jueves, 18 de junio de 2015

una reflexión de Julio Anguita


En el hinduismo y en el budismo la palabra mantra se refiere a un conjunto de sílabas, palabras o frases, generalmente en sánscrito, que se recitan durante el culto para invocar a la divinidad o como apoyo a la meditación. En nuestro lenguaje coloquial usamos el término para referirnos a palabras que se usan como latiguillo sin otro fin que constituirse en un lugar común sin otro objetivo que su propia reiteración; sin otra consecuencia práctica.
De un tiempo acá y en el ámbito de la izquierda, se han ido acuñando expresiones que se repiten una y otra vez como fórmulas sagradas pero que jamás pasan al terreno de la concreción práctica. Recordemos algunas.
Primero fue aquello del Proceso Constituyente entendido éste como una acumulación de fuerzas y procesos que derivasen en un cambio profundo, en una ruptura del régimen de la Transición y consecuentemente en la III República. Con posterioridad, y bebiendo de nuestras mejores tradiciones, se ha acuñado la Convergencia como puesta en común de sintonías y acciones tendentes al Cambio político y social y concreto. Desde el Frente Cívico se acuñó lo de Forjar un Contrapoder como tarea tendente a ir construyendo el poder alternativo de la mayoría social organizada capaz de enfrentarse y doblegar el poder económico, social y de valores imperante. En otras ocasiones se ha utilizado lo de la Confluencia con iguales o parecidas intenciones o propósitos confesos. Últimamente se está usando con reiteración y fuerza verbal el concepto de Unidad Popular.
La experiencia de los últimos años nos ha ido demostrando que cuando nos referimos una y otra vez a esos términos no acabamos nunca de pasar a los hechos. Se han convertido en mantras. Veamos.
Precedido por el 15M, la ciudadanía harta y casi desesperada puso en marcha acciones, movilizaciones y esquemas organizativos de lucha que de manera fulgurante cuajaron en la formación de una fuerza social ascendente. Sus nombres son conocidos: mareas, stop desahucios, yayoflautas, colectivos de pensionistas, afectados por las tropelías de la banca, asambleas de parados y precarios, campamentos y marchas de la dignidad, etc., etc., etc. El 21 de Marzo del 2014 Madrid fue el escenario en el que se concentraron marchas venidas de toda España en una millonaria manifestación de personas. Aquello fue el producto de dos vectores de fuerza: la indignación ciudadana y la paciente organización de trabajos y esfuerzos de personas, colectivos, fuerzas políticas y sociales sin más objetivo que el de fundirse en una acción dispuesta a seguir y seguir hasta cambiar la situación. Al término de aquella acción que preocupó al poder y al gobierno quedó sellado por la anuencia generalizada que se volvería a Madrid cuando fuésemos capaces de doblar el número de asistentes. El camino estaba claro.
Convocadas las elecciones andaluzas y las municipales y autonómicas, las aguas volvieron a su cauce. Las prioridades se invirtieron, los abandonos proliferaron, el desinterés se impuso y el voluntarismo inconsciente terminó por convocar una repetición que no llegó, ni de lejos, a los hitos del año anterior. Vuelta a empezar.
Y es que al hablar de Convergencias, Unidad Popular, contrapoderes y demás vocablos hay dos maneras de entenderlos. La primera consiste en acentuar las características electorales de la conjunción de fuerzas para el cambio. La segunda, sin negar la necesidad de sancionar y traducir la fuerza social mediante las urnas, pone el acento en la prioridad en el entendimiento a través de la lucha ciudadana, la movilización y la conjunción de programas y proyectos elaborados desde abajo. En estos momentos postelectorales se está imponiendo esta última visión. No está de más recordar que los resultados del 24M han dado algunas alegrías pero apenas han dañado al bipartito. Las proyecciones de estos resultados electorales sobre unas futuras elecciones generales son desalentadoras. Así no es posible cambiar.
Ahora, desde ya, se hace necesario lanzar la idea de una Convocatoria social que reanude y supere la marcha iniciada con anterioridad. Las elecciones sancionan un poder, una fuerza presencial en la economía, la sociedad o en las mentes y el imaginario colectivo. Las urnas traducen, sancionan y legitiman una realidad, nunca están en el origen de la misma.
La Convocatoria social para un Cambio concreto y alternativo se debe gestar abajo retomando, si estamos a tiempo, los esfuerzos y, luchas de tantos y tantos sectores de la población que sufren las consecuencias de la cleptocracia instituida. Y si las fuerzas políticas y sociales que se reclaman del mensaje de que “Otro mundo es posible” no entienden esto o siguen creyendo que todo cambio debe pasar por la ventanilla partidaria, sufrirán, junto con todos nosotros, un revés impresionante.
Quisiera, para terminar, sugerir una reflexión en torno a esta cuestión. Las fuerzas políticas y sociales que opten por el compromiso de la Convergencia social (si es que optan) deben saber que deberán adecuar sus esquemas organizativos, hábitos de trabajo y sentido del patriotismo identitario a esta tarea de transformación. El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado.
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Fuente: Mundo Obrero

Menea y vencerás...

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