Mikel Arizaleta
Se decía en el periódico “El Mundo del 15.5.2013”:
“Han pasado casi tres décadas y finalmente la verdad sale a la luz.
El hombre que apretó el gatillo y acabó con la vida del pediatra y ex
dirigente de Herri Batasuna, Santiago Brouard, en la tarde del 20 de noviembre de 1984, se confiesa en una entrevista que es el resultado del trabajo del Máster de Investigación de EL MUNDO, dirigido por Antonio Rubio.
"Cuando Santiago Brouard salió de su consulta le pegué dos tiros y
después lo rematé en el suelo". Éstas son las escalofriantes
revelaciones de Luis Morcillo, autor material de un crimen que fue reivindicado por los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL).
Morcillo, que vive aislado intentando pasar página en su conciencia,
explica cómo la orden de matar a Brouard la recibió del entonces
comandante de la Guardia Civil Rafael Masa, quien pudo haber transmitido a su vez los designios del que era director de la Seguridad del Estado, Julián Sancristóbal.
'Cuando salió de su consulta le pegué dos tiros y lo rematé en el
suelo. Salí corriendo con López Ocaña y dejé la pistola en la escalera'
Acompañado por Rafael López Ocaña, ejecutó la acción y en pago por ello recibieron del Ministerio del Interior la cantidad de 7,5 millones de pesetas.
"Cuando Santiago Brouard salió de su consulta le pegué dos tiros y
después lo rematé en el suelo. Salí corriendo, con Rafael López Ocaña, y
dejé la pistola en un hueco de la escalera". Este es un relato en
primera persona de Luis Morcillo, el asesino del pediatra Santiago
Brouard, ex dirigente de Herri Batasuna. El atentado contra una de las
cabezas más lúcidas de la izquierda abertzale se cometió en Bilbao el 20 de noviembre de 1984, sobre las 18.20 horas, y fue reivindicado por los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL).
Veintiocho años después del asesinato de Brouard, EL MUNDO ha
localizado a uno de los autores materiales de esa acción de los GAL,
Luis Morcillo. Granadino de origen y "compadre" del ex comandante de la
Guardia Civil Rafael Masa, mano derecha de Julián Sancristóbal que por
aquellas fechas era director de la Seguridad del Estado, ya ha cumplido
73 años y vive en un pueblo, apartado de toda aquella actividad que le
convirtió en un capo de los GAL y más tarde del narcotráfico”.
Santi fue asesinado un 20 de noviembre de 1984 por el Estado español
y sus comerciales, con la colaboración y la mano de Felipe González,
Barrionuevo, Vera, San Cristobal, Amedo, Masa… Con la colaboración y el
placet de los jerifaltes del gobierno, de los jefes del PSOE de
entonces, de guardiasciviles y matones a sueldo de cloaca estatal. No lo
sé; pudo muy bien ser como cuenta Morcillo a El Mundo, si bien ni
Morcillo ni El Mundo merecen especial credibilidad. Pero perfectamente
pudo ser muy parecido con algún nombre cambiado, muy semejante, casi
igual. Lo que queda claro y nítido -tómese la versión que se quiera- es
que el Estado y sus mercenarios estaban detrás cubriendo el asesinato en
la tarde otoñal. De ahí la nebulosa del caso, su contorno opaco
amarillento tras visillo, pero con la claridad suficiente como para
proclamar sin ambages que tenemos un estado asesino. ¿Han visto la
película Lasa y Zabala, y les queda alguna duda?
A Santi le mataron por la tarde y yo estaba sentado en una silla de
despacho. Y lloré. Y cuando hoy veo a ese estado español, a ese gobierno
y a sus comerciales más importantes envueltos en la corrupción y en la
mierda, en el saqueo a los ciudadanos, en el tráfico y la mentira, en la
chulería… entiendo por qué antes y ahora sobra un hombre limpio,
generoso, entregado, que va disminuyendo su capital con la entrega
generosa al ayuntamiento y vecinos de Bilbao. Hoy entiendo por qué un
gobierno así, como el de Felipe, mató a un hombre así, como Santi. Igual
que entiendo por qué hoy un estado criminal y corrupto y sus altas
instituciones saquean a las gentes, las empobrecen, les quitan derechos,
les arrebatan con leyes y trampas las casas, les mandan a la calle, a
la desesperación, les expulsan de la sanidad y la enseñanza, les roban
su dinero ahorrado, les arrojan a la miseria, por qué son tan chulos y
miserables… El crimen, la corrupción, el saqueo, el desprecio... les ha
vuelto señores feudales con mentalidad del medioevo, se creen con
derecho a pernada, se han bestializado, han creído ver esclavos en los
ciudadanos; su dinero, sus negocios, sus fábricas… los han convertido en
exportación de guerra, en rebaja de derechos humanos, en esclavitud y
miseria, en contaminación humana y medioambiental…
¡Santi!, hoy, 30 años después, los mismos cuatreros de entonces
tratan de arrebatarnos la dignidad, la solidaridad y la paz, las cosas
bellas que tenemos entre manos los humanos. El 20 de noviembre, con mi
rosa en tu recuerdo, gritaré al otoño y a las gentes aquella frase de
Howard Zinn: “El poder de un gobierno depende de la obediencia de
los ciudadanos. Cuando se les retira esa obediencia los gobiernos se
vuelven impotentes”. Se deshacen, desploman. O aquella idea tuya expresada en: “El mejor alcalde el pueblo”.
Dice Koldo Campos: “Hay muertes que, de vivas, nos dan las buenas
horas, nos lustran la sonrisa, nos atan los zapatos con los que andar el
día, nos rondan y nos cantan los sueños que aún amamos.
Son muertes tan poco moribundas que siempre están naciendo y así no
tengan visa para el cielo o el aval de la ley para la gloria van a
seguir estando con nosotros, memoria que respira y pan que se comparte,
dichosamente vivas”.
Eskerrik asko, Santi.
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