Rafael Cid
La atronadora victoria de Syriza ha empezado con el pie izquierdo,
que es lo que cabría esperar en una organización radical progresista. Su
líder y presidente in pectore del gobierno heleno, Alexis Tsipras, ha
prometido su cargo sin la tradicional parafernalia religiosa. Con lo
cual ha hecho un gesto de laicismo militante frente a la condicionante
iconográfica de asumir la máxima representación política del “demos”
griego con el nihil obstat de la Iglesia. Se recupera así, en salva sea
la hora, una de las constantes más emancipadoras que trajo la
ilustración y materializó la Revolución Francesa. Impulso, por otro
lado, secularmente marginado por la socialdemocracia continental como
medio de gratificar el voto de las clases populares, mayoritariamente
ancladas en los mitos y supersticiones del “creacionismo”. Hay que
recordar que en la celebrada democracia española todos los gobiernos
socialistas han jurado su cargo hasta una Biblia y un crucifijo.
Aunque ciertamente desconocemos si este mensaje inaugural de afirmación
laicista de Tsipras fue consensuado durante su sorpresiva visita al
arzobispo de Atenas, Jerónimo, antes de las elecciones, y del gesto se
pasará a la separación entre Estado e Iglesia o se renovara el statu
quo, como ha sucedido con el mal precedente de formar su primer
gobierno sin ninguna mujer. Tic-tac, tic-tac…
Una de cal, pues. La de arena la han querido descubrir los cerebritos
de la comunidad mediática calificando el acuerdo con Griegos
Independientes (ANEL) como una reedición del “pacto a la griega” que en
los años noventa sellaron conservadores y comunistas contra
socialdemócratas, cuya versión española fue la “pinza” de Izquierda
Unida (IU) en tiempos de Aznar. Se trata de una falsa percepción de la
realidad que contiene su parte alícuota de mala leche. Hoy en Grecia el
PASOK es un partido casi testimonial, escindido en dos mitades que
marcha hacia su ocaso. Más munición presta a analistas y escribidores,
el hecho cierto de que euroescépticos y ultras de todos los colores
hayan saludado el triunfo de Syriza como propio en su particular
refriega contra la Troika. Desde la líder del Frente Nacional Marine Le
Pen hasta el británico Nigel Farage de UKIP, pasando por el secretario
general de Podemos Pablo Iglesias. Pero son opiniones distintas y
distantes. Ponerlas en el mismo saco implica una intencionalidad
malsana.
Sin embargo, existe también una de arena que no cabe eludir. De
aquella manera, al buscar el apoyo de una formación de derecha
nacionalista, antiinmigración, contraria al matrimonio gay y
confesional, Alexis Tsipras mete voluntariamente a la zorra en el
gallinero de Syriza. Y lo que es más importante para la percepción
general, otorga carta de naturaleza a aquellos que escudriñan puntos de
encuentro y afinidades entre opciones ideológicas antagónicas, sobre la
base de que los extremos se tocan en su obsesión del “cuanto peor,
mejor”. La personalidad del socio de gobierno de Syriza, Panos Karemos,
es todo menos políticamente saludable. Miembro significado de la vieja
política, el dirigente de ANEL formó parte de la Nueva Democracia (ND)
que ocultó el enorme déficit del país, ocupando el cargo clave de
viceministro de Marina Mercante en 2007, con la misión de lidiar con el
núcleo duro del verdadero poder económico griego, concentrado en el
selecto clan de los armadores.
¿Un oxímoron político o parte de un pacto patriótico? El tiempo lo
dirá, pero todo indica que Karemos, bien relacionado con los servicios
de inteligencia, es el aval de Tsipras ante los poderes fácticos,
oligarcas y casta militar incluidos. Lo que explicaría que Syriza haya
reservado para el “Pepe Bono” heleno el ministerio de Defensa, en olvido
flagrante de sus andanadas anti-OTAN. Incluso puede que en su fuero
interno Alexis Tsipras haya respirado aliviado al no alcanzar una
mayoría absoluta que le hubiera obligado a cumplir con sus promesas
electorales sin restar una coma. En cualquier caso, eso es agua pasada,
forma ya parte del laberinto en el que Syriza tendrá que desenvolverse.
De momento, la extraordinaria legitimidad otorgada por las
urnas, permite decir a Tsipras aquello de “puedo prometer y prometo”.
kaos
No hay comentarios:
Publicar un comentario