martes, 30 de diciembre de 2014

El último servicio de Juan Carlos, por el periodista Daniel Jiménez

El último servicio de Juan Carlos, por el periodista Daniel Jiménez

Según la revista Forbes, que tanto sabe de todo lo que tiene que ver con los muy ricos, el patrimonio personal del rey, no del preparao, sino del otro, el de los elefantes y los jeques, asciende a unos 1.800 millones de euros. No está nada mal, sobre todo si tenemos en cuenta que los Borbones siempre han presumido, y les han presumido, de ser una monarquía low cost tan eficiente como bien parecida.
Sin embargo, hay quienes cuestionan esta cifra. Herman Matthijs, profesor de la Universidad de Bruselas especialista en presupuestos y patrimonios de las casas reales, señalaba en un estudio publicado hace dos años que la cantidad era solo de 1.600 millones. Ya se sabe, la crisis nos afecta a todos, también a Juan Carlos, que no deja de ser un ciudadano normal y corriente que se ha dejado por el camino 200 millones. Como muchos otros españolitos de a pie.
Pero no nos vengamos abajo. Total, 1.600 millones de euros siguen siendo muchos millones de euros. Tantos que ni me atrevo a traducirlos en pesetas, porque semejante fila de ceros no cabe en mi cerebro, que siempre fue más de letras que de cifras. A pesar de esta carencia intelectual, sí que alcanzo a comprender que 1.600 millones son más que 1.500 millones. De hecho sobra un centenar de millones, que dan para una vida más o menos digna, sin grandes excesos, que por otra parte no son de esperar en una persona tan austera.
¿Y por qué menciono esto de los 1.500 millones? Porque La Plataforma de Afectados por la Hepatitis C (PLAFHC) estima que con una partida extraordinaria de 1.500 millones de euros se podrían costear los medicamentos que pueden salvar la vida de los pacientes más graves de hepatitis C. Enfermedad que también padece quien escribe estas líneas, aunque en mi caso particular, de momento, y esperemos que por mucho tiempo, el virus se está portando bien y mi hígado permanece estable y sano, aunque con una pequeña lesión lógica por la presencia del bicho hijoputa.
Mi esperanza es que esta situación no cambie nunca. Pero nadie me lo garantiza. Sobre todo porque el virus me lo contagiaron en una transfusión que me fue realizada a los pocos días de nacer. Y a menos de dos meses de cumplir los 35 años, uno se pregunta si este virus, que tanto sabe de la historia de España, pues ha hecho la transición y ha visto muchos gobiernos, aunque siempre de los mismos, seguirá siendo tan afable durante al menos 35 años más.
Vivir con esta constante espada de Damocles encima no es nada cómodo. Aunque también tiene sus ventajas. Por ejemplo, cuando veo en la tele el típico anuncio del banco metiendo miedo con el futuro de las pensiones, siempre pienso dos cosas: primero, qué panda de ladrones; y segundo, si consiguen privatizarme la pensión y robarme la tranquilidad que debería acompañarnos durante la última etapa de nuestras vidas, vale con darse unos cuantos días a la absenta y dejar que la naturaleza siga su curso y acabe con el problema.
Un problema de 1.500 millones. Cien millones menos, repito, que los 1.600 millones que atesora Juan Carlos, ese superhombre que por las mañanas nos traía la democracia y paraba golpes de estado y que por las noches socorría a los menesterosos a lomos de su Harley Davidson. Para semejante prodigio de la naturaleza, terminar con el drama de la hepattis C es pan comido. Mañana mismo podría hacerlo. Si así lo decidiera, todavía le quedarían en la hucha cien millones, eso sin contar con la jubilación, que suponemos que será al menos mileurista. Anímate Juan Carlos, y dale así a este incauto un motivo real para brindar cual demócrata juancarlista. Y con absenta de la buena.
Daniel Jiménez es periodista y republicano nada juancarlista.

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