Leer antes de usar
Cuatro efectos secundarios y una contraindicación de la donación de Amancio Ortega
El hombre más rico de España ha donado más de 320 millones de euros a la sanidad pública para equipos de diagnóstico y tratamiento contra el cáncer. La dávida ha generado polémica, de forma no muy sorprendente. Por un lado, pacientes de cáncer, profesionales sanitarios, economistas, periodistas de postín, partidos de todo el espectro político,… han aplaudido la donación ¿Cómo decir no a que te renueven todos tus equipos de oncología cuando, además, te han permitido elegir su número y distribución? Del otro lado, pocas voces, entre las que destaca la de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública, han rechazado la donación sin ambages.Mejorar y renovar tus equipos de lucha contra el cáncer es algo positivo, a priori. No dudamos en este artículo, tampoco, de la buena voluntad de la Fundación Amancio Ortega al donar ese montante. Pero, al igual que si la donación fuese un medicamento, siempre hay efectos adversos. Si éstos son muchos, o graves, pueden llegar a contraindicar un determinado fármaco. Quizás mezclar multimillonarios de empresas de moda con tratamientos de cáncer y hospitales públicos no sea tan buena idea. Leamos atentamente algunos de los efectos secundarios y contraindicaciones de la donación:
Leer cuidadosamente antes de usar. Hoy ha sido Amancio Ortega el que ha donado el dinero contra el cáncer, pero mañana será una cadena de comida rápida la que construirá un hospital infantil, y la próxima semana una marca de cerveza querrá pagar una planta de medicina interna. Tabacaleras, compañías farmacéuticas,… estarán encantadas de sufragar hospitales, escuelas o parques públicos. Es como una pendiente resbaladiza: sabes dónde empiezas, pero no donde puedes acabar. Aceptar dinero privado para sufragar o complementar servicios públicos no es necesariamente nocivo, pero sí hacerlo sin un claro marco ético y regulatorio. Para saber si es adecuada o no una donación, primero hay que definir los límites de quién, cómo y para qué se puede donar. Los procesos de “diligencia debida”, muy frecuentes en la cultura anglosajona, consisten en evaluar los impactos y riesgos de aceptar donaciones. No nos consta que los servicios de salud autonómicos implicados las hayan hecho, al menos de forma pública y transparente.
Cuidado con las interacciones. La donación no se realiza en un vacuum, sino en un contexto concreto. Y el contexto es de precarización de la sanidad pública, recorte de prestaciones y derechos, y reducciones presupuestarias. Ya en el 2015 la sanidad pública había perdido 10,000 millones de euros durante la crisis, y desde entonces la sangría no ha parado. 320 millones adicionales son necesarios, pero quizás no en equipos de última generación, sino en más médicos y médicas de familia, personal de enfermería, prevención, cuidados domiciliarios y paliativos,… Una donación finalista (con los fondos destinados a un fin concreto) socava la priorización de intervenciones de salud pública (¿qué servicios son más necesarios?), y levanta serias dudas sobre la equidad en el acceso a los servicios, una piedra angular de nuestro sistema de salud (¿Quién se beneficia de las prestaciones?).
Importante para el paciente. Uno de los grandes riesgos de aceptar donaciones para proveer servicios públicos esenciales es lo que se conocer como efecto “crowding-out”. El dinero que el estado se ahorra en la provisión de esos servicios no es utilizado para ofrecer servicios adicionales, sino que por el contrario es desviado a otras partidas presupuestarias. En EEUU, donde es muy frecuente que donaciones privadas complementen servicios públicos (escuelas, hospitales), el aumento de la filantropía ha derivado de hecho en peores servicios y más desigualdades. Aquellas comunidades más prosperas se beneficiarán a la larga de más apoyos y donaciones, incrementando así las desigualdades geográficas y sociales.
Visite a su médico o farmacéutico . Uno de los pilares de la administración pública es la rendición de cuentas. Nuestros políticos y representantes responden a sus ciudadanos de sus actos y toma de decisiones, al menos en teoría . La Fundación Amancio Ortega solo responde a… Amancio Ortega. Como multimillonario, o como cualquier otra persona, él puede gastar su dinero, o su tiempo, como quiera. Jeff Bezos de Amazon se compró el Washington Post; Bill Gates, en cambio, es uno de los mayores filántropos del mundo, y persigue erradicar la malaria. Gasten como gasten el dinero, no se les puede pedir cuentas: responden ante ellos mismos de sus donaciones, presentes o futuras. Nuestra sanidad pública no puede depender de multimillonarios, y de qué lado de la cama se levanten. La financiación de nuestra sanidad pública debe depender de los impuestos, y de los presupuestos del Estado: “menos donaciones, y más tributaciones”, como se oye en las calles.
Contraindicación. Los efectos adversos anteriores deberían haber hecho plantearse seriamente a nuestras administraciones publicas la conveniencia de aceptar la donación: aunque parece una ganancia a corto plazo, abre la puerta a mayores desigualdades y peores servicios, sin garantizar mejoras sostenibles de la salud de los ciudadanos. Sin embargo, quizá el mayor argumento para no aceptar el altruismo del dueño de Inditex no es de eficiencia económica o de salud pública, es simplemente un argumento moral. Zara acaba de llegar a un acuerdo en Brasil por un caso de trabajo esclavo. Gracias al trabajo de la ONG Reporter Brasil, hemos sabido que Zara tenía en condiciones de esclavitud a inmigrantes, y que de forma reiterada omitió su responsabilidad de detectar, corregir o solucionar el problema. Amancio Ortega puede no ser responsable directo de este hecho, pero sí sus empresas, que han provocado escándalos similares los últimos años por todo el globo. Ojala que repare el daño causado en Brasil y en otros países. Ojalá que no lo vuelvan hacer. Pero mientras tanto, la sanidad pública no puede moralmente aceptar donaciones de dinero manchado por la corrupción, la esclavitud, o el dinero negro. Un gran NO a prácticas no-éticas, o contrarias a los derechos humanos, es necesario. Solo desde el rechazo absoluto se conseguirán abolir estas prácticas. Nuestra sanidad necesita más profesionales, más medios, más diversidad y más servicios, garantizar un acceso justo y equitativo a la salud, una atención más humana y cercana,… Nuestra sanidad necesita muchas cosas. Pero la donación de Amancio Ortega no es una de ellas.
Leer cuidadosamente antes de usar. Hoy ha sido Amancio Ortega el que ha donado el dinero contra el cáncer, pero mañana será una cadena de comida rápida la que construirá un hospital infantil, y la próxima semana una marca de cerveza querrá pagar una planta de medicina interna. Tabacaleras, compañías farmacéuticas,… estarán encantadas de sufragar hospitales, escuelas o parques públicos. Es como una pendiente resbaladiza: sabes dónde empiezas, pero no donde puedes acabar. Aceptar dinero privado para sufragar o complementar servicios públicos no es necesariamente nocivo, pero sí hacerlo sin un claro marco ético y regulatorio. Para saber si es adecuada o no una donación, primero hay que definir los límites de quién, cómo y para qué se puede donar. Los procesos de “diligencia debida”, muy frecuentes en la cultura anglosajona, consisten en evaluar los impactos y riesgos de aceptar donaciones. No nos consta que los servicios de salud autonómicos implicados las hayan hecho, al menos de forma pública y transparente.
Cuidado con las interacciones. La donación no se realiza en un vacuum, sino en un contexto concreto. Y el contexto es de precarización de la sanidad pública, recorte de prestaciones y derechos, y reducciones presupuestarias. Ya en el 2015 la sanidad pública había perdido 10,000 millones de euros durante la crisis, y desde entonces la sangría no ha parado. 320 millones adicionales son necesarios, pero quizás no en equipos de última generación, sino en más médicos y médicas de familia, personal de enfermería, prevención, cuidados domiciliarios y paliativos,… Una donación finalista (con los fondos destinados a un fin concreto) socava la priorización de intervenciones de salud pública (¿qué servicios son más necesarios?), y levanta serias dudas sobre la equidad en el acceso a los servicios, una piedra angular de nuestro sistema de salud (¿Quién se beneficia de las prestaciones?).
Importante para el paciente. Uno de los grandes riesgos de aceptar donaciones para proveer servicios públicos esenciales es lo que se conocer como efecto “crowding-out”. El dinero que el estado se ahorra en la provisión de esos servicios no es utilizado para ofrecer servicios adicionales, sino que por el contrario es desviado a otras partidas presupuestarias. En EEUU, donde es muy frecuente que donaciones privadas complementen servicios públicos (escuelas, hospitales), el aumento de la filantropía ha derivado de hecho en peores servicios y más desigualdades. Aquellas comunidades más prosperas se beneficiarán a la larga de más apoyos y donaciones, incrementando así las desigualdades geográficas y sociales.
Visite a su médico o farmacéutico . Uno de los pilares de la administración pública es la rendición de cuentas. Nuestros políticos y representantes responden a sus ciudadanos de sus actos y toma de decisiones, al menos en teoría . La Fundación Amancio Ortega solo responde a… Amancio Ortega. Como multimillonario, o como cualquier otra persona, él puede gastar su dinero, o su tiempo, como quiera. Jeff Bezos de Amazon se compró el Washington Post; Bill Gates, en cambio, es uno de los mayores filántropos del mundo, y persigue erradicar la malaria. Gasten como gasten el dinero, no se les puede pedir cuentas: responden ante ellos mismos de sus donaciones, presentes o futuras. Nuestra sanidad pública no puede depender de multimillonarios, y de qué lado de la cama se levanten. La financiación de nuestra sanidad pública debe depender de los impuestos, y de los presupuestos del Estado: “menos donaciones, y más tributaciones”, como se oye en las calles.
Contraindicación. Los efectos adversos anteriores deberían haber hecho plantearse seriamente a nuestras administraciones publicas la conveniencia de aceptar la donación: aunque parece una ganancia a corto plazo, abre la puerta a mayores desigualdades y peores servicios, sin garantizar mejoras sostenibles de la salud de los ciudadanos. Sin embargo, quizá el mayor argumento para no aceptar el altruismo del dueño de Inditex no es de eficiencia económica o de salud pública, es simplemente un argumento moral. Zara acaba de llegar a un acuerdo en Brasil por un caso de trabajo esclavo. Gracias al trabajo de la ONG Reporter Brasil, hemos sabido que Zara tenía en condiciones de esclavitud a inmigrantes, y que de forma reiterada omitió su responsabilidad de detectar, corregir o solucionar el problema. Amancio Ortega puede no ser responsable directo de este hecho, pero sí sus empresas, que han provocado escándalos similares los últimos años por todo el globo. Ojala que repare el daño causado en Brasil y en otros países. Ojalá que no lo vuelvan hacer. Pero mientras tanto, la sanidad pública no puede moralmente aceptar donaciones de dinero manchado por la corrupción, la esclavitud, o el dinero negro. Un gran NO a prácticas no-éticas, o contrarias a los derechos humanos, es necesario. Solo desde el rechazo absoluto se conseguirán abolir estas prácticas. Nuestra sanidad necesita más profesionales, más medios, más diversidad y más servicios, garantizar un acceso justo y equitativo a la salud, una atención más humana y cercana,… Nuestra sanidad necesita muchas cosas. Pero la donación de Amancio Ortega no es una de ellas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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