Si la vida de los negros importara... Naomi Klein. The Nation
Valorar todas las vidas por igual transformaría la forma en que respondemos a la crisis climática
En
el penúltimo día de la reciente cumbre climática de Naciones Unidas en
Lima, Perú, activistas realizaron una protesta en la que simulaban morir
afuera del centro de conferencias. Con el acto de acostarse rendían
honor a las miles y miles de vidas que se han perdido en desastres y
conflictos profundizados por el cambio climático. Y también hacían algo
más: se unían simbólicamente al cada vez más globalizado levantamiento
#BlackLivesMatter (#LasVidasNegrasImportan), que ha paralizado centros
comerciales y ajetreadas intersecciones desde Estados Unidos hasta Gran
Bretaña.
Los valientes manifestantes que gritaban
¡No puedo respirar!y
¡Manos arriba, no disparen!, reivindicaban un principio central sobre el valor de todo ser humano, comenzando por el más menospreciado. Solidarizarse con su llamado a transformar el sistema criminal y de justicia es de vital importancia. Pero, ¿por qué habrían de terminar ahí los asuntos planteados por #BlackLivesMatter? Por ejemplo, ¿qué tiene que ver #BlackLivesMatter con el cambio climático? Pues todo. Si hubieran sido ricos estadunidenses blancos los que se hubieran quedado sin comida y agua durante días en un gigantesco estadio tras el huracán Katrina, ¿hubiera sido posible que tantos políticos republicanos negaran la realidad de la crisis? ¿Si Australia estuviese en riesgo de desaparecer, y no enormes partes de Bangladesh, el primer ministro Tony Abbott se sentiría libre de decir que quemar carbón es
bueno para la humanidad? Si Toronto estuviera maltrecho, por los históricos tifones que provocan evacuaciones masivas, y no Tacloban, en Filipinas, ¿construir oleoductos para las arenas bituminosas todavía sería un punto central de la política exterior de Canadá?
La realidad de un orden económico
construido con base en la supremacía blanca es el apenas audible
subtexto de nuestra respuesta a la crisis climática, y necesita ser
sacada a la luz pública. Recuerdo vívidamente el momento en el cual la
posición central de ese racismo irrumpió en el escenario mundial. Fue
exactamente hace cinco años, en la ahora tristemente famosa cumbre
climática de Naciones Unidas en Copenhagen. En el segundo día del
encuentro se filtró un documento que mostraba que los gobiernos estaban a
punto de fijar una meta que pondría como tope el incremento de la
temperatura global en dos grados Celsius (3.6 grados Fahrenheit). La
temperatura meta –promovida por naciones prósperas en Europa y América
del Norte– probablemente no sería suficiente para salvar a algunos
pequeños y bajos Estados islas. En África, la meta se traduciría en un
desastre humanitario a gran escala. Cuando se filtró la información del
texto, los delegados africanos inmediatamente llenaron los estériles
pasillos del centro de conferencias con desgarradores gritos:
¡No moriremos de forma callada!Las irrisorias sumas que los países ricos se habían comprometido a aportar para el financiamiento climático fueron furiosamente denunciadas como
no suficientes para comprarnos ataúdes. Las vidas de los negros importan, era lo que decían estos delegados, a pesar de que ese corrupto foro se comportara como si no fuera así.
Menospreciar
ciertas vidas por motivos raciales también ocurre al interior de los
países. Recordé esto mientras leía acerca de Akai Gurley, el hombre
negro desarmado, de 28 años, al que
accidentalmentedispararon el mes pasado, en el oscuro cubo de la escalera de un edificio de vivienda de interés social en Brooklyn. Al igual que el deteriorado elevador, el sistema de energía eléctrica no se había reparado a pesar de las quejas. Y cuando el abandono de una institución pública que sirve de forma desproporcionada a los afroestadunidenses se intersecta con el miedo armado que un policía tiene a los negros el resultado es fatal.
Cuando la supertormenta Sandy
llegó a Nueva York, dos años antes una parecida combinación de fuerzas
mostró su brutal rostro, pero en una escala mucho mayor. Los sistemas de
agua potable y energía eléctrica de las decrépitas viviendas de interés
social no funcionaron durante semanas. Pero lo peor fue que el miedo a
esos oscuros edificios claramente jugó un papel en que los funcionarios
gubernamentales y las agencias de asistencia no visitaran a los
residentes enfermos y mayores, dejándolos varados en torres de
apartamentos sin las provisiones básicas, durante demasiado tiempo.
A George Bush no le importan los negros, fue la célebre frase de Kanye West, durante un teletón en 2005, por las víctimas del huracán Katrina. Esa tormenta mostró de manera ostensible que los peores impactos del clima extremo siguen un parámetro racial con una devastadora precisión. La raza ayudó a determinar quién se quedaba abandonado sobre su techo, a quién llamaban
saqueador, a quién le disparaban en la calle, y el hogar de quién sería derrumbado y nunca remplazado. Los impactos directos de la combustión de combustibles fósiles siguen impresionantemente similares fallas geológicas. Según un estudio, un asombroso 21.8 por ciento de niños que viven en viviendas de interés social en la ciudad de Nueva York tienen asma, cifra tres veces mayor que el índice en viviendas privadas. La asfixia de esos niños no es inmediatamente letal, como el tipo de asfixia que le robó a Eric Garner su vida. Pero de todos modos es muy real.
Si nos rehusamos a
hablar de manera franca acerca de la intersección entre raza y cambio
climático, podemos estar seguros de que el racismo continuará informando
cómo nuestros gobiernos responden a esta crisis. El racismo se
expresará en la constante negativa a proveer de un serio financiamiento
climático a países pobres, para que puedan protegerse del clima extremo.
Y se manifestará en una despiadada mano dura contra los migrantes,
muchos de los cuales huirán de sus hogares, que se volvieron invivibles
por el intenso cambio climático.
Según Alicia Garza, una de las
fundadoras de #BlackLivesMatter, el lema no tiene como propósito afirmar
que las vidas de los negros valen más que otras. Más bien, al recalcar
el papel fundacional del racismo antinegro le dice a todos que las vidas
de los negros
son importantes para tu liberación. Dado el desproporcionado impacto que la violencia estatal tiene sobre las vidas de los negros, comprendemos que cuando los negros en este país sean libres, los beneficios serán amplios y transformadores para la sociedad en general.
Lo que el cambio climático nos dice es que esto
también es cierto a escala global, a escala de todas las especies,
porque vamos hacia niveles de calentamiento que son incompatibles con
cualquier cosa que se asemeje a una sociedad organizada. Esto no es una
coincidencia: resulta que una vez que permitimos que quienes toman las
decisiones racionalicen el sacrificio de algunas vidas, es muy difícil
que paren. Por otro lado, si insistimos que las vidas de los negros
importan, entonces el calentamiento global ya es un fuego de máxima
intensidad, y ya es hora de que actuemos como si ese fuera el caso.
Naomi Klein es autora de This Changes Everything (Thischangeseverything.org).
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2014/12/21/index.php?section=opinion&article=026a1mun
Traducción: Tania Molina Ramírez
Traducción: Tania Molina Ramírez
Twitter: @NaomiAKlein
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