Las XVI Jornadas Libertarias de CGT-Valencia abordan posibles salidas a los valores del capitalismo
“Quieren enterrar a la clase obrera… pero somos semilla”. Enric Llopis. Rebelión
Asambleas de parados y precarios, bibliotecas libertarias, la lucha en la calle y las empresas… Son formas sencillas en las que plantear una sociabilidad diferente a la capitalista, en la que las personas puedan regirse por otros valores. Vivir de otro modo, sembrar la semilla de la revolución y construir espacios “alternativos” dentro del sistema, he ahí el gran reto. Las estructuras condicionan y limitan el funcionamiento de los espacios de autogestión, pero estos han florecido con la crisis. A debatir posibles respuestas, y también certeras preguntas, las XVI Jornadas Libertarias de CGT-Valencia han dedicado una de las sesiones, con el título “En algo es equivoquem…Diguem no als valors del capitalisme”.
Las opiniones
del escritor y filósofo Heleno Saña constituyen una buena guía en
tiempos de zozobra. Nació en Barcelona, participó en la lucha
antifranquista y se autoexilió a Alemania en 1959. Autor de más de 40
libros –más de un tercio en lengua germana- en su obra destacan títulos
como “El capitalismo y el hombre”, “Cultura proletaria y cultura
burguesa”, “La revolución libertaria”, “Breve tratado de ética” y su
último texto, “El camino del bien. Respuesta a un mundo deshumanizado”.
La lucidez de Heleno Saña y la claridad con la que expone los argumentos
mueven a la reflexión: “La inseguridad y el miedo son hoy el estado
habitual de la gente, especialmente los asalariados, parados y
condenados a la migración forzosa”. Es decir, “el miedo se ha convertido
en un fenómeno de masas”.
El filósofo no deja que el individuo
se ahogue en el rebaño, ni en la barbarie del sistema. Así lo expresa:
“No lograremos trascender la irracionalidad del capitalismo si no nos
trascendemos a nosotros mismos; la liberación de este sistema opresor es
ciertamente un acto colectivo en el espacio público, pero la génesis
motivacional hay que encontrarla en el interior de cada individuo
sublevado”. Y propone para ello recuperar ideas como la felicidad, la
autorrealización o el sentido de la vida. Éste sentido existencial
Heleno Saña lo ha encontrado en obrar según el Bien, en la humildad, en
la generosidad. Son ideas “fuertes”, grandes ideales, que tienen una
explicación en la biografía del filósofo. Sus escritos tuvieron durante
muchos años un carácter político y social, pero hubo un momento en que
viró hacia “lo más profundo y decisivo: la formación humana”. Tiene
claro que el intelectual asume la misión de “servir al bien, no de
escribir libros de éxito”, y que por su experiencia “la gente más
humilde con frecuencia es la más generosa”, y que cuando uno “tiene una
vocación insobornable, puede mantener la conciencia tranquila”, y que el
capitalismo es “cuco y tramposo”….
Pero no inteligente. Porque
la inteligencia verdadera siempre ha estado al servicio del bien.
“Tienen talento para joder al prójimo, pero son estúpidos… Ahora está de
moda decir que vivimos en la sociedad del conocimiento, pero es la
sociedad de la ignorancia”. Más claramente, el que no lucha por un
sistema justo para todos es un ignorante, por mucho que se trate de un
ingeniero de caminos o un director de banco. A juicio de Heleno Saña, el
secreto de los “majaderos” que dominan el mundo no es la inteligencia,
sino otro desgarrador: la debilidad del movimiento obrero. “Han
cloroformizado a la clase obrera con la sociedad de consumo, pero hay
cosas más importantes que los bienes materiales: el bien, la justicia,
la solidaridad o la amistad”. La ideología burguesa impone la lucha por
el éxito (la “razón instrumental”, a la que se refería Horkheimer), pero
“luchar no es un acto que tenga que confirmarse en términos
cuantitativos”. Y una frase para meditar largamente: “En el capitalismo
triunfante, lo que llaman victoria suele ser una derrota moral”.
Javier Sánchez Gil milita en Joves de la CGT, participa en el grupo de
solidaridad con México del sindicato y está entre quienes gestionan la
Biblioteca Ferrer i Guàrdia. Hace mucho que dejó de trabajar. Ahora es
un joven estudiante de Historia y precario que considera el
anarcosindicalismo como “una forma de llegar al mundo que queremos”.
Esto, en el trazo grueso, pero Javier Sánchez Gil considera que la CGT
ha de “hilar más fino”. “Mucha gente ya no responde al perfil de
proletario de fábrica de principios del siglo XX”. Ya en la lejana
transición emergieron grupos autónomos y después el movimiento Okupa.
Tal vez los sindicatos anarquistas estaban lejos de lo que pasaba fuera
de la factoría, pero los nuevos movimientos también lo estaban del mundo
del trabajo. “Hay un desencuentro”. El joven sindicalista plantea que
en sectores como las fábricas de armas o las centrales nucleares, se
negocian salarios y convenios, lo que entra en contradicción con los
valores que se postulan.
También en plena crisis, cuando el
sistema se desmorona, o al menos presenta fisuras, el sindicato podría
apostar con más fuerza por la autogestión de las fábricas o por buscar
experiencias participativas fuera del sistema. En Grecia han surgido
clínicas autogestionadas por médicos afectados por el cierre de
hospitales. Sobre la metodología y prioridades, Javier Sánchez Gil
plantea abiertamente los problemas. “Nuestro objetivo no puede limitarse
a sobrevivir como sindicato o estructura, sino crear estructuras
nuevas, participativas y horizontales, ya que la organización sindical
no deja de ser una herramienta”. Como la gran empresa tiende a
desaparecer o “deslocalizarse”, tal vez constituya una buena opción
centrarse en las pequeñas empresas y la gente precaria, o ir un punto
más allá. Entre la anarquía y el sindicalismo, darle hoy más importancia
al primero de los términos.
Ha sido enfermera, pero hoy María
Alejandra Brito, de nacionalidad argentina, dedica buena parte de su
tiempo a la Assemblea de Desempleades i Precàries de CGT-València y al
colectivo “Dones i Prou”. Al otro lado del “charco”, en su país,
participó en tomas de sanatorios, huelgas de hambre y otras luchas,
siempre en posiciones antagonistas respecto a las burocracias
sindicales. Ha conocido el azote de la crisis en Argentina y en el
estado español, y la conclusión es: “Nos convirtieron en felices
consumidores de clase media, y pasamos de proletarios a propietarios; es
hora de espabilar, o mejor, nos están espabilando a sopapos”. El
ciudadano medio ha asumido los valores del capitalismo: el
individualismo, el egoísmo, la competencia entre iguales. Éste es el
punto justo en el que cobra sentido la asamblea de parados en la que
milita Alejandra: “intentamos recuperar los valores propios de nuestra
clase, cambiar el individualismo por la solidaridad y la competencia por
el apoyo mutuo”. Pero no es fácil funcionar a partir de la
horizontalidad, reconoce, “porque estamos habitados por el espíritu
capitalista”.
“Queremos una clase obrera organizada y luchando
con dignidad, en un momento en que lo hemos perdido casi todo; perdamos
también el miedo”. La asamblea de parados persigue dos objetivos netos:
la visibilización en la calle y el acercamiento a otros colectivos; y
resolver los problemas urgentes de los compañeros parados y precarios.
Para ello se organizan talleres con la mira puesta en el autoempleo.
“Damos hoy un grito urgente –exclama María Alejandra Brito- y esto no
son palabras vacías: organízate y lucha. Esto nos incumbe a todos, pues
no por tener unas reservas uno se va a salvar de la crisis. En Argentina
he visto malas experiencias por una mera chaqueta”. Aquí, “o nos
salvamos todos, o no se salva nadie”. María Alejandra se proclama
trabajadora, no intelectual, y defiende que es el momento de propagar
las grandes verdades libertarias a la gente (mediante el arte, los
cuentos, en los ateneos, con la implicación de intelectuales,
docentes…). “Esperemos que la crisis no sea un paseo para nuestros
intelectuales anarquistas”. “Nos quieren enterrar como clase, ya ni nos
nombran… A la clase trabajadora. Pero somos semilla”.
Es el
discurso de rabia ante una crisis que lacera y machaca los huesos de la
gente común. El grito de desesperación de familias que se rompen y sólo
les llega a divisar un horizonte de pesadilla. Mientras, la oligarquía,
la casta o la élite celebran el festín y proclaman la recuperación
económica. ¿Pero es novedoso este escenario? ¿Trae la crisis realidades y
discursos nuevos? ¿Hay de verdad una brusca ruptura con el pasado?
Según Heleno Saña, “las grandes verdades de la historia son tan viejas
como la humanidad. Los grandes filósofos y pensadores ya trataron sobre
la justicia y la injusticia. Por motivo de la ciencia y la técnica el
ser humano no vive igual hoy que hace 3.000 años”. Pero, remata el
filósofo, en el fondo los problemas esenciales continúan siendo los
mismos…
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