viernes, 17 de agosto de 2018

El primer magnicidio mediático de la historia. Por José Manzaneda por La pupila insomne

“Fui (a una reunión) y los escuché. Me dijeron: el sábado vamos a matar a Maduro con drones. Hemos probado los drones en Caracas, funcionan. Y yo les dije `hágale´, `vamos para adelante´. (...) Que se prepare (Maduro), porque el grupo que está conspirando, mis amigos, es gente bastante competente. Ya se llevó un primer susto. Van a venir más” (Jaime Bayly en Mega TV, 5 de agosto de 2018) (1).
Si hubiéramos escuchado esto, no en una televisión de Miami, sino de Caracas, y el intento de magnicidio aplaudido hubiera sido contra Donald Trump, la travesura de un histriónico showman de ultraderecha se habría transformado en un estruendo mediático sin precedentes y en una escalada, de consecuencias impredecibles, en la retórica militarista de la Casa Blanca contra Venezuela (2).
El Gobierno de Caracas ha presentado pruebas precisas sobre la autoría del atentado contra Nicolás Maduro del pasado 4 de agosto (3). Localizaciones exactas de centros de entrenamiento y lugares de ejecución (4). Conexiones internacionales (5). Y un grupo armado, con historial en acciones anteriores, ha reivindicado los hechos (6). No importa. El cártel mediático internacional sigue poniendo en duda la existencia misma del plan de magnicidio: “presunto” (7), “supuesto atentado” (8), “atentado” (entre comillas) (9), seguimos leyendo en titulares.
Lo que en otro escenario del mundo sería un acto probado de violencia terrorista, en Venezuela es un hecho que despierta “dudas” (10), “especulaciones” (11) e “incógnitas” (12).
Y es que poner en duda el atentado es imprescindible para defender a sus autores. Y para seguir presentando como víctimas a opositores que, como Antonio Ledezma, piden una intervención militar en su país (13); o como María Corina Machado, que decía esto en televisión (14): “aquí nadie está chupándose el dedo y pensando que Maduro va a salir por la buenas, por Dios. (…) La salida es por la fuerza, y fuerza es fuerza”.
Para la prensa de Madrid es legítimo que España encarcele músicos por supuestas “letras violentas" (15) y a políticos catalanes electos por “sedición” (16).  Pero que en Venezuela se detenga a un comando significa que Nicolás Maduro usa un “atentado para escalar la represión” (17), para ahondar “la persecución política” (18) y “para reforzar el ataque a sus rivales” (19).
Unos “rivales” que, como el opositor Julio Borges, es “perseguido” solo por haber organizado un magnicidio, o por haber conseguido el bloqueo financiero total a su país (20). Solo un ejemplo: la empresa financiera Euroclear mantiene bloqueados 1.650 millones de dólares del estado venezolano destinados a la compra de medicinas y alimentos, en cumplimiento de las sanciones del Departamento del Tesoro de EEUU, a solicitud –precisamente- de Julio Borges (21).
Sobre esto, la prensa mundial, que nos acerca a diario a la crisis económica venezolana, no dice ni una palabra (22).
El día del atentado, los medios denunciaban la “detención” (23), incluso la “desaparición” de varios periodistas (24). Es cierto: fueron retenidos por la policía, apenas por unas horas. Varios pertenecían a medios que jamás habían cubierto antes un desfile oficial del chavismo. ¿Por qué acudieron ese día? ¿Qué sabían?
La colaboración directa de algunos medios con la operación no es ninguna hipótesis descabellada (25). Si el de 2002 contra Hugo Chávez fue el primer golpe de estado organizado con la complicidad de importantes medios de comunicación (26), el asesinato de Nicolás Maduro fue planeado como el primer magnicidio mediático de la historia (27).
José Manzaneda es coordinador de Cubainformación.

La pupila insomne | 17 agosto, 2018 en 10:28 | Etiquetas: Nicolás Maduro, Venezuela | Categorías: Estados Unidos, José Manzaneda, Latinoamérica | URL: https://wp.me/p10AwN-gAK

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