lunes, 6 de agosto de 2018

El mundo del capital en el cual Cuba intenta insertarse. Por Orlando Cruz Capote por La pupila insomne

Hoy, muchos ciudadanos de este planeta único, diverso y contaminado podemos aceptar verdades relativas como absolutas, porque la fuerza de la palabra -y las imágenes- es semejante al poder el saber y la moral. Y es manipulable.
El eminente científico, Albert Einstein, que no perdió jamás su sentido humanista, espiritualidad y mística, en su fe infinita en las determinaciones optimistas expresó que, “Dios no juega el Universo a los dados”; a lo que replicó Niels Bohr (premio nobel danés), no sin razón, “Einstein, ¡no le diga usted a Dios lo que él debe hacer!”. Y el físico, creador de la teoría del “Big Bang” recientemente fallecido, Stephen Hawking, agregó, relativizándolo todo, que “Dios no sólo gusta de jugar a los dados con el Universo, sino que a veces los lanza donde no podemos verlos”. ¿Acertijos?, ¿Cuál es el acertado? Quizás todas posean alguna certeza o todas sean pistas para un diálogo interactivo constructivo, pero nunca servirían para destruir a la humanidad, humillar a los creyentes y subestimar a las ciencias.
Lo que no debe aceptarse en pleno Siglo XXI, es lo publicado en el diario español Público, supuestamente progresista, que difundió en sus páginas especiales de agosto de 2011, una perpleja divulgación bajo el título “El origen del hombre”, incluyendo en igual espacio y tipografía, y por este orden, dos teorías: la teoría creacionista, lo de Yavé que crea el hombre de arcilla, le quita una costilla y hace una mujer, y la teoría de Darwin.
Algo peor aconteció en escuelas de EE.UU. en que se llegó a prohibir la enseñanza de la concepción darwinista y cuando el expresidente George W. Bush, para justificar sus guerras infinitas, expresó que Dios estaba del lado estadounidense y no con los agredidos. O que algunas congregaciones religiosas, en realidad sectas, bajo el manto medieval del oscurantismo más ciego, lleven a sus fieles al suicidio con el pretexto apocalíptico del fin del mundo y que “Dios regresará a la Tierra” para castigar a los pecadores.
Se apela, con esas falsedades, supuestamente superadas, a volver a la prehistoria de las ciencias y la humanidad, a un intento premeditado de despistar a los ignorantes, creyentes o no, ante teorías científicamente comprobadas, como la de Darwin, a la cual, hasta la alta jerarquía de la Iglesia católica, apostólica y romana, le ha dado su aprobación.
Nos hallamos, entonces, en múltiples sociedades del saber, tal como lo afirmó el experto Armand Mattelard, en las que se pueden aprovechar los elementos técnicos de avanzada y otros, pero siempre desde las diferencias y las culturas heterogéneas, la eterna diversidad existente. El padre de la independencia de la India, Mahatma Gandhi, un hombre de extraordinaria altitud filosófica y poética los resumió en unos versos inigualables, cuando escribió acerca de la necesaria interculturalidad: “No quiero que mi casa esté amurallada por los cuatro costados, / ni que mis ventanas estén tapiadas. / Deseo que la cultura de todas las tierras sople por mi casa con toda libertad, / pero me niego a que cualquiera de ellas me lleve de un soplo”.
La aserción de Armand Mattelard se corresponde a que una gran parte de la humanidad, en especial la que se ubica en el Tercer Mundo subdesarrollado geopolíticamente o periférico -de la cual no escapan los bolsones tercermundistas de los países desarrollados-, continúa con altas tasas de analfabetismo, semianalfabetos y analfabetos funcionales. En tales grupos poblacionales las tareas que enfrentan los científicos, educadores, divulgadores y comunicadores sociales hoy en día son de una importancia elemental y trascendental.
Muchos de estos pueblos y ciudadanos sin acceso a internet, tampoco a la electricidad y el teléfono, y sin posibilidades de leer e interpretar una simple nota escrita o información oral, son convertidos en hombres y mujeres maleables, sin libertad de selección y elección.
La información mayoritaria que se brinda a través de las grandes cadenas del cine, televisivas, radiales, de la prensa escrita y en formato electrónico o digital, una verdadera industria cultural capitalista, no siempre ostenta una calidad humana y ética, estética y educativa a la altura que requieren los graves problemas de la humanidad.
En una sociedad capitalista de consumo de masas irracional, que mejor denominaríamos consumismo de por sí depredador, que se ha extendido hacia todas las latitudes geográficas, sistemas sociopolíticos y culturas, estos mediáticos generalmente emiten una desinformación e información manipulada, subproductos estéticos y culturales, entretenimientos banales y basura, una seudocultura que no demanda de una mente reflexiva: están realizados para entretener y ser vistos con pasividad, evitando cualquier visión crítica y conduciendo a una “cultura” del deseo más instintivo del hombre, “(...) la idea de que los hombres desean ser fascinados, extraviados y embaucados en la confusa esperanza de que alguna satisfacción hipnótica les llevará a olvidar, por un instante, el mundo absurdo, cruel y trágico en que viven”. (Ignacio Ramonet  Propaganda silenciosa, Editorial de Ciencias Sociales,  La Habana,  2004,  p. 53).
La dura realidad nos muestra ejemplos fehacientes de cómo llega esa sinuosa propaganda a muchas partes del mundo: “Les ofrecemos la libertad (...), reza una parte del slogan publicitario de una cadena de producción de papas precocidas del Midwest americano, para luego agregar de forma tajante “porque le damos la oportunidad de escoger la salsa acompañante”. No existen comentarios a no ser que se compare ese fenómeno con este otro: “En el planeta Reebook, las fronteras no existen”, que proclama arrebatadoramente la campaña del famoso fabricante de zapatos deportivos. Las libertades y las fronteras permeables y porosas de la penetración cultural capitalista, a lo estadounidense, son sinónimos virtuales del consumo de patatas pre-elaboradas y del tenis. Todo un logro de marketing de venta, de consumo de modas Light y de bloqueo de las neuronas, porque una buena parte de los ciudadanos piensan, sin detenerse, que al escoger -sinónimo de comprar- la salsa adjunta autónomamente y las zapatillas de sport son irremediablemente libres y universales.
En otra latitud, un “inofensivo” spot comercial, en la entrada de un restaurante McDonald’s, en Indonesia, lo confirma cuando sugiere falsamente que “Alá el Compasivo, el Misericordioso, McDonald’s de Indonesia es propiedad de un nativo indonesio musulmán”. Una valla de la Coca-Cola, enclavada en plena selva de La Lacandona, en territorio zapatista de Chiapas, “deslumbra e invita” a consumir la bebida en medio de la miseria y los intentos de reorganización liberadora de los “caracoles” indígenas de la zona.
Y el último. Una famosa estilista en los años 90, Dona Karen, explicaba con una naturalidad virtual espantosa que era necesario crear consumidores a través de la promoción, la publicidad, la persuasión cultural con miras a absorber la oferta de los industriales, pero no centrándose solamente en el cuerpo sino en el verdadero blanco de la nueva economía de servicios inmateriales que vienen a ser la cabeza: el cerebro y su intelecto. Esa realidad ella lo expresaba de la siguiente forma: “(…) No quiero que los clientes tengan la impresión de que deambulan por una tienda de ropa, quiero que piensen que se están paseando por un ambiente nuevo, que los saco de su cotidianidad para hacerles vivir una experiencia que no tiene nada que ver con la ropa y que expresa su identidad como individuos”. El pasaje que no deja de ser conmovedor es un artificio hollywoodense de “la espectacularidad de la vida” porque la apariencia se convierte en una suerte de ideología alienante, que pretende convertirnos en consumidores natos, en unos enajenados de la realidad, extraños a las identidades que nos recorren, al país que vivimos, a nuestra localidad, nuestro pueblo, nuestro barrio, a nuestro propio género, raza y a la clase que pertenecemos objetivamente. En ese imaginario, pero realista supermercado todos somos virtualmente iguales, aunque solo entremos a ese “paraíso” para mirar, soñar o comprar lo más insignificante y barato.
La unidimensionalidad del hombre, de la que escribiera con suma antelación Herbert Marcuse, (Herbert Marcuse El hombre unidimensional, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1968), adquiere un ambiente geoespacial actual que se palpa en las galerías comerciales lo cual, muy al contrario de lo expresado por la estilista renombrada, está al margen de la mayoría de la sociedad - “esa vulgar, multirracial y peligrosa gente” -, semejando un universo ajeno, calmado, porque está resguardado por un cerrado y eficiente sistema de seguridad. La sociedad del espectáculo capitalista perversa que ya anunciara a finales de la década del 50, Guy Debord (Guy Debord La sociedad del Espectáculo, http://www.debord.espect.htm; Manifiesto Situacionista (1999) Internacional situacionista, vol. I: La realización del arte, Literatura Gris, Madrid. (Internationale Situationniste, No. 4, june, Paris, 1960).
Todo es un efecto de la videología (video-ideología) que nos induce, a base de sonidos e imágenes, a la insistente repetición del idioma inglés, las marcas, los logotipos, los filmes, los video-clips y los anuncios publicitarios como únicas alternativas para ingresar al mundo más actualizado, el postmoderno, y que se convierten en una maquinaria de mezclar y comercializar todo. Síntesis inconclusa y confusa (fusión dirían unos y dis-fusión otros) de varias culturas, idiosincrasias y psicologías sociales, pero donde predominan los productos-mercancías de las gigantescas transnacionales capitalistas.
Las realidades virtuales, subliminales, al servicio de la publicidad y la propaganda política, económica y comercial de los poderosos, la selección anticipada de lo que quieren que veamos y escuchemos -y compremos-, y el cómo debemos asimilarlo y consumirlo, así como el futurismo, el hedonismo, el placer y el ocio envilecido; el “papel del lenguaje en la vida política”, las “redescripciones pragmáticas”, “la realidad como simulacro”, la visibilidad y espectacularidad de todo lo que acontece son grandes aberraciones de la época del ciberespacio y las grandes autopistas de la información-comunicación.
En algunos estudios filosóficos y en otros de las ciencias sociales y humanísticas las ideas expuestas en esos años que debían haber sido más audaces, críticas, serias y rigurosas pre-anunciaron una desbandada hacia el nihilismo y el apoliticismo, la neutralidad académica, inexistente, tanto en las posiciones teóricas como en la prácticas, empezando a primar el más vulgar positivismo, la empirización extrema, el análisis especulativo abstracto, un menosprecio por la reflexión y una carencia indicada de una crítica teórica.
Así se expusieron y expandieron conceptualizaciones como que las soberanías reales debían ser declaradas “románticas”, la democracia debía quedar reducida a un espectáculo, un reallity show; que la sociedad civil, algo líquido y acuoso, era cuando más la réplica a la política del Estado y a los partidos totalitarios y totalizadores; que el Estado-nación entraba en una fase de relajamiento; que el arte había muerto junto con la pasión y que solo los ghettos elitarios eran capaces de cultivar el arte y la historia; que todos los acontecimientos históricos no tenían nada de épicos, sumándose el llamado al descomprometimiento intelectual hacia lo social y político popular, la apología a la ideología del sinsentido y el dislocamiento-difuminación del sujeto histórico -por supuesto el político como correlato- cultivando el escepticismo, el cinismo y el divorcio con las contextualizaciones sociohistóricas concretas, entre otras tantas elaboraciones teoricistas y subjetivistas que inundaron las principales librerías y bibliotecas virtuales en casi todas las partes del planeta.
El controvertido y polémico pensador estadounidense James Petras, denominó con acierto el fenómeno en el 2002, cuando escribió que los intelectuales ante las guerras imperialistas, abiertas y encubiertas, habían pasado de la retirada a la rendición.
El escandaloso silencio, los matices desacertados, la miopía política y la utilización de dobles lecturas críticas buscando la supuesta objetividad académica, así como la valoración inadecuada de los acontecimientos históricos y bélicos alrededor de la ofensiva imperial y la resistencia de los pueblos formaron parte de una práctica errada, ambigua y confusa que llega hasta nuestros días y no facilita al gran público la recepción-percepción e interpretación de las informaciones y mensajes.
Muchas veces lo mostrado en los mediáticos transnacionales es un simple engaño, una estafa de realidades que ni siquiera han sucedido y de medias verdades que nos embrollan el pensar con el afán de (i)-reconocer los procesos reales acontecidos en la política, la economía, los conflictos bélicos, las finanzas y en la cultura, incluida el arte y la literatura, porque ahora casi toda actividad humana ha sido convertida en pura mercancía que debe garantizar la obtención de ganancias para la poderosa oligarquía burguesa monopólica neoliberal.
Porque a lo que nos enfrentamos hoy, son a las insólitas “guerras culturales” del capitalismo imperialista. Un retorno al más gris arte de la propaganda al servicio del mal. Sin estar necesariamente en un escenario de guerra real, con muerte de civiles y destrucción de infraestructuras, todos estamos siendo bombardeados en las formas de recepcionar y percibir lo que ocurre en el mundo, porque se fogonea y hace trizas a nuestras mentes con las falsimedias y los montajes mediáticos.
“Cuando se miente, se debe mentir a lo grande y ser fiel a esa mentira”, escribió Joseph Goebbels, el ministro de propaganda del Reich alemán, en 1941. Alrededor de sesenta años después, el 12 de febrero de 2002, Donald Rumsfeld, ex-Secretario de Defensa de los EE.UU., hablaría con un lenguaje similar pero más perturbador, mostrando el desdén del imperialismo a la inteligencia humana al falsear acerca de la guerra que desatarían contra Irak y Afganistán, delante de un sinnúmero de periodistas: “Hay conocidos que conocemos, hay cosas que sabemos que sabemos. También sabemos que hay conocidos a los que desconocemos, lo que quiere decir que sabemos que hay algunas cosas que no sabemos. Pero también hay cosas desconocidas que desconocemos, aquello que no sabemos que no sabemos.”
Un fárrago de galimatías para justificar lo injustificable, porque al final de cuentas no existían armas de destrucción masiva en Irak, tampoco el gobierno de Sadam Husseim tenía vínculos con Al Qaeda y el ataque terrorista llevado a cabo por aviones de pasajeros tripulados por individuos pertenecientes a células de esa organización, a las “Torres Gemelas” y el edificio del World Trade Center, de Nueva York, y al mismísimo Pentágono, el 11 de septiembre de 2011, no fue fraguado a espalda de la inteligencia norteamericana, -los pilotos si acaso eran, fueron sauditas-, cuando más fueron ignorados o tramados por los propios gobernantes y las agencias especiales estadounidenses, al hacerse públicos recientemente nuevos documentos y materiales que cuestionan de raíz los argumentos que se esgrimieron para comenzar esas guerras, las siguientes y las que desarrollaron en el futuro inmediato hasta la actualidad.
Tiempo después se supo que también los EE.UU. habían creado al Estado Islámico (EI), Al Nusra, Boko Haram, etc., con el fin de provocar el caos en esos países, desmembrarlos y aprovecharse de sus recursos naturales, fundamentalmente el oro negro y el gas, el agua, la biodiversidad, en el codiciado Oriente Medio. Más las altas ganancias obtenidas por el complejo militar industrial el cual necesita Guerras Frías y calientes para su permanente carrera armamentista.
La estrategia y táctica, lenguajes y significados, se ensamblan en los principales centros de poder capitalistas mundiales, los cuales han dejado de ser únicamente los representados en la Comisión Trilateral (los Estados Unidos de América, la Unión Europea (la Euro-Zona es un subsistema más importante) y Japón), el Grupo de los 7 (EE.UU., Canadá, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Japón), o de los 8 si se vuelve a incluir a Rusia, para añadir además al Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Asociación del Tratado Internacional de Aranceles y Servicios (GATT), luego la Organización Mundial del Comercio (OMC), la Organización de Países de Desarrollo Económico (OCDE), el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) y de Patentes Intelectuales, las empresas transnacionales de raiting -quienes por las calificaciones que otorgan clasifican, positiva o negativamente, a los países por sus riesgos económicos y financieros- y las 700 más grandes corporaciones monopólicas transnacionales (cerca de 500 tienen sus casas matrices en los EE.UU.); así como las fundaciones, los Thinks Tanks (tanques pensantes) e instituciones académicas que forman parte de ese entramado que es el poder imperialista planetario. (Boaventura de Souza Santos Reinventar la democracia. Reinventar el Estado, Editorial José Martí, La Habana, 2005; Daniel Mato Thinks Tanks. Fundaciones y profesionales en la promoción de ideas (neo) liberales en América Latina, en Cultura y neoliberalismo, Alejandro Grimson (compilador), CLACSO, Buenos Aires, 2007)
El Grupo de los 20 (G-20), con un rol que, inicialmente, pareció ser diferente, ha centrado sus acciones en pugnar, dentro de ese grupo predilecto de naciones emergentes, esa hegemonía capitalista de los más fuertes…con grandes desventajas. Algunos miembros destacados de los Brics, están luchando abiertamente por el advenimiento de una reconstrucción de la arquitectura financiera internacional, sin atisbos de un proyecto real antisistema para recomenzarla, hacerse miembros del Consejo de Seguridad de la ONU -con el derecho al veto incluido-, participar en una nueva repartición recolonizadora (o neocolonizadora) de los recursos naturales y humanos y fomentar una multilateralista hegemonía mundial selectiva, sin mucha cabida para las naciones más pobres. (Orlando Cruz Capote La Reunión del Grupo de los 20: Una mirada personal y polémica, Lapolillacubana.cu, miércoles, 1ro de abril de 2009, La Habana, Cuba; Pepe Escobar Por qué los Brics no “salvaran” a Europa, Asia Times Online, en Rebelión, 21 de septiembre de 2011, http://www.atimes.com/atimes/Global_Economy/MI21Dj04.html.)
El vocabulario conceptualizador del capital transnacional es sometido a la circulación reiterada por los medios de comunicación masivos -mediáticos- con una fuerza intimidatoria que logra anestesiar las conciencias, convirtiéndose en armas de control, parte de toda una ingeniería de la persuasión invisible, mediante la publicidad, los sondeos y el marketing. Las herramientas futuristas de la información y la comunicación sirven más para el condicionamiento y cerco de los ciudadanos que para su emancipación.
Lo peor del problema tratado es que, sin embargo, las fuerzas conservadoras y reaccionarias del sistema de dominación múltiple del capital (Gilberto Valdés Gutiérrez Posneoliberalismo y movimientos antisistémicos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009), no temen hablar, escribir y utilizar los campos y términos progresistas sobre la diversidad étnica-nacional, la problemática racial y la discriminación, acerca de los géneros, las generaciones, los multiplicidades sexuales, las creencias y religiones; la ecología o el medio ambiente, acerca de las minorías y sus derechos, la acción afirmativa, los derechos civiles; sobre las fronteras porosas y la transfronterización, los multiculturalismos, la poscolonialidad, la poshistoria, la neohistoria, entre otros temas y problemas de gran actualidad.
Rehaciéndolo casi todo a través de una tamización y matización de los estudios y resultados alcanzados en cualquier lugar del orbe, desempeñando un enorme papel en esa reelaboración y relectura los centros académicos e intelectuales del primer mundo con sus numerosas escuelas, sociológicas en esencia, y miniescuelas como la etnometodología, el interaccionismo simbólico, el neopositivismo, el neoparsonianismo, etc., por lo que culminan ofreciendo estas teorías, conceptualizaciones y términos con una nueva empacadura, con un retorcido significado a través, en parte, del “lenguaje de lo políticamente correcto”, una de las más eficaces herramientas de la extrema derecha de los EE.UU., expandida posteriormente hacia sus partniores internacionales.
El “lenguaje políticamente correcto” consiste en el conjunto de palabras, ideas, políticas o comportamientos que intentan minimizar las ofensas que habitualmente se cometen al usar el lenguaje común, muy contaminado de las ideas dominantes y hegemónicas precedentes, pero que sigue los patrones que se irían reproduciendo e imponiendo en la academia, la política y en el sentido común de todos los ciudadanos planetarios, dirigido fundamentalmente a los jóvenes y otros sectores poblaciones más vulnerables. Y por supuesto, al margen también, se escribiría sobre lo “políticamente incorrecto” como forma de defender lo que se pretendía imponer. (Richard J. Bernstein Ideas & Trends; The Rising Hegemony of the Politically Correct, en New York Times, 28 October 1990.)
El innovador moderno del término de “guerras culturales” lo fue James Davison Hunter, en su libro Culture Wars: The Struggle to Define America, de 1992, y la definió de la siguiente manera, ellas son “(…) una metáfora utilizada para dejar establecido que los conflictos políticos tienen su base en un conjunto de valores conflictivos, especialmente entre los considerados tradicionales o conservadores y aquellos definidos como progresistas o liberales”. (James Davison Hunter Culture Wars: The Struggle to Define America, New York, Basic Books, 1992, en http:// en.wilkipedia.org/wiki/culture_war.)
Y en esta propuesta de conceptualización, Hunter deja bien claro que los grupos enfrentados en la sociedad no lo hacen en la actualidad por su pertenencia específica a un tipo de religión, etnia o agrupación política, ni siquiera por ser representantes de una misma clase social; se trata de más bien de una refinada adscripción a posiciones ideológicas que no reflejan ya, de manera mecánica, los orígenes clasistas de quienes las profesan.
El profesor estadounidense, en su extraña dialéctica, no estaba tan errado como aparentaba para algunos, si lo confrontamos con las explicaciones ortodoxas de los manuales anquilosados de la izquierda (hasta del marxismo truncado y escolástico) que lo remitía todo al más férreo reduccionismo clasista-obrerista y al economicismo más estrecho.
Sin embargo, Hunter tampoco dejó mucho espacio para las luchas de clases que están detrás, delante o a los lados de cualquier confrontación ideopolítica, socioeconómica y cultural en las sociedades modernas. Estaba, paralelamente, siguiendo las huellas de Daniel Bell, Francis Fukuyama y Samuel Huntington y otros tantos que profetizaron por diferentes vías el fin de las ideologías, la historia, las utopías y la futura confrontación de las civilizaciones a través de las culturas y religiones.
Una verdad que la izquierda internacional no puede ignorar.
Para los ideólogos del imperialismo transnacional internacional de nuestros días está muy diáfanamente definido que ya no son únicamente las fronteras terrestres, aéreas y marítimas las que deben ser vulneradas físicamente, no son solamente ejércitos enemigos a los que hay que derrotar en el campo de batalla de manera frontal, ni obligar exclusivamente por medio de la fuerza brutal al sometimiento de naciones y pueblos enteros para lograr el dominio de las metrópolis del capital, tan caras para los agresores cuando las intervenciones-ocupaciones en tierra firme promueven movimientos armados irregulares casi siempre apoyados por una gran base social-popular que desgastan hasta el infinito a los agresores. Aunque esa opción no es descartable si la situación la merece.
En los diferentes escenarios reales e imaginados se enseña al público nacional e internacional los acontecimientos bélicos como confrontaciones directas entre fuerzas armadas de un lado y del otro; y la masacre continuada de personas inocentes se cubre bajo la denominación de “daños colaterales”. Las intervenciones militares humanitarias, preventivas y sorpresivas se justifican con la falacia mil veces repetida de la “protección de la vida de los civiles”, con el pretexto de la lucha contra el terrorismo, las dictaduras, la posesión de armas de destrucción masiva y, además, la promoción de la democracia ante regímenes autocráticos y totalitarios que deben asumir, porque poseen civilizaciones bárbaras-salvajes, un proyecto “real de sociedad civil” que les permita la libertad de expresión, de prensa, huelga, el pluripartidismo y otras tantas “verdades” del mundo occidental capitalista, ahora transformadas en universales.
Según Ken Hincker, en su reseña del libro de James Davison Hunter, las guerras culturales remiten al análisis de dos cuestiones determinantes: al tema de la legitimidad de un sistema social, de un gobierno, de una clase o de un conjunto de creencias; y al asunto de la autoridad moral y por tanto, del derecho y la razón. Entonces, no basta con vencer, de lo que se trata es de convencer, la victoria no solo pasa por arrebatar la capacidad de resistencia e iniciativa, sino en más bien lograr su voluntaria rendición y supeditación espiritual.
Se habla más de transacciones, de negociaciones (impositivas a la larga) ideopolíticas y culturales donde la astucia y la capacidad para vender un modelo de vida y gobierno, de valores y creencias sean los factores del éxito. No se creen en los valores de la tolerancia y la convivencia con otras culturas, se está proponiendo un modelo y proceso de aculturación y deculturación para a la larga imponer la cultura propia occidental.
Se conviene en colocar, en accionar multifacético, el principio de la “ingeniería del consenso”, concepto elaborado por el estadounidense Edward Louis Bernays en su texto de 1947, The Engineering of Consent, en el cual expuso que la misma “(…) es la esencia primordial en los procesos democráticos, es la libertad de persuadir y sugerir”. (Edward Louis Bernays The Engineering of Consent, U.S.A., 1947; en. http://wikipedia.org/wiki/Edward_Bernays.)
Y ello implica la necesidad de saturar el mercado de la información con ideas preconcebidas sobre lo que se desea como reacción de la opinión pública y el uso de la sacudida emocional para llegar a la elección racional aunque no sea justa. La propaganda no necesariamente debe imponer una opinión pero si remover de tal manera los sentimientos, mediante imágenes y textos bien seleccionados, para que el espectador y el lector arribe, obligatoriamente, a las conclusiones deseadas de antemano y, finalmente, debe lograrse la demonización del enemigo lo cual se alcanza a través de la exaltación y manipulación de las opiniones patrioteras, chauvinistas y xenofóbicas en la mayoría de los casos, haciendo uso de los esquemas o clichés mentales, estimulados por detallados recuentos de las “atrocidades” y “masacres” que comete el adversario.
A ese arsenal de ideas malintencionadamente dirigidas, el destacado lingüista y politólogo estadounidense Noam Chomsky, ha agregado otras formas comunicacionales manipuladoras, a saber: la estrategia de la distracción; crear problemas y después ofrecer soluciones; la estrategia de la gradualidad; la estrategia de diferir; dirigirse al público como a criaturas de poca edad; utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión; mantener al público en la ignorancia y la mediocridad; estimular al público a ser complaciente con la mediocridad; reforzar la autoculpabilidad; y, conocer a los individuos mejor de lo que se conocen ellos mismos. (Noam Chomsky “Estrategias de Manipulación”, en “Armas Silenciosas para Guerras Tranquilas”,  cita del texto, en, http://www.yohandry.com/index.php/component/content/article/61-estados-unidos/386-10-formas-distintas-de-manipulacion-mediatica.) Asimismo, Felson Yajure, del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), también hizo un aporte al agregar otras cincos formas de manipulación: el ocultamiento de la verdad y que los intereses económicos son la causa; ubicar a la víctima como la agresora y culpable y al agresor como el defensor de la justicia; desprestigiar a las víctimas; monopolizar la información; y omitir, obviar e ignorar la historia. (Felson Yajure Cinco Estrategias Comunicacionales de Guerra de Estados Unidos, en Aporrea, (digital) 11 de agosto de 2011, Venezuela.)
Las guerras culturales expanden su campo de acción como preámbulo o continuación de las guerras por otros medios. Un remedo contemporáneo de la frase de Kart von Clausewitz. Una de las piedras angulares de la efectividad de las penetraciones e injerencias físicas, morales y culturales se encuentra en el nivel de conciencia ideológica, política y ética-cultural que posean las sociedades a las que intentan someter a través de esas guerras de variado tipo.
Las elites de poder capitalistas transnacionales someten a un frío estudio calculador y a una medición constante, la “temperatura” sociológica y política de las contradicciones y valores que evolucionan conflictivamente en los Estados naciones que se desean conquistar y recolonizar; así como indagan acuciosamente los grados de violación de la legalidad, la corrupción presente, el estado de las cifras delincuenciales -aunque sean comunes-, los niveles de inconformidad, descontento, escepticismo y la pérdida de expectativas presentes y futuras de los disímiles grupos y sectores poblacionales, más la detección de los focos agudos de tensiones internos, todos los cuales se convierten en indicadores a los que dirigen los esfuerzos de su propaganda, que responden a las interrogantes de cómo deben ser “trabajados” y explotados por las guerras psicológicas, de ideas y las culturales. Una veces utilizan las causas, otras los efectos, que alentarían y provocarían desordenes no tan aislados, desestabilizaciones más articuladas y el aprovechamiento oportunista de brindar ayuda en la labor de ablandamiento de los cuerpos societarios hasta llegar a la desgobernabilidad.
Asimismo, no escapan de los radares políticos de las guerras culturales contemporáneas la existencia y aprovechamiento de las mediocridades humanas, los individualismos, las ambiciones, la codicia, los egoísmos, los fatuos protagonismos y egocentrías, las vanidades, el afán de lucro, las ansias de poseer riquezas desmedidas y el deseo de ostentarlas, los privilegios “obtenidos” muy por encima de lo que realmente se obtiene a través del trabajo y con una diferencia abismal con respecto a lo que tienen los demás miembros de la sociedad, los beneficios malhabidos, la pérdida del colectivismo y la solidaridad.
Todos los defectos y miserias humanas son “materia prima” de primera mano para la faena sucia de las agencias de inteligencia que buscan en esas quiebras morales y espirituales de distintos clases y grupos, sectores y estamentos de la sociedad las formas de irrumpirlas con los modelos de la sociedad consumista derrochadora, el sueño y el modo de vida norteamericano, con el consiguiente establecimiento de “cabezas de playa” y “caballos troyanos” que sirvan para debilitar y destruir sistemas políticos considerados hostiles a los centros de poder del modo de producción capitalista.
A la par, grandes sumas de dinero son enviados abierta y subrepticiamente al interior de los Estados-naciones y cuerpos societarios -por supuestas ONGs, sin afán de lucro, y que son sucursales de las agencias de inteligencias- aquellas que se desean doblegar, con el fin de pagar, sobornar y corromper a grandes grupos de personas, seleccionando a dirigentes políticos y sociales de todos los niveles, empresarios públicos y privados, jóvenes, intelectuales, oficiales de las fuerzas armadas y de la seguridad.
El gran  objetivo es diezmarlos, cooptarlos y convertirlos en dobles agentes. En esas computadas guerras también se avalan las infiltraciones de agentes especiales -muchas veces encubiertos por fundaciones y asociaciones no gubernamentales- para introducir propaganda subversiva, medios de comunicación eficaces y la realización-promoción de actividades desestabilizadoras.
Las deserciones, traiciones y cambios de bandos que se han apreciado en  algunas altas figuras políticas, militares, entre otras, en las guerras de Irak y Libia, lo intentaron en Pakistán, en Siria, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, etc.), son elocuentes ejemplos de la labor previa de zapa, erosiva, de división y compra de posicionamientos políticos y éticas individuales que muestran, más que todo, los raquitismos ideológicos y políticos de esos que antes defendían lo que ahora abandonan y atacan.
Tales variados arsenales están contenidos ad hoc en esa “ingeniería del consenso”, a la cual el ensayista chileno Diego Cerda denominó, acertadamente, como la PsyWar y la “construcción artificiosa del mundo” desde el poder corporativo y de los gobiernos (Diego Cerda Seguel La inteligencia y los guionistas de la realidad: el devenir artificioso del mundo, en, http://revista.escaner.cl/nod/160.), lo cual significa nada más y nada menos que la más prolongada campaña de mercadeo de las ideas que ha desplegado el imperialismo, encabezado por los EE.UU., desde el siglo pasado hasta la actualidad.
Se persigue el propósito de vender engañosamente las “bondades del capitalismo a través de un ropaje glamoroso y repleto de modernidad”, ahora de postmodernidad y contrapuesto a las tradiciones, las viejas costumbres, mitos y ritos considerados ortodoxos, anticuados y obsoletos.
Porque se trata de derrotar en el terreno de las ideas a todas las alternativas que se contrapongan a su dominio y hegemonía mediante el deslumbramiento y la persuasión, la manipulación del subconsciente -hasta la sublimación y la virtualización de la realidad-, la usurpación del imaginario colectivo de las diferentes diversidades existentes, ocultar el epistemicidio de saberes y conocimientos que se comete con aquellos que no pueden adocenar, así como la recolonización de las utopías redentoras y libertarias del socialismo, del marxismo y la izquierda revolucionaria, los movimientos sociales y políticos opcionales, especialmente los antisistémicos, por lo cual sus discursos y métodos se dirigen contra civilizaciones, formaciones culturales y religiosas que no se avienen al modo de ser, pensar y accionar occidental eurocéntrico y norteamericanizador.
El ataque psicológico y cultural solapado de las fuerzas del capital transnacional es de tal alcance que se puede lograr, como consecuencia, un efecto paradójico y alarmante para las seleccionadas víctimas, el hecho de que estas lleguen a comprender y compartir la i-lógica y la i-racionalidad de sus perversos victimarios. Son signos más que evidentes de la capitalización transnacionalizada del planeta a través de la imagen simbólica y real de la “MacDonalización”, la “Disneylandización”, la “Hollywoodización” y la “Waltmarkterización” –hoy los gigantescos Smol- de la vida cotidiana enfrentada a toda forma de autonomía, soberanía y democracia. (Benjamin Barber Hacia una sociedad universal de consumidores. Cultura McWorld contra democracia, en La Gaceta de Cuba, UNEAC, No. 6, nov.-  dic., La Habana, 2001.)
Uno de los pensadores más eufóricos acerca de la victoria cultural de los EE.UU., recién transcurrida la Segunda Guerra Mundial, Reinhold Wagnleitner, expresó con razón que los mitos, los mensajes y la ideología de Hollywood funcionaron como el más poderoso inventario iconográfico del capitalismo norteamericano, y que gracias a esa industria cinematográfica se llevó a cabo un proceso mistificador que permitió hacer pasar la ideología consumista del capitalismo como si fuese la insignia de una verdad intelectual. Añadiendo, simbólicamente, que ese fue el triunfo de la “Doctrina Marilyn Monroe” -para Europa- tal como lo fue la doctrina del presidente James Monroe (1823) para el hemisferio americano. (Reinhold Wagnleitner American Cultural Diplomacy, the cinema, and the Cold War in Central Europe, Annals of the America Academy of Polical and Social Sciences, Issue 254, 1947, pp. 31-36).
Con sus actualizaciones respectivas, estas afirmaciones pueden adecuarse a las condiciones sociohistóricas actuales y al desarrollo perfeccionado de las guerras culturales por parte de los neoconservadores estadounidenses, regionales e internacionales. Según algunos especialistas que estudian el surgimiento y la evolución de la corriente neoconservadora afirman, unilateralmente, que ésta apareció a la luz pública como consecuencia de la necesaria respuesta ante el movimiento contracultural de los años 60 de la pasada centuria, el cual mucho debió a las posturas asumidas por liberales honestos, aunque también es cierto que estuvieron involucrados sectores y organizaciones de izquierda, la nueva izquierda, que deseaban una transformación más radical.
Con medias verdades y medias mentiras -hoy las abiertamente fake news o mentiras falsas- se nos propone una lectura, por cierto muy bien amañada, de aquellos acontecimientos que tuvieron su explosión en el ya lejano “Mayo Francés”, de 1968 (aunque hubo revueltas en muchas ciudades del mundo, y en América Latina resonó con fuerza en octubre de ese año, el “Tlatelolco mexicano”), pero que tienen ascendencia en el momento actual que vivimos. (Carlos Antonio Aguirre Rojas Para comprender el mundo actual. Una gramática de larga duración, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cuba Juan Marinello, La Habana, 2003).
La alusión históricamente enrevesada y la omisión intencional de ese renacimiento conservador lo realizó una de las mentes más inteligentes de la política y la academia estadounidense, la señora Jeanne Kirpatrick, representante permanente en la ONU del gobierno de Ronald Reagan (1980-1988) e investigadora además de mérito del American Enterprise Institute.
La Kirpatrick ignora o acalla la verdad con conocimiento de causa. Oculta el nacimiento real del neoconservadurismo como producto de la confrontación capitalismo versus socialismo y el auge de las luchas nacional-liberadoras del Sur geopolítico, en los años pre y posbélicos a 1941-1945.
Peor aún, no relata que de los conversos de izquierda salieron sus más connotados representantes. Y lo presenta como la respuesta inevitable, la mutación forzada de esos librepensadores a los que no les quedó más remedio que robustecer sus dogmas y extralimitarse en su reaccionarismo como forma de defender a los EE.UU. y el mundo libre del peligro del comunismo en los años 60.
No parece recordar, sin embargo, la susodicha pensadora burguesa que tal contraofensiva conservadora, reaccionaria y agresiva de la derecha norteamericana e internacional fue dirigida no solo contra el comunismo, sino frente a las fuerzas de liberación nacional, la clase obrera y sus conquistas alcanzadas tras duras luchas, los movimientos anticolonialistas, los defensores de los derechos civiles, de las minorías étnicas y los negros, que no solo incluían al segregacionismo y la discriminación presente en los EE.UU., sino también al Apartheid en Sudáfrica y en otras zonas del planeta, al antibelicismo de esos años simbolizado en la guerra de Vietnam y el incipiente movimiento a favor de la ecología, etc.
Ni siquiera menciona al tenebroso Programa COINTELPRO, -guerra que lanzó el gobierno de EE.UU. a lo interno de su propio país-; mucho menos reconoce que ese plan se redireccionó además hacia los gobiernos progresistas, nacionalistas, populistas y democráticos (sin hacer distinciones entre si eran comunistas o no, como fue el caso de Domingo Perón, en la Argentina de 1955) que, según las reglas de las elites de poder oligárquicas burguesas, estaban saliéndose de la órbita de Washington y sus aliados. No se mencionan tampoco antecedentes como el apoyo sutil -con un neutralismo cómplice- al fascismo italiano, el nazifascismo alemán y, en especial, al falangismo español; el golpe de Estado en Irán (1953); la agresión militar de la OEA, bajo el asesoramiento de la CIA, a la Guatemala de Jacobo Arbenz, 1954, entre otros. Más aun, se encubre la “Operación Cóndor”, la preparación y ejecución del golpe de estado militar contra el legítimo gobierno de Salvador Allende, en Chile (1973), y las llamadas “guerras de baja intensidad” frente a los movimientos guerrilleros en Centroamérica y, en especial, contra la triunfante Revolución Sandinista de 1979.
Y se produce la magia selectiva, son solo los sucesos de la fatídica invasión militar soviética sobre Checoslovaquia, la privilegiada “primavera de Praga, los que salen a la luz pública como el símbolo de la injerencia, violación de las leyes y normas internacionales y la defensa de las “zonas de influencias rusas” en la Europa del Este, como si la otra parte no hubiera agredido a  nadie y no tuviera también bien delimitadas sus fronteras capitalistas intocables.
De todas formas la elaboración de esta idea cercenada constituyó un peligroso intento, entre muchos, de reivindicar lo “liberal” para definir lo “conservador” y una meridiana demostración de cómo los conservadores y neoconservadores pueden macerar, pervertir y adocenar el lenguaje y el pensamiento con un acto de prestidigitación conceptual que, diciendo defender lo que ataca y afirmar lo que se niega hace todo lo contrario, desorientando a las grandes masas populares e incluso a los intelectuales planetarios, muchos de los cuales son timados y luego cooptados, lográndose una estratégica victoria a favor de las hegemonía del capital transnacional.
Fue una menuda manera de demostrar con el reverso lo que hacen en la realidad, el culto a la utilización de la fuerza bruta, el despliegue de guerras de todo tipo y escalas posibles, la denodada defensa del aumento de los gastos militares y la intromisión en las vidas privadas de los ciudadanos de su país y de otros a través de la manoseada coartada de la seguridad nacional, asumiendo el derecho a la agresión directa en cualquier “oscuro rincón del mundo” por considerarse mesiánicamente los gendarmes mundiales, desplegando ataques preventivos, sorpresivos, selectivos o masivos, contra cualquier país si peligran los intereses del mundo libre capitalista occidental pero, presentándose a la vez al público como arcángeles de la paz mundial, de los mejores valores y las más excelsas virtudes humanas.
Sin embargo, las guerras de agresión llevadas a cabo por los EE.UU., la Organización del Atlántico Norte (OTAN) y otras naciones -en extrañas coaliciones alcanzadas- desde 1989 hasta nuestros días, arrojan un escalofriante censo: contra Panamá, Irak (dos veces), Yugoslavia (dividida además en varios Estados por el violento separatismo interno, apoyado y promocionado por el occidente imperialista), Afganistán, Haití (por dos ocasiones), Somalia, Sudán (ya dividida en dos naciones) y Libia, Siria, Yemen (atacado por Arabia Saudita), etc.
A lo que se suma las mal denominadas ‘Primaveras Árabes’, el intento de subversión en Georgia que culminó con la intervención Rusa en Abjasia y Osetia del Sur (2008), la ‘Contra- Revolución de Colores’ en Ucrania, el conflicto con Rusia y las sanciones en su contra; la guerra comercial iniciada por la administración de Donald Trump contra China, Rusia, la Unión Europea, México y Canadá; las amenazas contra Qatar; los trajines y retóricas, más amenazas contra Corea del Norte; los fraccionamientos y guerras civiles atizadas en otras naciones; el rompimiento por parte de los EE.UU. con Irán de los acuerdos nucleares con 6 potencias, y la imposición de sanciones contra ese país y a las empresas que comercien e inviertan en el mismo.
Otros conflictos bélicos parecen excluirse del término guerra y son, sin embargo, donde se suceden constantemente bombardeos aéreos y marítimos, agresiones e infiltraciones armadas terrestres y numerosos muertos, asesinatos y heridos en masa: ellos son las confrontaciones contra los palestinos, los saharauies y los libaneses, los propios territorios fronterizos de Pakistán con Afganistán, por citar algunos ejemplos. Y estas injerencias se realizan bajo la justificación de una “guerra humanitaria preventiva”.
Un artículo de Nick Turse, historiador, ensayista y periodista de investigación, titulado “Una guerra secreta en 120 países”, y publicado en Alternet.org y TomDispatch.com, confirma a través de fuentes confiables que, en 2011, desarrollaban 120 guerras secretas en el mundo, bajo la infiltración de comandos especiales estadounidenses.
En él se puede leer “(…) El pasado año, Karen De Young y Greg Jaffe, del Washington Post, informaron de que las Fuerzas de las Operaciones Especiales de EEUU estaban desplegadas en 75 países, subiendo hasta esa cifra desde los 60 que eran a finales de la presidencia de George W Bush.
El portavoz del Mando de dichas Operaciones Especiales Tim Nye dijo que, para últimos de este año, la cifra probablemente llegará a 120. “No paramos de movernos, no se trata solo de Afganistán o de Irak”, dijo recientemente. Esta presencia global -aproximadamente en el 60% de las naciones del mundo y muchísimo más amplia de lo que anteriormente se reconocía- proporciona una nueva y sorprendente prueba de la existencia de una creciente elite de poder clandestina dentro del Pentágono que está emprendiendo una guerra secreta por todas las esquinas del planeta. (Nick Turse Una guerra secreta en 120 países, en Alternet.org y TomDispatch.com, 7 de agosto de 2011, tomado de rebelión.org., 27 de agosto de 2011).
Esa doctrina política-militar de presión, chantaje y amenaza de agresión se despliega también sobre Irán, Corea del Norte y hace unas pocas semanas contra Siria, identificadas y acusadas como naciones terroristas, miembros del “Eje del Mal”, poseedoras o no de armas nucleares, pero consideradas como peligros evidentes para la seguridad y la paz regional y mundial.
Y tales ideas elaboradas para engatusar y embrollar se reafirman a través de las aseveraciones complicadísimas de un grupo de fundadores e ideólogos del neoconservadurismo estadounidense.
Así se expresa Joshua Muravchik “(…) Después de 60 años de existencia, la ONU ha fracasado. Ella constituye un monumento al idealismo de Estados Unidos. El idealismo norteamericano ha aportado algunas cosas buenas al mundo, como por ejemplo, el fin del colonialismo, el ascenso de los Derechos Humanos y la propagación de la democracia (…)”; (Joshua Muravchik The future o the United Nations, American Enterprise Institute, AIE Press, U.S.A., 2005.), o Samuel Huntington “(…) El futuro de Estados Unidos y de Occidente depende de que los norteamericanos reafirmen su compromiso con Occidente (…) que rechacen los cantos de sirena del multiculturalismo o de la diversidad cultural (…)”; (Samuel Huntigton The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, Touschtone Books, U.S.A., 1997), o también la discípula de Henry Kissinger, Condoleezza Rice “(…) defenderemos la paz previniendo y enfrentando la violencia de los terroristas y de los regímenes forajidos; preservamos la paz mediante el fortalecimiento de las relaciones con las grandes potencias mundiales; y extenderemos la paz llevando los beneficios de la libertad y la prosperidad por el mundo (…)”; (Condoleeza Rice The Necon Reader, Grove Press, New York, 2004.) y, para terminar, Karlyn Bowman, quien retomando otras ideas escribió que “(…) Irving Kristol ha dicho que no existe una doctrina neoconservadora sobre las relaciones internacionales, solo un conjunto de actitudes que incluye un profundo amor por nuestro país, desconfianza hacia todo intento de crear un gobierno mundial, una clara percepción de quiénes son nuestros amigos y nuestros enemigos, la preocupación por el logro de una defensa musculosa fuerte, y el deseo de llevar a buen término el proyecto de convertir a Estados Unidos en la primera y única superpotencia mundial (…)”. (Karlyn Bowman The Neon Reader, Idem).
Sin comentarios, a no ser que advirtamos en la lectura cuidadosa, crítica y entre líneas, que debe realizarse de estos textos y discursos, lo que se necesita para comprender lo que dijeron y como lo expresaron definitivamente, añadiéndole los contenidos de la realidad objetiva y subjetiva existente.
Tarea de un lector acucioso y preparado educacional y culturalmente, con una mente crítica política avezada, pero por sobre todo sincera, honesta y fiel a la causa de los explotados y oprimidos del mundo.
Entonces, el fenómeno Donald Trump como mandatario no es casual, es hijo de una estrategia de la derecha estadounidense, al que se le han sumado los ultraconservadores más fanáticos, tomándose años para irla instalando de forma directa y encubierta.
Tampoco son casuales los ataques contra Cuba, el mantenimiento y endurecimiento del bloqueo, las provocaciones de los supuestos ataques sónicos cubanos contra diplomáticos estadounidenses, la cantidad enorme de dinero que están invirtiendo para propiciar la subversión en Cuba, dándole plata constante y sonante a los grupúsculos contrarrevolucionarios, becas en el extranjero, montaje de plataformas digitales con personal a sueldo para deliberar e imponer la desmovilización y desmotivación entre los jóvenes y muchos sectores de la población; el dinero para los periodistas independientes, los sindicatos independientes, etc. (Aileén Carmenaty Sánchez La subversión político ideológica de Estados Unidos hacia el sistema económico, político y social de Cuba luego del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países, Tesis de Diplomado, Tutorada por el Dr. Néstor García Iturbe y el Héroe de la República de Cuba, Gerardo Hernández Nordelo, Inédito. Injerencia de los EE.UU. en Cuba, Los dineros del Tío Sam, La pupila insomne, 18 de diciembre de 2017, https://lapupilainsomne.wordpress.com/; y Randy Alonso Falcón ¿La era de la posverdad o de la multiplicación de las mismas mentiras?: Campañas mediáticas contra los procesos progresistas latinoamericanos, Cuba Debate, 16 de julio de 2018).
Ante estas realidades, ¿por qué hay personas en Cuba -algunos de los cuáles ni me atrevería de culpar de adversarios y menos de enemigos- que quieren y desean disminuir, subestimar e ignorar el peligro de la agresividad ideológica imperial?
Parecen de pronto tornarse ingenuos -aunque la inocencia a veces tiene un costo o precio alto-; e intentan ponernos a deliberar en cuestiones no fundamentales, para hacer un diversionismo tonto y absurdo, sin pensar hasta donde puede ello escindirnos.
Polemizan sobre todo y elaboran políticas “científicas”, más expeditas que las que somos capaces de realizar sopesada y también de forma crítica; están cuestionando al presidente de los Consejo de Estados y de Ministros, el compañero Miguel Díaz- Canel, juegan con fuego si no están en la hoguera con los llamados heterodoxos, diversos y multiculturales. ¿Por qué y para qué?
Las problemáticas en la Nicaragua contemporánea nos llaman a poseer un sentido alerta ante los errores y las ingenuidades.
Dr. en Ciencias Históricas Orlando Cruz Capote. Investigador Auxiliar. Instituto de Filosofía. Citma-Cuba. 19 de julio 2018

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