El último servicio de Juan Carlos, por el periodista Daniel Jiménez
Según
la revista Forbes, que tanto sabe de todo lo que tiene que ver con los
muy ricos, el patrimonio personal del rey, no del preparao, sino del
otro, el de los elefantes y los jeques, asciende a unos 1.800 millones
de euros. No está nada mal, sobre todo si tenemos en cuenta que los
Borbones siempre han presumido, y les han presumido, de ser una
monarquía low cost tan eficiente como bien parecida.
Sin
embargo, hay quienes cuestionan esta cifra. Herman Matthijs, profesor
de la Universidad de Bruselas especialista en presupuestos y patrimonios
de las casas reales, señalaba en un estudio publicado hace dos años que
la cantidad era solo de 1.600 millones. Ya se sabe, la crisis nos
afecta a todos, también a Juan Carlos, que no deja de ser un ciudadano
normal y corriente que se ha dejado por el camino 200 millones. Como
muchos otros españolitos de a pie.
Pero
no nos vengamos abajo. Total, 1.600 millones de euros siguen siendo
muchos millones de euros. Tantos que ni me atrevo a traducirlos en
pesetas, porque semejante fila de ceros no cabe en mi cerebro, que
siempre fue más de letras que de cifras. A pesar de esta carencia
intelectual, sí que alcanzo a comprender que 1.600 millones son más que
1.500 millones. De hecho sobra un centenar de millones, que dan para una
vida más o menos digna, sin grandes excesos, que por otra parte no son
de esperar en una persona tan austera.
¿Y
por qué menciono esto de los 1.500 millones? Porque La Plataforma de
Afectados por la Hepatitis C (PLAFHC) estima que con una partida
extraordinaria de 1.500 millones de euros se podrían costear los
medicamentos que pueden salvar la vida de los pacientes más graves de
hepatitis C. Enfermedad que también padece quien escribe estas líneas,
aunque en mi caso particular, de momento, y esperemos que por mucho
tiempo, el virus se está portando bien y mi hígado permanece estable y
sano, aunque con una pequeña lesión lógica por la presencia del bicho
hijoputa.
Mi
esperanza es que esta situación no cambie nunca. Pero nadie me lo
garantiza. Sobre todo porque el virus me lo contagiaron en una
transfusión que me fue realizada a los pocos días de nacer. Y a menos de
dos meses de cumplir los 35 años, uno se pregunta si este virus, que
tanto sabe de la historia de España, pues ha hecho la transición y ha
visto muchos gobiernos, aunque siempre de los mismos, seguirá siendo tan
afable durante al menos 35 años más.
Vivir
con esta constante espada de Damocles encima no es nada cómodo. Aunque
también tiene sus ventajas. Por ejemplo, cuando veo en la tele el típico
anuncio del banco metiendo miedo con el futuro de las pensiones,
siempre pienso dos cosas: primero, qué panda de ladrones; y segundo, si
consiguen privatizarme la pensión y robarme la tranquilidad que debería
acompañarnos durante la última etapa de nuestras vidas, vale con darse
unos cuantos días a la absenta y dejar que la naturaleza siga su curso y
acabe con el problema.
Un
problema de 1.500 millones. Cien millones menos, repito, que los 1.600
millones que atesora Juan Carlos, ese superhombre que por las mañanas
nos traía la democracia y paraba golpes de estado y que por las noches
socorría a los menesterosos a lomos de su Harley Davidson. Para
semejante prodigio de la naturaleza, terminar con el drama de la
hepattis C es pan comido. Mañana mismo podría hacerlo. Si así lo
decidiera, todavía le quedarían en la hucha cien millones, eso sin
contar con la jubilación, que suponemos que será al menos mileurista.
Anímate Juan Carlos, y dale así a este incauto un motivo real para
brindar cual demócrata juancarlista. Y con absenta de la buena.
Daniel Jiménez es periodista y republicano nada juancarlista.
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