viernes, 30 de enero de 2015

¡Abrid escuelas para cerrar prisiones!”, exclama Víctor Hugo desde sus páginas escritas, felizmente vivas hasta el día de hoy.


¡Abrid escuelas para cerrar prisiones!”, exclama Víctor Hugo desde sus páginas escritas, felizmente vivas hasta el día de hoy.
Aunque como toda la sabiduría que se quemó en la biblioteca de Alejandría, raramente la verdad es escuchada y mucho menos acatada por el mundo, por los líderes y hombres de Estado. Que prometen muchas cárceles y juicios sumarios, pero no así escuelas felices para el mañana. “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”, sentenciaba por su parte Pitágoras. Y en las sociedades modernas se revierte esta teoría, porque los hombres son castigados antes de ser educados y salvados del abismo... Otro pensador griego, Séneca, creía que nuestro mayor defecto había sido aprender más por la escuela que por la vida. ¿Y qué podrían aprender las multitudes de jóvenes descarriados de una sociedad de adultos que enseña el vicio, el robo, la violencia y la impiedad?
Catón, por su parte, afirmaba que amargas eran las raíces del estudio pero dulces sus frutos. Amargas en fin son las raíces de la vida, pero dulce su premio.
A lo mejor rían mañana los que con sus lágrimas pagaron su ayer... Así, podríamos concluir que educar temprano es mejor que castigar cuando ya es muy tarde.
Que en vez de errar en el presente para castigar el mañana, se siembre hoy la verdad para cosechar la vid el nuevo amanecer.

Día a Día.   Economía libre
Los agricultores son los que mejor pueden comprobar los beneficios de una economía libre: antes de los robos de tierras perpetrados por los duartistas en la Década de los Ochenta, la agricultura floreció y generaba empleo no sólo a campesinos, sino a decenas de miles de técnicos y profesionales. Pero les quitaron sus terrenos para repartirlos y los resultados no se hicieron esperar: gran pobreza y abandono de las propiedades.

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