Jueves, 30 Octubre 2014 17:08
¡No queremos reformar ni el régimen del 78 ni el capitalismo, queremos transformar la sociedad!
Esta
penúltima revelación, tras los conocidos expedientes de Gürtel,
Barcenas, los EREs andaluces, las cuentas suizas de la familia del molt honorable
Jordi Pujol, o la participación de destacados dirigentes del PP, del
PSOE, de UGT y CCOO en el saqueo de Bankia, untados con excelentes
sobornos (tarjetas black), subraya que la putrefacción que corroe al sistema capitalista no tiene fin.
Como si
de una película de Berlanga se tratara, Rajoy y Esperanza Aguirre han
salido a la palestra pidiendo perdón. Pero no es la primera vez que
adoptan esta postura estética, cargada de cinismo e hipocresía, mientras
siguen alentando políticas que destruyen derechos, vidas y familias, y
enriquecen a una minoría de parásitos. Su petición de perdón no les va a
permitir escamotear su auténtica responsabilidad en todo esto. No
queremos disculpas no solicitadas, y menos de las mismas personas que
nos declaran la guerra sin cuartel todos los días; queremos que se vayan
inmediatamente, que el gobierno de la derecha dimita y que se convoquen
elecciones ya.
Este gran
chapapote no es exclusivo del PP, aunque obviamente el partido de los
empresarios, de los banqueros, de la reacción carpetovetónica, sea la
vanguardia más decidida y pringada en estos asuntos. También los
dirigentes del PSOE están que se salen. Ahora le toca el turno al
alcalde de Parla, mano derecha de Tomás Gómez, secretario general del
PSOE madrileño. Ayer fue el de Fernández Villa, el dirigente minero del
SOMA-UGT y barón intocable del PSOE asturiano, amigo del alma de Alfonso
Guerra y de Felipe González y de tantos prohombres de la
socialdemocracia, que lavó un millón y medio de euros garcías a la
amnistía fiscal de Montoro (para estas cosas los principios políticos
son como los calcetines); un capital que obtuvo de los sobornos de
empresarios y gobiernos de turno para que firmase cuantas reconversiones
mineras se le pusieran por delante. O de los representantes de UGT y
CCOO, del PSOE y de IU, que votaron entusiasmados todas las medidas de
Blesa, incluida la estafa de las preferentes, a cambio de gozar de la
impunidad en el miserable desfalco del que tomaron parte.
Si se
aceptan estas reglas del juego, si se acepta que este régimen social,
político y económico es el único posible, es inevitable estar anegado de
corrupción hasta las orejas, pues la corrupción no es la causa, sino la
consecuencia del funcionamiento de un sistema que sólo busca el máximo
lucro para una minoría a costa de la explotación y el sufrimiento de la
inmensa mayoría. La corrupción es el síntoma, pero la enfermedad es el
capitalismo.
Una situación política explosiva
Los
defensores del sistema capitalista, tanto en su flanco derecho como en
el izquierdo, están viviendo momentos terribles, llenos de ansiedad.
Están completamente desconcertados y desorientados sobre como actuar y
que camino elegir.
Esta
sacudida tremenda tiene una expresión política: la irrupción de Podemos,
su crecimiento explosivo hasta alcanzar los 200.000 afiliados, y las
expectativas electorales que le auguran todas las encuestas. Podemos
podría convertirse en la organización política más votada, y eso abriría
una perspectiva no sólo esperanzadora, sino claramente favorable para
todas las fuerzas que luchamos por la transformación socialista de la
sociedad, por un ruptura completa con el capitalismo. Todavía es pronto
para cerrar pronósticos, pero la opción de un gobierno de coalición
PP-PSOE está en el aire: no está claro que puedan contar con una mayoría
parlamentaria estable, y en el caso de que pudieran y de que se
materializara un gobierno semejante, sólo sería el preámbulo para una
escalada mayor de la tensión y la polarización social, hasta desembocar
en una crisis prerrevolucionaria.
El País
intenta responder a lo que ellos mismos denuncian, hablando de un nuevo
pacto constitucional, y de evitar demagogias y populismos (¿a quién se
referirán estos sesudos voceros del capital?): “El carácter sistémico de
la corrupción proporciona fácil y demagógica munición a quienes
propugnan una ruptura, no con el sistema corrupto, sino con el
constitucional, incluso para buscar soluciones de signo opuesto a la
democracia.” Pero ¿de qué democracia habla El País? ¿De ésta
que permite que una minoría de indeseables, de multimillonarios, decidan
por la vida de millones? ¿Qué tiene de parecido la dictadura de los
banqueros y los grandes poderes financieros con la democracia de la
mayoría, con la justicia social? Tienen miedo, es evidente, y no les
vamos a mitigar esa sensación. Todo lo contrario, porque esa amenaza al
sistema somos nosotros, los invisibles, los explotados, los marginados,
los trabajadores y la juventud en lucha, los que vamos a tomar el cielo
por asalto.
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