Atenas planta cara al chantaje del BCE y a la cerrazón de Berlín
«Grecia ya no aceptará más órdenes, especialmente órdenes recibidas por correo electrónico», afirmó el primer ministro griego, Alexis Tsipras, después de la gira europea en la que apenas ha logrado más que consejos para «respetar los compromisos» sobre la deuda y tras la presión del BCE recortando la financiación de los bancos griegos. La última visita, la de su ministro de Finanzas a Berlín, recibió también el esperado rechazo a las propuestas griegas.
Grecia «no quiere ejercer chantaje
sobre nadie, pero tampoco va a aceptar ningún chantaje», afirmó ayer el
Gobierno griego tras la decisión del Banco Central Europeo (BCE) de
cortar uno de los canales de financiación de los bancos griegos en el
momento en que Atenas intenta renegociar el pago de la deuda con sus
socios europeos.
El portavoz del Ejecutivo heleno, Gavriil
Sakelaridis, consideró la decisión del BCE «una presión política» para
forzar a Grecia a aceptar las demandas de sus acreedores sobre el pago
de la deuda.
«Aseguramos que los depósitos en los bancos griegos
están completamente garantizados», afirmó el primer ministro griego,
Alexis Tsipras, en un discurso combativo en el Parlamento. Para el
Ministerio de Finanzas, esta decisión «pone presión en el Eurogrupo para
proceder rápidamente al cierre de un nuevo acuerdo mutuamente
beneficioso para Grecia y sus socios».
La víspera, mientras
Tsipras y su ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, trataban de
convencer a los gobiernos europeos, el BCE ya adelantó la respuesta que
podían esperar, al decidir que no aceptará, a partir del 11 de febrero,
los bonos helenos porque, ante la nueva orientación de las autoridades
griegas, no está claro si Grecia va a acogerse a un nuevo programa de
rescate europeo.
La decisión supone que los bancos griegos no
podrán conseguir como hasta ahora dinero del BCE, a un tipo del 0,05 %, y
lo deberán hacer a través del mecanismo urgente de provisión de
liquidez (ELA), a un interés que ronda el 1,55 %.
El BCE señaló
ayer que podría prestar a los bancos griegos hasta 60.000 millones de
euros mediante este programa para que el Estado heleno mantenga sus
mínimos vitales.
Como reacción, la bolsa, que abrió con un fuerte
descalabro, fue recuperándose ligeramente durante la jornada, e incluso
los bonos griegos a diez años mejoraron respecto a la jornada anterior.
El fin de la austeridad
De
regreso de la gira por Chipre, Roma, París y Bruselas, y en la primera
sesión de la nueva legislatura del Parlamento griego, Tsipras también se
mostró firme frente a las presiones y se comprometió a «poner fin de
una vez por todas» a las políticas de austeridad de la UE y a negociar
con firmeza un nuevo acuerdo para Grecia.
«Grecia ya no aceptará
más órdenes, especialmente órdenes recibidas por correo electrónico»,
afirmó, insistiendo en que no dará marcha atrás en sus promesas y que
los votantes no se dejarán engañar de nuevo.
«Grecia ya no es el socio miserable que escucha las lecciones para hacer sus deberes. Grecia tiene su propia voz», defendió.
El
primer ministro subrayó que «no se puede chantajear a Grecia porque la
democracia en Europa no puede ser chantajeada». Frente al portazo
alemán, afirmó que en los últimos días el Gobierno griego ha presentado
sus propuestas a sus socios de la UE y ahora «esperamos las de ellos».
«Esperamos con mucho interés las propuestas de Alemania. Hoy no hemos
escuchado nada concreto», añadió. Aun así, Tsipras señaló que «en solo
una semana hemos ganado aliados que no habíamos ganado en los últimos
cinco años de crisis».
Alemania fue la última etapa de la gira
europea en la que ha recibido poco más que advertencias en contra de no
cumplir con los compromisos adquiridos en virtud del actual plan de
rescate, ya que la postura del BCE y los estados europeos parece ser
empujar a Grecia al borde del abismo antes de ponerse a negociar.
Atenas pide tiempo
Y
en la etapa alemana Grecia recibió la esperada respuesta más dura. El
ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis, se reunió con su homólogo
alemán, Wolfgang Schäuble, quien dejó patente su desacuerdo. «Todavía no
estamos realmente de acuerdo en lo que tenemos que hacer ahora, pero
estamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo», afirmó. Pero Varufakis
le corrigió. «En mi opinión, ni siquiera nos pusimos de acuerdo sobre
el hecho de no estar de acuerdo». «Estamos de acuerdo en iniciar las
deliberaciones, en tanto que socios», apostilló.
Varufakis
aseguró que su gobierno está haciendo «todo lo posible para evitar la
quiebra» del país y pidió tiempo. Así, planteó un «programa puente hasta
finales de mayo» para que Atenas pueda consensuar una salida a la
crisis con los socios europeos, pero su colega alemán insistió en que el
camino es cumplir los acuerdos vigentes y que Grecia debe seguir
negociando con la troika. Schäuble, ardiente defensor de la austeridad
presupuestaria, no escondió su rechazo a las medidas anunciadas por el
nuevo gobierno griego, que ha decidido poner fin a las privatizaciones y
contratar a funcionarios despedidos, al afirmar que «no van
necesariamente en la buena dirección». Y frente al respaldo logrado en
las urnas por Syriza a sus propuestas, el ministro alemán argumentó que
también se debe respetar la voluntad de los electores de otros países
europeos.
Antes de Berlín, Varufakis había visitado Frankfurt,
Roma, París y Londres con el objetivo de convencer a los socios europeos
a renegociar los 300.000 millones de la deuda griega (175% del PIB), de
los que cerca de 200.000 los han proporcionado aquéllos, y poner fin a
la austeridad en Grecia que socava el crecimiento.
Una quita de
la deuda griega «no está en discusión», recordó ayer Schäuble, mientras
el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, no dijo ni
media palabra tras su encuentro con Tsipras el miércoles, y el
presidente francés, François Hollande, insistió tanto en «la
solidaridad» como en «el respeto de los compromisos adquiridos».
La fecha clave para Atenas puede ser la cumbre europea de Bruselas del 12 de febrero.
Protesta en Syntagma sin policías y a favor del Gobierno
El
comunicado -breve, nocturno y muy técnico- del BCE en el que anunciaba
el fin de uno de los mecanismos de financiación de los bancos griegos
fue recibido en las redes sociales con una inusual respuesta fuera de
los círculos especializados. «Golpe de fuerza», «golpe de Estado»,
«democracia burlada», expresaban las críticas contra la dimensión
política de la institución monetaria. Y lemas como «No vamos a ceder al
chantaje de nuevo», «El tiempo de que Grecia se arrodille y tenga
gobiernos sumisos ha terminado» o «Merkel tiembla como una ramita» se
escucharon en la manifestación que reunió a varios miles de personas en
Atenas contra el chantaje del BCE y la UE, y en apoyo al Gobierno griego
-«Varufakis, Varufakis» fue otro de los gritos coreados-. Fue la
decisión del BCE la que provocó esta convocatoria a través también de
redes sociales tanto en la plaza Syntagma -escenario de duras protestas
contra los recortes de anteriores gobiernos- como en otras ciudades
griegas. Pero ayer no había policías ni vallas ante el Parlamento. «La
gente va a sumarse a las filas de Syriza. Los europeos subestiman el
sentimiento antialemán en Grecia», afirma el politólogo Illias
Nikolakopoulos.
«Es la primera manifestacion en favor de un
gobierno, un gobierno que al fin respeta sus compromisos y su programa
electoral y defiende los intereses de nuestro país», se alegraba
Telémaco Papateodoru. La presión del BCE «no es nada frente a los
problemas de la gente que pasa hambre y se suicida», añade su compañera,
Dimitra Spiridopoulu. Para Nikoletta P., de 55 años, cuya hija ha
tenido que salir al extranjero, «los gobiernos precedentes no hacían
nada. No queremos ser ahogados porque no es bueno ni para Grecia ni para
Europa». «No tenemos nada que perder. Por eso defendemos al gobierno,
al menos no van a vender todos los recursos públicos», señala Stavroula
Drakopoulou, maestra de 55 años.
Samaras, preocupado
«La
decisión del BCE es preocupante, pero lo peor se puede evitar aún y es
nuestro deber no dejar que el país llegue al borde del abismo», afirmó
el ex primer ministro conservador y líder de Nueva Democracia, Andonis
Samaras.
Grecia reclama a Alemania 11.000 millones de euros por la extorsión nazi
El
nuevo gobierno heleno de Alexis Tsipras reclama al Estado alemán la
devolución de 11.000 millones de euros por los daños sufridos durante la
ocupación nazi (1941-1944). En su contra parece tener dos hechos
históricos, el final de la Segunda Guerra Mundial hace 70 años y la
unificación de República Federal de Alemania con la República
Democrática Alemana hace un cuarto de siglo. En 1990 el tratado «cuatro
con dos» -entre las potencias vencedoras, Unión Soviética, EEUU, Gran
Bretaña y Estado francés y las dos repúblicas germanas- puso punto final
a la separación alemana. Por eso parece lógico que el Gobierno de
Angela Merkel rechace las reclamaciones griegas haciendo hincapié en
aquel pacto. Pero desde el punto de vista jurídico el problema es más
complicado porque en 1953 la Conferencia internacional de Londres sobre
las deudas alemanas decidió que este tema sería solucionado en un
tratado de paz. Sabiendo que aún quedarán por saldar multimillonarias
cuentas, ningún ejecutivo alemán ha mostrado interés en terminar
jurídicamente la guerra mediante el respectivo pacto. En la opinión
pública alemana el tema quedó olvidado.
Por eso, en Alemania el
asunto es conocido solo por expertos. Y también porque podría traer
consecuencias para otras instituciones, como la banca, que intervinieron
en los denominados «crímenes de cuello blanco». Bajo este término se
incluyen los instrumentos financieros y económicos que los nazis
emplearon para explotar a los estados conquistados más allá de la mera
ocupación militar y el trabajo forzado dentro y fuera de los campos de
concentración. En el caso griego, los nazis cifraron sus gastos de
ocupación en el 40 % del entonces PIB heleno, provocando así una
hambruna entre la población más pobre. Además manipularon el cambio de
moneda en favor al marco. A sus soldados el régimen nazi les pagó en una
especie de moneda militar que solo valía en los países ocupados. Así
evitó tener que imprimir más billetes nacionales, cuyo uso en el Reich
habría causado una inflación galopante. De esta forma sus militares
tenían suficiente poder adquisitivo para comprar en los países
conquistados lo que en casa faltaba.
Además Berlín forzó a los
gobiernos bajo su dominio a concederle créditos y bonos especiales. Ante
el incremento de la deuda acumulada, en 1944 el Reichsbank propuso
solucionar el problema en una «conferencia de paz» después de la
«victoria final» que los nazis nunca lograron.
Renzi y Hollande
El
primer ministro italiano, Matteo Renzi, consideró la decisión del BCE
sobre Grecia «legítima y oportuna, pues coloca a todos los actores
alrededor de una mesa». También el presidente francés, François
Hollande, aplaudió la decisión y afirmó que «reenvía sobre los estados,
sobre los gobiernos, las responsabilidades, lo cual es legítimo».
Alusión al peligro nazi
«Cuando
vuelva a casa esta noche, encontraré un Parlamento en el que la tercera
fuerza política no es un partido neonazi, sino un partido nazi»,
advirtió Varufakis, y pidió ayuda a Berlín para combatirlo, recordando
la crisis alemana de 1933.
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