La carta dominical de Pedro J. Ramírez que ya no
puede publicar en El Mundo
Buenos días, aunque para mí sea tal vez el peor de los
últimos 40 años. Hoy es el primer domingo en casi cuatro décadas en el
que no puedo escribir en ningún periódico.
No me pasó ni con Arias Navarro, ni con Suárez, ni con Calvo Sotelo,
ni siquiera con González. Cuando me echaron de Diario 16 pude fundar El
Mundo. Tampoco con Aznar o con Zapetero. Me ha pasado con Rajoy que en
lugar de dimitir el día que publiqué sus SMS de apoyo a Bárcenas, desató
una brutal campaña contra mi a la que se sumaron destacados empresarios
del Ibex.
Primero fui destituido como director del diario que fundé
convirtiéndolo durante un cuarto de siglo en referente del periodismo de
investigación y la prensa europea de calidad.
Entonces pensé que lo mejor para El Mundo y para mi era continuar
escribiendo en el diario entre otras cosas porque, según una idea
alentada desde la cúpula de la compañía, las circunstancias podían
cambiar y cabía un reparto de papeles con el nuevo director, tal y como
originariamente estaba previsto en mi contrato.
Es absolutamente falso que yo cobrara entonces una indemnización a
cambio de un pacto de no competencia de dos años. Cobré exactamente lo
que estaba en mi contrato: 5.300,000€ después de que Montoro se quedara
con la parte del león. Y los hubiera cobrado en todo caso porque RCS
había prestado su garantía solidaria a tal efecto en un documento
notarial.
La única razón, la única repito, por la que firmé ese pacto de no
competencia fue porque Unidad Editorial me garantizaba que publicaría mi
Carta de los domingos. En realidad no era sino un acuerdo de
exclusividad. De hecho una y otra cosa están vinculadas en el pacto.
Lo que ha ocurrido ahora es que Casimiro considera que tras mi
educada e irónica réplica a sus declaraciones vejatorias contra mi, ya
no cabemos los dos en el mismo periódico. Bien porque su consideración
de sí mismo se ha disparado, bien porque su Mundo ha menguado mucho en
términos de tolerancia y pluralismo. El caso es que planteó un órdago
sin precedentes: si yo seguía escribiendo, él dimitía.
Que Galiano cediera ante ese órdago y de acuerdo con RCS cercenara mi
cabeza, dice mucho de la deriva de la Unidad Editorial que fundé juntó a
mis compañeros. Es inaudito por cierto que El Mundo siga sin publicar
mi respuesta al editorial infamante que me dedicó y sobre todo que siga
sin dar explicación alguna a los lectores sobre mi exclusión. Parece que
la prepotencia de sus nuevos responsables ha llegado al extremo de que,
después de exigir explicaciones sobre tantas conductas ajenas, ahora se
sienten con bula para no darlas sobre las propias.
Lo inaudito del caso es que, además de romper unilateralmente lo
pactado en relación a mi Carta, remuneración y demás condiciones,
Galiano me ha requerido para que siga cumpliendo el pacto de no
competencia, prohibiéndome así escribir en otro periódico o fundar uno.
Tanto él como quienes han inspirado esta sucia maniobra saben que
perderán el caso en los tribunales, pues los motivos que alegan sobre mi
incumplimiento son nimiedades desmentidas por sus propios actos: hacer
declaraciones sobre el trasfondo político de mi destitución, tal y como
se describe con detalle en el prólogo de mi nuevo libro que acaba de
publicar la editorial de Unidad Editorial; o ironizar sobre Casimiro en
el texto de cuya publicación tanto alardeó el interesado.
Pero Galiano y RCS también saben que con la ayuda de Goliat-Uría
pueden dilatar los plazos judiciales frente a la demanda que esta misma
semana interpondrá David-Liaño.
Su pretensión, coincidente con los deseos del Gobierno, es impedir
que mi voz se escuche de forma articulada y dentro del perímetro de un
proyecto intelectual compartido, en estos meses cruciales antes de las
próximas elecciones generales en las que se decide el futuro de España.
Por eso yo pido a la opinión pública en general y a los lectores de
El Mundo en particular que secunden mi petición de que #unadedos: o
Casimiro me permite volver a escribir en El Mundo o Galiano me permite
hacerlo en el periódico que yo quiera.
Hay en juego valores constitucionales que no afectan a una sola
persona sino al conjunto de la sociedad y a la calidad de nuestra
democracia. Gracias a todos por vuestras muestras de apoyo.
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