotamundos del altermundismo
Usted recorre Europa y el mundo trabajando por la anulación de las deudas ilegítimas. ¿Concretamente cuál es su papel y con quién está en contacto?
Soy portavoz del Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas (CADTM), presente en más de 30 países. En Europa estamos en Bélgica, Francia, Suiza, Italia, Grecia y Luxemburgo y tenemos militantes en España, Portugal, Polonia y Eslovenia. La principal implantación del CADTM se sitúa en África (15 países) y en América Latina (8 países). También está presente en tres países de Asia (India, Pakistán y Japón).
Como portavoz del CADTM he participado en particular en la Comisión de Auditoría de la Deuda en Ecuador en 2007-2008 y he coordinado la Comisión para la Verdad sobre la Deuda Pública Griega entre abril y septiembre de 2015. Esta Comisión fue creada por la presidenta del Parlamento griego.
Mis interlocutores privilegiados son los movimientos sociales y ciudadanos. También tengo contactos con los partidos políticos cuando promueven políticas reivindicativas próximas a los movimientos sociales. Excepcionalmente fui asesor de algunos gobiernos: Ecuador en 2007-2008, Paraguay en 2008, Venezuela en 2008…
Los trabajos dieron sus frutos. Primero en países como Ecuador, Paraguay y en menor medida en Venezuela. En Grecia también tuve contactos repetidos con Alexis Tsipras antes de que se convirtiera en primer ministro. Pero mi implicación como coordinador de la Comisión para la Verdad sobre la Deuda Griega se hizo a instancias de la presidenta del Parlamento griego, Zoé Konstantopoulou. Ella tenía el aval de Tsipras pero él no estaba en primera línea y realmente no apoyó la iniciativa. Habría podido hacerlo pero no lo hizo y eso es grave. Por suerte la presidenta del Parlamento se hizo cargo del asunto. Después Tsipras no utilizó el trabajo de la Comisión para enfrentarse a los acreedores. Su Gobierno ha dado a los acreedores 7.000 millones de euros entre febrero y junio de 2015 vaciando las cajas del Estado mientras los gastos para afrontar la terrible crisis humanitaria no representan más que unos 200 millones, es decir, 35 veces menos que el reembolso de la deuda.
La anulación de las deudas ilegítimas es para usted un paso obligado para una verdadera estrategia de izquierda. En pocas palabras, ¿qué significa «deuda ilegítima»?
Muy simple. Es una deuda contraída para favorecer el interés de una minoría privilegiada. Se puede decir que es una deuda contraída sin respetar el interés general. Es decir, que si el Estado contrae una deuda para rescatar a los bancos, que por otra parte son ampliamente responsables de la crisis que estamos viviendo, esa es una deuda ilegítima.
Por el contrario una deuda contraída para financiar la transición ecológica, reforzar la educación y la cultura, crear empleos o combatir las desigualdades sociales, obviamente es una deuda legítima.
Las deudas contraídas masivamente para rescatar a los bancos responsables de la crisis financiera de 2008 (Fortis, Dexia, Ethias…) son ilegítimas. Es el caso de una parte de la deuda belga.
Y la deuda griega va más allá. No solo es ilegítima porque favorece los intereses particulares de minorías privilegiadas. Además es odiosa porque conlleva claras violaciones de los derechos humanos, ya que la troika (Comisión europea, BCE y FMI) solo concede los préstamos si el Gobierno griego aplica una política de austeridad muy dura.
Las deudas contraídas por Grecia a partir de 2010 se constituyen de préstamos de 13 países de la zona euro, del Fondo Europeo de Estabilidad y del FMI, con la condición de acabar con los convenios colectivos defendidos por la OIT (Organización Internacional del Trabajo), violar los derechos a un salario y a una jubilación decentes, a un techo, a servicios básicos de sanidad, privatizar una serie de bienes y servicios públicos…
Su experiencia hace pensar que es muy difícil para la izquierda radical mantener una posición firme sobre la anulación de la deuda cuando negocia una participación en el poder. ¿En qué esta reivindicación es central para la izquierda?
En muchos países el pago de la deuda pesa mucho en el presupuesto del Estado. Con el fin de encontrar un margen de maniobra para los gastos sociales y una política alternativa hay que reducir radicalmente el peso de la deuda eliminando las deudas ilegítimas.
Segundo argumento que es muy claro: esas deudas están vinculadas a las contrarreformas impuestas por los acreedores (Comisión Europea, BCE, FMI, Mecanismo Europeo de Estabilidad…). Es el caso de Portugal, Grecia, Chipre, Irlanda y España. La solución radical respecto a la deuda es suprimir esas imposiciones (llamadas condicionalidades). ¿Por qué? Imaginemos que después de todas las concesiones del Gobierno de Tsipras los acreedores anuncian en tres meses que están de acuerdo en suprimir el 80 % de la deuda griega, pero a condición de seguir imponiendo restricciones presupuestarias en los gastos sociales y las privatizaciones.
Aunque el stock de la deuda se redujera la situación continuaría siendo dramática porque las personas serían cada vez más pobres y cada vez se privatizarían más bienes públicos.
Si se reduce la deuda pero se continúa disminuyendo los salarios y las pensiones de los griegos o se restringe más la sanidad, es inaceptable.
Para mí toda experiencia de izquierda debe resolver el problema de la deuda. En algunos países es incluso la prioridad absoluta. Es evidente para Grecia y Portugal.
En Francia, actualmente, puede que no sea la principal prioridad, pero sí la segunda o la tercera.
¿Cuál es el futuro de esos partidos en una Europa cada vez más neoliberal? ¿Cree en el despertar de los pueblos frente a las políticas cada vez más injustas?
Creo en el despertar de los pueblos pero estoy muy preocupado por el futuro de las fuerzas políticas de izquierda, porque se ha visto con Syriza que la evolución ha sido muy rápida hacia el abandono de sus compromisos y su programa. Syriza capituló en 2015 frente a los dictados de la Unión Europea. Los que asumen la capitulación se mantienen, están listos para aprovechar los puestos de los que dimiten por ética. También hay personas que permanecen en Syriza por resignación.
La evolución de Podemos hacia el centro también es muy rápida. Se podría comparar con la evolución de los partidos verdes.
Viví el nacimiento de los partidos ecologistas en los años 70 y me enfrenté, como trabajador de la ciudad, a las políticas de austeridad impuestas en Liège cuya mayoría comunal está compuesta por los socialistas y el ECOLO. El viraje de la gestión y la adaptación del ECOLO al sistema fue muy rápido (2-3 años). Pasó lo mismo, en el mismo momento, con Daniel Cohn-Bendit, que participaba en el gobierno municipal de Fráncfort.
La evolución de una parte de la dirección de Podemos es negativa en el sentido de la moderación. Estoy convencido de que es una de las causas principales del mal resultado de Unidos Podemos en las elecciones del 26 de junio de 2016 (pérdida de un millón de votos con respecto a los resultados del 20 de diciembre de 2015 conseguidos por Podemos e Izquierda Unida que se presentaban por separado (5). Podemos no estará en el próximo Gobierno. Pero está activamente presente, a menudo con Izquierda Unida, en la gestión de un centenar de municipios incluidos los más importantes del país. Es el caso de Madrid (3,4 millones de habitantes), Barcelona (segunda ciudad del país), Zaragoza, Cádiz u Oviedo (Capital de Asturias) (6). Una parte de los mejores activistas y cuadros locales de Podemos se encuentra ahora absorbido en los puestos de gestión municipal. Una parte de los mejores activistas de los movimientos sociales se encuentra igualmente absorbido en puestos de apoyo y asesoramiento de los elegidos.
La evolución puede ser rápida porque todos esos municipios están sometidos a los programas de ajuste presupuestario impuestos por el Gobierno central. Las prioridades que se han puesto por delante y han llevado a los militantes de Podemos al poder en los municipios no podrán realizarse en este marco. Por ejemplo una de las prioridades era la remunicipalización de la recogida de basuras y muchas alcaldías en las que las alianzas de izquierda con Podemos están en el poder desde 2015 no lo han hecho para evitar recargar las deudas municipales. Habría que crear un frente de municipios y comunidades autónomas que desde 2015 están al frente de las fuerzas del cambio como Podemos, IU y otros. Ese frente debería definir posiciones comunes respecto a la deuda, comprometerse a apoyar las auditorías con participación ciudadana, revisar los contratos presupuestarios injustos impuestos por el Gobierno, sensibilizar a la opinión pública, actuar con el fin de cambiar la relación de fuerzas en favor de auténticas soluciones. Temo que si no se crea ese frente y no se lucha para deshacer el dogal de la deuda ilegítima los regidores municipales y las autoridades de las comunidades autónomas que prometieron un cambio de izquierda se adaptarán al sistema y vendrá una nueva decepción.
Desde noviembre de 2015 he sido invitado por las autoridades de varios municipios españoles (Madrid, Cádiz y Puerto Real en Andalucía, Oviedo en Asturias…) y he defendido esta perspectiva. También he debatido con los responsables políticos locales en Barcelona y Santiago de Compostela. Estoy en contacto permanente con movimientos ciudadanos como la Plataforma de Auditoría Ciudadana (procedente del movimiento de los indignados), con los simpatizantes del CADTM en España, con muchos militantes y responsables de Podemos, de Izquierda Unida, de la CUP en Cataluña, de BILDU en el País Vasco, Anova en Galicia, etc. He comprobado que la nueva situación es difícil de gestionar por los militantes propulsados a puestos de poder y gestión. Esta transformación rápida en España me preocupa mucho, pero estoy seguro de que hay fuerzas que quieren verdaderamente el cambio. De todas formas todo depende de ellas y de la movilización popular. Lo que alguien como yo puede aportar es muy limitado, digamos que puedo ayudar a tener en cuenta las enseñanzas de las experiencias realizadas en otros países con el fin de decidir lo mejor y no repetir los errores.
Su conclusión es bastante pesimista… ¿Sin embargo no hay una esperanza en la unidad interna en los países (las alcaldías españolas, por ejemplo) y también a nivel internacional?
¡Por supuesto! Viajo bastante por Europa y pienso que hay que aprender las lecciones de lo que pasa en Grecia y de lo que pasa en España. Es fundamental que toda una serie de activistas y de movimientos sociales mantengan como prioridad la capacidad de organización y movilización de las bases. Porque si no existe una presión de las bases sobre los partidos que llegan a pequeñas porciones de poder, puede llegar un retroceso muy rápidamente, incluso brutalmente.
Así pues, primera lección: hay que mantener la independencia y la libertad de acción de los movimientos de base. Segunda lección: hace falta unidad sobre un programa político claro. Si es simplemente para decir: «Va mejor gestionar los contratos públicos y rebajar la corrupción», eso es totalmente insuficiente.
Por lo tanto la unidad debe hacerse a todos los niveles: entre organizaciones políticas y movimientos sociales, entre las alcaldías para enfrentar al poder y a los acreedores y entre los partidos de la izquierda radical europea sobre un programa claramente definido. En este último punto el plan B es esencial.
¿Qué es el plan B?
Es una iniciativa europea de una serie de personas y grupos procedentes de la izquierda radical. No se está de acuerdo en todo, pero el punto común es decir: «El plan A, tipo Syriza, cuya estrategia fue negociar con las instituciones europeas respetando sus reglas y sin desobedecer, no funciona».
El plan B incluye explícitamente el mensaje siguiente a los electores: «Hay que llevar al Gobierno a las fuerzas que tendrán la valentía de desobedecer a las instituciones europeas». Mientras los tratados europeos son contrarios al interés de los ciudadanos y al establecimiento de políticas sociales, tenemos el derecho y el deber de desobedecer.
¿Cree que el plan B conseguirá la adhesión de muchos electores de los países europeos?
Eso está muy claro. Hay una gran parte de la población dispuesta a apoyar a las fuerzas políticas que se comprometan a desobedecer a las instituciones europeas y sus exigencias. Es tan real que cuando la extrema derecha lo hace consigue un gran éxito. Porque existe un gran rechazo popular totalmente comprensible a «Europa» tal como está construida, tal como funciona. Es una Europa dominada por el 1 % más rico o, en pocas palabras, una Europa dominada por el gran capital. Es una Europa fortaleza. Hace falta otra Europa, una Europa por la integración de los pueblos y no del capital, una Europa solidaria con los demás pueblos del mundo, una Europa de la paz, de la justicia social, una Europa de la transición ecológica, de la multiculturalidad...
Si dejamos el monopolio de la denuncia de la Europa real a la extrema derecha, esta ganará, porque muchas personas están disgustadas por la política europea. Mire lo que pasa con elbrexit, con Marine le Pen en Francia, con el auge de la derecha en Alemania y en Austria.
Si la extrema derecha reivindica alto y claro un fuerte rechazo a Europa y la extrema izquierda no se planta frente a Jean-Claude Juncker y Mario Draghi, no conseguirá nada.
Así pues, la izquierda radical debe movilizarse por el plan B y anunciar claramente: «Desobedeceremos». Y no decir: «Quizá desobedezcamos».
Como dijo el líder de los mineros británicos Arthur Scargill en 1985: «Necesitamos un Gobierno que sea tan fiel al pueblo como el Gobierno de Thatcher es fiel a la burguesía».
La Syriza dirigida por Tsipras no materializó esa esperanza y espero que no se repita lo que ocurrió en Grecia. Intento actuar en ese sentido a mi modesto nivel. Pero lo importante son las movilizaciones populares que permitirán desbloquear la situación.
Entrevista realizada por Paul Blanjean y Monique Van Dieren para la revista Contrastes - Equipes Populaires.
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