El secuestro mediático del debate económico
Escrito por
Redacción
Juan Torres
Un efecto positivo que al menos ha tenido la crisis es que la
discusión sobre las cuestiones económicas se ha socializado bastante.
Quienes impartimos habitualmente conferencias y charlas a gente muy
dispar creo que comprobamos sin lugar a dudas que su interés por los
problemas económicos es mucho mayor que antes de 2007. Mi experiencia
personal es esa y también que incluso ha aumentado extraordinariamente
el conocimiento que personas de cualquier origen y formación tienen
sobre este tipo de temas. El número de quienes asisten a actos en donde
se explican es mucho mayor y se percibe claramente que se sabe mucho más
de economía que hace unos años.
A eso han contribuido de un modo decisivo los medios de comunicación
que han concedido un lugar antes impensable al debate económico. Es de
agradecer y es muy positivo que así haya sido pero creo que todavía
tenemos bastantes déficits en este aspecto que impiden que la ciudadanía
se haga una idea acertada de lo que ha pasado y está pasando y, por
tanto, que pueda defender eficazmente, especialmente a la hora de votar,
sus intereses.
A pesar del avance registrado, el espacio que se dedica a las
cuestiones económicas sigue siendo escaso si se tiene en cuenta la
trascendencia que tienen para la vida de todos tipo de personas. Casi
siempre se abordan en tiempos marginales y a deshoras, de modo que es
muy difícil que puedan seguirse por la mayoría de las personas normales y
corrientes.
En segundo lugar, y aunque es verdad que los enfoques críticos que
antes no habían tenido presencia alguna en los medios se han abierto un
poco de paso, lo cierto es que el debate económico en los medios se
lleva a cabo en condiciones de gran asimetría. Predomina siempre la
versión neoliberal u ortodoxa de los problemas económicos y esto sí que
es muy grave porque se impide que la gente tenga a su alcance la
variedad de soluciones y alternativas que existen.
Es verdad que este desequilibrio no es propio solamente de los medios
sino que éstos reflejan lo que igualmente predomina en la academia y en
la política pero eso no puede ser excusa. Lo cierto es que así se ha
forjado el pensamiento único que confunde a la sociedad haciéndole creer
que la única alternativa para los problemas de nuestro tiempo es la
ortodoxa: bajar los salarios para crear empleo , dejar la política
económica en manos de los técnicos, reducir los impuestos a las clases
altas, privatizar para que las empresas sean más eficientes, reducir
gasto público para que haya más empleo o para que baje la deuda, etc.,
es decir, formulaciones todas ellas que se han revelado falsas mil
veces, pero que mil veces más se repiten como si fueran la verdad
absoluta.
Para colmo, los debates económicos que tienen más trascendencia son
los que se desarrollan en la televisión, el mass media por antonomasia, y
eso contribuye a su vez a que el discurso económico dominante, ya de
por sí empobrecido por la falta de diversidad con que se presenta,
resulte todavía más simplista.
En el tipo de programación televisiva que predomina, lo que impera es
la rapidez y el discurso entrecortado y dicotómico, lo que hace muy
difícil que puedan manifestarse todos matices que son propios del
pensamiento mínimamente complejo que es necesario desarrollar para poder
explicar los fenómenos económicos que son de por si igualmente
complejos y complicados.
Todo eso produce más bien una malformación de la ciudadanía que es
verdad que tiene cada vez más información económica, pero aún
insuficiente, de baja calidad y casi siempre de muy poca variedad pues,
como he dicho, se busca una combinación de opiniones que no ponga en
peligro el discurso dominante.
El gran problema que tiene la economía española es la gran
desigualdad que viene debilita desde hace años nuestras capacidades de
generación de riqueza y empleo. Y esa gran desigualdad es el resultado
de la concentración extraordinaria del poder en unos pocos grupos
sociales que es posible gracias a su influencia sobre los medios de
comunicación y a la generalización del discurso económico sesgado que
éstos contribuyen a generar de forma tan unilateral, antidemocrática y
poco fundada.
La democracia auténtica, participada y deliberativa, requiere que se
promueva en mucha mayor medida el debate sobre las cuestiones económicas
y que se haga de forma plural para que la población tenga de verdad las
verdaderas claves de las que dependen las decisiones que pueden tomarse
frente a los problemas que padecemos.
El secuestro democrático en el que nos encontramos (en palabras del
informe que Oxfam Intermon acaba de realizar sobre la desigualdad en
España) es la otra cara del secuestro informativo y éste, a su vez, se
basa en gran medida en la deformación del debate económico para hacer
creer que lo que conviene a los de arriba es lo que le conviene a todos
los demás.
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