Las Marchas de la Dignidad y la construcción del poder del pueblo.
Un artículo de Ángeles Maestro.
Los tiempos se están acelerando. Se
producen cambios rápidos en las percepciones de muchas personas acerca
de los problemas que les afectan y sus posibles soluciones. Y hay
modificaciones importantes también en el propio poder, que ya no puede
seguir gobernando como antes. Durante el pasado año 2014 se han
producido acontecimientos de gran trascendencia que no ocurrían en
décadas. Recuerdo los tres más importantes.
- El 22 de marzo tenía lugar en Madrid la manifestación más grande de su historia. Las Marchas de la Dignidad, sin ningún gran partido, ni gran central sindical, sin ninguna ayuda económica y bajo el espeso silencio mediático que cubre todo lo que el poder considera políticamente incorrecto, convocó en Madrid a millón y medio de personas. Antes y después se iniciaba un proceso organizativo, de constitución de Comités de base que, con diferentes nombres, tendían a unificar las luchas y a garantizar la continuidad del movimiento.
- En la votación de las elecciones al Parlamento Europeo del 25 de mayo, y por primera vez desde la Transición, se hundieron PP y PSOE, partidos que se han venido alternando en el Gobierno del Estado y que garantizaban la continuidad del engranaje basado en la Constitución de 1978[1]. Proyectados los datos a unas elecciones generales, sumados los diputados de ambos partidos, no llegarían a la mayoría absoluta[2]. Y surgió con fuerza un nuevo partido, Podemos, cuyas expectativas no han hecho más que crecer, según las encuestas.
- Ocho días después de las elecciones europeas, el 2 de junio el rey Juan Carlos abdicó. La hizo empujado por quienes desde el poder entendieron que su permanencia en medio de una avalancha de denuncias de corrupción de todo tipo que le implican a él y a varios miembros de la Casa Real y con un profundo descrédito de la Monarquía, acabaría con esta última. Y lo que más importa a las clases dominantes: si la Monarquía, ha sido clave de bóveda del poder establecido desde la Transición, cae, empieza a oler a quemado debajo de su asiento. El aforamiento precipitado del ya ex rey confirmó lo que el pueblo sospechaba: que su reinado, además de estar manchado con la sangre de antifascistas fusilados o asesinados, ha sido un robo continuado. Felipe VI fue proclamado rey en medio de un Estado de Excepción no declarado que permitió una brutal represión sobre manifestantes republicanxs.
Los tres acontecimientos reseñados
expresan aspectos claves del momento político. La abdicación de Juan
Carlos es el reflejo más claro del hundimiento de un Régimen, heredero
de la Dictadura, que no restauró la legalidad democrática de la
República truncada por el levantamiento fascista, ni depuró el ejército,
la policía, ni las demás administraciones públicas y que se asentó
sobre la corrupción y el desfalco de las clases dominantes.
El hundimiento del bipartidismo, que
parece arrastrar también a IU, y el surgimiento de Podemos, refleja cómo
el hartazgo y la rabia de millones de personas que ven como se hunden
sus condiciones de vida, sin esperanza de futuro alguna, utiliza el
partido de Pablo Iglesias para “echarles a todos”. El objetivo es poner a
personas nuevas en los gobiernosa través de las urnas para echar a
“la casta” al basurero de la historia. Ese es el objetivo común
fundamental de quiénes les votaron y les votarán y para ello poco
importa el programa.
El problema es que las necesidades de
muchos millones de personas son acuciantes y que para resolverlas no es
suficiente suprimir la corrupción o cambiar dineros de partidas
presupuestarias. Para cambiar las condiciones de trabajo, crear empelo
digno, mejorar los servicios públicos, etc, hace falta romper con las
políticas que la UE, el BCE y el FMI imponen, no Pagar la Deuda y salir
del Euro. Es imprescindible expropiar a quienes nos están saqueando: los
bancos y las multinacionales. Es preciso devolver a manos públicas, la
banca, empresas estratégicas y servicios sociales.
Y a cualquiera que esté leyendo estas
líneas se le ocurre que para hacer todo eso, que es imprescindible y que
Podemos no contempla, hace falta mucha fuerza y mucho poder. Mucho más
que el que se tiene cuando se ganan unas elecciones. El poder y la
fuerza que determinan que se gane o se pierda cuando se avecina una
confrontación de clases de la envergadura de la que sin duda va a
producirse.
Hace falta que una clase obrera y un
pueblo organizado exijan que la riqueza que producen cada día que se les
roba de su salario, que se transfiere a la banca o que se evade a
paraísos fiscales, esté bajo su control y al servicio de la inmensa
mayoría.
Para construir esa fuerza de pueblo
organizado es para lo que sirven las Marchas de la Dignidad. Las Marchas
han roto con la creencia que afirmaba que no se podía convocar una
manifestación grande sin las direcciones de CC.OO. y UGT. Ante el
descrédito creciente de las burocracias sindicales, que podría haber
dejado al pueblo trabajador sin herramienta de lucha suficientemente
fuerte, han surgido las Marchas como un movimiento unitario, integrado
por organizaciones sociales, políticas y por el
sindicalismo alternativo, que pretende unificar y fortalecer las luchas,
con voluntad de construcción estable desde la base y con un programa de
mucha mayor entidad que el de ninguna otra fuerza política: No Pagar la
Deuda, enfrentar a los gobiernos de la Troika y poner la riqueza en
manos del pueblo.
El programa para 2015 es potente. Las Marchas vuelven a Madrid el 21 de marzo y lo hacen con los siguientes lemas:
Volvemos a Madrid, caminando hacia la Huelga General
Hay que echarles. Construyendo el poder del pueblo.
El objetivo de la Huelga General no es
abstracto como ha pasado otras veces en las que se reclamaba pero se
esperaba a ver si la decisión la tomaban las direcciones de CC.OO. y
UGT.
Esta vez las Marchas asumen la
convocatoria aunque llaman al conjunto del movimiento obrero, incluidas
secciones sindicales combativas y afiiliadxs de base de CC.OO. y UGT a
sumarse.
La huelga que se quiere convocar el 22 de
octubre no será como otras. No se convocará por fax o rueda de prensa.
Se propone un proceso de preparación que empiece ahora mismo, y que
tenga hitos fuertes en la preparación del 21 de marzo y el 1º de mayo.
Es preciso acelerar la constitución o
impulsar el desarrollo de Comités en barrios y pueblos que se asuman a
sí mismos a modo de “estados mayores” que empiecen a pensar cómo se
paraliza en su territorio cada centro de trabajo, hablando con secciones
sindicales y comités de empresa. El objetivo central es encontrar la
forma de asegurar la huelga entre la mayoría de la clase obrera de no
tiene derechos laborales (inmigrantes, mujeres y juventud), cómo se
convence al pequeño comercio de barrio, como ejerce un papel dirigente
la juventud, como las mujeres ocupamos nuestro lugar en la lucha, como
nos enriquecemos con la sabiduría acumulada por los veteranos y
veteranas.
En definitiva, los Comités tienen que
ejercer funciones de dirección que aseguren que todas y cada uno de
nosotrxs ocupamos nuestro puesto y se utilizan todas nuestras
capacidades.
Es verdad que es un periodo electoral,
pero votar no lleva mucho tiempo y ya hay mucha gente ocupada en
preparar listas. Quienes sabemos que, sin quitar importancia al objetivo
de acabar con castas y políticxs corruptxs, votar no es suficiente, tenemos
que ponernos ya manos a la obra para construir la inteligencia y la
voluntad colectiva que nos vuelva dar la fuerza de clase y de pueblo que
necesitamos.
La estaca sigue ahí. Podrida estaba en los
últimos años de la Dictadura, cuando Lluis Llach la cantaba, pero la
apuntalaron y se mantuvo otros cuarenta años. Si no nos dejamos engañar
otra vez como en la Transición y si de verdad tiramos todas y todos los
que no tenemos más capital que nuestra fuerza de trabajo, es seguro que
caerá.
Este artículo está escrito para el nº 3 de la revista PIM PAM PUM que edita impresa el núcleo de Vallekas de Red Roja
[1] Ese
código genético que comparten PP y PSOE se ha puesto una vez más de
manifiesto en el enésimo “pacto antiterrorista” – una vuelta de tuerca
más en la represión - ahora con el pretexto de los atentados de París.
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