Economía Mass Media Universidad — 01 diciembre 2014
El profesor de Universidad y dirigente de Podemos, Juan Carlos Monedero, sufrió el pasado miércoles un episodio de constante y abrumadora presión por parte de cámaras de la nueva Telemadrid, que ahora gestiona Telefónica, y del que fue testigo un colaborador de “Espía en el Congreso”. Monedero
recibió un fuerte golpe en la cabeza con una cámara de televisión –es
una eficiente tecnología visual pero cubierta de una pesada carcasa de
metal parecido al acero– al negarse reiteradamente a declarar ante los
reporteros de esta emisora.
El
suceso ocurrió en el transcurso de un tumulto originado por las ansias
de los propios informadores, que deseaban esa declaración a toda costa. Monedero fue interpelado a las puertas de su conferencia en la Facultad de Comercio y Turismo de la Universidad Complutense (Madrid),
pero a pesar de sus constantes y educadas negativas (llegó a advertir a
los cámaras que corrían el riesgo de caerse al ir filmando y caminando
hacia atrás cerca de unas escaleras), continuó siendo empujado a que
accediese a ello hasta llegar a la calle.
Fue
en la vía pública donde se produjo el golpe, que para los reporteros
fue “fortuito” y para el profesor “una forma intimidatoria” que “devino incluso en agresión”. Varios ciudadanos salieron en defensa de Monedero gritándoles a los periodistas “¡lo estáis acosando!”, a lo que uno de los reporteros respondía: “¿sois sus guardaespaldas?”. La conferencia, por su parte, fue lo más interesante de este bochornoso incidente tras el cual Monedero pudo escapar en su moto.
“Es evidente que algunos periodistas que trabajan en Telemadrid confunden el trabajo periodístico con formas intimidatorias que, como fue el caso en la Facultad de Comercio y Turismo,
devienen incluso en agresiones con la cámara a la persona que buscan
entrevistar. Esos comportamientos insultan a la profesión periodística y
demuestran lo que el Partido Popular está haciendo con los medios
públicos de comunicación. El comportamiento de RTVE o de Telemadrid es incomprensible incluso para las cadenas privadas”, declaró Monedero a “Espía en el Congreso” cuando días después fue preguntado por ello.
Advertidos
varios juristas sobre el suceso, el criterio más extendido y unánime es
que los periodistas a veces olvidan que “uno de los derechos humanos
recogidos en un Estado de Derecho es que un ciudadano tiene derecho a no declarar siempre que lo estime oportuno, ante un juez, ante la policía o ante un periodista. Creíamos
que la presión bajo amenaza, tortura o intimidación ya estaba
desterrada en este país, pero este episodio demuestra que no”, según uno de los letrados consultados.
La situación de acoso e intimidación mediática está ya tan extendida en España (al igual que la “telebasura”,
no se da en otros países europeos con tanta asiduidad) que corre el
riesgo de tener que ser regulada en el Código Penal si es que los
propios medios de comunicación no elaboran un manual de comportamiento profesional ético
en el legítimo intento de un informador por conseguir una declaración.
La no agresión, intimidación o acoso debería ser quizás su único
principio.
En los últimos años el Congreso de los Diputados ha tenido que regular una situación parecida tras las quejas de parlamentarios y también periodistas que recibieron golpes en la cabeza con las pesadas cámaras de televisión. Las habituales “melés”
se formaban al intentar acceder a una declaración política de un
personaje de actualidad en medio de una fuerte y concentrada
aglomeración de personas en muy poco espacio.
Esto obligó a que el jefe de prensa de la Cámara Baja, Jesús Serrano, arbitrase medidas de racionalidad. Los periodistas sugerían que un cámara profesional elegido y rotatorio grabase las imágenes
en el estrecho pasillo de salida del hemiciclo y luego pusiese esa
grabación a disposición de los demás. Desde que se inició este
arbitraje, los tumultos y golpes disminuyeron considerablemente hasta
casi desaparecer.
Por su parte, la mesa redonda en la que participó Monedero fue realmente lo más interesante de la jornada. En ella, el profesor de Ciencias Políticas advirtió a sus compañeros de coloquio que aunque él no era economista, creía que esta crisis iba a tener que cambiar también la manera de enseñar economía, tradicionalmente dividida entre la óptica “liberal” (economía privada) y la “keynesiana” (economía estatal). “La Economía está mal enseñada y mal aprendida”, dijo Monedero
que, con su poco complaciente discurso hacia sus anfitriones, fue
interrumpido varias veces por los aplausos de un público que abarrotaba
el salón de actos de la universidad.
También pareció presagiar el incidente que le ocurriría después cuando apartó un micrófono de Telemadrid que le habían colocado en la mesa pero hizo pública su solidaridad “con los miles de periodistas despedidos en esta crisis”. Monedero
sugirió a los economistas reflexionar sobre una revolución tecnológica
que, al contrario que la industrial, “destruye más empleo que el que
genera”. Y anticipó que estos debates de calado no son los más idóneos
para una inminente campaña electoral “donde a lo único que se puede
aspirar es a optimizar el voto”, dada su duración y formato. Monedero
sugirió comenzar la reconstrucción de la economía española con un
“relato alternativo” al de los economistas y medios de comunicación del
régimen que “tratan de convencernos de que Thomas Piketty es un peligroso marxista o populista, cuando los populistas son ellos”, en alusión al renombrado economista francés.
Sus
compañeros de mesa estuvieron algo menos convincentes para el público, a
juzgar por las intervenciones de éste. El economista y miembro de CC.OO, Eduardo Gutiérrez,
confesó que estaba dispuesto a pedir perdón “tres veces, a la manera
japonesa” cuando tras su defensa del sindicalismo dependiente de los
fondos del Estado tuvo que soportar las críticas de varios ciudadanos
que intervinieron para reprochárselo con los numerosos casos de
corrupción sindical. De hecho, pareció soliviantar el hecho de que a los delitos de sus “compañeros”, él los llamaba “errores”. Entre el público se encontraba Antonio Gutiérrez, ex-líder de CC.OO que se pasó al PSOE y que abandonó el acto cuando empezó a hablar Monedero. Gutiérrez trabajaba en la Fundación Caja Madrid con Blesa y Spottorno y al parecer aún sigue allí.
La profesora feminista Justa Montero
llegó a decir que con la crisis “las mujeres están regresando a sus
hogares para desempeñar la única función de parir” para retrotraerla a
tiempos pretéritos, cuando la realidad es que no solo este colectivo
soporta el colapso laboral: quienes sobre todo regresan a casa están
siendo los hijos y nietos para vivir de las exiguas pensiones de los
padres y abuelos.
El profesor Mario Sánchez Herrero, fundador de la empresa ecológica Ecooo,
fue algo menos convencional en su amena intervención, aunque el
contexto resultó revelador: habló de la fuerte dependencia energética
española y de su altísimo coste financiero mientras el público se quitaba jerseys y chaquetas debido al asfixiante calor de las calefacciones centrales, que obligaba a abrir todas las ventanas del salón de actos.
Fue la mejor metáfora del evento.
Y la constatación de una realidad: tras las grandes teorías económicas
en España se oculta el absurdo de que en las instituciones públicas
nadie da la orden de apagar la calefacción centralizada cuando hace
calor o de hacer lo mismo con las farolas de las autovías cuando amanece
más temprano, situaciones que pueden observarse cotidianamente. Y ahora
parece que estos economistas de la universidad pública,
herederos de las teorías caducas y algo plomizos en sus exposiciones,
son los únicos que aseguran estar dispuestos a reflexionar sobre ello
para cambiarlo: “Podemos hacerlo entre todos”, fue su conclusión.
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