EDITORIAL
De ser ciertas las distintas encuestas que se vienen publicando, las próximas elecciones traerán un resultado sin mayoría para partido alguno. Eso supondrá que tanto el PSOE como el PP tendrán la necesidad de buscar aliados (tal y como ocurrió tras las elecciones municipales). En el campo del llamado "progresismo", los diputados electos por Podemos, IU, Unidad Popular, Mareas o como finalmente se llamen, acudirán, tras negociaciones más teatrales que formales, a darle los votos a Pedro Sánchez para que, en caso de sumar mayoría, pueda gobernar (tal y como ocurrió tras las elecciones municipales).
De poco servirá acudir a la memoria y el análisis de lo que es aquí y ahora la socialdemocracia, lo que representa, hacia donde camina, cuáles son sus referentes europeos, etc, etc. El argumento que el PP es peor tapará cualquier reflexión para ahogar cada uno de los votos de izquierda en las aguas nauseabundas del pragmatismo. Lo ocurrido en Grecia refuerza esa ideología reformista-liberal del "Sí se puede" pero para poder no se puede pedir lo imposible, que impregna el ideario de organizaciones que ven superada la dicotomía "izquierda/derecha" o que borraron la palabra "revolución" de sus programas.
Hace unas horas, el candidato real de todos ellos ha vuelto a enseñar la patita. Si hace un día dijo, refiriéndose al toro de Tordesillas y que el alcalde de esa localidad sea -casualmente- del PSOE, que cuando él (Pedro) gane, se acabará con la fiesta; ahora sale en defensa de un personaje siniestro de la vida política venezolana: Leopoldo López. Golpista practicante, ideologicamente situado en la extrema derecha, amigo de Uribe, Aznar y Felipe González, que acaba de ser condenado por la justicia venezolana a 13 años de cárcel.
Lo del PSOE no es novedoso, tampoco lo es que haya diputados que van a ser electos con honestos votos de izquierda para que, cuando llegue la votación, apoyen a Don Pedro (tal y como ocurrió tras las elecciones municipales). Mientras la izquierda no sitúe a la socialdemocracia como enemigo, a la misma altura que a la derecha de siempre, vivirá en una especie de autoengaño interesado, para que unos pocos dirigentes tengan, ellos sí, salarios dignos.
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