Palabras a los intelectuales: vigencia
y perdurabilidad
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Omar Pérez Salomón
Hace
unos días le escuché decir a uno de los dirigentes históricos de la Revolución
cubana que la actual es la etapa más compleja de su historia.
En
esta confluyen varios escenarios y fenómenos que corroboran tal afirmación:
actualización del modelo económico y social cubano; normalización de las
relaciones con el gobierno estadounidense; una globalización neoliberal que
arremete contra nuestra identidad cultural, memoria histórica e ideales
emancipadores; el afán del imperialismo de mantener a todo costo y a toda costa
un mundo unipolar con la propuesta de, o te sumas o no existes; el desafío que
representa lograr un uso creciente e inclusivo de las tecnologías de la
información y las comunicaciones por parte del pueblo cubano, y el debate a
nivel de toda la sociedad de temas diversos, atractivos; pero también de otros
con un fuerte trasfondo ideológico como la libre expresión, democracia, sistema
político cubano y Partido único. En tales circunstancias los revolucionarios
cubanos requerimos de armarnos de elementos, informaciones, evidencias y
fundamentos que nos permitan exponer con inteligencia y creatividad el poderoso
caudal de argumentos de la Revolución.
Releyendo
ese magnífico documento político que se titula Palabras a los
intelectuales, me percato que en este mes de junio se cumplen 54
años de aquella magnífica intervención de Fidel Castro ante los
escritores y artistas cubanos, reunidos los días 16, 23 y 30 de junio de
1961 en la Biblioteca Nacional José Martí para tratar temas de la cultura.
Palabras
a los intelectuales trazó un derrotero que llega hasta
nuestros días, convocándonos a defender la política cultural y todo lo que
representa la Revolución en sí misma.
Por
su vigencia en las condiciones actuales, exponemos algunas de las ideas y
conceptos esenciales enunciadas por Fidel:
“Si
la Revolución comenzó trayendo en sí misma un cambio profundo en el ambiente y
en las condiciones, ¿por qué recelar de que la Revolución que nos trajo esas
nuevas condiciones para trabajar pueda ahogar esas condiciones? ¿Por qué
recelar de que la Revolución vaya precisamente a liquidar esas condiciones que
ha traído consigo?
(...)
“Si
los hombres se juzgan por sus obras, tal vez nosotros tendríamos derecho a
considerarnos con el mérito de la obra que la Revolución en sí misma significa,
y sin embargo no pensamos así. Y creo que todos debiéramos tener una actitud
similar. Cualesquiera que hubiesen sido nuestras obras, por meritorias
que puedan parecer, debemos empezar por situarnos en esa posición honrada de no
presumir que sabemos más que los demás, de no presumir que hemos alcanzado todo
lo que se puede aprender, de no presumir que nuestros puntos de vista son
infalibles y que todos los que no piensen exactamente igual están
equivocados. Es decir, que nosotros debemos situarnos en esa posición
honrada, no de falsa modestia, sino de verdadera valoración de lo que nosotros
conocemos. Porque si nos situamos en ese punto, creo que será más fácil
marchar acertadamente hacia adelante. Y creo que si todos nos situamos en
ese punto —ustedes y nosotros—, entonces, ante esa realidad, desaparecerán actitudes
personales y desaparecerá esa cierta dosis de personalismo que ponemos en el
análisis de estos problemas.
(...)
“Porque
si alguna preocupación a nosotros nos embarga ahora, si algún temor, es con
respecto a la Revolución misma. La gran preocupación que todos nosotros
debemos tener es la Revolución en sí misma. ¿O es que nosotros creemos
que hemos ganado ya todas las batallas revolucionarias? ¿Es que nosotros
creemos que la Revolución no tiene enemigos? ¿Es que nosotros creemos que
la Revolución no tiene peligros?
(...)
“Permítanme
decirles en primer lugar que la Revolución defiende la libertad, que la
Revolución ha traído al país una suma muy grande de libertades, que la
Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades; que si la
preocupación de alguno es que la Revolución vaya a asfixiar su espíritu
creador, que esa preocupación es innecesaria, que esa preocupación no tiene
razón de ser.
(...)
“...revolucionario
es también una actitud ante la vida, ser revolucionario es también una actitud
ante la realidad existente, y hay hombres que se resignan a esa realidad,
hay hombres que se adaptan a esa realidad; y hay hombres que no se pueden
resignar ni adaptar a esa realidad y tratan de cambiarla, por eso son
revolucionarios.
(...)
“Si
a los revolucionarios nos preguntan qué es lo que más nos importa, nosotros
diremos: el pueblo. Y siempre diremos: el pueblo. El pueblo en su
sentido real, es decir, esa mayoría del pueblo que ha tenido que vivir en la
explotación y en el olvido más cruel. Nuestra preocupación fundamental siempre
serán las grandes mayorías del pueblo, es decir, las clases oprimidas y
explotadas del pueblo. El prisma a través del cual nosotros lo miramos
todo es ese: para nosotros será bueno lo que sea bueno para ellos; para
nosotros será noble, será bello y será útil todo lo que sea noble, sea útil y
sea bello para ellos.
“Si
no se piensa así, si no se piensa por el pueblo y para el pueblo, es decir, si
no se piensa y no se actúa para esa gran masa explotada del pueblo, para esa
gran masa a la que se desea redimir, entonces sencillamente no se tiene una
actitud revolucionaria. Al menos ese es el cristal a través del cual
nosotros analizamos lo bueno y lo útil y lo bello de cada acción.
(...)
“Porque
la Revolución debe tener la aspiración de que marchen junto a ella no solo
todos los revolucionarios, no solo todos los artistas e intelectuales
revolucionarios. Es posible que los hombres y las mujeres que tengan una
actitud realmente revolucionaria ante la realidad, no constituyan el sector mayoritario
de la población: los revolucionarios son la vanguardia del pueblo. Pero
los revolucionarios deben aspirar a que marche junto a ellos todo el
pueblo. La Revolución no puede renunciar a que todos los hombres y
mujeres honestos, sean o no escritores o artistas, marchen junto a ella; la
Revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en
revolucionario; la Revolución debe tratar de ganar para sus ideas a la mayor
parte del pueblo; la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del
pueblo, a contar no solo con los revolucionarios, sino con todos los ciudadanos
honestos, que aunque no sean revolucionarios —es decir, que no tengan una
actitud revolucionaria ante la vida—, estén con ella. La Revolución solo
debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean
incorregiblemente contrarrevolucionarios.
(...)
“Nosotros
hemos sido siempre muy optimistas. Creo que sin ser optimista no se puede
ser revolucionario, porque las dificultades que una Revolución tiene que vencer
son muy serias. ¡Y hay que ser optimistas! Un pesimista nunca
podría ser revolucionario.
(...)
“La
generación venidera será mejor que la nuestra; pero nosotros seremos los que
habremos hecho posible esa generación mejor. Nosotros seremos forjadores
de esa generación futura. Nosotros los de esta generación sin edades en
la que cabemos todos: tanto los barbudos como los lampiños, los que tienen
abundante cabellera, o no tienen ninguna o la tienen blanca. Esta es la
obra de todos nosotros.
(...)
“Y
nos ha tocado vivir un acontecimiento histórico. Se puede decir que el
segundo gran acontecimiento histórico ocurrido en los últimos tres siglos en la
América Latina, del cual los cubanos somos actores. Y que mientras más
trabajemos más será la Revolución como una llama inapagable, y más estará
llamada a desempeñar un papel histórico trascendental.
(...)
“Cuando
una Revolución es un acontecimiento tan importante en la historia humana, que
bien vale la pena vivir una Revolución aunque sea solo para ser testigos de
ella. Ese también es un privilegio, que los que no son capaces de
comprender estas cosas, los que se dejan tupir, los que se dejan confundir, los
que se dejan atolondrar por la mentira, pues renuncian a ella”.
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