Reequilibrios electorales. Oportunidad para el cambio político
Los distintos estudios
de opinión electoral realizados posteriormente a las elecciones europeas
(particularmente los del CIS, julio y octubre de 2014, y Metroscopia,
de julio, agosto y octubre) ofrecen unos resultados y, sobre todo, unas
interpretaciones muy contradictorias de sus consecuencias y los
escenarios abiertos.
La última encuesta de Metroscopia de estimación de resultado electoral (voto+simpatía) sobre el voto válido (70,5% del censo) (El País,
2 de noviembre de 2014), señala algunas variaciones significativas:
desplome del PP (20,7%), descenso de PSOE (26,2%) e IU/ICV (3,8%) y
reforzamiento de Podemos (27,7%), que pasa a ocupar la primera plaza.
Pero nos vamos a detener en el Barómetro de octubre de 2014 del CIS
(publicado el 5 de noviembre), que aporta otros resultados algo
diferentes (ver gráfico) a los de Metroscopia y su anterior
estudio de julio. Además, nos ofrece datos sobre las opciones
ideológicas de la población y su conexión con sus preferencias
electorales.
Gráfico: Distribución de voto+simpatía según segmento ideológico*
Fuente: CIS-Barómetro de octubre y elaboración propia. Eje izquierda (1) a derecha (10).
*NOTA: Estos resultados son sobre el voto+simpatía definidos, es decir,
sin contar con el 22,4% de personas encuestadas que dicen que no van a
votar a ninguno de los partidos, por lo que en este momento se
abstienen. La distribución es vertical y el resto hasta el 100%
corresponde a otros partidos. El total de esta elaboración propia se
pone en la primera columna, para contrastar con el total que propone el
CIS, después de su ‘cocina’.
La suma de Podemos (24,9%) e
IU/ICV (5,4%) llega al 30,3% y supera al PP (18,8%) y al PSOE (23,3%).
Esa distancia aumentaría si sumásemos a los primeros lo recibido por el
resto de Izquierda Plural y por Compromís-Equo (1,1%). No obstante, el
polo alternativo todavía queda lejos para que pueda alcanzar la
hegemonía institucional. En el caso de un acuerdo PP-PSOE, el
bipartidismo todavía sería mayoritario. Además, hay que considerar que
el resto de partidos no detallados suma 21,5 puntos, repartidos entre la
derecha nacionalista (CIU, PNV, CC) o regionalista (UPN, FAC), el
centro (UPyD/Ciudadanos) y la izquierda nacionalista (ERC, Amaiur, BNG) y
la singular Geroa Bai. En todo caso, es de destacar que las referencias
ideológicas de este heterogéneo conglomerado tienen un mayor peso
demográfico en los segmentos de centro-derecha y derecha moderada (6, 7 y
8).
Tiene interés su análisis para calibrar la composición
ideológica del probable electorado de las distintas fuerzas políticas,
según la auto-ubicación en el eje izquierda/derecha, y sus posibles
ámbitos de expansión. También destaca la amplia movilización en la
disposición de voto en los segmentos de izquierda y la importante
tendencia de reserva o desafección relativa hacia el PP, entre los
segmentos de derecha, y hacia el bipartidismo, entre los de centro.
Es oportuno comparar estos datos con los oficiales del CIS, después de
que los haya ‘cocinado’ con otros datos complementarios, básicamente con
el posible incremento de la participación de parte de ese electorado de
centro y derecha, hoy abstencionista. Es lo que le permite justificar
la ampliación de los porcentajes de estimación de voto a los dos
partidos gobernantes, PP y PSOE.
Así, el CIS reinterpreta sus
propios datos de estimación directa de voto más simpatía contando con la
posible evolución del colchón ideológico de derechas, hoy desmovilizado
electoralmente, derivado del desencanto de parte del electorado
conservador. Presupone que la estrategia (comunicativa) del PP va a
tener cierto resultado a su favor (5,1 puntos adicionales) y que el
grueso de los mismos no se va a ir hacia el PSOE (ni al centro ni a
algún partido de derecha extrema que pudiese aparecer). Pero, hasta
ahora, ni la estrategia del miedo a la victoria de Podemos, ni la
estrategia del embellecimiento de la eficacia de su política regresiva
para el crecimiento del empleo, tienen credibilidad social.
En
el caso del partido socialista, el CIS le añade cuatro puntos a su
estimación directa de voto válido. Los podría recoger de los indecisos
actuales de los segmentos 5-6 y recuperar algo del 4 a costa del polo
alternativo, cosa hoy improbable.
En el caso de Podemos, le
rebaja 2,4 puntos, supuestamente con la lógica de que si aumenta la
participación de los segmentos de centro y derecha, la proporción de su
electorado ubicado, sobre todo, en la izquierda, bajaría.
Por
tanto, tomados con la debida precaución, las matizaciones expuestas y
considerando que es una foto fija del momento actual, estos datos son
orientativos de una realidad y una tendencia: declive del bipartidismo,
incapacidad para gobernar por separado PP y PSOE (aun con aliados de
centro o derecha nacionalista) y consolidación de un campo electoral
alternativo al establishment, de similar o superior representatividad.
Como en el anterior Barómetro de julio, las fuerzas alternativas
(Podemos-IU/ICV…) superan ampliamente al PSOE en los segmentos de
izquierda (del 1 al 3) y también en el centro progresista (5), aunque no
en la izquierda moderada (4). Ambos, PSOE y Podemos, no tienen ningún
apoyo en la derecha extrema (9 y 10) (IU/ICV, tampoco en el centro
derecha), y tienen un similar apoyo minoritario (unos nueve puntos) en
el segmento de centro-derecha (6) y todavía menos (inferior a cinco
puntos) entre la derecha moderada (7 y 8).
Varias
constataciones se deducen. El voto a Podemos no es transversal, en el
sentido de que sea proporcional en todo el espectro ideológico: se
asienta en la izquierda y el centro progresista. Sus dirigentes insisten
en que quieren construir una base electoral popular, los de abajo,
frente a la oligarquía o los de arriba. Aunque sus sectores más afines
se encuentran entre la mayoría social de la ciudadanía descontenta, la
parte indignada y crítica del pueblo. Esa tendencia sociopolítica sí es
popular, pero ya se ha ido decantando por una crítica a la desigualdad y
la corrupción y una inclinación por la democratización del sistema
político y socioeconómico. Esa experiencia la vive y la valora desde su
cultura democrática y de justicia social, que identifica con una
posición de izquierda o centro progresista, y unos pocos de derecha
social y democrática (o sea, haciéndolo compatible todavía con su
auto-ubicación en el centro-derecha).
La vía inmediata de
Podemos para ampliar su electorado y consolidar una mayoría relativa es
incrementar sus apoyos entre esa ciudadanía indignada (en torno a dos
tercios de la población) que todavía no se siente representada por
ellos. Es de composición popular –clases trabajadoras y medias no
ascendentes- y todavía se auto-ubica, sobre todo, en la izquierda
(segmentos 3 y 4) y en el centro progresista (5). En el primer caso, en
competencia abierta con el PSOE; en el segundo, además de disputar el
voto al PSOE, para recoger una parte de la actual abstención de los
indecisos (probables desafectos del PSOE -y de UPyD-). Sin descartar una
pequeña transversalidad, el apoyo de algún sector minoritario de
centro-derecha, popular, progresivo y crítico con el poder establecido.
El PSOE tiene difícil recoger más voto de izquierda (3 y 4),
actualmente alternativo, y su granero potencial estaría entre sectores
indefinidos del centro (5 y algo del 6 en competencia con el PP y UPyD).
Su continuismo estratégico y la falta de credibilidad social de su
discurso no le permiten remontar significativamente su electorado.
Al PP se espera la ardua tarea de convencer a los segmentos de
centro-derecha y derecha para que le voten (en competencia con la
abstención y las derechas nacionalistas y regionalistas, de
UPyD-Ciudadanos y otros grupos de derecha minoritarios). Pero como se
decía, en ausencia de una auténtica regeneración democrática y una clara
mejora socioeconómica y de empleo entre la población, ni el
embellecimiento de su gestión económica ni la estrategia del miedo ante
el ascenso de Podemos o la crisis territorial, parecen dar resultado
para ganar credibilidad en su potencial electorado.
En
definitiva, se dibuja un cierto empate a tres bandas y las estrategias
de cada fuerza política respecto del proceso económico y sociopolítico y
las demandas ciudadanas serán fundamentales para que una de ellas pueda
sacar ventaja y ser determinante en la hegemonía institucional. En todo
caso, queda claro que existe una oportunidad para el cambio político
frente al establishment y el riesgo de su refuerzo mediante un
acuerdo PP-PSOE, y que Podemos, como eje de las fuerzas alternativas y,
junto con una ciudadanía activa, puede tener un papel decisivo en la
configuración de un nuevo ciclo social y político, democratizador y
progresivo.
Antonio Antón. Profesor honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid
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