Dos graves conflictos están resquebrajando Europa, en Ucrania y en Grecia. El principio de autoridad
Rafael Poch. La Vanguardia
El desafío y el
temor a que cunda el ejemplo es lo que une y explica las medidas de
fuerza, contra Grecia en la eurozona y contra Rusia en Ucrania
Los dos graves conflictos que están resquebrajando Europa, el de
Ucrania y el de Grecia, están unidos por el mismo desafío al principio
de autoridad. Europa es un conjunto de naciones de diferente calidad
democrática y PNB, compuesto por naciones con una larga historia de
dominio sobre otras, tanto dentro como fuera del continente. En sus
relaciones internas y externas, el principio de autoridad y de
obediencia debida, es superior y anterior a cualquier veleidad
democrática. Vulnerar ese principio supone castigo. Castigo ejemplar,
precisamente para evitar que cunda el ejemplo. Estamos en ello.
En
Grecia la población ha llevado al poder a un gobierno con el mandato de
cambiar la política de austeridad que ha devastado el país durante
cuatro años. Ese gobierno propone un “nuevo contrato” económico para el
conjunto del continente, pues no solo Grecia sufre de la socialización
de las pérdidas bancarias transferidas a los ciudadanos.
El
mero planteamiento de esto ha sido recibido como un desafío intolerable
por los centros decisorios de la política económica europea; el Banco
Central Europeo, el Ministerio de finanzas alemán, los grandes fondos de
inversión, el Bundesbank, la Comisión Europea, las agencias de
calificación o el Fondo Monetario Internacional. Ninguno de ellos electo
y algunos ni siquiera “europeos”. La respuesta natural de este
conglomerado a la petición griega se parece más al castigo que al
diálogo. Eso es, precisamente, lo que apunta la última decisión punitiva
del Banco Central Europeo de suspender uno de los canales de
financiamiento de los bancos griegos.
Detrás de Syriza está Podemos en España, la izquierda de Portugal, el Sinn Fein
de Irlanda…. La serie está abierta. Las consecuencias de que las
sociedades de otros países, en Europa del Este, en Italia, e incluso en
Francia (palabras mayores), hagan uso de su soberanía nacional y planten
un “nuevo contrato” europeo, podrían ser letales para el orden
establecido. La conocida perspectiva 1848 de una “primavera europea de los pueblos”.Un castigo para que no cunda el ejemplo.
En
Ucrania el desafío decisivo no es el de Kíev a Moscú, sino el que Rusia
ha presentado a Euroatlántida. Por primera vez una potencia regional ha
respondido con medidas de fuerza al avance de la OTAN en su entorno más
inmediato. Detrás de Ucrania ya no hay espacio posible, así que Rusia
ha respondido al cambio de régimen atlantista en Kíev, apropiándose
ilegalmente de Crimea (un Kosovo de signo contrario, pero sin la
expulsión de los 200.000 serbios, gitanos y otros, y sin mediar guerra) y
apoyando el Maidán de los ucranianos rusófilos del Este de Ucrania.
El desafío de Rusia no es contra el gobierno de Kíev sino contra sus
padrinos euroatlánticos que a lo largo de veinte años han venido
ignorando los intereses de seguridad de Moscú y los acuerdos
internacionales y militares, firmados o prometidos después de la guerra
fría. Para Rusia no hay marcha atrás sin arriesgarse a una
descomposición no ya del régimen de Putin, sino, probablemente, del
propio Estado ruso. Traducido al inglés de Estados Unidos: este es un
conflicto en la frontera con México que afecta no solo a la estabilidad
de la presidencia de Obama, sino al Pentágono, la CIA y Wall Street, y
quizá incluso a la independencia de Texas y California.
Esta
Rusia contra las cuerdas que se defiende militarmente, crea con su
actitud un precedente para todos los BRIC´s. Si la acometida occidental
se para militarmente en Donetsk y Crimea, ¿qué pensarán los chinos, los
latinoamericanos, los iraníes e incluso muchos europeos, del principio
imperial de autoridad?, se preguntan en Washington.
Tanto en Grecia como en Ucrania, lo que se quiere conjurar es el ejemplo, la obsesión del efecto dominó.
Lo que se busca es un escarmiento: tales conductas no deben repetirse.
El suministro de armas a Ucrania por parte de Estados Unidos, es la respuesta de autoridad del Pentágono que se corresponde con las medidas del BCE contra Grecia.
El problema es que aplicado más allá de lo razonable, el principio de
autoridad puede ocasionar consecuencias catastróficas. En el caso de
Ucrania se trata del peligro de una gran guerra. En el de Grecia el
peligro es una desintegración de la eurozona o la partición de la Unión
Europea en dos categorías. Las conexiones son obvias.
Euroatlántida ya está aplicando en Ucrania la misma política de
austeridad que ha levantado a los griegos; reducir el tamaño del Estado,
eliminar subvenciones vitales en la agricultura y la energía… Pero al
lado de Ucrania, Grecia es como una pacífica y estable Suiza. El
malestar social ucraniano -o ruso- no se expresará como el griego en
huelgas generales y elecciones. Ucrania es un país en construcción, con
una tradición de caos y desorden sin parangón en Europa y con unas
disensiones internas (y armadas) en el propio gobierno de Kíev, que
pueden derivar fácilmente en un sangriento conflicto social.
De
momento tenemos un anticipo en el Este del país; 5000 muertos y 450.000
refugiados. Aún estamos lejos de una segunda Yugoslavia e incluso de
algo de consecuencias más globales, pero nos vamos acercando.
Despreciando la diplomacia y el diálogo y cabalgando sobre el principio
imperial de autoridad que preside, hacia adentro y hacia fuera, las
relaciones internacionales de Euroatlántida, podemos ir muy rápido a un
desastre.
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