La farsa de la libertad de expresión. Finian Cunningham
Dissident voice.
Traducido del inglés para Rebelión por Susana Merino |
Desde el palacio del Elíseo, luego de los terribles asesinatos de la semana pasada en Francia, el expresidente Nicolás Sarkozy condenaba la violencia como “un ataque a la civilización”. Bien peinado, tostado y elegantemente vestido, las solemnes palabras de Sarkozy lo convertían en la encarnación del “mundo civilizado”.
Resulta un singular cambio de imagen en un político que se encuentra envuelto en denuncias de sordidez, corrupción y crímenes de guerra.
Sarkozy no se estaba
preocupando demasiado por la “civilización” cuando él y sus aliados
británicos lanzaron la campaña de bombardeos de la OTAN en Libia en
marzo de 2011 en flagrante violación del mandato de la ONU, ataques que
tras siete meses desembocaron en el asesinato del viejo líder sirio
Muammar Gadafi –de quién en el pasado Sarkozy, complacido y dentro del
mayor silencio, había recibido donaciones para sus campañas electorales
antes de apuñalarlo por la espalda.
El ilegal ataque relámpago
francés a Libia dirigido por la OTAN condujo al derrocamiento del
Gobierno y a la destrucción de uno de los países de África más
desarrollados económicamente. Convirtieron a Libia en un Estado fallido,
manejado por las milicias extremistas takfiris y los señores de la
guerra tribales cuya perversa ideología comparte la red terrorista ISIS
que está actualmente destruyendo Siria e Irak. La misma ideología de los
autores que aterrorizaron esta semana a París matando a una docena de
personas.
La preocupación de Sarkozy por los “ataques a la
civilización” está sin duda perfectamente justificada, pero las cosas no
se presentan de este modo en los controlados medios occidentales: las
fuerzas extremistas que él mismo contribuyó a desencadenar mediante el
ilegal vuelco provocado en el Estado libio han golpeado ahora a su
propia gente en la capital de la República. Uno de los presuntos valores
fundamentales de la civilización occidental profanados esta semana es
la “libertad de expresión” o “libertad de palabra”.
Sarkozy ha condenado este asalto asesino a la revista satírica parisina Charlie Hebdo calificándolo
como una guerra declarada a “nuestro valores”, en lo que han coincidido
gran cantidad de personalidades políticas occidentales, desde el
presidente Barack Obama hasta el primer ministro David Cameron. Ahora
bien, esta revista había enfurecido en el pasado a los musulmanes de
todo el mundo que insultaban al profeta Mahoma. Algo que parece haber
motivado a los asesinos que mientras huían de la escena del crimen en
París gritaban: “Hemos vengado al Profeta”.
El presidente
francés François Hollande ha otorgado a los dibujantes y diseñadores
asesinados el rango de “héroes” muertos en nombre del principio de la
libertad de expresión. Pero como otros presuntos valores del mundo
occidental, como los “derechos humanos”, la libertad de expresión es un
principio muy sobrestimado, en el sentido en que los gobiernos
occidentales y sus instituciones, así como los medios de comunicación
controlados por las grandes corporaciones, invocan este principio como
una marca ideológica de honor que los distingue y les otorga
superioridad sobre los demás.
En la práctica, sin embargo,
estos valores occidentales no son más que quimeras. Eslóganes vacíos a
los que simulan adherirse, vanidosa y falsamente, con objetivos
propagandísticos. ¿A qué derechos humanos?, ¿a qué respeto a las leyes
adhirieron, Sarkozy, Cameron y Obama cuando supervisaban el
aniquilamiento de Libia? ¿O en la actualidad, cuando secretamente
intentan destruir Siria e Irak (a pesar de las tardías declaraciones
occidentales en las que dicen que combaten a las redes terroristas que
ellos mismos han creado para, en primer lugar, derrocar régimen sirio?
Cuando los gobiernos occidentales defienden la libertad de expresión lo
hacen por oportunismo o para conseguir algún beneficio político. En
modo alguno se trata de la moral universal como ellos pretenden. Y sin
temor al ridículo avanzan con mentiras desvergonzadas para, como
siempre, demostrar lo contrario.
Una publicación satírica
francesa pudo haber estado autorizada a denigrar al Islam pero nunca se
le hubiera permitido condenar al sionismo ni todos sus crímenes
perfectamente comprobados. Es poco probable que la revista en cuestión
publique caricaturas de Sarkozy, Obama o Cameron con explosivos atados
en sus cabezas o lanzando bombas en Libia. Aun cuando esta última idea
no tenga nada de satírico y sea simplemente un reflejo de la realidad de
los actos criminales.
La “libertad de expresión” a la
occidental no es por lo tanto otra cosa que la libertad del poder
establecido de envilecer y demonizar a cualquiera cuando el interés
político de Occidente lo requiere. Cuando la libertad de expresión se
vincula de manera legítima a los intereses de Occidente, cuando pone en
evidencia su hipocresía y su mala fe, entonces deja de ser un “principio
universal”. La implacable censura adquiere la fuerza de la ley. Al
cómico francés Dieudonné, por ejemplo, el Gobierno francés le prohibió
su espectáculo* por haber realizado con su brazo un gesto de burla
conocido como “corte de manga” (N. de T. en Argentina). Un gesto que
puede interpretarse como un vulgar insulto personal o como un ultraje
irrisorio hacia las clases dirigentes. Las autoridades francesas
pretenden que es un gesto “antisemita” que implica un saludo nazi
invertido. Dieudonné lo desmiente y dice que se trata por el contrario
de un gesto antisionista y anti-establishment.
El Gobierno de
Londres prohibió al comediante la entrada en Gran Bretaña a causa de sus
parodias políticas. A su amigo el futbolista profesional Nicolas Anelka
se le prohibió jugar en Inglaterra y tuvo que pagar 100.000 euros por
hacer el mismo gesto después de marcar un gol.
Casi un año antes de la masacre de Charlie Hebdo
en París, el presidente francés François Hollande precisó que no
tendría la menor tolerancia hacia Dieudonné. Basado en tales prejuicios,
el artista o cualquiera que haga ese gesto en público es pasible de
sanciones. Ya no se trata de una simple censura, sino de la persecución
estatal del delito de opinión.
Es manifiestamente admisible
insultar al islam de acuerdo con el uso selectivo que se hace con la
libertad de expresión en Occidente porque sirve al programa político de
demonización de los países musulmanes, que autoriza a Occidente a
atacarlos con aviones de combate o con secretos mercenarios terroristas.
Pero es inaceptable caricaturizar al sionismo o a las clases dominantes
occidentales.
Existe otra reveladora piedra angular que es
necesario tener en cuenta, ¿por qué Press TV, la cadena informativa
iraní en inglés, se halla excluida en la difusión británica tanto
terrestre como satelital? ¿Por qué la cadena con sede en Irán está
prohibida en toda Europa y en América del Norte? ¿Dónde está la libertad
de expresión occidental? ¿Cuál es el problema?
Press TV no se
admite. Está prohibida. Está prohibida porque la verdad del terrorismo
occidental, tal como lo practican Sarkozy, Hollande, Obama, Cameron y
sus semejantes resulta demasiado pesada como para asumirla en la medida
en que podría despertar las conciencias y conferir mayor poder a la
opinión pública.
La verdad sobre el terrorismo de Estado
financiado por Occidente, tal como lo practica el régimen genocida
israelí, es muy difícil de asumir como para debatirla públicamente; se
rechaza toda crítica en nombre del “respeto a la memoria” bajo el falaz
pretexto del “antisemitismo”. Es muy difícil asumir el hecho de que los
dirigentes occidentales deberían ser juzgados por crímenes de guerra.
Tales puntos de vista tan intelectualmente rigurosos, moralmente
escrupulosos y legalmente corroborados como lo fueren deben ser
censurados y quienes los defienden hostigados y aislados.
La
libertad de expresión occidental no es otra cosa que el pequeño y cínico
juego de los poderosos destinado a preservar sus ilegales posiciones de
poder. Una revista satírica adulada por los criminales de guerra
occidentales por su “libertad” al deshumanizar a los musulmanes, ¿se
elogia por su “heroísmo”? Y al mismo tiempo se prohíbe una cadena de
televisión que difunde noticias serias como Press TV. Resultado: una
grotesca historieta.
Finian Cunningham es colaborador habitual de PressTV .
No hay comentarios:
Publicar un comentario